En estos momentos, nadie puede poner en duda la buena salud de la que disfruta el cine documental. Tiene reconocimiento de crítica y público, tal vez, no muy amplio, pero sí fiel e interesado, como así lo demuestra la buena acogida de festivales sobre el género, que han surgido a lo largo de esta última década por todo el estado español: Documenta Madrid, Docúpolis, In-Edit Beefeater, Play-doc, Punto de Vista... Esta proliferación se debe, hay que reconocerlo, a booms de exhibición y mediáticos como son las películas de Michael Moore (Bowling for Columbine, 2002; Fahrenheit 911, 2004), a los espectaculares documentos visuales con la naturaleza como protagonista (El viaje del emperador, 2005; Tierra, 2007), o a íntimos y reflexivos retratos personales y humanos sobre la vida y la sociedad (Los espigadores y la espigadora, 2002; Ser y tener, 2002; En construcción, 2000, etc.), que han incentivado la curiosidad del público, permitiendo percibir al documental no tan solo como una obra divulgativa y tediosa, sino como un género que puede entretener y emocionar como el que más, además de exponernos el mundo, de mostrarnos la vida. Esta consolidación se ha ido alcanzando poco a poco, con la afinidad y aceptación del público.
Pero el documental no viene de ahora. Las primeras películas de Robert J. Flaherty que acuñaron el nombre del género, por los años 20 del pasado siglo (Nanuk, el esquimal, 1922), abordaban asuntos etnográficos sobre el hombre y la naturaleza. Con los años las variedades temáticas fueron aumentando, junto con las posibilidades que brindaban las nuevas tecnologías. En esta última década, estas nuevas oportunidades han multiplicado las finalidades y alternativas temáticas; documentales sobre naturaleza (Nómadas del viento, 2001; Océanos, 2009... deudoras de la pionera Trilogía Qatsi de Godfrey Reggio), de denuncia ecológica (Una verdad incómoda, 2006; La hora 11, 2007; La pesadilla de Darwin, 2004...), política (Fahrenheit 9/11, 2004; Zeitgeist, 2007...), laboral (Workingman's death, 2005; La Toma, 2004...), de superación/diario personal, (Man on Wire, 2008; Grizly Man, 2005; Tarnation, 2003; Las alas de la vida, 2006; Más allá del espejo, 2006...), por poner solo algunos ejemplos, que se han ido asentando y exhibiéndose en nuestras pantallas.
Y es que, The Cove está destinado a ser el antepenúltimo fenómeno documental. Ganador de 24 premios, entre ellos, el Oscar a la Mejor Película Documental o el Premio del Público en el Festival de Sundance 2009, el film es un magnífico retrato que contiene una coctelera de todas estas temáticas comentadas en el párrafo anterior, agitadas con recursos cinematográficos de diversos géneros. Una amalgama que, a la vez que sorprende por su originalidad, en algunos momentos, enfría la emotividad.
Opera prima del fotógrafo naturalista Louie Psihoyos, The Cove es, ante todo, una obra de denuncia sobre la matanza indiscriminada de delfines que se produce todos los años en un pequeño pueblo pesquero de las costas de Japón, llamado Taiji. Un antiguo entrenador de delfines -entre ellos, los que protagonizaban la exitosa serie de televisión "Flipper" (1964-67), serie que supuso el auge de los parques temáticos acuíferos-, Rick O'Barry, es actualmente, después de sufrir un desagradable incidente con uno de los delfines, un firme activista ecologista defensor de la libertad de los cetáceos que se arrepiente de su pasado y quiere remediarlo. A raíz de su amistad, Psihoyos conoce lo que ocurre en Taiji y deciden denunciarlo. Para ello tendrán que superar una serie de circunstancias adversas, unas fuertes medidas de protección que se consignan en el gremio pesquero del pueblo, por lo que reclutarán a un equipo de expertos colaboradores en diversas materias.
Desde el principio, la película nos muestra que no va ser el tradicional manifiesto ecologista, con tan solo los habituales recursos del medio, de entrevistas e imágenes de archivo. Ya en los títulos de crédito, con la magnética banda sonora de J. Ralph, con la declaración de intenciones que anuncia la voz en off, "pretendíamos hacer esto dentro del marco legal", y con un avance de lo que veremos a continuación, nos ponemos en situación.
La originalidad de este documental y su puesta en escena está, a parte de en la magnitud y barbarie de los hechos a denunciar, en las excepcionales circunstancias que lo rodean y que motivan todo el entramado. La matanza de delfines tiene lugar en una fortaleza natural, la cala del título, cuyo acceso es muy complicado, además de restringido por la vigilancia de pescadores que impiden cualquier tipo de filmación, a la que se suma el control policial al que son acosados y las dificultades burocráticas que encuentran por parte de la administración. A lo largo del metraje, todos estos antecedentes empiezan a sorprendernos y a extrañarnos, envolviéndonos en un aura de misterio. El documental, poco a poco, se transforma en una atípica película de espionaje o "de robos" (el director ha reconocido la influencia de Ocean's Eleven, 2001), teniéndose que rodar la mayor parte de ella de forma clandestina, algo similar a lo que ya pudimos ver el año pasado en Man on Wire de James Marsh.
Sin embargo, el documental no deja de ser divulgativo. Con una estructura clara y directa, nos muestra la sorprendente inteligencia/conciencia de los delfines y su alucinante conexión con el ser humano, consiguiendo que nuestra empatía sea mayor. Pero también, las vergonzosas medidas medioambientales defendidas por el gobierno japonés y los entresijos políticos para aprobarlas, circunstancia que nos hace reflexionar sobre la utilidad, función e intereses de las organizaciones internacionales. Así como, evidenciar el ejemplo de un hombre, Rick O'Barry, alma mater del proyecto, con una absoluta voluntad para asumir su responsabilidad del pasado y actuar ante los hechos.
El film tiene algunos momentos realmente chocantes y emotivos, que captan la atención del espectador. Destacando, especialmente, el tramo final de la película, con la trepidante secuencia en la que se lleva a cabo la última misión del operativo, conocida como "La gran orquesta" y en la que participan todos los miembros del equipo (grabada con cámaras de alta definición de visión nocturna). Los resultados de dicha misión proporcionan las imágenes más impactantes de todo el trabajo, convirtiéndose en las pruebas más fidedignas de la brutalidad de las acciones que se producen en la cala. En definitiva, The Cove es un híbrido thriller no ficción de denuncia ambiental, social y política de un deslumbrante impacto. Ahora falta ver si este impacto llega hondo y alcanza el efecto deseado.
Premios Oscar 2009. Oscar al mejor documental
Festival de Sundance 2009. Premio del público - documental.
Ficha técnica:
The Cove, EUA, 2009
Dirección: Louie Psihoyos
Producción: Paula DuPré Pesman y Fisher Stevens
Guión: Mark Monroe
Fotografía: Brook Aitken
Montaje: Geoffrey Richman
Música: J. Ralph
Intervenciones: Joe Chisholm, Mandy-Rae Cruikshank, Charles Hambleton, Kirk Krack, Richard O’Barry, Hayden Panettiere, Isabel Lucas, John Potter, Louie Psihoyos
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