Quizás resulte más fácil defender a una película como Amérrika por todo aquello que evitó ser, en lugar de por los riesgos que decidió asumir. Si bien la película elude los golpes bajos y el sentimentalismo, también adolece de una falta de solidez en la construcción de sus personajes, de cierto esquematismo en la presentación de sus conflictos y de una tibieza en el tono general del relato, que la acerca peligrosamente al terreno de la irrelevancia. No es que no se puedan encontrar méritos en el primer largometraje de la cineasta norteamericana de origen palestino Cherien Dabis (guionista de algunos episodios de la serie The L Word); se trata de un film decididamente personal, en el que su realizadora vuelca ciertas experiencias familiares ocurridas durante la época de la Guerra del Golfo, trasladándolas hacia acontecimientos más cercanos a nuestro tiempo como la invasión norteamericana a Irak, pero en el que las limitaciones y carencias anteriormente mencionadas atenúan el efecto de cualquier posible marca personal.
El relato tiene por protagonista a Muna (Nisreen Faour), una mujer divorciada, que trabaja como empleada bancaria, convive con su madre, a quien tiene bajo su cuidado, y con un hijo adolescente, a quien envía a una escuela privada. Muna debe pasar diariamente por reiterados controles fronterizos para trasladarse desde su trabajo hacia su hogar en Cisjordania. En medio de este infierno cotidiano (que, para mi gusto, la directora describe a puro lugar común, aunque también con brevedad, poder de síntesis y economía de recursos), Muna recibe por correspondencia los papeles para obtener permiso de trabajo y de residencia en los Estados Unidos.
No del todo convencida en un principio, Muna termina cediendo ante la insistencia de su hijo y decide viajar y alojarse en la casa de su hermana Raghda (Hiam Abbass), quien reside en la tierra de las oportunidades desde hace quince años junto a su marido y sus tres hijas. Al llegar a territorio norteamericano, Muna comprueba lo relativo de la palabra oportunidad, descubriendo que sus estudios y antecedentes laborales solo pueden resultar útiles para conseguir empleo en un local de comida rápida, que ni siquiera llega a estar a la altura de un Wendys, como dice brillantemente una de sus sobrinas pequeñas en un diálogo que sirve como prueba de cuánto le hubiera jugado a favor a esta película hacer uso constante del humor para ilustrar ciertas frustraciones personales de sus personajes -ahí está La Terminal, de Spielberg, para demostrar el alcance de esas posibilidades. Estamos en el período post 11-09, y en su arribo a los Estados Unidos Muna encuentra un panorama cargado de hostilidad y de puertas cerradas para la comunidad árabe, a raíz de dichos acontecimientos, hostilidad que ella misma y su entorno empiezan a sentir en carne propia de manera cada vez más intensiva, un aspecto de esta historia que se desarrolla con bastante esquematismo y previsibilidad cada vez que la película decide abordar los conflictos que atraviesa Fadi, el hijo de Muna, en su proceso de adaptación al colegio secundario, en medio de los prejuicios que recibe por parte de sus compañeros. Es de agradecer que, más allá de este sabor a terreno mil veces transitado que acompaña permanentemente a la película, su realizadora sepa hacer un sabio uso de la elipsis para ahorrarnos aquellos detalles que ya damos por sentados (que aún al tratarse de cuestiones situadas fuera de campo conservan su esencia predecible).
El ritmo del relato, otro de los puntos favorables de la película, y su adecuada duración logran hacer de Amérrika una experiencia bastante digerible y bien alejada de cualquier irritabilidad. Los demás temas son los esperables en este tipo de narraciones: el desarraigo, la nostalgia, el choque de culturas, el sentimiento de no-pertenencia, ciertas insatisfacciones comunes al hogar y al exilio, la reivindicación de las tradiciones, las posibilidades del acercamiento al otro por medio de los gustos en común.
También habría que reconocer que Amérrika está lejos de poseer la sordidez impostada de bajo presupuesto, propia del modelo de cine indie americano, promovido por Sundance, así como también de los desvaríos formales y vacíos del Dogma 95, en su discreto uso de la cámara en mano, un oxigenado empleo de los primeros planos y unas pocas intervenciones musicales (aunque a veces éstas últimas puedan resultar demasiado notorias), pero esta medianía y simplismo recurrentes en el relato también alcanzan a la representación de los aspectos positivos del choque de culturas presentados en la película, particularmente en el desarrollo de la relación entre Muna y el director de escuela a la que asiste Fadi. La realizadora ofrece una visión algo limitada desde los diálogos sobre lo enriquecedora que puede resultar la convergencia de culturas disímiles, pero que comparten su condición minoritaria a nivel social, relegando este interés a un escueto intercambio de conocimientos sobre el significado de algunas expresiones en árabe (de hecho, creo que lo más flojo de la película pasa precisamente por la necesidad de tener que recurrir constantemente a los diálogos para explicitar cuestiones que no se supieron resolver desde posibilidades estrictamente cinematográficas).
Hay algo débil en la construcción del personaje de Muna y que deriva en la dificultad para poder entablar con ella una empatía más sólida. Muna es torpe, insegura y vive algo acomplejada por su imagen y su exceso de peso (aspecto que también resulta gracioso desde las acotaciones de una de sus sobrinas, quien sostiene que por ese motivo se llevará bien con los americanos, los gordos occidentales por excelencia). El contraste entre su ingenuidad y la rigidez burocrática y social, ejemplificado en las escenas del control de migraciones aeroportuario o en las sucesivas entrevistas de trabajo, ponen en relieve esta falta de espesor en el delineado de su personaje, que no pasa de generar una discreta simpatía.
Entre las buenas intenciones y la falta de un planteo más audaz y menos predecible de estas problemáticas, oscilan los resultados de esta pequeña película inofensiva, amable, pero también fallida.
Festival de Valladolid 2009. Sección Oficial.
Ficha técnica:
Amerrika (Amreeka), Canadá-Kuwait-EUA, 2009
Dirección: Cherien Dabis
Producción: Christina Piovesan y Paul Barkin
Guión: Cherien Dabis
Fotografía: Tobias Datum
Montaje: Keith Reamer
Música: Kareem Roustum
Interpretación: Nisreen Faour, Melkar Muallem, Hiam Abbass, Alia Shawkat, Yussuf Abu-Warda
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