Hace algunos años, Luis Estrada (Un mundo maravilloso) realizó una película llamada La Ley de Herodes, en la cual hizo una dura crítica al sistema político mexicano. Se caracterizó por mostrar con elegancia y gracia muchos de los "secretos a voces" que envuelven a la política en el país. En este 2010 ha escrito, producido y dirigido uno de los proyectos más crudos del cine nacional: El Infierno.
El narcotráfico, el crimen organizado, el poder y la situación del país son lo que hace que una cadena de sucesos empujen a Benjamín (Benny) -interpretado por un consagrado Alcázar- a comenzar su trabajo dentro del grupo de uno de los hermanos Reyes, que tienen el control en alguna zona del norte del país.
En esta ocasión, como en sus anteriores dos cintas, Estrada ha conservado el estilo que lo caracteriza: una realización impecable, un elenco reconocido, un guión que raya en la comedia y un nuevo factor adherido a esta propuesta: violencia visual. Éste es el ingrediente que está matizando la realidad mexicana y que el director de Un mundo maravilloso no pudo ignorar, incorporándolo sin miramientos en la trama.
En El Infierno la gente es infeliz, el pueblo sufre, vive temeroso, nadie es dueño de su vida y deben ver y vivir sus peores miedos hechos realidad; en México, pasa exactamente igual. En la película -y en el país- se vive una ola de violencia inimaginable: corrupción, trampas, mentiras, venganza, impulsividad, supervivencia, y con esto, la impunidad y la desconfianza ante todo.
Este vacío, en el que parece que todo lo que puede suceder a nuestro alrededor gira en torno a nuestras peores pesadillas y en donde nada es lo que parece, se refleja en la desolación del pueblo, en el que se desarrolla la historia: lleno de tierra y despojado de toda esperanza. Es un lugar inhóspito, alejado de todo y todos, excepto de aquellos que tienen que permanecer ahí para sobrevivir. El pueblo es una sinécdoque de lo que está sucediendo a lo largo y ancho del territorio nacional.
El tinte que barniza esta cinta es la comedia. Como en sus otras películas, Estrada le ha dado la dosis ideal de farsa y exageración, de estereotipos y situaciones inusuales, para producir risa en el espectador. Lamentablemente, el público no está preparado aún para reír de estas burlas. La gente ríe por nervios, por compromiso, quizá por necesidad de expresar algo. Todo lo que parece gracioso lo es de un modo irónico, pero vivimos tan inmersos en este mundo, que más de uno saldrá con un nudo en el estómago.
La violencia excesiva utilizada por Estrada, que podría parecer innecesaria, es una muestra del descaro con el que suceden las cosas en la vida real. Es una llamada de atención hacia el espectador, que quizá genere en él una conciencia de que suceden cosas que ya no son sólo chismes, chistes o notas de primera plana de un periódico; por el contrario, son situaciones que exceden el simple hecho de escucharlas mencionadas "por ahí". La presencia de la violencia explícita en algunas secuencias es precisamente la forma que el director ocupa para evidenciar aquello que todos saben.
Este México que se plasma en la película también es el mismo que ha sido víctima de un escándalo, al haber clasificado al film como C (Sólo para adultos), debido a la temática, el lenguaje soez, la violencia explícita y algunas escenas de sexo que contiene la cinta. Lamentablemente estos factores son razones para elevar la edad mínima para el visionado de El Infierno. Esta acción ha sido tachada de censura por varios medios y personalidades del país, bajo el argumento de que otras películas de contenidos más "fuertes", escenas eróticas más explícitas y cintas con mayor violencia han sido catalogadas como B o B15 (mayores de 13 o 15 años).
La sensación de doble moral que se observa al notar el fenómeno de la censura, es la misma que se percibe durante toda la película: momentos fílmicos en los que un hombre es capaz de matar a su propio hermano y luego rezar un "Padre Nuestro" con mucha devoción. Personas que juran lealtad a uno, pero apuñalan a sus órdenes sin piedad. Es una dualidad constante, una polivalencia personal. Quizá esto es reflejo de nuestra naturaleza politeísta (vamos a rezarle a Dios, al dinero, al jefe y a lo que se nos ponga enfrente).
Una de las imágenes más impresionantes del film llega cuando hay sangre corriendo sobre el Escudo Nacional. Ambos símbolos (sangre y escudo) siempre han acompañado la historia y cultura de México. Son parte fundamental de la conformación de la nación y mentalidad. Sin embargo, verla correr tan literalmente en el contexto de la película no hace nada más que anticiparnos el futuro que estamos a punto de presenciar: ríos de sangre en medio de la fiesta, la pirotecnia y el orgullo nacional.
En medio de una etapa de "celebraciones" y festejos, Luis Estrada nos recuerda que el país está hundido en tierras áridas, violencia, desesperación y crimen organizado. Es el momento en el que "como no queriendo" el mexicano hace lo puede para sobrevivir y salir adelante. Mientras tanto, todos los demás somos espectadores de una película de terror disfrazada de comedia, y de un México que se cubre de dolor y que cada día se asemeja más al infierno.
Ficha técnica:
El infierno, México, 2010
Dirección: Luis Estrada
Producción: Luis Estrada, Sandra Solares
Guión: Luis Estrada, Fernando Sampietro
Fotografía: Damián García
Montaje: Mariana Rodríguez
Música:Michael Brook
Interpretación: Damián Alcázar, Joaquín Cosío, Ernesto Gómez Cruz, María Rojo, Daniel Giménez Cacho, Jorge Zárate
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