Siendo el BAFF un festival pionero en España y uno de los primeros de Europa, en tanto escaparate de cinematografías orientales, sorprende que haya tardado tantas ediciones en insertar el anime dentro de sus propuestas. La edición de este año, al ser la de arranque, todavía no ha delimitado con líneas claras el carácter bicéfalo del certamen, pero sí que ha impresionado sus intenciones para futuras ediciones. Se le ha dedicado un cartel específico, pero ninguna de las películas mostradas optaba a concurso, salvo el premio del público. Del ramillete de películas, se ha optado por una cierta vigencia y dos de ellas se han estrenado en exclusiva para el festival. Han sido One Piece: Strong World y Redline. En lo que se refiere a One Piece: Strong World, ello ha provocado el entusiasmo general de los otakus, en cuanto era el preestreno de la cinta en Europa y uno de los largometrajes más ansiados y esperados, dado que no se encuentra disponible en la red.
Y es que el anime, en lo que a España se refiere, con la entrada del nuevo milenio, ha quedado prácticamente reducido a perímetros internáuticos, donde las comunidades consteladas de usuarios consiguen las cintas, débilmente distribuidas en circuitos convencionales, además de subtitularlas, en una muestra de devoción y entusiasmo ante un tipo de cine bastante hermético para el neófito, en claro paralelismo al universo del cómic o del mismo manga, del que parten no pocas producciones. Pero sobre todo internet se convierte en una herramienta de comunicación indispensable para compartir su afición común a través de foros y diversas redes sociales. Atrás quedó la época de los noventa con su explosión en nuestras pantallas catódicas. La red permite una accesibilidad a los materiales, que tiempos atrás era impensable, pero al saciar eficazmente las pulsiones fagocitadoras que ansían urgencia, acabó por hundir la incipiente industria videográfica nacida en la era de Dragon Ball o Pokemon.
Curiosamente, cuando acaba recluido en redes virtuales, Hiyao Miyazaki adquiere consideración de autor y status de creador importante, gracias al Oscar y al Oso de Oro en el Festival de Berlín para El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, 2001). El logro conseguido con este film sienta un precedente en Occidente, dado que consigue romper las presuntas barreras existentes entre el cine de animación y el de imagen real. Y consigue adentrarse en circuitos prestigiosos, hasta entonces impenetrables a todo lo que sonase a dibujo animado. Sin esta hazaña sería impensable que una película como The sky crawlers compitiese por el León de Oro en la edición del 2008 del Festival de Venecia.
Con la entrada de la animación japonesa en el BAFF, el certamen abre sus puertas a un nicho de público diferente al tradicionalmente consolidado. No tienen por qué ser excluyentes, pero la película estrella en cuanto a recepción de público, One Piece: Strong World, certificaba que la audiencia asistente pertenecía a una estratificación distinta de la que pudiese encontrarse en otras sesiones del festival.
Aunque eso mismo podía contradecirse cuando uno acudía a ver Summer Wars, que ya contaba con el premio al mejor largometraje de animación en el festival de Sitges del 2009. Y es que la heterogeneidad, la dispersión de líneas narrativas y formales, junto con las interminables ramificaciones, forman un denso e inabarcable paisaje que no le hace justicia esa preconcepción generalizada, un tanto simplista, conforme puede entenderse como un género cinematográfico destinado a un público joven. El BAFF nos demostró que esa afirmación no es correcta. Y para muestra, estas cinco películas que hemos seleccionado para reseñar.
Bibliografía:
Navarro, José Antonio (coord.): Cine de animación japonés. San Sebastián, Donostia Kultura, 2008
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Muy interesante. No voy nunca al BAFF, a ver si me "anime" el año que viene.
(Ya sé, es un chiste horrible!)
Ahora en serio, creo que el BAFF tiene vocación de dignificar un cine que al principio era poco conocido o sólo conocido por las pelÃculas de artes marciales o las cintas de Bollywood. Por lo tanto el criterio de programación estaba basado en mostrar films de "autor", con este lenguaje pausado y simbólico que lo caracteriza, a grandes rasgos. Por eso, hasta que no ha salido un Miyazaki no han considerado que era suficientemente "arty", el género del 'anime.