Sección Oficial II

Sección Oficial Fantàstic Competició - Fantàstic Panorama

Por Arantxa Acosta y Manu Argüelles

Cold Fish (Tsumetai Nettaigyo). Sion Sono, Japón 2010

Cold fishPeces de paja

Todavía nos resuena el agradable gusto dejado por Love exposure para que no nos quisiésemos perder su último trabajo. Pero el barroquismo, el delirio pop y excesivo de aquella, en ésta, ni rastro. Exceso de vísceras tiene, y humor negro un tonel, pero ésta es plenamente desasosegante y sobre todo muy incómoda. Cold Fish es áspera como una lija para realizar un ejercicio de angustia que te hiela la sangre y tensa tus nervios, por la vía del mal rollo. Es extrema en eso, en penetrarse por tus poros de forma revulsiva, a través de una brusquedad y una invisibilidad en la caligrafía -no estamos para retóricas superfluas-, que consigue que Cold Fish, no la olvides. Aunque ya te gustaría poder hacerlo.

Si se fijan en el cartel, tiene un parecido más que razonable con Perros de paja (Straw Dogs, 1971) de Sam Peckinpah. No es fruto del azar, estoy plenamente convencido. Ya que Cold Fish plantea el mismo ensayo sobre la violencia que realizaba Peckinpah, tomando para ello un ordinary men, que acababa siendo un importante serial killer, adecuadamente provocado por un pueblo lleno de sabandijas.

Pues Cold Fish es lo mismo, pero al estilo nipón, o sea retorciendo las tuercas hasta límites insospechados e insoportables. ¿Cuánto es capaz un pusilánime de aguantar vejaciones continuadas? ¿Hasta qué punto puede mantener la imperturbabilidad cuando es partícipe de la salvajada más brutal? ¿En qué momento, ese monstruo que llevamos adentro reaccionará con la misma violencia iracunda? Todos somos capaces de actuar de la forma más inhumana. Solo hace falta que nos tensen y nos pongan en situación. No hay mucha confianza en la naturaleza humana. El resultado es desesperanzador y negrísimo. Rousseau, mientes.

Pues imagínense en el caso de los nipones, una sociedad que tiene muy arraigado el concepto de sumisión, llevándolo a extremos paroxísticos. En otras latitudes, pero con la misma acritud seca y sin salirnos de la isla del Sol Naciente, ya vimos como Masahiro Kobayashi confluye en radiografiar el mismo comportamiento japonés a través de Wakaranai (2009), vista en el BAFF, a través de aquel relato de un adolescente que se queda solo, tras la muerte de su madre y que no hace absolutamente nada para salir de su crítica situación. Sion Sono es más indómito, si cabe, porque no escatima en la explicitud de la violencia. Si son de emociones fuertes, Cold Fish es su película. Déjenla correr, en su morosidad expositiva. Cuando se den cuenta, quizás sea demasiado tarde. MA

Insidious. James Wan, EUA, 2010

O cómo convertir en parodia un film que podría representar el renacimiento de Poltergeist  

Se entiende que James Wan quiera alejarse del género que le lanzó al estrellato hace poco más de cinco años, cuando, con Saw (2004), consiguió el reconocimiento internacional con un thriller psicológico lleno, además, de vísceras y sadismo.  

El propio director presentó su nuevo trabajo, alegando que quería devolver al espectador a un tiempo en el que, sin tanta sangre explícita, se conseguían verdaderos -y aterradores- resultados. El mejor ejemplo que supo poner, y al que con mejor o peor acierto ha querido homenajear, fue Poltergeist (Tobe Hooper 1982). Y... ¿cuál es el resultado?  

Pues una patraña. Sí, empieza muy bien. De hecho, toda la primera parte está más que conseguida (con vidente incluida... ¿quizá demasiado copiada? Pero se acepta). La historia, el avance, los sustos que a todos sorprende gracias a un buenísimo montaje y puesta es escena son más que notables. Pero, en la segunda parece que se fumó algo, queriendo representar el otro "yo" de los protagonistas -que pueden realizar viajes astrales-  perdido en un teatrillo (así de primaria es la estética de este submundo, un escenario), con demonio rojo con cola y cuernos incluido (que escucha música mientras se acicala delante del espejo... ¡por Dios!, ¿dónde hemos llegado?). Vamos, que incluso al inicio de esta segunda parte pensamos que es una broma, que pronto cambiará y volveremos a la tensión y ambiente de la primera parte. Pero no. El film se acaba con un supuesto punto álgido en el que aún estamos pensando: ¿cuándo se acabará esta parte-parodia? Y no se acaba. No, señor. Es lo que es.  

Así que el supuesto homenaje al film de culto de los ochenta se queda en copiarse toda la presentación de personajes y lo que les ocurre (vale, aquí al niño no le abduce el televisor... pero viaja al más allá, también), perdiendo toda la magia con la que la primera nos hacia quedarnos delante de la pantalla sin pestañear. Una lástima en mayúsculas, porque durante una hora promete, y mucho.  AA 

Outrage (Autoreiji). Takeshi Kitano, Japón, 2010

OutrageKitano, de vuelta de todo. Hasta de la yakuza  

Un hombre, que para mostrar su arrepentimiento es obligado a cortarse un dedo. ¿Con qué? Con lo que hay a mano en el momento: un cúter. Y que no corta bien, además... así que no puede cumplirse el castigo (tras varios intentos, cual bistec que no se corta). Una decapitación, utilizando una cuerda atada a un poste y un coche en marcha... Estos son sólo algunos de los ejemplos de cómo Takeshi Kitano muestra de lo que es capaz la jakuza, en una historia que parece escogida al azar de entre varias que pueden estar ocurriendo a la vez, sin inicio ni fin claros.  

Violencia gratuita, sí. Pero seguramente necesaria para hacernos ver lo cotidiana que es en este mundillo que es la mafia. Lo que sorprende es cómo Kitano se atreve a dar esta visión, entre realista y paródica, de los gangsters japoneses... da la impresión que tenga un trato de favor, pero sale airoso, y nos alegramos. Lo mejor es cómo se entremezclan estas escenas con conversaciones triviales, con el día a día de estas personas. Y, por supuesto, que consigue sorprendernos con escenas para nada previstas, que nos mantienen alerta y, por tanto, atentos y concentrados en todo momento. Sólo una película ha conseguido sorprendernos más en cuanto a escenas inesperadas -y sangrientas, también-: Cold Fish (Shion Sono, 2010).  

Outrage no es un gran film, es básicamente para incondicionales, que la considerarán bestial y brutal. Y divertida, muy divertida... porque la violencia extrema pilla tan de sorpresa que lo que mejor puedes hacer es cachondearte de lo que estas viendo. Además, ¿quién mira a Takeshi y no le recuerda como el señor de Humor Amarillo/Takeshi's Castle?. AA 

Tajomaru. Hiroyuki Nakano, Japón, 2010 

TajomaruGenji Takaya convertido en bandido legendario  

Con una belleza visual más que destacable, el film de Hiroyuki Nakano se basa en el cuento del bandido Tajomaru, un hombre-leyenda cuya misión, al más puro estilo Robin Hood -al menos, en cada inicio de sus hazañas- debe ser retomada por cada persona que mate al antiguo poseedor de tal nombre. Este es el caso de Naomitsu Hatakeyama, un noble cuyas circunstancias personales le obligan a dejar su hogar y convertirse, tras asesinar al anciano bandido por "violar" a su novia, en el nuevo defensor de los pobres.  

Tajomaru engancha completamente desde su inicio por la historia (dos ricos hermanos traicionados por el ladronzuelo que adoptaron años atrás y criaron como a su propio hermano de sangre), pero lamentablemente, un metraje más que inadecuado, que únicamente permite que la trama pierda cada vez más su sentido, acaba aburriendo y deseando que, por favor, se acabe ya. Lo único que la salva es poder ver al protagonista de los films de culto de Miike (Crows Zero, 2007-2009) metido en la piel del bandido. Poco más. Olvidable. AA

The Door (Die Tür). Anno Saul, Alemania, 2009

The door¿Qué cambiarías de tu vida si pudieses volver cinco años atrás?  

Durante la presentación de la película, la dirección del festival declaró que The Door fue una de las primeras películas que fueron seleccionadas sin dudarlo. Y es que el film de Anno Saul reúne todo lo que esperamos en el festival: fantasía, terror y emoción. Con un -loable- muy bajo presupuesto.  

La idea base del guión (adaptación de la novela de Akif Pirinçci) es muy buena: un hombre vive atormentado tras ser el responsable (por estar acostándose con su vecina) de la muerte de su hija, ahogada en la piscina de la casa, cinco años atrás. Un día, mientras está tirado en la calle después de ir a molestar por enésima vez a su ex mujer, ve una mariposa. En pleno invierno. Decide seguirla cuál Alicia al conejo blanco y, sorpresa... descubre una puerta que lleva a un universo paralelo muy simple: la misma ciudad, cinco años atrás. Justo a tiempo para salvar a la pequeña.  

Aquí empiezan las alegrías, pero también las penas de nuestro protagonista. Porque, evidentemente, será muy tentador quedarse en ese mundo, en esa oportunidad que el destino le ha brindado. Pero tendrá que deshacerse de su otro yo más joven. Cada paso que da le lleva a tener que comportarse de forma más violenta, a ser menos él mismo. ¿Podrá ser feliz igualmente? Pronto descubrirá que esa pregunta se la han planteado muchos otros antes que él...  

Con unos créditos iniciales que ya introducen la balanza verano-invierno, bien-mal, The door es tremendamente interesante, tanto por hacernos reflexionar acerca de que no siempre sería mejor volver atrás, como por dejarnos con la duda interior sobre si preferimos a los personajes tránsfugos o a los del mundo alternativo, más jóvenes, más naïves. Como siempre, Mads Mikkelsen borda su interpretación (el año pasado se presentó en el Festival Valhalla Rising, Nicholas Winding Refn, 2009, y sólo la salvaba él), brillando demasiado por encima de las demás... pero eso no se lo tendremos en cuenta. Aunque alguna parte del guión es totalmente increíble (y, otra vez, sólo las salva Mikkelsen), las bondades de la trama nos hacen tender hacia la total recomendación del film, aunque sólo sea para salir del cine y pensar, ¿cambiaría mi vida actual por retomar algo que tuve que abandonar en el pasado? AA  

Twelve. Joel Schumacher, Francia-EUA, 2010

TwelveHay libros que no deberían tratar  

Hay novelas tan buenas que nunca deberían ser llevadas a la gran pantalla, a no ser que se asegure que puedan alcanzar su nivel. Este es precisamente el caso de Twelve, el esperado último film de Joel Schumaker, que nos dejó, más que fríos, helados.  

Nick McDowell fue el nuevo niño prodigio que a inicios del siglo XXI fue considerado estar a la altura del gran Bret Easton Ellis, y todo gracias a su primera novela, Twelve, escrita con tan solo diecisiete años y que se convirtió en pocos meses en un best-seller. En ella se presenta a Mike, un chaval de su edad (¿coincidencia?), que ni fuma, ni bebe, ni se droga. Eso sí, desde la muerte de su madre, ha dejado los estudios y se ha convertido en el mejor camello para los pijos universitarios del Upper East Side. Todo el desarrollo del libro y sus personajes pueden identificarse muy fácilmente con los de Menos que cero de Ellis... pero oye, el libro está muy, muy bien (al menos para fanáticos, como yo, de escritores del estilo, Palahniuk incluido).  

Schumacher coge el libro y lo intenta llevar a cabo con la máxima fidelidad. Quizá ahí radica su error (recordemos el American Phsyco de Mary Harron, 2000, y otra vez Ellis, que supo escoger la trama principal dejando a un lado las historias más sórdidas e integrando, igualmente, los capítulos que hacían referencia a los grupos musicales): que exista un narrador, excelente Kiefer Shutherland, pero con intervenciones irregulares; que quiera incluir a todos los personajes del libro, sin posibilidad de conocer a ninguno de ellos en profundidad... La forma de plasmar la novela en celuloide es acertada: a destacar los recuerdos de Mike, como si fuesen personajes de un teatro, donde el blanco y la estética  minimalista llenan la pantalla, o llenos de calidez cuando recuerda a su madre antes de que la enfermedad se la llevara.  

Actores muy correctos y buen ritmo que, como digo, no convence a "expertos", pero sí entretiene. La verdad es que después de films rompedores como American Phsyco o El club de la lucha (David Fincher, 1999), este tipo de historias se nos antojan más que sobadas y, presentadas en un festival como Sitges (¿dónde está la fantasía?, ¿dónde está el terror?), nos descolocan y hacen desequilibrar la balanza hacia el comentario más negativo. No obstante, de verdad, es entretenida y, bueno... pasable. AA  

Sección Oficial Fantàstic - Especials Panorama

Por Manu Argüelles  y Arantxa Acosta

14 Blades (Gam Yee Wai). Daniel Lee, Hong Kong-China-Singapur, 2010.

14 bladesInsignificante Wuxia

El omnipresente Donnie Yen -interpreta nada menos que cuatro de las películas que pueden verse en esta edición del festival- aquí pone el cuerpo y la cara (porque de actuar, más bien nada) a una especie de llanero solitario en busca de su dignidad. Porque este wuxia épico, sumamente efectista y con ansias de espectacularidad, se suma a la larga lista de superproducciones de artes marciales, de calidad más bien mediocre, traídas desde Hong Kong. Quizás estén mirando hacia Occidente de cara a su exportación, pero el caso es que por encima de sus referentes orientales, el film no deja de ser un western con ínfulas fantásticas, cargado de mucha acción... y poco guión. Dado que ha sido proyectado en el mismo contenedor, es fácil establecer conexiones entre este film y otra película del oeste de carácter quimérico, Johan Hex, que comentamos a continuación. Con ellos certificamos una triste realidad. Ya estemos en el hemisferio en el que nos situemos, cuando al western se le quiere dar una pátina comercial, aderezándolo con toques de fantasía, adolecen de los mismos defectos de base. Todo se reduce a preferir un tipo de acción u otro. Porque el esquematismo de los personajes y un guión totalmente errático y absurdo, solo parecen dar pie a que los coreógrafos de acción se luzcan en la planificación de las abundantes secuencias con las que jalonan a 14 Blades. En este caso, son tantas, que aburren por extenuación. Y eso que gozan de mi simpatía los bailes cableados de artes marciales. Pero amontonarlos sin mucho orden ni concierto hace que invariablemente acabemos tratándolas con desdén.

14 Blades solo es apta para fans irredentos de los wuxias intrascendentes, cargados de muchas peleas con espadas y sus variantes, gadgets a lo James Bond (el protagonista es una especie de agente secreto  renegado de la China legendaria) y demás piruetas a lo Tigre y dragón (Wo hu cang long, Ang Lee, 2000). A la lucha mano a mano aquí se le da poca importancia. Y bueno, con el mecanismo de un videojuego (además la villana tiene mucho de perfil de juego de consola y/o manga), iremos de un escenario a otro, para que sirvan de ambientación a las diferentes contiendas. Pero eso sí, dejando que el contexto sea un puro marco ornamental que trate de dar algo de color (sin mucha fortuna) a las disputas.

Por cierto, ya es la segunda película que vemos en Sitges en la que Donnie Yen enseña su torso desnudo para lucir su exuberante musculatura, sin que venga mucho a cuento. ¿Se trata de una cláusula que exige el actor en sus apariciones?, ¿narcisista, él? MA

After.life. Agnieszka Wojtowicz-Vosloo, EUA, 2010

After lifeLa angustia de la vida cuando se está muerto

Visto el resultado, que podrán a leer seguidamente, After.life se presenta como una de las propuestas más atractivas de la sección en la que está enmarcada. No es que sea un largometraje excelente, pero contiene suficientes puntos de interés para justificar ser presentada en un festival.

Aunque no lo parezca, la muerte sigue siendo uno de los grandes tabús de la sociedad contemporánea. Alan Ball, por ejemplo, lo supo ver bien y se entregó a ello en cuerpo y alma, a través de una excelente serie, A dos metros bajo tierra, con su voluntad de derrumbar las asentadas barreras culturales en torno a ella.  

Agnieszka Wojtowicz-Vosloo incide en lo mismo (pero sin humor), a través de un inquietante y acertado Liam Neeson, un funerario que, acorde a las convenciones del género, vive y trabaja en una amplia casona de raigambre gótica. El film sabe captar bien ese aspecto mórbido y escalofriante que se desprende de esos relatos mortuorios, que centran su núcleo en los aspectos mundanos que rodean a la muerte. Para ello, hace uso de una puesta en escena estilizada y ajustadamente enrarecida, punteada por persistentes escenas en plano general que mantienen en la lejanía las figuras humanas. También la película nos servirá para recuperar a una olvidada Christina Ricci, que, cómo no, encarna a una novia cadáver.

El largometraje se centra en la relación entre ellos dos, una vez que su personaje tiene un accidente de tráfico mortal y va a parar a la funeraria de Eliot Deacon (Liam Neeson). El señor Deacon tiene la facultad de hablar con los muertos y se muestra un tanto cansado de dicho don, en tanto que los muertos son incapaces de asumir su condición de seres sin vida. Ese estado intermedio de purgatorio, que en sí mismo es un intersticio entre la vida y la muerte, es un terreno perfecto para que Agnieszka Wojtowicz-Vosloo juegue con la ambigüedad y con diversos subtextos que nunca se resuelven del todo, pero que permiten que su film se abra a diversos canales de sugerencia. Por ejemplo, algo hay de necrofilia soterrada a lo Edgar Allan Poe pero sin que sea explícita. Se jugará con la idea de enajenación de Eliot Deacon sin que se certifique fehacientemente. Y lo que sustenta la ligazón de suspense. ¿Christina Ricci está realmente muerta?

Es más que probable que deje insatisfechos a aquellos espectadores que busquen un cierre clausurado y conclusiones certeras. Pero Agnieszka Wojtowicz-Vosloo prefiere navegar por un mar de insinuaciones, disparar la sugestión un tanto malsana y que sea el espectador el que aporte sus propias resoluciones. Muy interesante. MA

Bodyguards and assassins (Shi Yue Wei Cheng). Teddy Chen, Hong Kong-China, 2009

Bodyguards and assessinsSuperproducción hongkonesa con pies y cabeza (ya era hora)

Tercera superproducción hongkonesa de corte histórico que podemos ver en Sitges y la más convincente de las tres (las otras dos son 14 Blades y Legend of the fist: The return of Chen Zhen). Y no lo decimos porque ésta sea la que busque apegarse más a los acontecimientos históricos que narra y, por ello, a diferencia de las anteriormente citadas, no echa mano de materiales como el cómic o el videojuego para acentuar su genealogía ilusoria. Sino porque todos los ingredientes funcionan como un perfecto engrasado que hacen que la película pueda degustarse con suma placidez.   

Teniendo en mente la Revolución de Xinhai, que supuso el derrocamiento de la dinastía Qing, estableciéndose la República China en 1912, Bodyguards and assassins, con un claro tono flemático, recrea en 1906 el viaje de Dr. Sun Yat-Sen, considerado el padre fundador de la China moderna, a Hong Kong, con tal de establecer una unificación de las diversas facciones revolucionarias contrarias al régimen caduco de la dinastía Qing. El título alude a los asesinos que fueron contratados para atentar con su vida, junto con los voluntariosos hongkoneses, firmes defensores de la Revolución, que quisieron custodiarle.  

El film tiene diferenciadas dos partes. En la primera se nos explican los días previos a la llegada del Dr. Sun Yat-Sen a Hong Kong y sirve para captar el convulso clima político que se vivía en la ciudad. Con un diseño de producción excelente y una cuidada ambientación de principios de siglo, se desarrolla un amplio relato coral, donde se atiende, tanto a los aspectos macro históricos y políticos, como a los aspectos más sentimentales e íntimos de los diversos personajes que jalonan el film. Lástima que se haga especial incisión en los personajes positivos, desluciendo a los villanos de la función. Porque del resto, están muy bien explicadas las distintas motivaciones de cada uno de los caracteres, dando pie a un ejercicio de glorificación nacional. Para entendernos, de orgullo de pueblo, ensalzando ideales democráticos y de igualdad. La segunda parte justifica que el film se enmarque en la corriente de películas de artes marciales, ya que la segunda hora está destinada a las escenas de acción, con el accidentado recorrido por la ciudad de Dr. Sun Yat-Sen para encontrarse clandestinamente con los diversos líderes subversivos.  

A pesar de un melodramatismo un poco exagerado, en cuanto un espíritu trágico de sacrificio por el bien del futuro de la nación recorre toda Bodyguards and assassins, este largometraje de aliento épico, puede disfrutarse como una cuidada propuesta dentro de su género, interesando por igual ambos segmentos en los que decide dividirse. MA 

I saw the devil. Kim Jee-woon, Corea del Sur, 2010

Increíble. Esto sí es cine de Festival de Sitges  

Personalmente no tuve la oportunidad de disfrutar de este film en el pasdo Festival de San Sebastián, y algo me decía que había sido una pena. El Festival de Sitges brindó la oportunidad de poder hacerlo, y pude salir de dudas... aunque la que sí me quedará es: ¿Cómo este film pudo ser presentado en San Sebastián, cuando su temática es claramente carne de Sitges? Politiqueos aparte, coincidimos totalmente con la reseñan que nuestro colaborador Sergio Ibáñez aportó en el dossier de San Sebastián. Puro cine, sí señor. AA 

Frozen. Adam Green, EUA, 2010

FrozenEnsayo minimalista

Frozen es un pequeño ejercicio de terror que, a la manera de Open water (2003),  edifica un largometraje de hora y media sobre una sencilla premisa. Aquí estriba la curiosidad del film. Cómo consigue Adam Green darle un metraje a la idea de tres jóvenes colgados en una telesilla, abandonados en una estación de sky. Para ello, se desprende de efectismos facilones, aunque la presencia de lobos sedientos de sangre fuerce un poco las pretensiones minimalistas del film. En cambio, no hay grandes heroicidades. De hecho, los personajes se caracterizan más por su estupidez para salir de la situación que por su presunta valentía, en su lucha en contra de las condiciones atmosféricas en una situación límite. Eso tiene una contrapartida. Resulta harto problemático empatizar con ellos (los necios diálogos entre ellos tampoco ayudan), pero a la vez la situación permite que el espectador se plantee soluciones hipotéticas en el caso de que él se encontrase en la misma coyuntura. Por otra parte, los constantes picados, que empequeñecen al hombre frente a la naturaleza, y los abundantes travellings circulares permiten que la filmación se ajuste adecuadamente a las pretensiones humildes y exiguas del film. Por lo que, más o menos, todo en el film aparece bastante ajustado para que no acabemos excesivamente irritados por el desarrollo de la proposición.  

Se deja ver, lo cual ya es mucho. Además, al menos atesora una secuencia de tensión, y como decimos, su pulcritud en las reglas del juego hace que Frozen pueda digerirse sin mucha complicación. MA

Jonah Hex. Jimmy Hayward, EUA, 2010

Jonah HexPleitesías del blockbuster made in EUA

Aunque el cartel recuerde peligrosamente a Van Helsing (2004) o Solomon Kane (2009), Jonah Hex, es un spaguetti-western  fantástico que adapta un cómic de la DC. Y como tal, no escapa a las fauces de la lógica de carrusel del blockbuster norteamericano. Es decir, son incapaces de estar más de cinco minutos sin que exista una escena de acción. Al diablo el guión, lo que importa es engarzar una tras otra, sin apenas pausa, y sin que se atienda a la lógica (la facilidad con la que Jonah Hex va encontrando a Quentin Turnbull, entre otras flagrantes omisiones). La economía narrativa, aquí es un chiste. De tan sintética, directamente no existe. Lo más gracioso es que las escenas de transición solo tienen una función explicativa, como si fuesen un necesario engorro por el que tienen que pasar. Primero, para presentar la principal línea de la trama (una historia de venganza), que para que no nos aburramos está explicado en forma de telegrama, con voz en off y estética de cómic. Después, solo sirven para tratar al espectador de idiota. Por ejemplo, la secuencia en la que Jonah Hex va al cementerio a hablar con su amigo muerto. ¿Saben cuál es su utilidad? Para decirnos que no hay diferencia alguna entre Jonah Hex (Josh Brolin) y su némesis, Quentin Turnbull (John Malkovich), un terrorista del pasado puesto al día que juguetea con una primigenia bomba atómica, como si no nos hubiésemos enterado. Por cierto, los actores, tanto Brolin como Malkovich, actúan con el piloto automático, en ambas interpretaciones puramente mercenarias.

En su descargo, los artífices podrán decirnos qué queremos, es una adaptación de un cómic con tintes sobrenaturales (el protagonista puede comunicarse con los muertos), como si eso fuese suficiente coartada para que uno se salte a la torera lo que le venga en gana. Total, el adolescente, target destinatario, no nos va a pedir más.

Sí, lo han adivinado, producto para consumir y olvidar. Aunque a mí me importe tres pimientos lo que haya recaudado un film, en este caso, dado que hablamos de un blockbuster, el cual solo se mide por su éxito en taquilla, apuntaré que ha costado 47 millones de dólares, recaudando solo 10 y medio en el mercado local[1]. Parece ser que los productores se olvidaron del morrocotudo fracaso de semejantes híbridos como Wild Wild West (1999). No es extraño que en España pase directamente a estrenarse en DVD.  No da para mucho más. MA


[1] Fuente: http://www.boxofficemojo.com/

La posesión de Emma Evans. Manuel Carballo, España, 2010

La posesión de Emma EvansEl diablo itinerante

He aquí una película que quiere escaparse del corsé en el que está atrapada y no sabe salir airosa de ello. El tema de las posesiones diabólicas, aparte de rezumar un tufillo conservador, con la aparición del diablo para señalar dinámicas sociales censurables desde un punto de vista retrógrado (madres solteras que descuidan la educación de sus hijas), puede dar pie para realizar ejercicios claustrofóbicos y desasosegantes de terror psicológico, donde al final, el mal, o sea el diablo, siempre gana. En el largometraje de Manuel Carballo, la poseída ya no es una víctima indefensa, rehén involuntario del demonio, como vehículo para hacer la vida imposible a los progenitores y/o adultos y señalarles lo moralmente horrendos que son. La chica, que está harta de las presiones paternas, se mete ella solita en un berenjenal, inducida sibilinamente por un cura enajenado (su tío), que quiere demostrar al precio que sea que Belcebú existe.  

Sobre el papel, la idea puede tener su jugo, y más cuando se pretende poner en imágenes un relato de posesiones bajo el ámbito estético de las actuales corrientes europeas realistas, en la línea de Fish tank (2009) o los hermanos Dardenne. Se quiere naturalizar una premisa irreal y buscar así una nota distintiva. No obstante, uno no sabe muy bien por qué (o se teme lo peor, es decir, se dan cuenta de que aquello no funciona), pero esa pretensión se abandona a mitad del metraje. La Emma Evans del título, en su primera mitad, solo muestra su estado alterado, mediante la interpretación, sin recurrir a trucos de maquillaje o a efectos especiales. Pero, ¡ay!, gran problema, la actriz no resuelve bien las secuencias. Se supone que el mal cada vez se va haciendo más grande y más fuerte y, para mostrar esa gradación, rápidamente se va recurriendo a los típicos golpes de efecto (elevaciones incluidas), sin que parezca importar que ya se haya caído de pleno en el terreno común más trillado, en lo que al subgénero se refiere.  

Uno no quisiera hacer excesiva sangre de este voluntarioso ejercicio, pero La posesión de Emma Evans no hay por dónde cogerla, por mucho que hayan intentado aportar algo diferente. Y es que los actores son todos muy mediocres. Interpretaciones planas para papeles cóncavos. Un desastre. Y el guión, casi mejor que corramos un tupido velo, porque me resulta misión imposible articular algo digno con una escritura tan deficiente. La tensión brilla por su ausencia y el demiurgo desea que el diablo sea intermitente, ahora poseo, ahora no, según se me antoje, con lo que no existe una línea narrativa coherente. Errores de bulto, como la muerte del hermano (muy estilo La profecía) y demás despropósitos, hacen que la película naufrague por mucho esmero que se haya puesto en una factura particular. MA  

Monga (Báng-kah). Doze Niu, Taiwán, 2010

MongaTaiwán y la encrucijada de su cine popular

Poco a poco, nos van llegando muestras del cine taiwanés con un carácter más comercial y orientado hacia todos los públicos. Ya en la edición anterior del BAFF pudimos ver Au revoir Taipei (Yiya Taibei, 2010) de Arvin Chen. Monga sería otro ejemplo, curiosamente  (casi) filmado en las mismas localizaciones, y lo que es todavía más extraño, rodado bajo la misma idea pop y colorista, centrada en una paleta de colores cálidos y luminosos. Es posible que sea el mismo barrio antiguo de Taipei, que aquí da nombre al film, el que marca una estética inconfundible, con su hilera de farolillos rojos y amarillos colgando en callejones y calzadas estrechas, junto con una explosión de color, gracias a las diversas bombillas que adornan las diferentes calles. Para que me sigan, es el tipo de iluminación que, a ojos de un occidental, nos hace creer que están en período navideño todo el año.

Eso, o bien que sea la misma isla la que, a la hora de diseñar una estrategia de exhibición internacional, quiera dotar a sus productos más exportables de una determinada marca de fábrica que los haga diferenciarse frente a otras producciones orientales. Porque lo que puede funcionar para Au revoir Taipei, una inocente comedia romántica, no cuaja en Monga, un relato dramático apuntalado en la delincuencia juvenil.

Monga, ambientada a finales de los años ochenta, nos quiere narrar la historia de cinco adolescentes que acabarán atrapados en las redes de la mafia taiwanesa, con consecuencias fatales. Es una historia que pretende narrarnos la pérdida de la inocencia, centrándose en la transición a ser adulto. En este proceso se verán corrompidos aquellos valores que otorgaban cohesión a la alianza fraternal entre los cinco jóvenes, que sellaron su amistad con un pacto de sangre. La película se toma su tiempo para ello y casi nos parece una película-río sin serlo. Frente a relatos basados en yakuzas o en las tríadas chinas, Monga opta por el sentimentalismo más extremo para explicarnos su historia centrada en la mafia taiwanesa. Nunca había visto unos delincuentes tan llorones (literalmente).

Por supuesto, no faltan referencias a El Padrino (The Godfather, 1972), con esa resistencia del Jefe Geta a trabajar con el mafioso de la China continental, Lobo Gris, un líder mafioso que supone una modernización en las tradicionales prácticas criminales en el barrio. Asimismo, las relaciones entre ambos capos mafiosos, que ocupan la parte central del film, permiten que el film pueda ofrecer una segunda lectura respecto a las relaciones tumultuosas entre China y Taiwán. Así podemos ver como existen todavía muchos taiwaneses reacios a estrechar lazos de colaboración más abiertos y fluidos con la República Popular China, enmarcando el film como una metáfora de las resistencias civiles de muchos isleños, frente al reciente acuerdo comercial de colaboración sellado entre China y Taiwán. Es un apunte interesante, al que se le da su porción de pastel, aunque el largometraje opte por centrarse especialmente en los cincos jóvenes, especialmente en Mosquito (conductor del film), Monk y Dragon Lee. El problema de Monga es que como relato criminal no convence, porque le falta la aspereza y dureza que lleva implícita toda historia de mafiosos. Es demasiada blanda y blanca para ser convincente, junto con una ingenuidad que desarma sus pretensiones. Además parece que poco importa, porque aunque se disfrace, lo que de verdad interesa es la relación entre los tres chicos. No existiría problema que se quiera dar un tono diferente, fundamentalmente pop, si se fuera consecuente con ello. Pensamos en un Seijun Suzuki, por ejemplo. Pero se queda a medio de camino de todo, para en realidad, ofrecernos el típico drama lacrimógeno taiwanés, con dosis extra de azúcar, por mucho que trate de aparentar otra cosa. MA

Zebraman: Attack on Zebra City (Zebraman: Zebra City no Gyakushu). Takashi Miike, Japón 2010  

ZebramanEl prolífico Miike vuelve a esta edición con sus dos últimos largometrajes, recién presentados en Venecia. Como el año pasado, donde tuvimos la ocasión de comentar Crows Zero Parte II y Yatterman, ambos films guardan muy poca relación entre sí, demostrando una vez más, no solo su eficacia productiva sino su tremenda heterogeneidad.  En relación a la que nos ocupa, Zebraman: Attack on Zebra City está más cerca del tono lisérgico de Yatterman, aunque sin excederse en el delirio kistch de aquella. Como digo, en tono bromista, la secuela de Zebraman es un gran spot de lavadoras, a colación de ese enorme centrifugado que separa el blanco del negro. La trama gira en torno a los dos valores absolutos, el bien y el mal, o el yin y yang. ¿Qué pasaría si forzadamente los separásemos para personificarlos en los dos personajes principales? Por el lado positivo, tendremos a nuestro profesor de primaria de Zebraman, que aparece quince años después en un entorno futurista y dictatorial. Por el lado negativo, tendremos a Zebra Queen, la hija pérfida del dictador Yui, estrella del pop. Pretexto que le sirve a Miike para que exhiba su afinidad al videoclip, insertando prácticamente uno entero, sin que haya mucho razón de por medio. Por cierto, vuelve a demostrar sin pudor alguno su marcada misoginia, porque el resultado de quitarle al hombre toda la maldad contenida en él,  produce una masa con la que se dará forma para crear... ¡¡una mujer!! Ya ven, se permite el lujo de versionar el mito de Adán y Eva, pero marcando más, si cabe, la tremenda connotación machista.  


Cuestiones sexistas aparte, la fábula distópica en Miike (con un evidente homenaje al Alex de La naranja mecánica) vuelve a abrazar una concepción de la ciencia ficción totalmente desenfadada y desprejuiciada, ya saben, el espíritu de la Serie B pero con presupuesto holgado. Si se le tiene tomado el pulso al realizador y uno se muestra afín a propuestas que no temen coquetear con el absurdo en materia de sci-fi, a buen seguro que podrán disfrutar con este trabajo. Aunque esté narrada a trompicones; como si transitásemos por una carretera llena de socavones.  

No obstante, uno sigue prefiriendo Zebraman (2004), film convertido en película de culto, donde se hacía un homenaje nostálgico a series niponas casposillas, como las más actuales Powers Rangers o Sailor Moon, para narrarnos una invasión alienígena silenciosa, recogiendo el espíritu de  films como La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956) o El pueblo de los malditos (Village of the Damned, 1960). Allí, un profesor de primaria se convertía en el superhéroe de su infancia para combatir a unos extraterrestres que en su plan de dominación del mundo habían tomado los guiones de la serie Zebraman para acometer la invasión. Alucinante, ¿no?  

Zebraman: Attack on Zebra City no es una secuela en stricto sensu. No esperen una prolongación a nivel argumental. Sino que toma como base Zebraman, sobre todo en lo que se refiere a los personajes, para acometer un nuevo relato bastante alejado de aquel y sensiblemente inferior a su precedente. Se pretende crear un film autónomo (con los mismos productores y guionista) que guarde débiles conexiones con el anterior, de cara al reclamo comercial. Aún así, bienvenidos al éxtasis en blanco y negro. MA

Sección Oficial Fantàstic - Galas

Por Arantxa Acosta

Agnosia. Eugenio Mira, España, 2010

AgnosiaThriller romántico que aprueba, justito  

Un buen planteamiento y puesta en escena (para una "Barcelonauta" es un placer conocer  y descubrir la Barcelona del siglo XIX con todo detalle) salvan Agnosia del aburrimiento, causado básicamente por no comprender el por qué se presenta en este Festival (y ya van unas cuantas con la que tenemos esta sensación).  

La escena que abre el film -escena inicial donde el lanzamiento de unos globos son el punto de partida de la triste historia de nuestra protagonista- nos da falsas esperanzas para una historia, la del descubrimiento del verdadero amor sólo gracias a un terrible engaño con el fin de obtener información, que entretiene pero no convence. Además, eso sí, es muy curioso ver cómo Félix López (conocido básicamente en España por protagonizar series de televisión de tanto éxito como Al salir de clase o Amar en tiempos revueltos) eclipsa total y absolutamente a un Eduardo Noriega que parece en todo momento fuera de lugar (y no, no se justifica por que sea el personaje que a pocos cae bien). Hay que seguir a este chico. Por lo demás... a esperar al DVD, no hay que complicarse. AA 

Super. James Gunn, EUA, 2010

SuperNuestro querido Arthur se convierte en superhéroe

Super contiene alguna de las escenas más bestias, pero a la vez más divertidas del Festival (no, no como las de Kitano... en Outrage te ríes para no pensar en lo que estás viendo realmente). Y es que ningún fotograma tiene desperdicio, empezando por unos créditos, donde aparecen todos los personajes animados como en un cómic haciendo una fantástica coreografía, hasta un Kevin Bacon que parece parodiarse a sí mismo cuando hace de malo y que borda su papel de cabrón, pasando por dos escenas de sacarse el sombrero: una, cuando nuestro querido protagonista (inolvidable Arthur de A dos metros bajo tierra o, para los más jóvenes, el Dwight de La oficina) es "tocado literalmente" por el -gigante, claro- dedo de Dios en el cerebro, lo que implica que antes, por supuesto, se le haya cortado el cráneo y, después, que el maravilloso gesto sea la revelación que necesitaba para convencerse de que tiene que salir a la calle a luchar contra la injusticia, como un auténtico superhéroe, pero ni un solo súper poder. La segunda, la mejor de todas, la de la venganza en nombre de la justicia que impone a una persona que se ha colado en el cine (y con la que aún estoy alucinando que haya niños en la sala de cine). Impresionante. Por si esto fuera poco, Ellen Page hace una magistral (esta chica vale mucho) interpretación de la "superheroína" -pasada de vueltas- que le acompaña, cual Robin con Batman.

James Gunn consigue superar a Kick-ass (Matthew Vaughn, 2010) y, por supuesto, a la aquí también presentada Defendor (Peter Stebbings, 2009) con un film imprescindible para cualquier amante de las películas de héroes y donde se nota que su director se formó en Troma. AA 

Clausura

Mother's day. Darren Bousman, EUA, 2010

España gana. ¡Aupa Secuestrados!  

Pues si la inauguración no convenció, el cierre... tampoco. Mother's day es un producto, vendido como un remake "libre" de El día de la madre de Charles Kaufman (1980) -que en aquella época fue criticada por el sadismo gratuito que emanaba... pero oye, al menos consiguió que se hablase de ella por algo- escrito y, sobre todo, dirigido para atraer a jóvenes como a los que hace un par de décadas les atrapó Sé lo que hicisteis.... Eso sí, con algo más de clase (ayuda que la edad de las víctimas roce la cuarentena... ¿quiere eso decir que es una película enfocada a los que a los veinte disfrutaron del anterior resurgimiento de films del mismo tipo?), al contar con Rebecca de Mornay, mujer terrorífica donde las haya y, lástima, bastante encasillada. Aunque sinceramente, su interpretación de la madre es demasiado exagerada, no encaja con el nivel de violencia -ni de expresividad- del resto de protagonistas.  

Además: nosotros, a estas alturas del Festival, ya habíamos disfrutado de Secuestrados. Menos presupuesto, mismo -o más- efecto. Y producto nacional. Bueno, ahora en serio: Mother's day peca de querer explicar y exagerar todas las situaciones a los que se enfrentan los inocentes amigos que estaban pasando un buen rato en la casa. Sacar la angustia de la tensión y hacerla pasar obligatoriamente por una situación violenta hace más daño que mejora la película. Eso, sin hablar claro de la muerte de uno de los malos, que tarda, padeciendo... demasiado poco creíble. Y el final... se alarga sin sentido, enlazando innecesariamente con la escena inicial y en un momento en el que ya estamos mirando el reloj para saber cuándo se termina el paripé. En contraposición, y con un argumento similar (el secuestro con violencia de una familia entera), el film español resuelve la tensión de forma más limpia y, no obstante, mucho más cruel.   

Si algo está claro en el film de Darren Bousman (aquí tenemos la representación de Saw II, III y IV -en Insidous la de la mente pensante original) es que logrará arrastrar al cine a jóvenes, seguramente más estadounidenses, y que muchos optarán (o deberían hacerlo) en dejar que llegue a la pequeña pantalla para disfrutarla (entonces, sí) tapadito en el sofá a las ocho de la tarde. AA