Una de las observaciones más reiterativas en las críticas de películas recientes suele girar en torno a la posible presencia de un "tono político" por parte del realizador del film a la hora de abordar determinados temas en sus realizaciones, siempre y cuando estos mantengan una estrecha relación con hechos actuales y de conocimiento público. Desde La terminal (The terminal, Steven Spielberg, 2004) hasta Una guerra de película (Tropic Thunder, Ben Stiller, 2008) y pasando por Troya (Troy, Wolgang Petersen, 2004), este rótulo puede adherirse fácilmente sobre la superficie de algunas películas -en algunos casos como las recién mencionadas, con total justificación- y establecer una controversia sobre la posición con la que el realizador se estaría plantando frente a los temas expuestos. Y la virtud de algunas de estas películas reside en la convivencia de una doble lectura -una de tipo poética, centrada en el relato y su construcción, y otra política, orientada hacia su discurso-, haciendo que podamos tener presente ambas de manera simultánea u optar solo por una. Poder entregarnos de lleno a la magia del relato, a la anécdota, despojados de la dimensión política de una mirada más curiosa e interesada, o centramos en la ideología del realizador.
Hay otros casos donde es la figura del mismo cineasta la que más se esfuerza por desentenderse de cualquier intencionalidad política presente en su película ("yo solo pretendía mostrar el horror de la guerra", sería una frase modélica al respecto), aun cuando en pantalla hay muchos elementos desperdigados que autorizan estas lecturas o impresiones. Esta intención manifiesta de "despolitizar" una mirada para que el espectador centre la misma solo en un aspecto de la historia y no se distraiga con otras esconde -a mi criterio- una cuota de hipocresía, en la que el cineasta se permite aludir a ciertos acontecimientos actuales pero diluyendo el peso especifico de dicha mención y reduciéndolo a una mera cuestión ornamental, a un detalle superfluo que contribuiría a dotar de más autenticidad al relato, evitando cualquier discusión posible sobre tomas de posición, visiones del mundo o cosas por el estilo. Creo que si bien esta cuestión puede ser independiente de la valoración final que podamos hacer sobre la película, genera también un cierto fastidio por la negación reiterativa frente a una verdad inocultable que alcanza también al hecho artístico, en la que no es uno el que va hacia la política sino la política la que va hacia uno. El director polaco Jerzy Skolimowski no ha sido la excepción a la regla y ha hecho uso de esta muletilla a la hora de brindar cualquier declaración sobre su última película, Essential Killing, pero cabe señalar que muchos elementos presentes en el film permiten centrar la atención en el aspecto poético de su realización y relegar cualquier lectura política a un segundo plano. Vamos, por el momento, a centrarnos solo en el primero.
Essential Killing es un vibrante relato de supervivencia en el que su personaje principal, un guerrillero talibán, debe atravesar toda clase de situaciones de extremo peligro en un medio hostil para preservar su vida. Capturado en su país de origen luego de asesinar a tres soldados americanos en el desierto, es tomado como prisionero, interrogado, torturado y trasladado a algún país de Europa del Este, donde obtiene la chance de escapar luego de un accidente para refugiarse en un bosque donde deberá sortear toda clase de peligros propios del entorno (la nieve y el frío) y otros propios de su condición (es un perseguido político, con un grupo armado siguiéndole los pasos).
Un aspecto significativo de su situación lo constituye el hecho de que cualquier intento de comunicación con las demás personas le está completamente imposibilitado. La explosión cercana que derivó en su captura le ocasiona una sordera momentánea que le impide responder a las preguntas de sus captores. Tampoco podrá comunicarse con las personas a las que se cruce en su camino por los helados bosques europeos (los leñadores con los que se trenzará en una feroz pelea, la mujer a la que obligará que lo amamante). La única herramienta que tiene este personaje para dar a entender sus intenciones -las cuales se reducen al simple hecho de sobrevivir- es la violencia, aun cuando ésta deba alcanzar a personas que no representen para sí mismo una amenaza a su libertad. Eso lo convierte, por derecho propio, en un personaje complejo al que deberemos autorizar moralmente a cometer ciertas acciones brutales de querer seguir su itinerario con cierto compromiso emocional. Y esto no deja de ser un mérito si tenemos en cuenta que nunca estaremos seguros de lo que hará a costa de mantenerse con vida, con lo que la película gana en suspenso y expectación. Ahondando en esta cuestión, resulta coherente entonces que la película haga uso -en un tramo bastante avanzado del relato- de la figura de una mujer sordomuda que se apiadará del personaje, una mujer cuya discapacidad pareciera ponerla en sintonía con la condición casi animal a la que se ha visto rebajado el fugitivo talibán a lo largo de su escape. Es interesante que esta condición final pautada por el guión anule cualquier intento de catarsis por parte del protagonista, ya que lo obliga a seguir actuando siempre en función de sus impulsos. Para que no todo sea tan difuso, Skolimowski también se permite arrojar, en varios tramos de la película, ciertas representaciones que funcionan a modo de recuerdos donde se trazan ciertos aspectos de la vida de este personaje (plegarias musulmanas, imágenes de cierta iconografía propia de la vida en los países de Oriente Medio, el hogar, su hijo y su mujer). Pero, lejos de pretender cualquier intención redentora, solo funcionan a modo de construcción parcial de una identidad, y de saber que aún en circunstancias tan extremas el personaje conserva ciertas facultades mentales y emocionales.
El gran mérito de Essential Killing consiste en lograr una plena identificación con su protagonista, cuya caracterización es construida de manera animal, con mucha baba, sangre y sudor y pocos métodos actorales sofisticados por parte de un siempre físico Vincent Gallo, actor que sería la antítesis de muchos intérpretes "intensos" de nuestro tiempo. Dicha identificación se logra también a partir de las posibilidades del guión mencionadas anteriormente, apostando más al instinto que a los psicologismos. Pero también se logra -y sobre todo- a partir del absoluto clima de inmersión que Skolimowski construye desde la cámara, dotando al relato de una notable presencia del entorno salvaje en el que el protagonista se ve envuelto. Donde el manual no oficial de un relato de supervivencia dictamina que el plano debe cortar cada unos pocos segundos para transmitir mayor vértigo, el cineasta polaco se detiene a observar el peligro que acecha silencioso en la naturaleza, construyendo una especie de horror silente que pareciera impregnarlo todo, "despolitizado" completamente de la situación. La secuencia final logra sintetizar este diálogo entre poesía y violencia de un modo notable, y posiciona a Essential Killing como una de las representaciones más fieles de una violencia que excede la intencionalidad de los hombres (una violencia apolítica, en todo caso), y que yace arraigada en la nieve, en los árboles, en la naturaleza misma.
Ficha técnica
Essential killing, Polonia, Noruega, Irlanda, Hungría, 2010
Dirección: Jerzy Skolimowski
Guión: Jerzy Skolimowski, Eva Piaskowska
Fotografía: Adam Sikora
Música: Janice Ginsberg
Montaje: Réka Lemhényi
Interpretación: Vincent Gallo, Emmanuelle Seigner, Stig Frode Henriksen, Nicolai Cleve Broch, David L. Price, Phillip Goss, Varg Strande, Tracy Spencer Shipp, Torgrim Ødegård, Eirik Daleng
Trailer:
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