Cine y polí­tica: Caso Chalbaud

Por Pablo Abraham

Román ChalbaudSemanas atrás, la sección "Simón Bocanegra", del diario venezolano Tal Cual,  fue dedicada al cineasta venezolano Román Chalbaud, emprendiéndola durísimo contra el cineasta más reconocido tanto dentro como fuera de su país. Esto como resultado de esa especie de apego incondicional al oficialismo gobernante actual en Venezuela por parte del director de El pez que fuma, que lo ha  llevado a defenestrar lo que se conoce ahora como la "Cuarta República", es decir, el período histórico antes de la llegada de Hugo Chávez al poder. Suerte de mezquindad e ingratitud de quien fue, desde los años setenta, el cineasta más exitoso y admirado por las élites cultural y social, y apoyado desde las instancias oficiales en cada uno de los períodos gubernamentales hasta 1999.

Chalbaud condecoradoHace poco circuló por Internet, una fotografía del cineasta y dramaturgo al lado del para ese entonces presidente Jaime Lusinchi, responsable de uno de los períodos gubernamentales venezolanos (1983-1989) más tristemente recordados por los escándalos de corrupción. Esa foto correspondía a una condecoración otorgada por Lusinchi al cineasta, a quien se ve por demás, muy feliz recibiéndola.

Jamás pondremos en duda el valor del cine de Chalbaud, quizás el retrato del país más enjundioso y directo que haya hecho el cine en los años setenta y ochenta, pero ese intérprete de la realidad venezolana que llevaba una evidente carga política y social, parece haber desaparecido ante la etiqueta endilgada de "cineasta oficialista" del régimen chavista, con toda la intención peyorativa que esto en la realidad venezolana actual conlleva: el desprecio de los que se oponen al gobierno.

Fotograma de Caín adolescenteHombre de teatro primero, Chalbaud debutó a finales de los cincuenta con un melodrama pasional, Caín adolescente (1959), uno de los primeros acercamientos al barrio, realizado de manera independiente, y cuyo proceso de producción se tardó dos años. En ese entonces gobernaba con mano férrea Marcos Pérez Jiménez, y el autor, pocas semanas antes de la caída del dictador, fue encarcelado y la cinta estuvo a punto de ser destruida por los esbirros de la policía del régimen, según cuenta el propio cineasta. Es, digamos, su primer contacto con el estamento político. Lejos estaban las aspiraciones de una Ley de Cine o del espontáneo aporte del Estado venezolano a la producción cinematográfica, algo que ocurriría dieciséis años después, cuando son aprobados los primeros créditos, de los cuales Chalbaud sería uno de los beneficiados: Primero para rodar Sagrado y obsceno (1975), y luego, en la segunda tanda de créditos, para hacer El pez que fuma (1977), su película más emblemática de esos años, retrato político-social del país a través de la radiografía de un prostíbulo.

Antes de eso, Chalbaud rodaría con suerte Cuentos para mayores (1963), un film compuesto de varias historias de las que una de ellas La oficina del supernumerario, sobresale por su ácido retrato de un empleado público y la burocracia que lo rodea. Es su única producción durante una década huérfana en estímulos al cine de ficción, por lo menos.

Sagrado y obscenoA partir de ese año fundamental de 1975, la carrera cinematográfica de Chalbaud no tendría obstáculo alguno para su desarrollo, realizando al menos una película al año (incluso dos en un mismo año, como fueron los casos de El rebaño de los ángeles y Bodas de papel, estrenadas ambas en 1979), bien con apoyo total o parcial del gobierno de turno. Lo que completaría con Carmen la que contaba 16 años (1978), un total de cinco títulos en igual número de años.

Luego, en los años ochenta de la "Cuarta República", vendría otra camada más de seis títulos, de indiscutible éxito de público, por demás; para terminar con tan sólo dos títulos en los noventa, la década menos productiva del cine nacional, a pesar que fue allí cuando se aprobó definitivamente la Ley de Cine (1993).

Jamás se prohibió o dejó de financiarse obra alguna de Chalbaud, ni cinematográfica ni teatral, incluso trabajó para la televisión, en Radio Caracas Televisión concretamente, televisora cerrada, hace cuatro años por el oficialismo, hecho celebrado y apoyado por el cineasta.

Cineasta oficialista

El escritor, guionista y dramaturgo, Edilio Peña, en un artículo ha desvelado las dos modalidades imperantes en el cine venezolano actual: La de irse al pasado histórico para exaltar la figura de héroes patrios y tratar de ofrecer una nueva visión de acuerdo a los nuevos tiempos revolucionarios; y la de evadirse de los problemas reales del presente optando "por un cine bucólico, con una visión turística de lo rural, o por un cine social que se resuelve en moralejas edificantes, ocultando la responsabilidad del poder, con personajes que están de espaldas a su propia realidad o a sus pesadillas".

El autor pone al cine realizado por Chalbaud, a lo largo de estos doce años de gobierno chavista, en la primera modalidad, algo que se cumple en parte, pues han sido sólo tres las cintas realizadas por el cineasta desde que rodara Pandemónium, la capital del infierno en 1997. Sin dudas, se trata de una producción pírrica siendo el autor más mimado por el oficialismo.

Ciertamente, esta tres cintas han querido ser una revisión histórica, algo bastante alejado de los intereses del cineasta, acostumbrados como estábamos a verlo cómodo, para bien o para mal, en algunos casos, observando a su manera la realidad venezolana. El caracazo (2005), la primera de esta camada, si bien se trata de historia reciente, no es más que un panfleto mal concebido e indigno de un autor como Chalbaud, un relato coral que tiene como trasfondo las protestas surgidas en febrero de 1989 contra el paquete económico que se quiso imponer a la población venezolana, pero que en manos del realizador resulta en un intragable film lleno de una ideología militarista irritante.

La cinta fue, para ese entonces, la producción más cara del cine nacional y su autor se excusaba del excesivo costo, alegando que era más barata que la media de las cintas producidas por Hollywood. Jamás aceptando que se trataba de un encargo, hecho a la medida de los requerimientos oficialistas.

Zamora, cartelPeor aún es el caso de Zamora, tierra y hombres libres (2009) -ya comentada en estas mismas páginas-, costosísima producción de la Villa del Cine, sobre la vida de un caudillo de la independencia venezolana, ejemplo errado de cine histórico o de "biopic", un film que va de un personaje o figura histórica a otra, haciendo alarde en la recreación de una batalla u otra, incapaz de levantar vuelo alguno ni de despertar la más mínima emoción, constituyéndose en uno de los más alarmantes fracasos de taquilla al ser vista tan sólo por 7.500 espectadores. La cinta fue encargada directamente por el presidente Chávez, frente a las cámaras de televisión, al mismísimo Chalbaud en su programa dominical "Aló Presidente".

Brújula perdida

En Tal Cual, del domingo 12 de junio, nuestro querido amigo, también colaborador de EL ESPECTADOR IMAGINARIO, escribía un artículo que sonaba en defensa de Chalbaud, alegando que la filmografía de cualquier autor no debería ser despreciada tan sólo por lo que ha hecho recientemente. Ejemplos sobran, dice Héctor Concari, de autores amparados bajo el ala del poder oficialista. Tiene razón Concari. Pero Chalbaud parece haber perdido la brújula al estar embelesado por su actual condición de ser el "cineasta del régimen" y de llenarse la boca diciendo que es un "hombre de izquierda", como si eso importara más que su talento.

Días de poderLo demuestra su último film, Días de poder, estrenado el pasado 3 de junio, desacertado planteamiento acerca de un luchador de los tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez, que con la llegada de la democracia venezolana, a principios de los años sesenta, traiciona sus ideales. La película intenta, sin lograrlo, realizar una crítica al desempeño del partido Acción Democrática, cuyos líderes fueron los protagonistas de las luchas contra la dictadura y fueron también los actores principales de la reconstrucción del país durante esos primeros años, más allá de lo mal o bien que se llevó a cabo esa reconstrucción, y más allá de lo que uno pueda opinar a favor o en contra de ese partido y su desempeño a lo largo de la historia política de la Venezuela contemporánea. Chalbaud es incapaz de enjuiciar debidamente esa actuación y se desvía del problema central, a pesar de los elementos dramáticos en juego alrededor del protagonista, como el conflicto que mantiene con su hijo estudiante universitario, las relaciones con las distintas mujeres que lo acompañaron sentimentalmente, la relación con los integrantes del partido... Todo en un film aburrido, mal planteado y peor actuado, que, de nuevo, va en camino de convertirse en un soberano fracaso.

Y es una lástima, pues se trata, según el propio Chalbaud, de un viejo proyecto escrito en los años sesenta, conjuntamente con José Ignacio Cabrujas, dramaturgo y guionista desaparecido hace trece años, por lo que debió ser un film mucho más personal que los dos anteriormente realizados, pues entraña un mundo de vivencias llevadas a cabo por sus autores durante esos años.

PandemoniumNo es que uno lamente la pérdida de aquel observador de la realidad circundante, no es tampoco que se le acuse de evadir ahora el presente viajando al pasado intentando hacer cine panfletario. Lo que lamentamos es la ausencia de inspiración, que parece se le agotó después de haber hecho aquella película tan insólita y rompedora como lo fue Pandemónium, que nos dejó a todos estupefactos por su evidente irreverencia al plantear el drama de un poeta sin pies que vive con su madre y su amante en un edificio abandonado en una barriada de Caracas. De nuevo era para hablar del país, del vapuleado país petrolero que por desgracia o suerte, les ha tocado vivir a los venezolanos.

         

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