The Secret of Kells (2009) se convirtió, con la nominación al Oscar, en una de las películas más destacadas entre las que aspiran a plantear alternativas a la animación por computadoras en 3D y a la exhibición estereoscópica, que a su vez ha encontrado su paladín artístico en Up (2009) de Peter Docter y Bob Peterson, la producción de Pixar que ganó el Premio de la Academia de 2010. El dibujo a mano ha regresado incluso en Disney, con La princesa y el sapo (The Princess and the Frog, 2009) de Ron Clements y John Musker, y se mantiene en obras japonesas como Ponyo (Gake no ue no Ponyo, 2008) de Hayao Miyazaki. Otra técnica tradicional, la animación en stop motion, ha vuelto también a cobrar relevancia con El fantástico señor Zorro (Fantastic Mr. Fox, 2009) de Wes Anderson, nominada al Oscar y ganadora del Cristal de Annecy este año, y con Mary and Max (2009) de Adam Elliot, que recibió el mismo premio en 2009. Pero la cinta de Tomm Moore y Nora Twomey sobresale entre todas ellas por haber hecho de la bidimensionalidad, además del dibujo, el centro de su arte.
La película, que gráficamente está basada en el arte folklórico del país de los codirectores, cuenta una historia sobre una obra capital del arte medieval irlandés: el Libro de Kells. El protagonista, Brendan, es un joven monje de la abadía de Kells. Está bajo la autoridad de su tío, quien dedica los esfuerzos de la colectividad a la construcción de fortificaciones que la protejan de la amenaza de los vikingos. El abad considera que los peligros provienen en general del mundo exterior, por lo que tiene prohibida a Brendan la salida al bosque que se extiende del otro lado de los muros. La llegada del célebre ilustrador Aidan de Iona, huyendo de los vikingos, le lleva a descubrir a Brendan su vocación y a desear convertirse en su discípulo. También lo impulsa a explorar los alrededores de la abadía, a la búsqueda de bayas para fabricar la tinta que necesita el maestro para iluminar un manuscrito. En el bosque el monje conoce al hada Aisling, que puede adquirir el aspecto de una loba blanca. Ella le revela un mundo mucho más amplio y maravilloso que aquel en el cual su tío se empeña en mantenerlo encerrado a él y a toda la comunidad.
No es difícil ver en la historia una alegoría de lo que representa el trabajo de realizadores como los del filme en el panorama actual de la animación. Se trata de ir más allá del estilo que han consolidado como medida de lo que es animación para el gran público las compañías estadounidenses con su posición dominante en el mercado mundial. Es una forma de trabajar en la que generalmente es difícil distinguir entre lo que es obra del artista y lo que no es sino el resultado de la tecnología que se emplea, como ha dicho Michel Ocelot. Su mayor logro técnico se alcanza cuando el pelo y la tela diseñados con la computadora parecen tan verdaderos como el pelo y la tela reales filmados. Eso tiene como correlato una representación del espacio análoga a la percepción del mundo real, de la que lógicamente se desprenden, en la línea de lograr la mayor ilusión de la realidad, el uso del 3D para crear sensación de volumen y la tecnología estereoscópica de exhibición.
A ello Moore y Twomey responden, no sólo con la forma tradicional de trabajar y las fuentes del folklore sino también con un estilo basado en la representación plana, sin perspectiva, entre cuyos antecedentes recientes el director ha citado El ladrón de Bagdad (The Princess and the Cobbler o Arabian Knight, 1993) de Richard Williams, un realizador que es conocido principalmente por su trabajo en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit, 1988) de Robert Zemeckis. Al igual que en El ladrón de Bagdad, en The Secret of Kells se da también un paso más en una dirección que se aleja de la representación realista del espacio. Van hacia la abstracción, lo que en el caso de la cinta irlandesa no se da con figuras geométricas como en Williams sino como inmersión en el estilo gráfico medieval, que borra las fronteras entre la escritura y el dibujo.
The Secret of Kells en realidad no descarta del todo la imagen de aspecto tridimensional, e incluso usa el 3D hecho con computadoras en algunos detalles. Pero se propone estimular al espectador a que se meta en la película de una manera distinta a la celebrada profundidad de Avatar (2009) de James Cameron, que invita a sumergirse en un mundo imaginario. En eso los realizadores son cercanos al cine de Ocelot: abundan los planos llenos de trabajados detalles que en sí mismos son bellos, dispuestos de manera que se extienden por el encuadre sin que su distribución responda a lo que, por razón de la historia, constituye el centro de atención. El ojo es invitado así a recrearse libremente en la pantalla, deteniéndose a descubrir un placer de la imagen que parece no agotarse.
Oscar 2010. Nominada en la categoría de mejor largometraje de animación.
Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy 2009. Premio del Público.
Festival Mundial de Cine de Animación de Zagreb 2009. Reconocimiento especial.
Ficha técnica:
The secret of Kells, Iralanda-Francia-Bélgica, 2009
Dirección: Tomm Moore y Nora Twomey
Producción: Tomm Moore, Didier Brunner, Viviane Vanfleteren, Paul Young
Guión: Fabrice Ziolkowski, basado en una historia de Tomm Moore
Dirección de arte: Ross Stewart
Montaje: Fabienne Alvarez-Giro
Música: Bruno Coulais
Interpretación (voces): Evan McGuire, Brendan Gleeson, Mick Lally
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