En España, en el 2008, según datos del Ministerio de Cultura, se exhibieron solo dieciocho largometrajes japoneses. Entre ellos, no estaba el que nos ocupa, ya que solo los afortunados que visitaron el Festival de Sitges de esa edición pudieron verla.
Una película de tres episodios como este largometraje bien justifica que en nuestro Investigamos, una de las ciudades escogidas sea Tokio, al margen de la evidente fascinación que tengo por dicha metrópolis y que espero algún día visitar. Frente a otros largometrajes episódicos sobre una ciudad como Paris, je t'aime (2006) o New York I love you (2009), ambos trabajos producidos por los mismos productores, Tokyo! se desmarca de similares ejercicios recientes para olvidarse del amor y entrar de lleno en el terreno del fantastique con denominación de fábrica. Autoral, para más señas, y foránea. Tokio vista por dos franceses y un surcoreano, los cuales se mantienen fieles a sí mismos por encima de la ciudad. Que sea la fantasía el motor de los tres mediometrajes sobre la ciudad, responde a la contribución fundamental de la cultura nipona en los flujos occidentales. Nuestros canales de ocio y, especialmente los destinados a una audiencia joven, ya están plenamente impregnados de iconografía nipona cuyo origen nace del anime, el manga, los videojuegos y películas kaiju-eiga como Godzilla y derivados. Hablo de un ámbito macro popular. Para el aficionado especializado, Japón no se acaba aquí, claro.
En nuestro texto hablábamos sobre cómo la urbanización desequilibrada y abigarrada de Tokio ha dado pie a que las fantasías de pesadilla, industrializadas y ultra tecnológicas florezcan en una producción especialmente enraizada en la ciencia ficción y el terror. Y especialmente Merde de Leos Carax y Shaking Tokyo de Bong Joon-ho responden a un mismo hálito. En cambio, Interior Design de Michel Gondry se sirve de la ilusión como salida a una realidad deprimente para la protagonista. Es decir, Michel Gondry, a diferencia de sus compañeros, escapa de la matriz genérica para adentrarse en un realismo mágico muy en la línea de sus anteriores realizaciones.
Interior Design. Michel Gondry
Este apéndice que presentamos aquí, como toda película compuesta por historias realizadas por diferentes directores, también es bastante desigual. Se abre con el trabajo de Michel Gondry. Acabaremos pensando que lo de Olvídate de mí (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004) fue un espejismo. O roguemos para que Charlie Kaufman colabore otra vez con él en el guión. Historia bastante insulsa y torpemente desarrollada, guarda su mejor baza en el tramo final. Cuando los actores se callan y entra de lleno la inventiva, a través de una curiosa y vistosa transformación de la protagonista principal.
El cortometraje arranca con la intención de reflejar la dificultad que puede presentarse a dos jóvenes que quieran instalarse en una ciudad masificada, que ya no acepta más integrantes. Ello después deriva hacia las tribulaciones del chico protagonista, que pretende triunfar como director de cine. Un perfil que guarda evidentes similitudes con el protagonista de La ciencia del sueño (The Science of Sleep, 2006) del mismo director. Por lo que no deja de ser un adulto besado por Peter Pan, parafraseando a Terenci Moix, que tiene la cabeza llena de pájaros y que pretende vender su película como si una medianía de William Castle se tratase. Ello da una de las mejores secuencias que se pueden rescatar. Cuando consigue exhibir su película y trata de acompañar la proyección con humo propulsado en la sala, al mismo momento que aparece en la pantalla.
Y de este comportamiento altamente infantilizado y naïf, cuando decide centrase en la chica hace derivar su narración a ese realismo mágico que comentábamos, denunciando cómo en una realidad dominada por la técnica y la herramienta tecnológica, y Tokio se presta a ello, no eres nadie o no vales nada si no tienes una finalidad práctica. En este mundo cosificado, ella despreciada y aislada se acabará transformando en algo muy utilitario y artesanal, y así acabará autoafirmándose, en las antípodas de la Nueva carne que hace apología de la fusión de carne y metal del cyberpunk alucinado.
Merde. Leos Carax
La ligereza de Michel Gondry y la vacuidad de su cortometraje (a uno le gustan los relatos con más enjundia) entra en clara confrontación con el exuberante, oscuro y surreal cortometraje de Leos Carax. El segundo francés aprovecha más y mejor el espacio físico prototípico de Tokio, con sus calles comerciales y rascacielos de oficinas del centro de Tokio, para su alegoría subversiva. En ella, un terrorista salido de las alcantarillas siembra el terror en la ciudad, como si un monstruo (el kaijun-eiga filtrado y revisado) atacase la capital nipona. El manierista barroco y esteticista Leos Carax erige una historia ampulosa para dar un aspecto visual diferente a cada tramo, bien diferenciado de su relato. Lástima que la modulación de la narración se pierde especialmente cuando ese especie de elfo perverso es apresado. Lo mejor de Merde es el humor negro, cínico y satírico que se gasta Leos Carax destacando las divertidas intervenciones de los nipones describiendo al monstruo de las alcantarillas para el telediario.
Y si decíamos en Tokio, ciudad del futuro, que la xenofobia es un tema muy poco tratado en el cine japonés actual, Leos Carax hace sangre de ello sin olvidarse de ridiculizar a esa deificación estúpida de la gente de a pie de hacer icono popular a cualquier sujeto, mediatizados por la banalización de los medios de comunicación, siendo capaces de hacer objeto de adoración a un ser anarquista y sociópata desequilibrado. Aunque Leos Carax, para perpetuar su condición de enfant terrible maldito de la cinematografía francesa, se pone de parte de su ser, el cual, frente a tanta urbanidad cosmopolita, prefiere las flores, crisantemos, concretamente.
Shaking Tokyo. Bong Joon-ho
Y del recargado Leos Carax a la sencillez elegante y excepcional del orientalismo más ascético y mesurado. Solo por ver este eminente cortometraje vale la pena ver Tokyo! Bong Joon-ho, otro director surcoreano de oro, es un director sobresaliente. Por favor, vean Memories of murder, 2003. Y en clave más lúdica, pero no por ello menos despreciable, The host, 2006. En esta joya extraordinaria (y solo me vienen a la cabeza superlativos para describirla) se recoge la sensibilidad nipona a las catástrofes naturales, utilizando los terremotos y temblores como hábil metáfora de la sacudida emocional que nos provoca el amor cuando entra en nuestra vida.
Bong Joon-Ho se sirve de la figura real, en la sociedad urbanita de Tokio, del hikikomori. el cual es presentado en su cortometraje como: Vocablo japonés con el que se designa a aquellos individuos que voluntariamente abandonan la vida social, llegando a menudo a alcanzar grados extremos de aislamiento y confinamiento[1]. A partir de dicha disfunción social, se sirve de la agorafobia en clave de fábula futurista y distópica para hablarnos de la individualidad patológica, compartiendo similar preocupación a la del director nipón Kiyoshi Kurosawa, del que hablamos en Investigamos. Pero Bong Joon-ho se distancia de Kiyoshi Kurosawa, ya que su planteamiento carece completamente de intención intelectual distanciada y, por tanto, Shaking Tokyo rehúye de la conceptualización excesivamente críptica. Sin por ello caer en el carácter explicativo facilón del cine norteamericano comercial. En esa intersección entre Estados Unidos y Japón, Bong Joon-ho encuentra el equilibrio perfecto. El punto justo, y aquí me quedo yo. Todavía uno puede maravillarse con pequeñas obras de arte, y Shaking Tokyo es un cortometraje modélico. Por favor, no se lo pierdan.
Festival de Cannes, 2008. Un certain regard.
Festival de Sitges, 2008.
[1] La wikipedia nos completa la información: Los hikikomori son adolescentes y adultos jóvenes que se ven abrumados por la sociedad japonesa y se sienten incapaces de cumplir los roles sociales que se esperan de ellos, reaccionando con un aislamiento social. Los hikikomori a menudo rehúsan abandonar la casa de sus padres y puede que se encierren en una habitación durante meses o incluso años. La mayoría de ellos son varones, y muchos son también primógenitos. Este tipo de problemas se centran (aunque bien, no son exclusivos) en las clases media-alta y alta, donde el joven posee cuarto propio, lo cual es considerado un lujo en Japón. La palabra japonesa hikikomori significa aislamiento en español.
Ficha técnica:
Tokyo!, Japón, 2008
Dirección: Michel Gondry, Leos Carax, Bong Joon-ho
Producción: Kenzô Horikoshi, Lewis Kim, Hiroyuki Negishi, Anne Pernod-Sawada, Yuji Sadai, Masa Sawada, Michiko Yoshitake
Guión: Michel Gondry, Leos Carax, Bong Joon-ho
Fotografía: Masami Inomoto, Caroline Champetier, Jun Fukumoto
Música: Étienne Charry, Ryuichi Sakamoto, Haruomi Hosono, Yukihiro Takahashi
Montaje: Nelly Quettier
Interpretación: Yû Aoi, Yosi, Yosi Arakawa, Jean-François Balmer, Julie Dreyfus, Ayako Fujitani, Ayumi Ito, Teruyuki Kagawa, Ryo Kase, Denis Lavant, Yutaka Matsushige, Nao Omori, Sohee Park, Naoto Takenaka, Satoshi Tsumabuki, Hiroshi Yamamoto
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