"Let's shake some dust"*
Samson en Carnivàle (serie HBO, 2003-2005)
Mucho se ha retratado ya en la gran y pequeña pantalla el mágico mundo del circo. A veces con una mirada tierna, muchas otras misteriosa (e incluso terrorífica) y, la gran mayoría, mostrando los grandes secretos de la vida de estos artistas a los que tanto admiramos, ya sea por envidiar su vida o por reconocerles lo difícil de su trabajo. Y es que, como espectadores, sabemos que sólo vemos lo bonito del resultado, el espectáculo... pero nos gustaría conocer cómo se consigue crear tanta fantasía e ilusión. Eso sí, muchas veces quedaríamos decepcionados viendo las trifulcas, intereses, engaños y trampas que deben llevar a cabo para mantener el espectáculo a flote, y para que nadie se entere.
Esto es lo que nos muestra Agua para elefantes (Francis Lawrence, 2011). Ambientada en los años de la gran depresión americana (igual que la gran serie de HBO Carnivàle, 2003, 2005), el film, basado en el best seller homónimo de Sara Gruen, nos presenta a un joven estudiante de veterinaria que, por circunstancias de la vida, acaba siendo parte de un circo. Allí conocerá a buenos amigos, se maravillará con la vida de los artistas, se enamorará de la mujer del gerente y, cómo no, hará lo posible para sacarla de esa vida itinerante para escapar juntos. Típica historia de amor con final feliz, como no podía ser menos, y al más puro estilo El diario de Noah (incluso se inicia con el anciano protagonista evocando su historia).
Pero esta es la parte romántica de la historia. En realidad, la denuncia principal del film es el maltrato, tanto a personas como a animales. Maltrato personificado en la figura del Gerente, un desequilibrado celoso de los hombres que pueden mirar a su mujer y capaz de todo si se altera, desde tirar a hombres a la vía del tren hasta acuchillar a la elefanta con la supuesta herramienta de adiestramiento. Este gerente, interpretado por el gran Chistoph Waltz, es sin duda lo mejor del film, al conseguir transmitir no sólo la maldad de su personaje sino también el sufrimiento y tormento que él mismo siente después de haber cometido alguna atrocidad, pero que, inevitablemente, por su condición perturbada, sabemos que volverá a pasarle.
Pero, como decía, esto es lo mejor del film, en cuanto a su historia, al menos. La verdad es que el guión no es capaz de emocionar (difícil tarea condensar las más de cuatrocientas páginas del best seller de partida), dejando una historia más bien plana, muy simple. Y la pareja protagonista no es en absoluto creíble, básicamente porque Reese Witherspoon no es la indicada para el papel: no transmite ninguna emoción, muchas veces queda en segundo plano y no logra hacer la réplica a Waltz (y lo que es peor, ni tan siquiera a Robert Pattinson, al que hay que reconocerle que, sobre todo en las escenas en las que aparece sin los otros dos, logra transmitir mucha ternura y cumple con la difícil tarea de hacernos olvidar que él es Edward Cullen. Una agradable sorpresa, que consiga desencasillarse de su papel de Crepúsculo.
No obstante, aunque la historia principal sea más que floja, vale la pena ver la película por la maravillosa recreación del entorno carnavalesco en plena recesión económica. Y es que, sin duda, el acierto de Agua para elefantes es su diseño de producción. Cuidados al milímetro, el vestuario y las localizaciones nos transportan rápidamente a la época. Si a esto le sumamos una fotografía más que notable (a destacar las luces y sombras conseguidas para la carpa principal), una banda sonora de coleccionista (no es de extrañar, firmándola el nominado ya ocho veces al Oscar, James Newton Howard) y algún plano secuencia sin cortes destacable (como el de dentro del tren, avanzando a través de los vagones), podemos salvar el film, como mínimo en el plano técnico.
Francis Lawrence ha conseguido demostrar que no sólo sabe rodar ciencia ficción (recordemos que ha firmado Soy Leyenda, 2007, o Constantine, 2005), pero no ha podido tampoco superar los resultados de estas dos anteriores (que se mueven, también, en el aprobado alto). Una pena no haber sabido sacar más provecho del trío protagonista y de haber explotado mucho más en el carácter maltratador del gerente del circo, ya que no se ha profundizado en la historia de amor. En definitiva, apta en exclusiva para románticos compulsivos a los que no les importe que la historia no sea redonda, y para amantes del circo y sus múltiples acercamientos en el séptimo arte. Poco más.
* Traducción: "Levantemos algo de polvo", frase que formulaba Samnon, el gerente del carnaval, cada vez que se ponían en marcha para ir a otro pueblo.
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