Reseñas FICGLB 2010

Por Manu Argüelles


Adopción. David Lipszyc, Argentina, 2009.

AdopciónEste trabajo pudo verse en la edición de 2009 del Festival de Mar de Plata. Adopción nos narra un caso excepcional. Y como tal, aparte de justificar por sí solo la realización de esta obra argumentativa a beneficio suyo, rehúye el formato estandarizado del documental, para adentrarse en terrenos artísticos y, por tanto, más oblicuos, lejos de la transparencia que todo relato de no ficción busca. Sí, se recurrirán a las convencionales entrevistas con los protagonistas, pero éstas no llegarán hasta bien entrado el largometraje.

Una serie de imágenes confusas y difusas, filmadas en Súper 8, junto con una yuxtaposición extraña de sonidos y voces abren el fuego. Poco a poco, aquellas imágenes adquirirán sentido, a medida que se nos van desarrollando las experiencias personales. Pero de entrada, ya fraguan las intenciones experimentales que quiere acometer su realizador. El relato, que estará organizado a modo de thriller, en el que se va regulando la información para que vayamos completando las partes del puzle, nos quiere explicar la búsqueda de identidad de Juan.

Juan es un niño adoptado por Ricardo, un homosexual en Argentina durante el período dictatorial. Se hace énfasis en la situación, totalmente inusual, no solo de que un hombre adopte a un niño, sino que sea gay y, además, en un ambiente totalmente opresivo. No obstante, el protagonista es Juan, y casi sin pretenderlo, esos aspectos previos que hemos comentado -los cuales ya de por sí serían materia más que suficiente para tributarle un film-, acaban dibujándose involuntariamente como si fuesen aderezos de una vida bastante accidentada. Sus recuerdos de infancia en el orfanato (fue adoptado a los ocho años), la convivencia con Ricardo y sobre todo la búsqueda de sus orígenes (quiénes fueron los progenitores, qué pasó con ellos), son el sustento que justifica y organiza el documental.

Pero como si dudase de la garra de la historia que tiene entre manos, no se resiste a recrear mucho de lo que Juan comenta a cámara a través de animaciones con clicks de Famobil y con abundantes grabaciones personales de Ricardo y Juan, filmadas en Súper 8. Son toques ornamentales, pero que en momentos llegan a entorpecer, ya que se reitera en imágenes lo que ya hemos oído. Posiblemente, en el tramo final sea una forma de generar suspense en el relato de la investigación, dado que se aplaza la línea narrativa. Pero uno acaba interrogándose sobre la utilidad y conveniencia de dicho material anexo. Porque los aspectos emotivos se desprenden solos, tal es la potencia de la historia. No se necesitan más aditivos, si es que se pretende algo más que tratar de epatar. Es posible que se procure un esfuerzo para liberar al formato de la dictadura de la palabra y ofrecer algo sensitivo más cercano a la experiencia del cine de ficción con voluntad poética. Pero el problema es que el efecto no acaba de cuajar del todo. Y aunque se quiera funcionar por osmosis, desgraciadamente no se consigue.

Lo que sí que queda claro, es que Adopción tiene una deuda enorme con Tarnation (Jonathan Caouette, 2004), desgarrador diario biográfico en primera persona, a través de una heteróclita conjunción de recuerdos audiovisuales personales. Lo que allí formaba un todo integrado a pesar de su composición dispersa, aquí las imágenes más artísticas acaban yendo por separado y eso, en última instancia, le perjudica. Uno se hace consciente de ello cuando al recordar la fuerza de la historia aparca todo lo que la condimenta.

Pero, ¿qué sucedería si ahora les comento que las personas que aparecen son actores y que el hecho real no cuenta con sus auténticos protagonistas? Adopción, entonces, se nos dispara a una serie de consideraciones, que no nos permite indagar en ellas profundamente, por falta de espacio. Pero sí podemos apuntarlas. ¿Hablamos de fraude del realizador al no dejarlo bien explícito al espectador? ¿La inscripción de "basado en un hecho real" es suficiente? ¿O es necesario dejarlo más claro, advirtiendo al espectador de la completa recreación? David Lipszyc se apunta así a la completa disolución de las barreras entre ficción y documental, tendencia perenne de los últimos tiempos. Este falso documental certifica que el formato basado en entrevistas (disparando así fructíferas reflexiones sobre la fenomenología de lo real en la pantalla) no deja de ser más que un género dentro de la ficción, del cual el director hace pleno uso como soporte estilístico, para ser más persuasivo y convincente con lo que nos expone. Tal como afirma Bill Nichols1, la no narrativa no deja de ser otra parte del cine, quizás más taimada precisamente por afirmar estar por encima de los medios engañosos con que prueba su tesis. Aludir a la memoria colectiva e incidir sobre un aspecto social, todavía polémico y candente, lleva a David Lipszyc a hibridar estas estrategias argumentativas junto con un cine más oblicuo. Otra cosa ya es que la mezcla resulte cristal esmerilado.

1 Nichols, Bill: La representación de la realidad. Barcelona, Paidós Comunicación, pág. 32.


Bloomington. Fernanda Cardoso, EUA, 2010.

BloomingtonSencillo, correcto y humilde largometraje, que nos narra una historia de amor entre una joven, antigua estrella de televisión, y una madura y sofisticada profesora de universidad. Como en la anterior edición, se selecciona un relato femenino para abrir el certamen. En Bloomington se pretende naturalizar una relación lésbica con una pronunciada diferencia de edad. Pero no va más allá de esta pretensión. Lo que de entrada no tiene por qué ser un inconveniente, nos deja una impresión de vacío, de saber a poco. Ambas mantienen su relación en la clandestinidad, pero todo transcurre de forma apaciguada. No hay perturbaciones reseñables y el sufrimiento de los personajes siempre se queda en pantalla, por más que las actrices cumplan con su papel, especialmente la que encarna a la profesora, que desprende un elegante magnetismo frente a cámara. La voluntad de la joven de reemprender su antigua carrera televisiva, será la que marcará el final de la relación. Pero las formas suaves y ligeras y la profusión de planos de corto alcance para caracterizar una historia íntima, remiten a una percepción de algo ya visto cien mil veces. El talante sosegado e imperturbable remite a esa sensación de falta de disonancia entre dos mujeres que distan mucho entre sí. De acuerdo, la edad no es un problema. ¿Pero algo más?

Curioso como mínimo que ambas, cuando deciden emprender otra relación al margen, decidan decantarse por un hombre, reseñando que solo existe el amor sincero entre mujeres. Es una forma de evidenciar que en su voluntad de normalizarse optan por el vínculo masculino, pero el mero trazo discreto pide una mejor indagación de las pulsiones sáficas. Porque todo se limita a eso, a apuntarse discretamente, pero sin ser capaz de aportar algo que escape del estándar convencional de toda historia romántica.


Fit. Rikki Beadle-Blair, Reino Unido, 2010.

FitPremio del público en esta edición del Festival. A partir de una clase de baile, Fit nos presenta a una serie de adolescentes y sus problemáticas personales, junto con la relación con su grupo de iguales, en torno a la identidad sexual. Ya no solo es ser gay o lesbiana sino además, aquel desconcierto anímico que sufren aquellos que son tildados, al margen de su orientación. La homosexualidad como arma arrojadiza y como uso despreciativo, sin que falte el prototípico homofóbico violento que, en realidad, esconde una frustración por ser incapaz de asumir su atracción hacia el género masculino.

Contra la lapidación beban Coca Cola. ¿Les resulta un mensaje disonante, verdad?  Pues es exactamente la misma noción que me produce Fit. Contra la homofobia, compren ropa deportiva de una conocida marca, que no voy a mencionar para no hacerle (más) publicidad. Me parece inmoral que se esponsorice un mensaje en contra de la discriminación, dándole un uso mercantilista a algo inapelable e indiscutible, que tiene que quedar fuera de cualquier interés lucrativo. Y aún así, si estuviésemos ante un spot tipo Benetton, sabríamos a qué atenernos. Pero no. Hablamos de un largometraje que "camufla" su uso comercial. Pero la evidencia salta por los ojos. Prácticamente, la mayoría de adolescentes que aparecen en el film (pretende ser coral, o sea, que son bastantes) visten ropa deportiva del famoso fabricante (¡¡hasta el hermano menor de uno de ellos!!). Si hay algo que se repite sin cesar hasta dejarte noqueado es la marca (exageradamente omnipresente y siempre bien visible) y la palabra gay.

En fin, no sé bajo qué términos la empresa impuso su criterio con tal de favorecer la financiación del largometraje, pero no me van a hacer comulgar con ruedas de molino. Dado que Fit está destinado a un fin claro -mal asunto el de algunas películas de denuncia, que se diluyen entre los dedos para favorecer el subrayado fácil, donde la ideología aplasta los valores fílmicos-, si éste queda inhabilitado, ¿qué nos queda? Pues muy poco, porque son incapaces de disimular su carácter teatral junto con una estructura episódica que tampoco le favorece. Porque sin pretenderlo, en algunos momentos (las secuencias que acontecen en el grupo de terapia al que acuden los jóvenes), parece que estamos ante un programa televisivo de testimonios. Todo ello provoca que nos parezca excesivamente acartonado, y lo peor que puede pasarle a un film de estas características: no te la crees, por mucho que los actores y la filmación (lógicamente muy videoclipera) sean correctos. Por favor, si queremos luchar contra el bullying, hay que remarcar que ésta no es la manera. Ya saben que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Fit es una baldosa más.


From beggining to end (Do começo ao fim). Aulizio Abranches, Brasil, 2009.

From beggining to endNo es habitual encontrarse en la cinematografía brasileña películas que giren en torno a la temática LGBT. Y la que se presenta en la clausura, tiene además la osadía de contar una historia incestuosa entre dos hermanos. Trata de suavizarse conforme ambos, Francisco y Thomas, son de diferentes padres, pero la apuesta permanece intacta. Su voluntad de transgredir el tabú centra sus esfuerzos en transmitir la belleza de una historia de amor que dura toda una vida, desde el mismo nacimiento. Su apuesta es decidida y valiente pero en la borrachera de la sublimidad se queda varada. Las dos partes en las que se divide From beggining to end, infancia y fase adulta, no solo la fragmentan de forma insalvable, sino que además, agota la energía antes de tiempo.

Cuando Francisco y Thomas son mayores se produce una separación. Y en ello se centra la segunda mitad. Para evidenciar cómo ambos son incapaces de asumir una distancia. Lástima que sea un énfasis redundante, porque anteriormente ya hemos reparado en esa imposibilidad. Este arrebato de historia de amor fou, que tiene mucho de audacia del mito de Prometeo, hace una apuesta dionisíaca por el cuerpo masculino y la sensualidad. Esa contemplación, un tanto enquistada por la estética publicitaria, nos presenta el film con una ligera estilización y sofisticación, como si las formas buscasen una cierta estética feng shui, resaltando la potencia formal del agua (Thomas es nadador).

Su aportación fundamental es presentarnos el incesto lejos de tremebundas alteraciones e inestabilidades emocionales, muy alejado de anteriores aproximaciones, donde el incesto lleva consigo un extremo componente traumático. From beggining to end trata de legitimar la validez de una relación íntima de tales características, sin que ello provoque ninguna disfunción psíquica a quienes la mantienen. Vean si no cómo la madre, especialmente, advierte temprano el cariz de las dinámicas extremadamente cercanas entre ellos. Pero a pesar de una lógica preocupación, deja que ese amor fraternal, bastante intenso y especial, acabe culminándose en la fase adulta, ahora ya con sexo consumado. Es meritorio también cómo consigue transmitirnos que, entre ellos dos, el mundo y su entorno más inmediato, siempre queda afuera. No existe nada más, quedándose en una especie de seres extraños y totalmente aislados. Pero es un retiro gozoso. No quieren saber nada de los que le rodea, son ajenos. Su amor es lo que les colma. Hay una bella secuencia que sintetiza todo lo comentado, y que además sirve de transición entre las dos fases, dando paso a la presentación de los dos actores que encarnarán a Francisco y Thomas de mayores. Aquella en la que -filmada en la vivienda familiar desde un picado-, vemos cómo se van borrando las presencias de los dos padres (la madre fallece tempranamente), como si fuesen espíritus borrados por el tiempo, hasta quedarse finalmente solos, frente a frente, para a continuación, ir desvistiéndose, quedándose completamente desnudos. Por fin pueden entregarse mutuamente, sin subterfugios ni clandestinidades. Llega la absoluta felicidad.

El mérito de Aulizio Abranches es que consigue que demos fe de esa tremenda pasión, gracias sobre todo a unos niños en estado de gracia. Pero se pierde en un ombliguismo fílmico que no echa por tierra la propuesta, pero no acaba por redondearla. Entiendo la insistencia. Ya que quiere asegurarse que el espectador pueda validar este tipo de situación, siendo capaz a su vez de desprenderse de connotaciones morales prejuiciosas. La buena noticia es que con los estupendos infantes y los actores que ejercen de padres ya lo consigue. La mala noticia es que con ellos siendo adultos, aunque sean agradables a la vista, From beggining to end, se repite.


Hermafrodita. Albert Xavier, República Dominicana, 2009.

HermafroditaPoco a poco el intergénero va encontrado su parcela fílmica. La presente, es la tercera aproximación, al menos que tengamos nosotros censada, y curiosamente, también proviene desde América Latina. Recordemos a XXY (Lucía Puenzo, 2007) y El último verano de la Boyita (Julia Solomonoff, 2009), ambas películas argentinas, pero totalmente en las antípodas en su acercamiento cinematográfico. El film que nos ocupa proviene de la bastante inédita, fílmicamente hablando, República Dominicana. Posiblemente, el enfoque adoptado para afrontar la situación de una hermafrodita guarde más conexión con XXY, pero aquí no se repite la atmósfera malsana de aquella... Ni tampoco sus mejores logros.

Hay voluntad de empacar el material bajo una apariencia de cuidada escritura, pero es tan exageradamente explícita (el gran picado, desde la azotea de la iglesia, que filma a María a la salida del templo, empujada por el cura, para reforzar cómo la caridad cristiana brilla por su ausencia), que casi da la sensación de torpeza (algunas secuencias están erróneamente construidas, especialmente cuando se tiene que dar paso a los flashbacks). Se trata, se pretende... pero el largometraje es incapaz de escapar de su aire de folletín. Las interpretaciones son muy deudoras del histrionismo del culebrón y aunque Xavier se esfuerce en disimularlo, nos parece una película excesivamente de cartón-piedra. Hay una simplificación tan extrema en el diseño de los personajes, que los acaba convirtiendo en monigotes que van pululando por el film.

Su foco central es la contraposición de la anomalía física contra la deformidad moral, como ya articularan sobre la misma idea la precursora La parada de los monstruos (Tod Browning, 1932) o El hombre elefante (David Lynch, 1980). Todo el entorno de María es cargadamente cruel: su mejor amiga -que con amigas así no hacen falta enemigos-, su abuela, su novio, etcétera. No tengo muy claro si este eje nodal le ayuda o le hace un flaco favor, ya que involuntariamente acaba resultando demasiado displicente con la situación del intergénero. María no hace más que compadecerse de su situación y Albert Xavier parece procurar que el espectador sienta la misma pena por ella. ¿Es la solución correcta para alertar de una difícil condición? Me recuerda bastante a ese paternalismo hipócrita de la Iglesia católica frente a los más desfavorecidos. No, no creo que sea la vía más adecuada.


Il compleanno. Marco Filiberti, Italia, 2009.

Il compleannoEn El Espectador Imaginario hemos sido testigos de un reciente y excelente cine italiano que a cuentagotas está llegando a nuestras pantallas. Vincere (Marco Bellochio, 2009) y Io sono l'amore (Luca Guadagnino, 2009) son dos muestras exponenciales. Pero no nos precipitemos. Il compleanno, que pudo verse en el Festival de Venecia del 2009, no la alineamos junto con las anteriormente comentadas. La trama es sencilla. Dos matrimonios, amigos desde siempre, pasan juntos un verano en una casa cerca de la playa. Son Matteo y Francesca, bien avenidos y con una hija pequeña, junto con Diego y Shary, separados con un hijo adolescente, David, criado por la madre en Nueva York. Matteo (Massimo Poggio, el actor más convincente de los cuatro protagonistas), pierde los papeles al quedarse totalmente deslumbrado por la irresistible atracción que siente por David, el hijo de su mejor amigo (un divertido Alessandro Gassman, hijo de Vittorio Gassman).

Podríamos decir que lleva a cabo una trivialización mundana y prosaica de aquella mítica Muerte en Venecia (Morte a Venezia, 1971) del inmortal Visconti. Pero nos alejamos de los contenidos metafísicos y filosóficos que ya anidaban en la novela de Thomas Mann, sobre la belleza, el arte, la senectud...

No, Marco Filiberti va a ras de suelo, vulgarizando al extremo el mismo punto de partida y quedándose con un aspecto más carnal y, a la vez, más frívolo y onanista (la secuencia en la que filma al joven duchándose, casi parece sacada de una película softcore gay de los años 70). Lástima que, aunque intente encender la libido del espectador, la cosa se queda en eso, en un intento. Porque  Il compleanno rezuma naftalina por los cuatro costados. Parece que estamos ante una film antiguo que ha envejecido fatal con el paso del tiempo. Pero no, señores, es de hoy mismo.

A pesar de todo, se puede llevar bien, aunque más de una vez ladeemos la cabeza con extrañeza y perplejidad. Por ejemplo, son cuestionables algunos personajes secundarios que diversifican la principal línea narrativa, pero uno no sabe muy bien con qué finalidad. Por ejemplo, la paciente de Matteo. Resulta muy simpática pero uno desconoce los motivos por los que Filiberti la hace aparecer, al margen de que sea una excusa para cargar de más comicidad al film. Algo que es totalmente innecesario en cuanto Diego, justificado en la trama, ya cumple sobradamente esa función. Lo mismo podríamos decir de Leonard (Christo Jivko), hermano misterioso y atormentado de Shary, el cual hace una visita a su hermana. Es el único que advierte rápidamente la relación prohibida entre Matteo y David (pensar en el David de Miguel Ángel es muy facilón). Pero Filiberto fracasa al explotar esa vía y no sabe sacarle partido, resultando bastante inconcreta. Además, su propia historia personal queda totalmente desplazada, fuera de lugar.

A todo eso tenemos que sumarle que las actrices, especialmente Michela Cescon encarnando a Shary, en ocasiones aparecen muy desencajadas de la secuencia que ruedan. Parece que son incapaces de interiorizar la acción que emprenden y uno advierte lo artificial e impostado del comportamiento. Michela Cescon no solo está mal dirigida, sino que además se le escapa el papel en más de una ocasión. María de Medeiros dando vida a Francesca, mucho mejor actriz, en la secuencia en la que se encuentran una niña ahogada, nos resulta muy marciana, por culpa de un montaje que nos la yuxtapone sin venir a cuento y una planificación totalmente errónea. ¿Solo sirve para ver qué bien llora María de Medeiros? Porque si Filiberti nos quiere decir que es sensible y frágil, lo llevamos viendo desde el principio. Bien, sí, será carne de cañón para convertirse en la víctima trágica de esta atracción fatal y pecaminosa de su marido por un joven. Pero para eso no necesitamos ni la secuencia ni verla llorar. Por favor, tráiganme unas tijeras. En fin, podemos pensar que el realizador no sabe dirigir a sus actrices, pero eso no es del todo cierto, habida cuenta que el actor que encarna a David también deja mucho que desear. Por desgracia, refuerza la creencia de que eso de ser guapo y joven es incompatible con saber actuar.

Aunque me dejo para el final lo que creo que es más lamentable. Hablo de ese aire operístico que quiere darle a la película. Abrirla con un fragmento de una ópera de Wagner, Tristán e Isolda, para tratar después realizar un cierre que permita conectar el final con el principio, no es suficiente para que el film tenga una textura exuberante y nos haga resonar los ecos del tremendo legado cultural de Italia, en una de las manifestaciones dramáticas más insignes. Eso es hacer trampas. Y Filiberto con ello no consigue elevar su film, por mucho que lo intente. Si hemos mencionado a Visconti o Vincere o Io sono l'amore es porque allí sí se consigue lo que Il compleanno trata de aprehender, hundiéndose en el fracaso.

En definitiva, Il compleanno genera (mucha) frustración porque lo que podría haber funcionado, por unos cuantos flecos de guión sueltos, una dirección totalmente despistada y algunos actores insuficientes, acaba cayendo en la más futil de las mediocridades.


L'arbre et la foret. Olivier Ducastel y Jacques Martineau, Francia, 2009.

L'arbre et la foretEn Paragraph 175 (Rob Epstein & Jeffrey Friedman, 2000), se cuenta con uno de los pocos sobrevivientes homosexuales que fueron confinados a campos de concentración, tan solo por su condición sexual. De este testimonio francés, al final se nos cuenta que logró crear una familia. Viendo L'arbre et la foret parece que Olivier Ducastel y Jacques Martineau se han inspirado para edificar este sobrio y soberbio drama familiar. Largos planos secuencias con cámara inmóvil, formas secas pero a la vez elegantes, sin preciosismos superficiales y con esa limpieza del cine francés que se mantiene distante, pero que deja exponer a sus personajes todo su infierno interno. El tándem de realizadores franceses, casi inéditos en España, alcanzan una obra de plena madurez, alzándose para este cronista, como la mejor película del certamen, de todas aquellas que pudo ver.

Casi sobran las palabras ante la apabullante elocuencia que exhibe el film, con unos actores espléndidos, a los que se añade una escritura morosa y reposada, pero profundamente trascendente, en su aparente cotidianeidad de los asuntos internos de una familia de clase media-alta. Siempre lo digo y L'arbre et la foret sigue reafirmando mi convicción. Para desgranar los tejidos internos familiares, tenemos que acercarnos por fuerza al cine francés, para alcanzar la excelencia cinematográfica. Películas como Las horas del verano (L'Heure d'été, Olivier Assayas, 2008), o en un tono más distendido, El primer día del resto de tu vida (Le premier jour du reste de ta vie, Remy Bezançon, 2008), son una buena muestra. L'arbre et la foret completa esta insigne genealogía, para poner el dedo en la llaga. La ocupación francesa por parte de los nazis y el colaboracionismo de buena parte de su población es una mancha del pasado de un pueblo que se resiste a asumir un flagrante error, llevándose consigo muchas vidas inocentes.

Cuando se realizó Paragraph 175 en el año 2000, todavía seguía silenciado este hecho vergonzante, el cual no fue reconocido institucionalmente hasta el año siguiente. Hablamos de la deportación, por parte de Francia, de homosexuales franceses a los campos de concentración nazis. Todavía en el año 2000, tal como nos inscribe el documental, aquellas personas conducidas a campos de concentración por su orientación sexual, no eran consideradas víctimas del holocausto. Una tv-movie del 2005, Un amour à taire de Christian Faure, ficcionaba estos sucesos, centrándose en lo que sucedía en Francia, para ser después retomados por parte de Ducastel y Martineau, y dar cuerpo al padre de familia, que ante el funeral de su primogénito, decide desvelar un profundo secreto, mantenido entre él y su serena mujer. La música de Wagner, el bosque y un ancestral y robusto árbol frente a la casa familiar, símbolos de una deuda histórica que encuentra su lacerante imagen a través del cine.


Postcard to daddy. Michael Stock, Alemania, 2010

Postcard to daddyTodos mis respetos a Michael Stock, auténtico mártir y alma torturada. Más que un film, es una sesión de terapia. Habla en primera persona a cámara de sus traumas más íntimos y privados. La confesión seglar adopta el formato de diario audiovisual. Ya saben que Jonas Mekas, desde el lado más experimental del cine underground de los años sesenta y setenta, posibilitó la configuración de películas-diario. No sé si Stock lo tenía en mente o simplemente se trataba de realizar un ejercicio de catarsis público, práctica que la televisión ha deformado hasta el extremo, con los nefastos reality-shows, talk shows y demás programas de testimonios.

Hablábamos de incesto en From beggining to end, sin connotación dramática, en cuanto era una relación consentida entre iguales. Aquí vuelve a aparecer, pero bajo una interrelación desigual de poderes, que llevan al abuso continuado del padre frente al hijo, provocando un desgarro vital que nunca podrá ser reparado. Lo que películas de ficción como Celebración (Thomas Vinterberg, 1998) o Chinatown (Robert Polanski, 1974) se reservaban como plato fuerte de la función. Esta crónica familiar, con todas las voces del entorno familiar puede resultar aterradora, espeluznante, afligida. Pero como ya le pasaba a Omelette (Rémi Lange, 1994), documental que pudimos ver en FIRE!!, rodado bajo los mismos parámetros, siento decir, que carece de ritmo narrativo alguno y, mal que pese decirlo, acaba siendo soporífero.

No quiero banalizar la gravedad del drama que se nos cuenta: despotismo continuado de un padre alcohólico, seropositivo antes de los 20 años... pero esta catarsis no está canalizada para que la obra alcance entidad fílmica. Podemos sentir empatía, pero recordemos que el espectador no es un psiquiatra. Respeto su necesidad vital de transformarlo en film, pero lástima que el segundo término de la ecuación haya quedado ignorado. Porque acompañar las palabras con imágenes de él y su madre en unas vacaciones en Tailandia resulta, como menos, un poco chocante, por la nula adecuación entre lo que vemos y lo que se escucha. Y no es que esté buscando un contraste, sino que quizás Michael Stock no disponía de suficiente material visual para seguir hilando el armazón confesional.


Prayers for Bobby. Russell Mulcahy, EUA, 2009.

Prayers for BobbyPrayers for Bobby está basada en el caso real de Mary Griffith, actual activista y antaño madre conservadora muy aferrada a sus principios católicos, que vio perder a su hijo de veinte años, el Bobby del título, por no ser capaz de asumir su homosexualidad, a principios de los años ochenta. Es una tv-movie dirigida por Russell Mulcahy, responsable de la dirección del capítulo piloto de Queer as folk y de tres capítulos más de la primera temporada. A pesar de su encajonado semblante de melodrama lacrimógeno televisivo, yo este largometraje se lo proyectaría a Ana Botella y a tantas madres que se sitúan en el lado duro de la derecha, con profundas e intolerantes convicciones religiosas. Para ver si así son capaces de recapacitar sus planteamientos y conseguimos entre todos, que las madres no hagan sufrir a sus hijos por esa nefasta concepción religiosa del pecado junto con una interesada interpretación de la Biblia. De ello, se habla en la segunda mitad. Aquí tenemos una clave para atender el mensaje reciente de Ellen DeGeneres:



Ya ven, el asunto no es baladí y se celebra que la televisión norteamericana dé visibilidad a estas oraciones para tantos jóvenes que se han suicidado, porque no encontraron el apoyo de sus padres ni de su entorno para salir adelante.

Se cuenta con Sigourney Weaver, excelente actriz, firme y decidida, con una presencia imponente, que consigue dar verosimilitud a su evolución vital, por una desgraciada y desafortunada vía del sufrimiento.

El film adolece de precipitación y se quieren explicar demasiadas cosas que requieren un proceso y profundización en muy poco tiempo. Quizás hubiese sido necesario aligerar la carga argumental, porque el diseño de Bobby, que ocupa la primera mitad, queda un tanto desdibujado. El film mejora a partir de su ausencia, cuando se centra en el duro proceso de asimilación de Mary Griffith en la pérdida de su hijo. Esa aflicción deriva en algo constructivo y Sigourney Weaver traza muy bien ese crecimiento que le permite perdonarse y darse cuenta que a Bobby no le pasaba nada. Y que por supuesto, no se merecía ese profundo castigo que Dios le infligía, idea que era continuamente transmitida por ella misma.

También cuenta con algunas imprecisiones en referencia al SIDA (se habla de la enfermedad en términos que en el período de 1979 a 1982 no se aludía) y algunos tics visuales bastante molestos de Mulcalhy -digitalizando encuadres en los que ralentiza o acelera la imagen-, recordándonos que fue realizador de Queer as folk (tampoco puede evitar filmar un club gay como si fuese la misma Babylon de Queer as folk). Una estilística visual que da un aire moderno al film, pero que resulta inapropiada para un relato que requiere una estética de corte clásico.

No obstante, si asumimos que es una tv-movie que no amaga su intención de arrancar la lágrima, la recomendamos. A más de uno se le ablandará el corazón, si consigue salvar los escollos que hemos mencionado arriba. Porque Prayers for Bobby permite el visionado para que así los padres católicos se conciencien del dolor involuntario que pueden infringir a sus hijos, si anteponen su religión por encima de su paternidad.


Violet tendencies. Casper Andreas, EUA, 2010.

Violet tendenciesViolet tendencies viene a ocupar el mismo lugar que Mr. Right (David Morris, Jacqui Morris, 2009) obtuvo en la anterior edición. Pero ésta es mucho más divertida y aunque tiene algún pero, es una película muy agradable y con chispa, que se puede ver muy relajadamente. No sabe uno cuánto agradece este tipo de films desengrasantes, efectivos y totalmente de escape, en un festival lleno de grandes dramas. No solo éste, en cualquiera de los certámenes.

Se ha tardado, pero por fin la mariliendre tiene dedicado un film ex profeso a su figura. ¿Qué es una mariliendre? Ferran Pereda1 la define irónicamente como: espécimen de los locales de ambiente, que por desgracia no está en peligro de extinción. Chica que gusta de la relación con maricas y presume de ser su mejor amiga, y siempre se rodea de ellos a la espera de a ver si cae algo en una noche etílica.

A pesar de lo que comenta Pereda muy maliciosamente, Violet sí que está llamada ser la última de las mariliendres de la esfera neoyorkina. Su avanzada edad, su sobrepeso y su reiterado fracaso en la búsqueda de su príncipe azul, le ha convertido en una mariliende, totalmente prototípica, en cuanto siempre vive rodeada de gays, por lo que frecuenta asiduamente el entorno de ellos, haciéndoselo totalmente propio. ¿El resultado? Fuera de la cultura de esta comunidad y de sus hábitos sociales y actitudinales, Violet tiene serios problemas para relacionarse. Así se dispara la comicidad, en el momento que, ¡aleluya!, parece haber encontrado un hombre adecuado a sus necesidades. La disonancia y esa metamorfosis, que involuntariamente ha interiorizado, le pone en más de un (divertido) aprieto. Ya saben, vive, habla y se comporta como si fuse un gay, con todo lo que ello comporta cuando sale de su radio habitual. No se crean que el film exagere. Mujeres así existen tal cual. Doy fe de ello. Casper Andreas la ha retratado a la perfección y tampoco se le escapa la situación agridulce de ese tipo de mujeres, que sintiéndose excluidas del círculo heterosexual, acaban refugiándose en un estrato social que le abre los brazos, acogiéndolas con total naturalidad dentro de su seno. Porque los amigos de Violet, sienten auténtica devoción por ella. La miman, la cuidan y la tienen siempre omnipresente. El problema vendrá cuando Violet quiera normalizarse y crea erróneamente que debe dejar atrás su vida anterior y a sus amigos, para así encontrar la felicidad, según sus creencias. Es decir, junto con una pareja.

Fílmicamente se produce la inversión de roles habitual, dado que dicha imagen, permite que el habitual personaje destinado a una función de reparto, acabe estando en la primera línea del frente. Claro que sí. A ella, se le contrapone la típica chica cañón, pérfida, una bicha insultantemente sincera, pero que a pesar de su marcado rol insidioso, resulta tremendamente simpática. Salome (Kim Allen), la espectacular compañera de trabajo de Violet, en otro film tendría su lugar estelar. Pero en Violet tendencies, pasa a un segundo plano, para hacer de contrapeso cómico de Violet. Un papel que bebe bastante del que encarnó Emily Blunt en El diablo viste de Prada (The devil wears Prada, 2006). Y es que, un poco de esta película, otro poquito de Sexo en Nueva York (más de uno opina que el personaje de Samantha es un gay con cuerpo de mujer) y por supuesto, unas gotas de Queer as folk, hacen que Violet tendencies -al estilo de comedia coral de enredos, costumbrista, típicamente neoyorkina-, sea un film refrescante, a pesar de que no escape de un convencional y un tanto cuestionable happy end. Porque hubiese sido perfecto que Casper Andreas se hubiese limitado a concluir a Violet volviendo a su ruedo habitual. Pero no, hay que darle un hombre. Y ay, ese hetero en el armario, invirtiendo lo típico entre gays y heteros, rompe un poco la verosimilitud que Andreas tan bien se ha labrado durante todo el largometraje. Sin tener en cuenta que todos los chicos de la otra acera que salen en pantalla, ya saben, son divinos, guapísimos, triunfadores y fabulosos, tics norteamericanos insalvables.

1 Pereda, Ferran: El cancaneo: diccionario petardo de argot gay, lesbi y trans. Barcelona, Edit Laertes, 2004, pág 125.