Inocente hasta que se demuestre lo contrario

El inocente

The Lincoln Lawyer. Brad Furman, EUA, 2011

Por  Cristina Bringas

El inocente, cartel La profesión del abogado y sus actividades siempre han sido símbolo de respeto y admiración, y el cine norteamericano se ha encargado -también- de enaltecer esta actividad, dándole a la audiencia un sinfín de historias y cualidades de un tribunal que dista mucho de la realidad en la mayoría de los países. Sin embargo, aquí y en China, el defensor de los derechos humanos, del interés personal y de la libertad siempre ha sido y será una figura importante y una actividad que muchos desean desempeñar.

Entonces, en la tradición hollywoodense, las películas de juicios y abogados resultan fascinantes: ver cómo resuelven un caso y logran convencer a un jurado respecto a una idea, observar cómo acorralan a un testigo o cómo manejan la situación a su antojo, sólo para demostrar un punto, es lo que vuelve únicas a estas cintas y alimenta la imaginación y la expectativa de quien las observa. Aunque muchos son los filmes que giran sobre estas situaciones, últimamente la producción de este "subgénero" ha disminuido considerablemente.

Sin embargo, esta película que trata de abogado, cliente y juicio, no es la fórmula tradicional de estas cintas. En ésta se pone en tela de juicio la ética de los abogados y la forma en la que llevan los casos. La duda invade al personaje principal y su manera de reaccionar, evolucionar y manejar la situación se volverá lo más importante de la película.

El inocente, fotograma Basada en la novela homónima de Michael Connelly, El inocente es la historia de un recio e ingenioso abogado llamado Michael Haller (McConaughey) y uno de sus clientes: Louis Roulet (Phillippe). Mientras Haller es contratado para defender al joven adinerado, se da cuenta de que las apariencias engañan y que nuestros miedos más grandes pueden volverse realidad en los momentos menos esperados.

Todo, entonces, gira alrededor de la ética de un abogado, y el tema se torna muy delicado, porque -en ocasiones- se interpone el modus vivendi y la necesidad o el status, ante lo que es verdaderamente correcto o lo que uno debe hacer. Tomar por cliente a un culpable debe implicar consecuencias que el abogado debe estar dispuesto a correr, pero entonces, ¿qué pasa si éste no estaba preparado para afrontar una situación de este tipo?, es cuando se puede perder el control de todas las cosas.

El inocente, fotograma El trabajo que ha logrado Furman en la película es ágil, con momentos de tensión, intriga y la dosis suficiente de suspenso. Aunado a esto, las secuencias de juicio y la forma en la que se ha entretejido la trama y la historia valen cada minuto de la película; pero no se limita a estas secuencias tradicionales, sino que se complementa con persecuciones, asesinatos y otra serie de situaciones.

Por supuesto que no estaría todo perfecto si no contara con el reparto adecuado. Matthew McCounaghey se percibe cada vez más maduro y con el potencial actoral suficiente como para darle al papel la fortaleza necesaria. Haller pasa por multiplicidad de estados de ánimo y sufre una importante transformación a lo largo de la película, desde la seguridad ególatra hasta la madurez serena, pasando por la vulnerabilidad y el miedo.

Junto a él, un Ryan Phillippe que no deja de tener una cara de inocencia irremplazable, pero que logra transmitir -aún en su atuendo de junior- toda la maldad y locura que el personaje de Roulet le requiere. Conforme avanza la cinta, vemos cómo su expresión, su mirada y su gesto, en general, se van endureciendo hasta que se transforman completamente con ligeros movimientos.

El inocente, fotograma Entre todo el desarrollo de la cinta, se van percibiendo ciertos toques de trama de detectives y la película remite entonces a cintas al más puro estilo de Chinatown (Polanski, 1974), en donde los encuentros se dan en la calle, mientras la noche se vuelve testigo de los cambios más importantes de la narración.

Si bien, la película no goza de ninguna aportación nueva, especial o valiosa en la cinematografía, su contenido resulta entretenido y termina por contar la historia tal como era requerido, permitiéndole al espectador disfrutar de unos minutos de tensión y entretenimiento. Además, al parecer la versión literaria ha sido respetada muy puntualmente.

Por supuesto, entre todos los acontecimientos del filme, y junto a todo el desarrollo personal y judicial que sucede, también existe una subtrama que se refiere a la relación entre Haller y su ex esposa Maggie (Tomei) que se vuelve un "estira y afloja" que se suscita de principio a fin en la cinta, recondándole a la audiencia que pese a la capacidad e inteligencia de los personajes, son seres humanos que también dudan, cometen errores y deben seguir adelante, y dota de humanidad, sensibilidad y vulnerabilidad a los personajes.

Todo esto hace digerible, balanceada y envolvente la historia de Connelly llevada a las carteleras por un realizador relativamente nuevo, que ha creado una película exitosa que regala diversión y la sensación de haber vivido unos minutos en la realidad de un juicio por muchos soñado, pero que no sólo se gana o se pierde, sino que produce una transformación en quien lo vive.

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