Sección Oficial Competición I

Por Arantxa Acosta y Manu Argüelles

Inauguración

Los Ojos de Julia. Guillem Morales, España, 2010

Los ojos de juliaBelén Rueda por partida doble  

Empezamos el festival y... primer chasco. La expectación que había generado Guillem Morales con Los ojos de Julia le sobrepasó. Si bien es verdad que contiene una de las mejores escenas de desenlace que hemos visto en mucho tiempo en el cine español (muy tenso, gracias a que sólo podemos saber qué está pasando cada vez que se ilumina el flash de una cámara), no consigue desequilibrar la balanza hacia los elogios más clamorosos. Primero, porque el origen de la locura de uno de los protagonistas no se aguanta, no es suficientemente convincente como para "justificar" sus acciones. Segundo, porque Belén Rueda sobreactúa... y encima aparece por partida doble, al interpretar a dos hermanas gemelas. Parece que se crea Audrey Hepburn en Sola en la oscuridad (Terence Young, 1967). Tercero, porque el final es más que previsible (pero de esos que dices... "no se atreverán, ¿no?" Y sí, se atreven...).  

Pero bueno, puede decirse que la fotografía está muy conseguida, y que el malo malísimo es de lo mejor del film, con una actuación reprimida y precisa para lo que necesita un guión que quiere cerrar tan bien todas las incógnitas y relaciones que se excede en su trivialidad final. Exclusiva para amantes de Belén Rueda y/o de thrillers contenidos del estilo de El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007) o -mucho mejor- El espinazo del diablo (Guillermo del Toro, 2001). AA 

Sección Oficial Fantástic Competició - Sitges 43

A woman, a gun and a nooddle shop. Zhang Yimou, China-Hong Kong, 2010

A woman, a gun and a noodle shopEl western de Zhang Yimou  

Zhang Yimou vuelve, y nada menos que con un remake de Sangre fácil (Joel y Ethan Coen, 1984). Todos preparados para ver cómo el genio asiático retoma un film de culto, el debut de los hermanos Coen, en el género del cine negro. Y ¿qué encontramos? Una comedia, y trasladada a la pantalla en una versión western de la historia del marido que quiere asesinar a su mujer y a su amante... Ahí es nada.  

Claro, estamos hablamos de Zhang Yimou. Respira por los cuatro costados su maestría a la hora de relatar historias y, sobre todo, de impregnar toda la pantalla con unos paisajes y colorido brutales. Así que quien esperase un film más serio, más acorde con la palabra "remake", se dio con un canto en los dientes (la verdad es que el título ya da una idea de que seriedad, la mínima). Para los incondicionales del director, habrán disfrutado de una faceta no conocida y que claramente explora aquí: la comedia. La verdad es que sale bastante airoso de su experimento, pero no se comparara -ni por asomo- a lo conseguido en films como Hero (2002) o La linterna roja (1991). Eso sí, hay que ser un enamorado de la cultura china, porque el estilo del humor asiático (todo el mundo se tropieza en algún momento u otro del metraje) cansa bastante. AA 

Bedevilled. Jang Cheol-soo, Corea del Sur, 2010

BedevilledPenita de final que estropea el film

Quince minutos. Sólo quince minutos menos, y Bedevilled hubiese entrado sin dudarlo en el Top 10 del festival. Pero no... ¿Por qué?  

El film se inicia presentándonos a Hae-won, una empleada de banca absorta en su trabajo, a la que un suceso la desequilibra: ser testigo de un robo más intento de homicidio. Decide -obligada- cogerse unas vacaciones y visitar el pueblo de sus abuelos, situado en una pequeña isla. Allí se reencuentra con una amiga del pasado y, poco a poco, se da cuenta de la realidad de la cerrada cultura arraigada en el lugar... pero no hará nada por ayudar a su amiga a salir del pueblo.  

Con un tratamiento de la violencia muy, muy realista (nos reímos del asesino del garfio de Sé lo que hicisteis el último verano, Jim Gillespie, 1997), la película plasma muy bien la vida rural de la Corea del Sur profunda y de lo cerrados que son sus habitantes, hasta el punto del "todo vale, todo se tapa". Un mundo aparte que sobrevive exclusivamente por la fidelidad casi endogámica de las familias del lugar.  

Si la venganza que presenta el film se acabase ahí (con una escena muy buena del desembarque en el puerto de la ciudad), Bedevilled sería uno de los mejores debuts en la gran pantalla vistos en el Festival. Pero, ¡ah!, se supone que era demasiado fuerte para los productores... la historia tenía que acabar mejor. Así, lo que se consigue es sumar un final muy poco coherente, que se alarga hasta la saciedad y que desmerece toda la tensión, sufrimiento y empatía que se había conseguido con los cien minutos iniciales. Una verdadera pena. AA 

  Black Death. Christopher Smith, Alemania, 2010

Black DeathBoromir se hace mayor  

Christopher Smith se atreve con el thriller de época después de incursiones tan prometedoras en su momento como Creep (2004) o Desmembrados (2006). El resultado raspa el aprobado, gracias a una ambientación muy conseguida y a unos actores que elevan mucho el nivel. El "pero" lo encontramos en el guión. Porque Black Death, por mucho misterio con el que quiere envolverse la trama, es lo que es: un film donde la peste es la verdadera protagonista. Y poco más. Ni brujas, ni pueblos malditos, ni monjes enamorados. El resultado hubiese sido mucho más coherente si se hubiese profundizado mucho más en el hecho de que la desesperación de la muerte nos convierte en malvados, en proscritos. Así, la supuesta trama principal pierde fuelle, a medida que conocemos más detalles del supuesto misterio (que no es tal, claro).  

Eso sí, a destacar el joven protagonista, Eddie Redmayne, que se come literalmente a un Sean Bean que, por propias palabras del director -cuando presentó el film: "decidió escoger el mismo peinado que Boromir en El señor de los anillos (Peter Jackson, 2001) y la espada más grande".  Y es que su interpretación recuerda demasiado al héroe de la saga Tolkien, mientras que el de Redmayne, por el contrario, y aunque ya decimos, supera con creces al anterior, al del monje de los Pilares de la Tierra. Por favor, ¡que algún buen samaritano le dé un papel moderno! O por lo menos ¡que no sea cura! AA 

Confessions (Kokuhaku). Tetsuya Nakashima, Japón, 2010

ConfessionsEl alumno A y el alumno B... intriga al límite  

Sin duda, lo mejor del festival (de lo que hemos podido llegar a ver, claro). Fría y calculada al milímetro, donde nada es lo que parece, Confessions es la última película de Tetsuya Kakashima, un realizador publicitario que hasta la fecha se había consagrado, como él mismo declara, como "un director de comedias". Nada más lejos en este trabajo.  

Una calmada profesora inicia su clase ante unos treinta alumnos que no le hacen ningún caso... hasta que declara que es su última lección. Y empieza a hablar de su vida privada: su pequeña de apenas seis años ha sido asesinada, y es conocedora de que ha sido a manos de dos alumnos de esa misma clase: el alumno A y el alumno B. A partir de ahí, el film avanza explicando los distintos puntos de vista (de la profesora/madre de la niña asesinada, los alumnos -incluida una amiga común de los dos asesinos- y las madres) en forma de diario. Sólo cuando uno relata una parte de la historia, podemos ser conscientes de "la película al completo", viendo que si sólo nos quedamos con una de las versiones -la de la profesora, por ejemplo-, se están obviando acciones que también la incriminan. Es decir, que aquí nadie es bueno ni malo: los niños son perversos, pero por inmadurez o falta de atención; la made quiere proteger a su hijo; la profesora quiere vengarse de los asesinos de su hija... y siempre, a medida que conocemos más, la vuelta de tuerca que se le da a la trama es aún mayor.  

A destacar por encima de todo a los actores y una fotografía llena de azules metálicos,  que aportan, si cabe, más frialdad a los relatos. Confessions es total y,  absolutamente, imprescindible. AA 

Easy Money (Snabba Cash). Daniel Espinosa, Suecia, 2010

Easy money¿Es que no te importo?  

Querer aparentar lo que no eres puede salirte muy caro. Esta es la principal moraleja que puede extraerse de un muy buen film, en el que se entrecruzan varias historias, donde las drogas, el crimen organizado y las ansias de poder y status llevarán a todos sus protagonistas a alcanzar su destino, con mejor o peor desenlace.  

Muy buen montaje (queda muy bien y mantiene mucho la atención que se adelanten algunos fotogramas de la siguiente escena mientras termina la actual) para entrelazar de la mejor manera la historia de: JW, un universitario que, para conseguir estar a la altura -o, como mínimo, dar el pego- de sus adinerados compañeros de clase, tiene dos trabajos, el de taxista nocturno y el de asesor de traficantes de droga; Jorge, un sudamericano que se escapa de la cárcel y está muy bien conectado con traficantes de droga; y Mrado, un criminal con ganas de jubilarse para poder cuidar a su hija pequeña. Los tres personajes de cruzarán, aunque parezca mentira, de una forma muy realista, para conseguir el mismo objetivo.  

La situación de arrepentimiento de los tres, cada uno a su manera y por motivos distintos (Jorge mirando ropa de bebé en una tienda, JW gritando en su casa desesperado y rodeado de una intensa luz muy blanca), pero, en el fondo, autocompadeciéndose de lo mismo (del hecho que querer ser importantes para alguien en algún momento, pero sin querer comprometerse con nada ni con nadie para no parecer vulnerables) queda muy bien reflejado en un film, donde la música también ayuda mucho a meternos en las historias. Muy recomendable esta cinta de Daniel Espinosa, parte de la trilogía de Estocolmo que quiere rodar. AA 

Fase 7. Nicolás Goldbart, Argentina, 2010

Fase 7Cuarentena argentina  

Si algo puede decirse de Fase 7 es que, entretenida, lo es un rato. La idea original es buena: un virus letal -que nos recuerda mucho a la Gripe A- obliga a una comunidad de vecinos a mantener una cuarentena. A partir de ahí, se pondrán a flor de piel desconfianzas, neuras y obsesiones. A destacar cómo avanza poco a poco el relato desde un inofensivo aislamiento a una lucha encarnizada por la supervivencia, con situaciones cada vez más al límite y que, no obstante, al espectador se nos antojan casi naturales, considerando lo que está pensando y haciendo cada uno de ellos.  

La presencia de Federico Luppi aumenta sin duda el caché de un elenco que ya parte de  buenos actores, aportando una visión más madura, pero también más cruel a las hazañas de estos vecinos. Humor muy ácido para un film apocalíptico que, no obstante, arranca más de una carcajada. AA 

Kaboom: Gregg Araki, EUA-Francia, 2010

KaboomRima con PUM!

Este es el tipo de película que nunca puede faltar en un Festival como el de Sitges. Mal que le pese a algunos, esta clase de films, descerebrados y descacharrantes, que se toman todo a sorna, incluida la misma película, son los que dan una clara seña de identidad al certamen. Ejemplos en la trayectoria han habido varios. Ahora mismo se me ocurre, por su clara voluntad irónica, Psycho beach party (Robert Lee King, 2000). Y sobre todo, nos hacen recordar cómo era el certamen, cuando no estaba aquejado de elefantiasis aguda. En mi caso personal, volverme a encontrar a Araki en la selección y bajo unos similares parámetros que los adoptados por el realizador en un lejano 1995 con Maldita generación (The doom generation), ha sido como una especie de viaje temporal, para transportarme a mis primeras visitas al evento.

Dicho lo cual, Araki con Kaboom sigue siendo fiel a sí mismo y aunque el queer Cinema expiró pronto -como si aquello no fuese con él, si bien fue uno de los grandes abanderados-, sigue en sus trece con su retrato adolescente, nihilista, subversivo y absurdo. Que al final de los créditos dé las gracias a John Waters, ya nos marca por qué senderos orienta su humor. De hecho, Kaboom es casi como un remake mejorado de Nowhere (1997), pero esta vez es bastante más narrativo y a la vez mucho más cachondo (también el acabado no es tan sucio y forzadamente descuidado). Algunas cosas se han caído por el camino: los estupefacientes por doquier y la violencia gore. Pero continúa en su idea de jóvenes confusos y polisexuales, que huyen de las fáciles etiquetas y las divisiones entre gays y heteros. Permanecen igual de confusos y errantes, y el escepticismo negativo sobre el mundo está tratado con una distancia satírica. Casi, casi un anarquismo de diseño, superficial y externo, que se salva por la vía corrosiva del humor. Es decir, hay conciencia y voluntad. No es que a Araki se le escape la profundidad, sino que nunca la busca.

Como decimos, si bien los personajes hablan y practican mucho sexo, como en todo su cine, el atrevimiento está controlado en lo que se refiere a la explicitud visual. Vamos, las cosas como son: ladra mucho pero muerde poco. Al fin y al cabo, el hombre no es el radical Bruce Labruce.

En lo que se refiere a su estilística, sigue siendo exageradamente pop, bordeando el kistch, con una fotografía de colores saturados y chillones, aunque ya nos demostró en Mysterious skin (2004), que si quiere, puede hacer un film adulto, alejado de excesos frívolos.

Un sueño del protagonista abre el film. Un onirismo en azul eléctrico (debilidad del realizador), que ya anticipa la segunda mitad, cuando haga descalabrarse el film (para mí en el buen sentido, para otros un horror, al que no le saben aceptar la broma pesada), por un despropósito conspiratorio, fantástico y apocalíptico, a cargo de una secta maléfica que acabará con el mundo. Esta gran chanza (inenarrable el final), previamente en su primera mitad, tiene una hilarante parte con nuestro joven y su entorno, donde una serie de personajes, a cual más oligofrénico, se van relacionando con el confuso joven en un encadenado de secuencias divertidísimas en torno al sexo, las pulsiones sexuales y las atracciones físicas impetuosas. Ustedes verán, pero a mí el largometraje me encantó y feliz de volver a reencontrarme con él. MA 

Kosmos. Reha Erdem, Turquía-Bulgaria, 2010

Fantasía barata (en el buen sentido)  

Tal cual avanza el film, nos recuerda cada vez más a la -por otro lado, olvidable- película de Víctor Salva, Powder, pura energía (1995). Y es que inicio (la llegada a un pueblo de un extraño hombre con poderes sobrenaturales), desarrollo (primero, aceptación del "monstruo", después repudio por ser tan diferente) y final (misteriosa pero épica desaparición del protagonista rodeado de incógnitas) es absolutamente igual.  

Siendo positivos, hay que destacar el trabajo de Reha Erdem, aunque sólo sea por conseguir hacernos volar la imaginación disponiendo de tan pocos recursos (la nave espacial de madera es todo un logro, la verdad) y con metáforas muy sutiles,  presentadas o acompañadas, tanto por las acciones de los protagonistas (cuando se comportan como animales, cuando vuelan por la habitación...), como por las frases que Kosmos plantea, aunque, para muchos de los aldeanos, parezcan fuera de lugar. Así, el personaje principal, Kosmos, es tan inverosímil como tierno, llegándose a comprender sus ataques de amor y sus momentos más retraídos, dado el "poder" que tiene (y que no se aclara si es humano, o no)... aunque, finalmente, podría tratarse de un vulgar ladronzuelo. En global, poco destacable, la verdad. AA 

Legend of the fist: The return of Chen Zhen (Jing Mo Fung Wan: Chen Zhen). Andrew Lau, Hong Kong-China, 2010

Legend of the fistEl patriótico enmascarado

La última película de Andrew Lau, conocido internacionalmente por ser el director de la trilogía de Infernal Affairs, nos remonta al período de entreguerras para ambientar su película de acción y artes marciales en Shanghai, justo antes de que se diese lugar la II Guerra Chino-Japonesa. Es un pretexto idóneo para llevarnos a la exótica ciudad portuaria cuando era un crisol de culturas, felizmente recordada por El embrujo de Shanghai  (The Shanghai Gesture, 1941) de Josef Von Sternberg.

La película, que parece gozar de un abultado presupuesto (si no es el caso, luce muy bien), cuenta con un diseño de producción que busca recuperar el aroma de la película de Sternberg, sin esconder en ningún momento su carácter de plató demodé. Ello da pie a que se trate de evocar la atmósfera de aquellas legendarias películas de film noir de los años cuarenta. En ese aspecto, el más puramente estético, el largometraje cumple con creces. Asimismo, las intrigas de espías y la articulación de los acontecimientos principales toman como núcleo a un cabaret llamado Casablanca, disparando la segunda reverberación evidente. Sí, es fácil: el legendario film de Michael Curtiz también tiene su eco. No solo porque en el local confluyen británicos, chinos y japoneses, con su negro tocando el piano, sino porque además hay un claro guiño al personaje de Claude Rains, a través del policía encarnado por Huang Bo, cómplice silencioso de Chen Zhen (Donnie Yen).

Legend of the fist: The return of Chen Zhen tiene un arranque vibrante y excelente, ambientado en la Primera Guerra Mundial. Allí, la estrella de artes marciales hongkonesa, Donnie Yen, demuestra su dominio acrobático y el film demuestra su brillante confección en las escenas de acción. Aunque luego se aletarga, una vez que se localiza en Shanghai, Andrew Lau provoca que Legend of the fist: The return of Chen Zhen funcione excelentemente en las secuencias de acción. A pesar de esos suntuosos ropajes vintage, que como tal cumplen, no nos engañemos, estamos ante una película de puro entretenimiento y si se hubiese limitado a eso, ya hubiésemos tenido más que suficiente. Lo que es bastante discutible es el contenido ideológico con que se quiere dotar a estos enfrentamientos. El maniqueísmo es tan subrayado y tan colmado de aversión, que carga en exceso las tintas contra los nipones (los malos malísimos de la función). Es evidente que existe entre los dos países mucho odio enquistado por los acontecimientos del pasado. Pero a estas alturas, hacer una especie de Rocky IV (1985), cambiando a los Estados Unidos y Rusia por China y Japón, en pleno 2010, me parece desproporcionado.

No hay que darle excesiva importancia a un film como éste, que busca el espíritu de un cómic (con su vengador enmascarado y todo), pero el problema es que el film sí se toma en serio el rencor revanchista hacia Japón. Por ejemplo, en el desenlace, se repite insistentemente el mismo plano de la insignia del sol naciente ardiendo (aunque aluda a la Armada Imperial japonesa, la connotación es evidente).

A mí personalmente me parecen execrables estas manifestaciones dogmáticas, vengan del bando que vinieren. Lo que hubiese podido funcionar como un largometraje de evasión, cuidado en su escenificación, se echa al traste por este flemático panfleto político que, a todas luces, sobra. Y yo que pensaba, en términos fílmicos, que los tiempos reaccionarios de Rambo habían pasado a la historia. Pues ya ven. Desde China, el señor Lau y sus artífices los traen al presente. MA 

  Monsters. Gareth Edwards, Reino Unido, 2010.

Monsters¿Por qué la excusa de los  extraterrestres para una road movie?  

Reconozco que, personalmente, salí bastante indignada de la proyección. Soy ultra fan de District 9 (Neill Blomkamp, 2009), por lo que representó - el renacimiento del cine fantástico y la demostración de que con poca inversión, si la historia es buena, se obtienen grandes resultados. Es por eso que, al ver que la base principal de la trama de Monsters es exactamente igual a la mencionada de culto, nos tiramos ya un poco para atrás...  

Hace veinte años la Tierra sufrió una invasión alienígena. Las enormes criaturas -pulpos gigantes- se concentran en la "zona infectada", territorio entre Estados Unidos y México. La hija de un importante empresario queda encerrada en la frontera y su padre pide a uno de sus reporteros que la escolte hasta América. A partir de aquí, viviremos las experiencias de los dos protagonistas hasta que alcanzan la zona segura, no sin antes toparse de bruces con las peligrosas criaturas y darse cuenta de que, si lo son, es porque quieren preservar su intimidad.  

Entonces: similitudes con District 9. Primero, la existencia de alienígenas integrados en la vida diaria de los humanos. Segundo, que estos estén proscritos en una zona controlada (México vs. Johanesburgo... curiosa elección: las dos son zonas muy pobres). Sólo con esto, la originalidad del film se difumina totalmente. Después, la interacción con los extraterrestres, supuestamente reclamo principal del film, brilla por su ausencia. De hecho, es una excusa -que no pasa nada- para filmar una road movie y explicar cómo crecen y se desarrollan los sentimientos entre dos personas totalmente desconocidas, pero a las que las circunstancias les unen. Bueno, no está mal... pero que no se venda como film de ciencia ficción con un título más que engañoso.  

Aparte de eso, la verdad es que los efectos especiales -no muchos- son muy buenos (no es de extrañar, teniendo en cuenta que el director es un experto en el tema, al debutar ahora con Monsters), y la trama, también similitudes aparte, no está mal. De hecho, es una lección sobre la soledad de las personas y el miedo a quedarnos solos, que nos hace comportarnos como verdaderos monstruos... Pero la "copia" nos obliga a decantarnos, evidentemente, por recomendar la original. AA 

My joy (Schastye Moe). Sergei Loznitsa, Ucraina-Alemania, 2010.

My joyPuro (purísimo) cine de autor  

Sergei Loznitsa, conocido y reputado director de documentales, presenta en Sitges su primer largometraje, My joy. Poco valorado durante su proyección en el Auditorio, la verdad es que este film es de esos en los que más adelante reflexionas, para darte cuenta, tarde, de que no lo has podido disfrutar como era debido. Principalmente no te esperas este tipo de terror (que lo es) en un festival como el de Sitges.  

Pero, ¡ah! Loznitsa mueve -y se mueve- en el espacio y el tiempo, siendo nosotros guiados por un joven camionero que se sale de la ruta principal, tras tener un encontronazo con la policía, para vivir una odisea que parece que nunca tendrá fin. Y, de hecho, es lo que pasa.  

Porque el relato real es una dura y sagaz crítica al hombre y la violencia, y más concretamente a cómo la falta de una autoridad competente y que dicte unas reglas claras -y justas- ha desviado, como a nuestro protagonista, a los países de la antigua Unión Soviética. Y sí, acaba siendo terrorífico.  

La violencia acompaña al camionero y a los personajes que se le cruzan -incluso en algunos momentos dudaremos si nos están mostrando un tiempo cíclico, al aparecer dos personajes en una escena, el camionero y el mudo, que se nos antojan el mismo en otros momentos del film. En realidad, da igual. Porque eso es lo que se nos quiere transmitir: estamos inmersos en un círculo vicioso, donde el hombre siempre acabará siendo una bestia para sí mismo. Hay un plano secuencia magistral que resume claramente esta idea: nuestro camionero está en un mercado y empieza a mirar (miramos nosotros) los tristes, resignados e idos rostros de las personas, hasta que llega un momento en que la cámara se aleja, sigue primero a un hombre, luego a una anciana... se pierde entre tanta pasividad, tanta resignación... para no volver a su camino. Si cabe la posibilidad, es de obligado (re)visionado. AA 

Red nights (Nuits rouges du borreau de jade). Julien Carbon, Laurent Courtiaud, Francia, 2010

Red nightsTostón. No hay otro calificativo.  

El film se abre con una escena que da a pensar que la película se moverá por unos derroteros (látex negro, mejor no revelar más) que, desgraciadamente, no vuelven a aparecer. Sabiendo que los directores (escritores y críticos de cine) se habían atrevido a filmar una película de cine negro, esperábamos más, pero...  

Los escasos 97 minutos (que se hacen muuucho más largos) quieren desarrollar una trama de cine negro (con gabardinas incluidas), de gángsters, erótico, e incluso sado (con una única escena, aparte de la inicial, que queda más que descolgada del resto), pero que, inevitablemente, no consigue desarrollarse en alguno de estos aspectos, quedando un batiburrillo final infumable, que más que descolocar, aburre por su falta de coherencia. Los personajes -femeninos en su mayoría- no están bien definidos, empezando por la rubia (más bien tonta), hasta la que parece se quiere que sea la nueva Elisabeth Báthory asiática -pero claro, sin conseguirlo. Eso sí, se le ha dado muchísimo énfasis a la estética, consiguiendo unos colores y textura (rojos y negros en perfecta armonía) que más de un profesional envidiará. Pero claro, no basta. AA 

Rubber. Quentin Dupieux, Francia, 2010

RubberPor razón ninguna  

¿Por qué una rueda no puede ser la protagonista? De hecho, como espectadores, seguro que nos hemos tragado -o nos han querido hacer tragar- cosas peores. Pues sí, una rueda con alma y sentimientos, que conocemos con un primerísimo primer plano, cuando decide iniciar su viaje, mientras se da cuenta de lo poderosa que puede llegar a ser.  

El planteamiento de Quentin Dupieux es muy bueno (primero, nos desconcierta la rueda. Luego, que hay una serie de personas guiadas para ser los espectadores de lo que va a hacer esa rueda...), porque puedes quedarte con que estás viendo una somera tontería -y aún así pasártelo bien- o plantearte el hecho de que se trata de una mordaz crítica a cómo los medios de comunicación juegan con nosotros y quieren dirigir nuestros gustos y decisiones (brutal escena en que se le dice a uno de los espectadores de las hazañas de la rueda "¿Por qué no te comiste el pollo?" El haberlo hecho le hubiese envenenado, finalizando así la película y pudiendo irse todos a sus casas). Lo que se quiere expresar es que los espectadores no son tontos (representado por el veterano... porque al resto se les trata, literalmente, como a animales -se les tira la comida como a ganado) o, al menos, una pequeña parte, que ya están hartos de que se les tome el pelo, que tienen voz y voto para decidir. Todo esto enmascarado con mucha -o poca, depende por donde se mire- sutileza, y con un desarrollo que dejará a más de uno perplejo. No es de extrañar que triunfase en el Festival de Cannes. Un estilo propio y retador siempre es bien acogido. AA 

Secuestrados. Miguel Ángel Vivas, España, 2010

SecuestradosLa esperanza del cine español

Entre Buried (Rodrigo Cortés, 2010) y Secuestrados, el cine español está de enhorabuena. Agradable sorpresa nos dio la primera en el Festival de San Sebastián, y más que agradable -por aquello de que, a diferencia de la anterior, es fácilmente identificable que es española- la segunda aquí en Sitges.  

Personalmente, la comparación que más de uno ha hecho con Funny Games (Michael Haneke 1997, 2007) me parece fuera de lugar porque, aparte de la similitud de la base de la trama -se trata de un secuestro- la finalidad de Haneke era hacer reflexionar al espectador sobre el tipo de violencia a la que estamos acostumbrados, y de la que siempre pedimos más. Su objetivo dista muchísimo de la que ahora nos ocupa, porque, aunque el de ésta se centra en hacernos sentir miedo con algo que, por desgracia, es tan real... y poco más. Y, no obstante, ya es suficiente.  

Realismo. Sí. Es la mejor definición para el film de Miguel Ángel Vivas. Con un tiempo diegético igual al real, a partir de la entrada de los secuestradores en la casa, vemos, sin cortes (gracias a unos planos secuencia larguísimos, una dificultad añadida, pero clave para mantener la tensión -y terror- durante más de una hora seguida), la tormentosa situación por la que tiene que pasar una acaudalada familia que acaba de mudarse a su nueva -y enorme- casa. Después de su primera noche, ya nada, nunca, volverá a ser igual.  

Los largos planos secuencia, además, los podemos disfrutar por partida doble cuando se utiliza la técnica de partir la pantalla en dos. No sólo se nos obliga a mirar las atrocidades que están pasando en uno de los lugares de la casa, sino que, además, podemos ver qué está pasando en el mismo momento afuera, en la calle (el padre es obligado a ir a sacar dinero a los cajeros). Así, por un lado, pensamos que con conocer una de las verdades tenemos suficiente y, por otra, que no podemos atender a las dos acciones a la vez, seguro nos estamos perdiendo algo. Una solución muy interesante para tener la visión global de la odisea. Sumando unas interpretaciones más que creíbles y, por tanto, terroríficas, Secuestrados es la revelación española del 2010. Imprescindible. AA 

Somos lo que hay. Jorge Michel Grau, México, 2010

Canibalismo, excusa barata  

Una familia centra su ideología y forma de vivir en el canibalismo. Ok. Pero este es el pretexto del film, es simplemente un elemento más para presentar a una familia enferma y sus manías. La verdad es que si quitásemos del guión el canibalismo, la trama inicial no cambiaría y sería igual de interesante.  

Lo que se nos presenta es, básicamente, cómo una educación rigurosa, basada en el miedo, puede generar verdaderos monstruos. Y ahí la terrorífica base de Somos lo que hay: que puede pasar... y pasa.  

El personaje más interesante es el del hijo mayor: tímido, retraído, parece no estar de acuerdo en continuar con la tradición familiar después de la muerte del patriarca. En comparación con sus hermanos, es el más humano, el que mantiene sentimientos por los demás. ¡Ah! Pero las circunstancias límite pueden ponernos a todos a prueba, convirtiendo a corderos en verdaderos lobos. Interesante reflexión y muy buen debut de Jorge Michel Grau en el largometraje. AA 

The Housemaid. Im Sang-soo, Corea del Sur, 2010

The housemaidPerversa humillación  

The Housemaid es un muy buen film, remake a la altura de La criada (Ki-young Kim, 1960). Está muy bien representada la tensión existente en la casa entre la criada que se acuesta con el rico marido y la mujer de éste, y en la que pronto entra en acción la suegra con su despiadado plan. El film avanza con un exquisito equilibrio, a la hora de mostrar los sentimientos que experimenta cada uno de los personajes, sin ser capaces de juzgar a unos y otros, debido básicamente a que podemos entender (que no compartir) la actuación de cada uno de ellos.  

Pero, como nos ha pasado ya con varios films asiáticos proyectados durante el Festival, el equilibrio de la historia se ve devastado por un final precipitado, incoherente y poco creíble con la evolución del personaje principal. No obstante, la película es altamente recomendable para sufrir la tensión de la casa y que debe padecer la criada, por otro lado demasiado infantil o alocada para darse cuenta de que todo el mundo no es tan naïf como ella.  

Muy bien narrada, se suma a las buenas películas de Corea del Sur que se han proyectado  durante el Festival (que no son pocas... algo querrá decir). AA 

The new daughter (La otra hija). Luis Berdejo, EUA, 2009

The new daughterPeli de videoclub  

Lo malo de La otra hija es que no aporta nada nuevo al panorama de films de terror-fantástico. Su estructura la hemos visto miles de veces: al inicio no pasa gran cosa, y poco a poco se van descubriendo elementos que desembocan en el (¡oh, Dios mío!) descubrimiento final, que es cuando ya pueden aparecer los monstruos y sustos varios,  hasta el final. Así, el film de Luis Bermejo (conocido por ser guionista de REC, Jaume Balagueró, 2007) se nos antoja como si se hubiesen visionado rápidamente cien films del género y se hubiese concluido: "¿De qué no se ha hablado nunca? ¿De tumbas indias llenas de dioses pseudo-zombies que necesitan -tela la vuelta de tuerca- una reina, como si fuesen un enjambre de abejas u hormiguero? Bueno, de civilizaciones ancestrales sí... pero ya no tenemos más material. Pues adelante.". Y claro... el espectador no es tonto, y no se la cuelan.  

Pero si algo es destacable, es un final muy alejado al típico hollywoodiense. De hecho, su representación -un reflejo que vemos en el cuadro que sostiene uno de los protagonistas- es bastante original, dejando un final abierto (¿quién es el que se acerca?), pero condenado. Claro, este alejamiento del típico subproducto tv-movie americano ha condenado allí el estreno de La otra hija, por mucho que aparezca (¿un renacido?) Kevin Costner, al dvd. AA 

The perfect host. Nick Tomnay, EUA, 2010

The perfect hostUna agradable sorpresa entre tanta programación (tirando a mediocre)  

Divertidísima y aterradora. Pero no a la vez. Me explico: mientras disfrutas de ella, es tan hilarante como una comedia. Al salir del cine, te das cuenta de que hay personas tan perturbadas como el anfitrión, y es entonces cuando piensas que hay mucho enfermo por el mundo que, sin que tú quieras, puede cruzarse en tu camino.  

El film es y se sustenta desde sus cimientos hasta su techo en la interpretación de un excelente David Hyde Pierce, que por mucho que lo intente no puede quitarse la etiqueta de ser un Craine. Así que, básicamente, pensamos que estamos viendo al hermano de Fraiser y a su nueva neura... pero la verdad es que no ofusca en ningún momento un también excelente guión, cuyos giros argumentales (quizá el final sí que hubiese sido evitable) nos hacen disfrutar -y desternillarnos de risa- completamente este thriller psicológico. Destacable también la dificultad de rodar por partida doble y, después, montar bien muchas de las escenas (mejor no decir más). Muy recomendable para pasar, paradójicamente, un buen rato. AA 

Thirteen Assassins (Jusan Nin no Shikaku). Takashi Miike. Japón, 2010

13 assassinsDoce más uno igual a un (desconocido) Miike clásico

Quién nos iba a decir que el iconoclasta, popular, bizarro, ultra-violento, extremo (cada vez menos) y, sobre todo, absolutamente posmoderno señor Miike se iba a encargar de la realización de un remake, nada nuevo en su filmografía, pero esta vez, actualizando un chambara (películas de samuráis en la época feudal), uno de los grandes subgéneros clásicos del Japón cinematográfico. Porque a Miike, lo ha demostrado sobradamente, no le gusta mirar atrás. A través de su filmografía, en la que ha escarbado en material de derribo y poco honorable, sin prejuicio alguno con el fantástico y el terror, la serie B e incluso Z, el manga y las películas de yakuzas ultra violentas más exploitation, siempre ha parecido renegar del pasado ilustre nipón, con los nombres en letra dorada de Naruse, Ozu, Mizoguchi y Kurosawa. Una losa pesada que se ha quitado de encima, a diferencia de otros contemporáneos suyos como Kore-eda, que en algún momento de su trayectoria, ha sentido la necesidad de dialogar con ellos -el jidai-geki en Hana (2006), Ozu en Still walking (2008).

Miike siempre se ha mostrado con una actitud más aferrada al presente inmediato y con una clara debilidad por aquellas manifestaciones culturales menos insignes. Le guste o no, él junto con Kitano, es el responsable del restablecimiento del yakuza eiga en el cine contemporáneo. Recordemos cómo este subgénero criminal se popularizó en Japón en los años setenta, precisamente cuando el chambara entraba en decadencia. Y asimismo, tampoco es difícil discernir cómo muchos yakuzas de sus filmes realizan una recreación personal del legendario bushidō, el código de los samuráis. Por lo que, en realidad, Miike no ha estado tan alejado del subgénero, al menos en sus constantes temáticas, como a primera vista pueda parecer.

Pues bien, Miike se fija en un chambara de Eiichi Kudo (atreverse con un Kurosawa quizás es demasiado) de 1963, para realizar el mejor film que ha dirigido en los últimos años. Y no se lo pierdan, desde un clasicismo absolutamente ceremonioso, grave y profundo, que nos deja anonadados. Cuenta con una limpieza, sobriedad y cumplimiento formal brillante, respetuoso al máximo con las constantes del género de capa y espada nipón. Parece que le ha cogido el tranquillo, porque ya vemos que tiene previsto para el próximo año un remake de Seppuku (Harakiri) de Masaki Kobayashi, éste ya sí, todo un clásico incontestable.

Thirteen Assassins recoge la tradición argumental de los samuráis salvadores, no los ronin nihilistas e individualistas, al estilo de Los siete samuráis (Shichinin no samura, 1954) de Akira Kurosawa, para narrarnos la historia de un grupo de doce más uno samuráis del shogunato Tokugawa, hartos de la crueldad extrema de Matsudaira Nariaki, el sádico jefe del clan Akashi, que deciden acabar con su vida, en una empresa totalmente suicida. La primera parte está destinada a mostrarnos el salvajismo desproporcionado de Nariaki (recordándonos al Miike más descarnado). Es tal la brutalidad de sus acciones que consigue incomodarte en más de una ocasión. Paralelamente, se va conformando el grupo, destinado a darle muerte. La segunda parte, de una minuciosidad y detallismo extremo, nos narra el gran combate entre los samuráis contra el ejército de Nariaki, acorralados en una trampa a cargo de nuestros voluntariosos guerreros, en su camino hacia Edo.

En su primer fragmento de recreación del Japón feudal, cuesta seguirle la pista, pero se trata más que nada, no solo de una exhaustiva recreación de época, soberbia, pulcra y digna en la puesta en escena, sino de conformar una atmósfera que penetra en el espectador y justifica plenamente la conflagración y nuestra adhesión con los protagonistas. Se palpa una fatalidad tan irrespirable en su segmento inicial, que queda plenamente justificada la longitud, el pulso y la ejecución vibrante del segundo tramo, éste ya plenamente de acción.

Comentaba más arriba, el doce más uno y no trece. Ya que uno de ellos, no es un samurái, sino un antiguo cazador, ahora vagabundo, que se une a la causa, pero sin el ritual estricto del sable y la disciplina del código bushidō. A uno le da que pensar, que ese desdén con el que el cazador los mira, no sé yo si será una hábil personificación metafórica del Miike que siempre ha renegado de la tradición cinematográfica de su país, en lo que respecta a la tradicional producción de jidai-geki (películas de época). Fíjense, que sus formas son las de la fuerza bruta y acaba unido a ellos. Tal cual pasa con Miike realizando este remake.

Thirteen Assassins, escrupulosamente neoclásica, fiel y respetuosa con su legado al que siempre tiene presente, demuestra que Miike, no ya es un realizador absolutamente todo terreno, sino que además es uno de los mejores directores nipones, que justifica que sigamos siendo fans incondicionales, hasta en sus horas más bajas. MA 

Uncle Boonmee who can recall his past lives. Apichatpong Weerasethakul, Tailandia-España-Francia-Alemania-Reino Unido, 2010

Uncle Boonmee who can recall his pastLento pero seguro  

Joe Dante, durante su coloquio después de la proyección de una de sus películas, comentó que esa misma tarde había visto un film, del cual podrían cortarse por la mitad todas las secuencias y el resultado final sería el mismo. Seguramente tendría razón, pero hay que considerar la distinta cultura de la proviene Dante (estadounidense) y Apichatpong Weerasetakul (tailandés).  

Uncle Boonmee who can recall his past lives se presenta con la máxima expectación, sabiendo que fue la ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Se trata de una simple historia de fantasmas, donde presente, pasado y futuro se entrecruzan, gracias a los recuerdos de las vidas pasadas del tío Boonmee, además de la aparición de espectros muy afines a él (el de su mujer, el de su desaparecido hijo) y las fotografías de los niños del futuro que apresan y se hacen amigos del fantasma del hombre-mono (muy buena esta escena, una secuencia de fotografías, nada más, de forma que es muy fácil de diferenciar respecto a la realidad del momento).  

La verdad es que no pasa gran cosa... ¿y qué? La lentitud con la que avanza la historia de historias (que, en realidad no es ninguna) consigue increíblemente atraparnos y transmitirnos la paz de su protagonista. Pero hay que reconocer que es el típico film que será tan odiado como amado, ensalzado por críticos y profesionales de la industria y vetado por el gran público. La recomendación es clara: exclusiva para verdaderos amantes del cine asiático, acostumbrados a que 113 minutos parezcan el doble, pero no les importe. Nota final: increíble escena del pez. Quien la haya visto ya, me entenderá. AA