Francotiradores y cine invisible

Por Manu Argüelles

Festival Internacional de Cinema d'Autor

En una de esas mini conversaciones típicas de las redes sociales debatía con unos amigos el término cine de autor. Estábamos de acuerdo en que aplicarlo como una etiqueta era sumamente resbaladizo por los peligros que puede conllevar, ya que puede inducir a discriminar a otro tipo de cine (el de género, por ejemplo), en detrimento de lo que se acote con el concepto. Así pues, la autoría es algo sumamente laxo como para tratar de ponerle un coto que siempre acabe entrañando algo de injusticia para todas aquellas que queden fuera. Consensuamos finalmente definirlo como aquel cine caracterizado por ser fruto de una expresión personal y por ende, hablamos de algo transversal y capilarizado en el amplio universo cinematográfico. Como a continuación veremos a través del D'A y especialmente por su Sección Oficial, denominada muy adecuadamente, Direccions (Direcciones), el cine que pudimos ver en el certamen viene caracterizado por reflejar una actitud personal y específica. Una mirada que siempre conlleva un ejercicio de riesgo y apunta líneas de manifestación cultural que buscan la experimentación; un cierto sentido performativo, en cuanto delinea enunciados, si se quiere llamarlos en algunos casos como disidentes, que ya en su propio funcionamiento marcan líneas proyectivas hacia el futuro. Es un cine invisible, como lo denominan desde la revista Cahiers du Cinema España, o de francotiradores, que busca escapar de las líneas maestras acostumbradas en la narración hegemónica y que centra sus inquietudes y preocupaciones, no solo en lo que se cuenta (fustes dramáticos que se enfrentan a problematizaciones de nuestro tiempo, además de establecer líneas de reflexión sobre aspectos periféricos poco frecuentes en el cine mayoritario), sino cómo plasmarlo. Hay un esfuerzo patente a través de una escritura, en muchos casos flameante, que hace llamar la atención sobre sí misma, para así distinguirse en su especificidad. El cine que pudimos ver en D'A, en líneas generales, le cuesta encontrar alojo en los canales de distribución mayoritarios, por lo que, en consecuencia, circula por circuitos alternativos como la propia red de festivales. D'A, en su primera edición quiere convertirse en un espacio de visibilidad de este tipo de propuestas y facilitar el acceso a cinematografías y nombres que no tienen una exhibición garantizada.

Así pues, el certamen no lo tenía fácil, habida cuenta de la oferta cultural ya existente en la ciudad y sobre todo, suponía una revalidación del crédito conseguido en la anterior trayectoria de parte del equipo organizador de las doce ediciones del BAFF, Festival de Cine Asiático de Barcelona. ¿Confirmaron las expectativas creadas? Podemos afirmar rotundamente que sí. Pudo enorgullecerse de contar con una selección compacta y robusta que ofreció una programación intachable. La organización funcionó como un reloj suizo, todo discurrió con suma placidez, sin que uno pudiese encontrarse con desagradables sorpresas o con películas que no mereciesen el honor de estar seleccionadas. El nivel de calidad fue bastante más que óptimo. Aquí, un  servidor solo encontró una película que quizás no merecía contar con el honor de estar en el conjunto: Julien de Gäel Lepingle, insatisfactorio documental francés, contemplativo y redundante, próximo al paradigma observacional, que busca encontrar un lirismo que deviene en muchas ocasiones forzado, además de contar con una tosquedad que distancia más que aproxima (esos zooms dignos de un videoaficionado al coger por primera vez una cámara doméstica), para tratar de realizar un retrato de la adolescencia (masculina) en un remoto pueblo del sur de Francia, con un uso de planos prolongados y sostenidos, que en su delectación por el rostro que filma, alcanza casi una cierta inclinación cercana a la paidofilia.

El evento también contó con los realizadores responsables de los films inscritos en la sección paralela Autoria Catalana: Lluís Galter de Caracremada, Daniel V. Villamediana de La vida sublime, Elena Trapé de Blog, Félix Fernández de Castro de María y yo e Isaki Lacuesta de La noche que no acaba. No solo presentaron sus respectivos films sino que se creó un pequeño espacio para que el público pudiese interaccionar con ellos después de la proyección. De la misma manera, Mia Hansen-Løve se acercó a presentar su film, El padre de mis hijos (Le père de mes enfants), días previos a cuando pudo entrenarse en pantallas españolas. Un delicado, sensible y sutil film francés que explica con un pasmoso naturalismo y verosimilitud, la vida profesional e íntima de un productor de cine independiente, acuciado por graves problemas financieros. Además todas las películas de la Sección Oficial contaron con la presencia de críticos para contextualizar los largometrajes mostrados.

El conserje de L'illusion comique (Mathieu Amalric, 2010) empieza el film dirigiéndose al público: "Cree todo lo que ves", para que esa sentencia acabe siendo cuestionada, una vez que se desvelen los diversos pliegues de la escenificación que se ha dado a cabo en la ficción. En la exacerbación de lo visual de nuestro tiempo contemporáneo qué preguntas plantean los films ante lo que muestran. El siempre persistente metalingüístico Hong Sang-soo en  Oki's movie (2010) incide en sus juegos estructurales con el relato mediante la fragmentación del mismo en varias secciones, para al fin presentar dos segmentos contiguos en un epílogo, la propia película de Oki, para dirimir un cuestionamiento de todo lo visto hasta ese momento. Su rúbrica minimalista y llana se sirve del mecanismo de la repetición para incidir en los matices de lo que parece ser idéntico y así encontrar los puntos diferenciales e imperceptibles que cuestionan constantemente al cine como mecanismo de reproductibilidad. De esta manera, su transparencia en la puesta en escena siempre acaba controvertida en el mismo espacio fílmico, desvelando su capa de artificio y de engaño. La narración muestra su bifurcación frente a una misma situación, para evidenciar la no validez de la linealidad narrativa convencional como forma de expresión clarividente y unívoca. Frente a este escepticismo en torno a la imagen y su estatuto engañoso (la argentina Por tu culpa también reflexiona sobre la ambigüedad de lo que vemos), dos films, casualmente de realizadoras, optan por la disposición franca y verosímil de la ficción, mediante una construcción higienizada y sencilla que trate de ser lo más fiel al devenir de la vida. Se trata de una apropiación concienzuda que nos deja  un resultado sereno y fluido. Se realiza un ejercicio mimético tan convincente que el espectador recibe el pulso realista como algo sincero. Con un trabajo actoral soberbio y una organización fílmica al servicio de los personajes y no al revés, las ya citadas Blog y El padre de mis hijos persuaden y convencen con sus sugerencias. Dejar que la vida se filtre por las bisagras de la imagen para revelar algo auténtico.

Las direcciones de D'A, como vemos, son dispersas y no confluyen todas en una misma línea. Pero sí que encontramos una nota que se acumula en varios de los films presenciados. Estamos ante un cine de sensaciones fuertes y que trata de aprehender experiencias situadas en los límites. Los compartimentos genéricos devienen líquidos y se procede a una hibridación que difumina fronteras y límites (tanto en el grafismo visual como en lo dicho, con la ruptura de tabús). Se procede a una reconfiguración de las convenciones cinematográficas para entregar emociones intensas. Desde la sosegada y respetuosa forma de apropiarse del western de Meek's Cutoff (Kelly Reichardt), de las mejores vistas, sino la mejor, hasta las más enfermizas y perturbadoras: Cold fish (Sion Sono) y Post Mortem (Pablo Larraín), con una nueva lectura al género de terror, para resultar absolutamente espeluznantes. En medio, en un tono distendido y lúdico, Cold weather  (Aaron Katz) y Outrage (Takeshi Kitano), con el cine de detectives y el yakuza-eiga respectivamente, para manejar el género como un artefacto con el que divertirse.

Siguiendo la evocación de vivencias en los bordes, la supervivencia como el estado supremo de la desaparición de lo social, hace carta de presencia en los largometrajes convocados en Promeses de l'Est (Promesas del Este), con una alta dosis de depuración y abstracción: la polaca y satisfactoria Essential Killing (Jerzy Skolimowski) y la rusa, más formalizada, irregular y desmesurada en metraje,  How I ended this summer (Alexei Popogrebsky). La caza del hombre por el hombre, en una deshumanización de la que emerge una animalidad salvaje inherente a la esencia humana.

No podemos finalizar sin hacer mención a obras personalísimas que hacen uso del exceso barroco para configurar universos inalienables y plenamente subjetivos, que constituyen un derroche estético sin parangón. Hablamos de la retrospectiva de Guy Maddin, cineasta que legitima él solo que exista la vanguardia en el cine actual. Y tiempo al tiempo, pero João Pedro Rodrigues, con su tercera película, Morrer como um homem, está llamado a seguir el sendero abierto por el realizador canadiense. Maneras apunta.

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