Marcos colgó el llavero en un ganchito que estaba a un costado de la puerta y adivinó que lo esperaba un round de gritos. No hizo nada para desalentar a su hermana. Sólo se sirvió un vaso de vino blanco y, mientras se acomodaba en una silla de mimbre, oyó el primer reproche (...)
Las discusiones que Susana iniciaba no tenían lógica, ni siquiera una razón de fondo. Cualquier programa o situación que no la incluyera abría en ella una herida profunda, que buscaba cicatrizar con insultos y escándalos (...)
(...) El discurso de Susana omitía datos y acomodaba la realidad a su visión particular y conspirativa de la vida. Su egolatría y el componente paranoico de su personalidad les otorgaban comicidad y patetismo a sus palabras. Pero aún más patético era ver cómo Marcos mordía una y otra vez el anzuelo y se dejaba atrapar como un pez bobo (...)
Fragmentos de Villa Laura, de Sergio Dubcovsky
Los párrafos de Villa Laura, la novela de Sergio Dubcovsky, definen a los personajes centrales de Dos hermanos. Daniel Burman encuentra un especial disfrute en narrar situaciones comunes de la clase media argentina. Ha recorrido varios aspectos de las relaciones familiares para contarnos historias cotidianas de distintos momentos de la vida. Ha retratado la juventud a través de un chico judío que establece amistad con un desocupado recolector de documentos entre la basura en Esperando al Mesías (2000); o a través del joven de El abrazo partido (2004), que pasa sus días en el Once, donde se retrata la cotidianidad del barrio judío, como entorno de una búsqueda de identidad y de futuro más allá del pequeño mundo que lo contiene; o en Derecho de familia (2005), en la recreación de un abogado que debe luchar por crecer, a pesar y gracias a la herencia familiar recibida.
Como puede comprobarse, Burman insiste con los temas familiares, donde los vínculos y los sentimientos signan la vida de sus personajes. Sus dos últimas películas amplían la mirada más allá de la comunidad judía, para centrarse en la evolución de las relaciones familiares a partir de las ausencias. Así, en El nido vacío (2008) narra la soledad y los conflictos que surgen en una pareja madura cuando los hijos han abandonado el hogar. Y la última, la que nos ocupa, Dos hermanos (2010), la relación que retoman dos hermanos sesentones una vez que la madre ha muerto.
Antonio Gasalla y Graciela Borges son dos actores de larga trayectoria, el primero en el teatro y la segunda, en el cine. Componen a Marcos y a Susana, dos hermanos que se padecen, al retomar una relación infantil, casi enfermiza. Las máscaras caricaturescas con que estos dos actores visten a sus personajes nos dicen algo más que su relación conflictiva. Nos hablan de una etapa de la vida en la que el futuro se muestra amenazador. Si no se ha construido una familia, si no se ha logrado retener a alguien al lado, la soledad se muestra como un destino aterrador. La muerte de una madre que apenas aparece, aunque es mencionada constantemente, deja a dos huérfanos adultos sin saber qué hacer con su futuro, más que tolerarse, aunque no aceptarse. El estado de orfandad en que queda Marcos es devastador. Como buen artesano, su sensibilidad lo apoca y lo sitúa en inferioridad de condiciones frente a Susana, quien vive en un torbellino de energía, creatividad y pulsión para mover las fichas de sus vidas, gracias al "talento ventajero" con que se defiende para sobrevivir. Un talento peligroso, que la lleva a realizar actos inconscientes que pueden hacer peligrar la estabilidad y seguridad de su futuro y el de su hermano.
La historia transita entre Buenos Aires (Argentina) y Villa Elisa (Uruguay), entre la ciudad cosmopolita y el pueblo tranquilo. Estos dos sitios parecen identificarse con el carácter de los personajes. Marcos sobrevive en cualquier lugar, porque es capaz de establecer un entorno amigable. Es amable, sociable, poco conflictivo. En cambio, Susana es frívola, manipuladora, egoísta. Con primeros planos, Burman saca provecho de la gestualidad de Gasalla, quien muchas veces se devela detrás de la máscara, en cambio, para Borges utiliza planos medios y americanos. Lo que importa en él son sus gestos. En ella, su atuendo, su desplazamiento.
La mirada de Marcos y las gafas oscuras de Susana definen a los personajes. Quizá por ello, el acercamiento es mayor hacia Marcos, la aparente víctima de Susana. Sin embargo, hay dos escenas que le otorgan cierta indulgencia al papel de Graciela Borges: el cambio de registro cuando conoce al vecino y la desilusión que la posee al ver el fracaso de su nuevo negocio. La fuerza del personaje, en estos dos momentos, la abandona, dejándola en evidencia frente al espectador. En cambio, el personaje de Gasalla tiene un mayor ámbito para desarrollarse, al incluir al teatro y a su director dentro de la trama. Sutilmente se nos habla de una atracción entre los dos hombres. Lo que no es sutil, sino más bien obvio, es la inclusión de la obra teatral Edipo Rey en la historia. El tema de la posible homosexualidad de Marcos subyace a lo largo del film, sin que el personaje ni el autor logren darle cabida real en la trama.
No es la mejor película de Daniel Burman -aunque haya sido un éxito de taquilla hasta ahora sólo superado por El secreto de sus ojos, lo cual puede deberse a la gran simpatía que despierta Gasalla. Si bien, y como en casi todos los films de Burman, la resolución es amable, la fuerza del comienzo va decayendo con su transcurrir, no permitiendo la identificación con los personajes. Es que la historia coquetea por momentos con el melodrama, pero se ubica más bien en la comedia, subrayada por el énfasis de las imágenes extradiegéticas que acompañan los créditos. Sin lograr ser una cosa ni la otra, quizá lo que mejor pueda rescatarse sea el juego interpretativo de los dos actores, aunque por momentos tengamos la impresión de que, más que estar frente a Marcos o a Susana, estamos frente a Antonio Gasalla y a Graciela Borges.
Ficha técnica:
Dos hermanos, Argentina, 2010
Dirección: Daniel Burman
Producción: Diego Dubcovsky
Guión: Daniel Burman (Novela: Diego Dubcovsky)
Fotografía: Hugo Colace
Montaje: Pablo Barbieri Carrera Música: Nico Cota
Interpretación: Graciela Borges, Antonio Gasalla, Elena Lucena, Osmar Nuñez, Rita Cortese.
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