53º Entrega del Ariel

Por Cristina Bringas

Premios Ariel 2011

La ceremonia más importante del cine mexicano, auspiciada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas es la entrega del Ariel. Año a año, desde 1946 -excepto entre 1958 y 1972- estos reconocimientos han buscado premiar lo mejor de la cinematografía nacional. En ésta, su quincuagésima tercera edición, teniendo como escenario el Palacio de Bellas Artes y con Carlos Carrera a la cabeza de la Academia, se entregaron veintitrés estatuillas, con un total de catorce largometrajes mexicanos nominados en las diferentes categorías.

Entrega premios ArielCon una organización deficiente, acompañada de la desatinada conducción del actor Jesús Ochoa, la ceremonia se llevó a cabo con intentos de ser simpática y entretenida, pero terminó siendo un evento sin gracia ni elegancia, lleno de tropiezos y carente de la atención, cuidado y dignidad con la que debería estar preparada la máxima fiesta de la industria nacional.

Desde el discurso de Carrera, que invitaba a la comunidad cinematográfica y a la sociedad mexicana a luchar por tener una vida mejor y -sobre todo- a apoyar al cine que es cultura y un elemento fundamental para la actualidad nacional, se percibía un ambiente de finalización de un período y de desesperación frente al futuro de los Arieles, la Academia y la Industria.

Aún pese a todos los obstáculos que se fueron presentando en la ceremonia, y sus múltiples intentos fallidos de crear un evento "espectacular", se entregaron los esperados -y en ocasiones, poco apreciados- premios del año a lo mejor de cine mexicano.

Así, tras un poco más de dos horas de premiación, El Infierno (Luis Estrada, 2010) se llevó la noche con nueve premios de sus catorce nominaciones, desde mejores efectos especiales hasta el premio al director y mejor película. Este film es el último de una trilogía que Estrada ha creado para reflejar sus percepciones sobre la situación del país. Su común denominador es la interpretación de Demián Alcázar, quien además obtuvo el premio al mejor actor.

Otras cintas que ganaron premios fueron: Abel (Diego Luna, 2010), Año Bisiesto (Michael Rowe, 2010) y Las buenas hierbas (María Novaro, 2010) con dos estatuillas cada una. De Año bisiesto, tras ganar en Cannes, no era una sorpresa que obtuviera galardones por parte de la academia mexicana. Tanto en su caso como en Abel, sus actores tuvieron nominaciones de las que destacan los hermanos Chistopher y Gerardo Ruiz-Esparza. Por su parte Las buenas hierbas es una muestra más de que no se requiere un presupuesto altísimo, sino un proyecto personal y una dirección sólida para formar una buena película.

No obstante la proyección internacional de Biutiful (Alejandro González Iñárritu, 2010), la carencia de nominaciones y premios fue notoria. La película de Iñárritu sólo obtuvo un premio a la mejor fotografía, de Rodrigo Prieto. Junto a ésta, Alamar (Pedro González-Rubio, 2009), que ha ganado en distintos festivales alrededor del mundo, obtuvo algunas nominaciones pero ninguna estatuilla.

Premios ArielPese a que el 2010 fue un año de películas nacionalistas, que marcó el regreso de varios directores emblemáticos y  contaron con superproducciones históricas, cintas como Chicogrande (Felipe Cazals, 2010), El Atentado (Jorge Fons, 2010) o Hidalgo, la historia jamás contada (Antonio Serrano, 2010) significaron muy pocas nominaciones, pero ningún reconocimiento, salvo mejor música para esta última, gracias al trabajo de Alejandro Giacomán.

Además se entregaron los Arieles de Oro -reconocimiento honorario que da la Academia Mexicana- a la primera actriz Ana Ofelia Murguía (El jardín del Edén, Arráncame la vida), y al director Jorge Fons (El callejón de los milagros, Rojo Amanecer). Sin el glamour de otras ceremonias, los Arieles trataron de homenajear a estas personalidades, sin mayor pavoneo y, más bien, dejándoles poco margen para disfrutar su momento.

Frente a la realidad que está viviendo el país, una película como El Infierno no podía tener menos impacto en la taquilla, y en la premiación. Es una situación crítica la que aqueja a la nación: el miedo, la incertidumbre, la violencia y la desesperación están llenando las calles y las películas que nos rodean.

Es una lástima que los únicos reconocimientos formales (y de tantos años) para el cine nacional -que además parece que están a punto de desaparecer- sean poco valorados y apreciados, y se presenten en condiciones tan descuidadas como lo que se pudo apreciar en esta pasada edición. Sin embargo, ojalá que el Ariel algún día se consolide como un verdadero reconocimiento no sólo avalado por la industria, sino sobre todo, por la audiencia mexicana e internacional.


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