La trilogía de Volver al futuro o Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985-1989-1990), traducción literal del nombre original, Back to the Future, según de la orilla del charco con que se mire, es sin duda pura nostalgia de los ochenta. Un momento dónde la ciencia ficción se dio de la mano con la comedia y con el drama romántico, como parte de ese particular mestizaje de los géneros cinematográficos que se inició en la década. Dando paso a historias protagonizadas por viajeros del tiempo, que van al pasado o al futuro, no para presenciar grandes acontecimientos, como otrora el protagonista de La máquina del tiempo (George Pal, 1960) que es testigo de la Segunda Guerra Mundial y de un futuro holocausto atómico, o para cambiar el curso de la historia, como los militares norteamericanos que se plantean el dilema de intervenir o no en el bombardeo de Pearl Harbour en El final de la cuenta atrás (Don Taylor, 1980), sino que simplemente, accidental o premeditadamente, aprovechan el viaje para modificar sus historias personales, que pasan principalmente por el plano afectivo de la juventud. Así nos encontramos a Richard Collier (Christopher Reeve), que busca a su amada en Algún lugar del tiempo (Jeannot Szwarc, 1980) o Peggy Sue (Kathleen Turner) la protagonista de Peggy Sue Got Married (Francis Ford Coppola, 1986) que intenta cambiar el curso de un futuro matrimonio, ambos viajeros ejemplares del individualismo reinante de los ochenta.
Y en medio de estos viajeros, está Marty McFly (Michael J. Fox), un auténtico adolescente norteamericano de los ochenta, que desea ser guitarrista de rock, e inicia accidentalmente un viaje al pasado, en la primera parte de la trilogía (1985), para hacer todo lo posible por consolidar el romance de sus padres y procurar la futura existencia de él y sus hermanos. Sin embargo, su viaje es obra y gracia del Dr. Emmett L. Brown (Christopher Lloyd), alias "Doc", un estereotipado científico loco de las producciones de los sesenta y setenta que trabaja en solitario, y que más bien es un desadaptado en los ochenta, donde ya este tipo de trabajo empieza a estar en manos de laboratorios científicos, como en el remake de La cosa (John Carpenter, 1982) e incluso en la década siguiente, en manos de empresarios inescrupulosos como los de Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993). Ambos personajes son la personificación de este particular híbrido de géneros, producto de la unión de la naciente comedia de adolescentes americanos y la respetable ciencia ficción de antaño, cuyos rostros en la pantalla grande del momento, los de Fox y de Lloyd, eran los del "hombre lobo adolescente" en Teen Wolf (Rod Daniel, 1985) y del Comandante Kruge en Star Trek III: En Busca de Spock (Leonard Nimoy, 1984).
Así, el desafío al tiempo, como esa fuerza vital que se mueve eternamente hacia adelante, sin interferencias o interrupciones, en la trilogía de Back to the Future, consiste en la posibilidad de intervenir el pasado o el futuro, adaptándolo al éxito y bienestar personal, sin importar los grandes acontecimientos históricos que puedan marcar la vida del planeta. Sus viajeros son absolutamente poderosos, pueden mover ellos mismos las piezas del tablero del juego universal, con la debida cautela, si es de su conveniencia. Incluso se pueden enfrentar con sus otros yo, de otros tiempos, y prevenir que actúen erradamente, o simplemente aceptar el destino ancestral al que han sido condenado sus ascendientes o descendientes. No hay que olvidar que en plena Guerra Fría el ser humano de los ochenta se considera poderoso, al saber que está al alcance de la mano de un algún mortal el botón de destrucción del planeta, lo que lo hace dueño de la vida o la muerte, cual Dios todopoderoso.
El pasado no está escrito
El primer desafío al tiempo en la primera parte de la trilogía (1985) es la creación de universos paralelos. El pasado deja de ser ese tiempo del recuerdo y el futuro ya no es una larga espera, están al alcance de la mano y los podemos re-escribir a nuestro antojo, creando cuantas versiones nos sean necesarias. Por lo que nos encontramos a lo largo de la trilogía con una línea de tiempo "histórica" o del recuerdo, y otras "paralelas", producto de la intervención de los protagonistas en sus viajes en el tiempo con el DeLorean, un vehículo convertido en máquina del tiempo, que al pasar los 140 kilómetros por hora cruza la barrera del tiempo.
El accidental viaje de Marty de 1985 a 1955 crea una nueva línea de tiempo, o un 1955 paralelo: al evitar Marty que su futuro padre, George McFly (Crispin Glover), caiga de un árbol, es él quien conoce a Lorraine, su futura madre (Lea Thompson), por tanto a partir de este incidente debe evitar la relación incestuosa con su madre y actuar cual celestino para que sus futuros padres consumen su romance. Por otra parte, Marty deja una carta de advertencia a Doc sobre su asesinato en el histórico 1985. Sin duda, las acciones de Marty alteran la línea histórica y crean el paralelo 1955, con sus consecuencias a futuro, se crea también un 1985 paralelo. Así los McFly, que en un principio de la película aguardan junto a la televisión en la mesa familiar la salida de la cárcel de un pariente, dan las pautas evidentes de ser una familia de un estrato social medio-bajo, compuesta por una madre alcohólica, un padre empleado y explotado por su supervisor, y con un hijo, Dave McFly (Marc McClure), que por su uniforme, se delata como empleado de un local de comida rápida. Todo cambia con el regreso al futuro de Marty, que amanece en el 1985 paralelo y mejorado: la casa de la familia, que es la misma, está decorada con gusto, lo que inmediatamente delata su ascenso social, su padre es un exitoso escritor de ciencia ficción y forma junto a su madre una feliz pareja, mientras que su hermano viste traje y corbata para trabajar, y como plus le aguarda en el garaje una 4x4 último modelo, que codiciaba al principio de la película, o en el 1985 histórico. Igualmente ha evitado la muerte de Doc, quien cuando es tiroteado en el 1985 histórico, se salva en el 1985 paralelo, gracias a la carta de advertencia de Marty, por lo que pudo prever el uso de un chaleco antibalas.
A su vez el viaje en el tiempo de Marty queda señalado en detalles externos que componen el 1985 paralelo: el estacionamiento del centro comercial donde prueban el DeLorean al comienzo de la película se llama "Twin Pines" (Pinos Gemelos), pero cuando Marty regresa a 1985, ahora el 1985 paralelo, para salvar a Doc, el centro comercial se llama "Lone Pine" (Pino Solitario). Esto se debe a que cuando Martí recién llega al 1955 histórico pisa uno de los pinos que estaba plantado en la zona, por tanto su acción, o alteración, da curso al 1955 paralelo.
Por otra parte, y como un recurso a lo largo de la trilogía, los documentos históricos, como fotos, cartas y periódicos, son susceptibles de modificaciones en los universos paralelos. Es más, son utilizadas por los viajeros como indicadores del futuro o pasado que se va a materializar. Así Marty, en esta primera parte de la trilogía, utiliza la foto de sus hermanos, de la que a ratos de desvanece la imagen, pero que finalmente se vuelve a estampar, como un medidor de la consolidación de la relación amorosa de sus padres, lo que permitirá a futuro su existencia y la de sus hermanos.
Yo y mi otro yo
Si bien en la segunda entrega de la trilogía (1989) se continúan creando universos paralelos por los viajeros del tiempo, sus pasos traen una nueva secuela: el encuentro en el mismo espacio y tiempo de los personajes con sus otros yo.
El premeditado viaje al futuro 2015, en el cual la pareja adolescente de 1985 compuesta por Marty y Jennifer (Elisabeth Shue) son conducidos por Doc para salvar a sus futuros hijos, hace que ambos encuentren a sus respectivos yo del futuro. Marty se contempla a sí mismo como un fracasado padre de familia que acaba de ser despedido, mientras que Jennifer tiene un sorpresivo encuentro cara a cara con ella misma en el depauperado hogar que ha creado con Marty, lo que provoca a ambas un desmayo instantáneo.
Mientras Marty intenta salvar a su futura familia, Biff Tanne (Thomas F. Wilson), el otrora el bravucón de la clase de 1955 y ahora apacible anciano en el 2015 paralelo, roba el DeLorean y viaja al pasado, al 1955 paralelo, para encontrarse consigo mismo. Su objetivo es entregarse a sí mismo, joven, un almanaque con los resultados deportivos de los próximos años. Este encuentro generara a futuro un nuevo 1985 paralelo, que en contraposición al creado por Marty, es absolutamente sombrío: Biff será el dueño de un imperio del juego y estará casado con Lorraine, la madre de Marty. Para evitar esta tragedia, que Marty descubre al regresar al nuevo 1985 paralelo, decide regresar nuevamente al 1955 paralelo, para robar el almanaque a Biff, y lograr que todos los hechos vuelvan al curso de su conveniencia. En esta nueva vuelta a 1955, Marty se contempla así mismo, contemporáneo, como el viajero de la primera parte de la trilogía. Volvemos a ver las mismas escenas del 1955, paralelo, pero bajo el punto de vista de Marty en su segundo viaje: se contempla a sí mismo en el automóvil con su madre y detiene tras bastidores a la pandilla de Biff que intenta sabotear su propia interpretación de "Johnny B. Good", como un clarividente de la obra de Chuck Berry, en el escenario del baile, en el cual sus padres consolidan su romance. Aquí el principal trabajo de Marty es no alterar el curso de los acontecimientos del 1955 paralelo, que él mismo generó a su conveniencia. Por otra parte, el Doc del 2015 ayuda disimuladamente al Doc joven de 1955 a preparar su instalación eléctrica para el inminente viaje de retorno del DeLorean, en la primera parte de la trilogía.
Sí bien Marty y Doc colaboran con sus acciones a su propio bienestar y el de los suyos, mantienen siempre una distancia prudencial de sus otros yo, respetando el curso de sus vidas en su respectivos espacios y tiempos. Sus acciones se asemejan a los "Eternos" que creó Asimov en "El fin de la eternidad", agentes que se ubican en puntos estratégicos del tiempo para ayudar a la humanidad a evitar catástrofes. En contraposición, Biff como eterna polaridad negativa del héroe, se enfrenta premeditadamente, cara a cara, a sí mismo, ocasionando su desafío un efecto absolutamente catastrófico en el futuro de 1985.
El destino familiar
Si bien los viajeros del DeLorean nos demuestran reiteradamente que el pasado y el futuro los podemos acomodar a conveniencia, en la tercera parte de la trilogía (1990) se enfrentan a un desafío imposible de vencer: la predestinación familiar. Ascendientes y descendientes, generación tras generación, está marcada por un destino intransigente. Forman eternas familias endogámicas, cuyos rostros y roles se repiten una y otra vez en el tiempo. Al viajar, Marty a buscar a Doc en el pasado paralelo de 1885 que creó el mismo Doc, se encuentra con su antepasado irlandés, Seamus McFly, que por supuesto interpreta el mismo Fox, y que está casado con Maggie (Lea Thompson), la misma actriz que interpreta a la futura madre de Marty. Mientras que Biff Tannen es ahora Buford Tannen, que sin quitarse la etiqueta de antagonista, es un malvado pistolero del Oeste apodado "Perro Loco", y en consecuencia, destinado a batirse a duelo con Marty, como ya lo hizo en 1955. Por otra parte, y para reafirmar este destino familiar, un personaje secundario como el director Strickland del Instituto de Hill Valley (James Tolkan), reaparece en el pasado como el Comisario Strickland, cuya misión, tanto en un tiempo como en otro, es velar por el orden.
Igualmente hay acontecimientos que se repiten una y otra vez en las líneas de tiempo, los mismos gags interpretados en diferentes momentos por ascendientes o descendientes de las mismas familias. Así, Marty, en la tercera parte de la trilogía, al levantarse de la cama en la granja de sus antepasados, lo primero que hace es fijarse si tiene los pantalones puestos, recordando la escena similar en la primera parte, cuando Lorraine, su madre y ahora su antepasada, le había quitado los pantalones. Igualmente Biff/Buford Tannen, siempre al final de sus derrotas (1885-1955), es coronado por una montaña de estiércol que accidentalmente cae sobre él.
Por otra parte, y a diferencia de los otros personajes, Doc es un ser absolutamente desarraigado, no se topa con ascendientes en el pasado paralelo de 1885, pero tampoco lo rodean familiares en el presente de 1985 ni en el futuro 2015. Sin embargo, encuentra el amor en la figura de Clara Clayton (Mary Steenburgen), una maestra amante de la obra de Julio Verne, y forma junto a ella una familia en el lejano Oeste, escapando así del tiempo al que pertenecía, con un de destino excéntrico y solitario al que estaba condenado en las dos primeras partes de la trilogía. Esta huida final acentúa su carácter de ser literalmente un hombre "fuera de su tiempo".
La nostalgia Pop
Paradójicamente la trilogía de Back to the Future, con sus viajes en el tiempo, se presta para la nostalgia personal del espectador, ese sentimiento de carencia o pérdida por lo que ya no se tiene, por lo que el tiempo se ha llevado. Los estrenos en los ochenta de la primera y la segunda parte de la trilogía, se enmarcan en una ola de películas comerciales, que se inició de algún modo con Grease (Randal Kleiser, 1978), y que rescatan los años cincuenta y los reivindican como el inicio de la cultura adolescente norteamericana. Y la última parte de la trilogía, con el viaje al lejano Oeste, acentúa no sólo la nostalgia de un tiempo lejano, de un siglo atrás, sino de un género cinematográfico casi extinto, salvo por algunas excepciones: el western.
Pero ver hoy Back to the Future, es absoluta nostalgia de los ochenta, sobre todo, un repaso musical que, se quiera o no, conforma la banda sonora de toda una generación, dónde sin duda Michael Jackson era el "Rey del Pop": Marty interpreta nerviosamente el paso "moonwalk" y tararea "Billy Jean" en el salón de Hill Valley, en el 1885 paralelo, al momento que Buford Tannen le dispara a los pies, o en el "Café de los 80", en el 2015 paralelo, se escucha "Beat it" y una figura virtual del cantante funge como camarero en una pantalla. Por otra parte, y esto ya se puede contar como autocitas o citas preferenciales del padre productor Spielberg, repasamos la iconografía cinematográfica del momento: al llegar Marty al 2015 lo sorprende un 3D del estreno de "Tiburón 19", como alusión futurista al novedoso estreno en 3D de Tiburón III (Joe Alves, 1983). Igualmente, cuando Marty va a la casa de George McFly, su padre lo despierta con la música de Van Halen de su "walkman" y vestido con su traje antirradiación se presenta como "Darth Vader" del planeta "Vulcano", haciendo honor simultáneamente a dos trilogías capitales de la ciencia ficción: Star Wars y Star Trek. Y si a estos retazos del recuerdo le agregamos nuestra juventud de veinte años atrás, regresamos instantáneamente al pasado, a los ochenta perdidos. Pero al volver al futuro, nuestro futuro, afortunadamente, no nos encontramos con la caricatura que creó Zemeckis: no nos espera una mini pizza por hidratar para la cena y el café de la esquina no tiene la figura histórica de Ronald Reagan. ¡Qué alivio!
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