A más de 40 años de la apertura de la atracción mecánica Pirates of the Caribbean, diseñada todavía bajo la supervisión de Walt Disney, llega la cuarta entrega de la franquicia cinematográfica del mismo nombre, que durante la década pasada rompió todas las expectativas y varios récords de taquilla. Lo que inició como una aventura en lancha llena de animatronics que creaban una atmósfera en un parque temático, se convirtió en una saga memorable y llena de diversión para chicos y grandes.
La trilogía (concluida en 2007) estuvo a cargo del director Gore Verbinski (The ring, The mexican), quien le dio sentido a cada uno de los personajes, a la trama, y condujo al éxito a La maldición de la perla negra (2003), por lo que se formularon las siguientes entregas. El director estuvo respaldado por la casa Disney y el productor Jerry Bruckheimer, ambos con un currículum tan impresionante que automáticamente sus producciones fueron una garantía de entretenimiento.
Cuatro años después de que se cerró el círculo de la saga, sale a la luz la cuarta entrega de la serie, bajo el nombre de En mareas misteriosas. Con ésta, regresa Jack Sparrow para tener una nueva aventura, que no sólo es completamente distinta a las otras tres en tema, sino que tiene varias novedades.
En primer lugar, la dirección recae en el coreógrafo y director Rob Marshall (Chicago, Nine), quien por primera vez incursiona en un film familiar de aventuras y acción. Éste mantiene la estética y el look creados en las entregas anteriores y, por supuesto, retoma los lineamientos básicos del personaje interpretado por Depp (que ya lo hace con una naturalidad y fluidez únicos). Sin embargo, no parece cuajar completamente el nuevo estilo de dirección de la cinta.
En mareas misteriosas sigue siendo una superproducción -como las anteriores- que posee varias secuencias de acción -aunque no tantas ni tan entretenidas como las que se habían apreciado en las primeras tres cintas- y un diseño de producción detallado y cuidadoso: escenarios impresionantes, castillos, barcos, selva, sirenas, y otros lugares y personajes fantásticos se mezclan con la realidad de los piratas.
Asimismo, se lograron varios momentos que rayan en lo hilarante y secuencias en donde Johnny Depp hace una demostración de sus capacidades histriónicas, pero sobre todo, de su entendimiento del personaje de Sparrow, quien es el que básicamente sostiene la historia y la franquicia misma.
Junto a él, se agradece nuevamente la presencia de Geoffrey Rush, que interpreta a un Héctor Barbossa que ya no luce tan malo como antes, pero que sigue siendo un personaje útil y necesario para que no se pierda toda la esencia de la saga. También se adhiere al reparto Penélope Cruz, que ha hecho una aparición suficiente, que no raya en lo sumamente recordable, porque tal vez su personaje no es tan sólido como se esperaba.
Aparecen también varios personajes secundarios que no tienen una razón de ser específica ni ayudan al desarrollo de la historia, y es que aunque esta cinta encaja perfectamente en el estilo anterior, quedan muchos cabos sueltos que hacen pensar que habrá una quinta o que ésta ha quedado "coja".
La película no ofrece nada nuevo, está en el corte de Indiana Jones, como una historia de un hombre (o grupo de ellos) que están en busca de un tesoro (cualquiera que éste sea) y que para lograr alcanzarlo, tendrán que sortear una gran cantidad de peligros y aventuras. Si bien la primera entrega que hicieron fue una apuesta que resultó tan exitosa, y la trilogía, un regalo para la audiencia, esta cuarta película no parece tener otra justificación que la de mantener vivos a la saga y a uno de los personajes más icónicos del cine.
Mientras viva Johnny Depp seguro que habrá Piratas en el Caribe, ya que él es el motor de las cintas, debido a su caracterización, creación y encarnación de Jack Sparrow, que -si bien no era lo más importante en un principio- se convirtió en la razón de existir de todos los demás personajes. En ese aspecto, la producción de esta película está totalmente justificada, si se considera que el personaje es lo más importante en ella.
A estas alturas, Sparrow es lo único que vincula a las ahora cuatro películas. Lamentablemente sí se echa de menos la presencia de Bloom, Knightley, de la mitad de la tripulación y al mismo Perla Negra, Davy Jones, y sobre todo, la trama bien planteada que tenían las anteriores películas. Esta última parece carecer de consistencia, lo que no la hace menos entretenida, pero sí considerablemente menos impactante y trascendente.
De más de 120 minutos de duración -innecesarios- la película vuelve a darle al público una dosis de piratas, tesoros y fantasía, que nadie más ofrece en estos momentos en el cine, y llega a la cartelera como el primer gran estreno de verano del año, carente de explosivas emociones y situaciones únicas, pero llena de posibilidades y eslabones abiertos para un posible futuro, en el que la gente seguirá pidiendo una dosis de piratas en el océano, que plenos de libertad, estén en busca del tesoro más grande del mundo que les dará felicidad (justo lo que todos buscamos).
Los sueños de Walt Disney se volvieron una realidad tangible en cada parque de diversiones: darle a su público una experiencia única, multisensorial y que sólo fuese posible en Disneyland, y para lograrlo, no escatimaba en tecnología, costo ni producción. Varias décadas después, su sueño ha trascendido las paredes de sus parques y ha podido invadir de aventuras a prácticamente más de la mitad de la población mundial. Seguro es entonces que la casa Disney continuará cosechando frutos y explotando el concepto que alguna vez imaginó su dueño.
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