Al contrario de lo que pudiera creerse, Kazajstán es una región de gran tradición cinematográfica. De carácter muy popular, la producción kazaja empezaría a desarrollarse un par de décadas después de la invención del cinematógrafo por los hermanos Lumière. Sin embargo, no sería hasta cerca del año 2000 cuando este cine dejaría de ser un casi completo desconocido para Occidente, al poner en marcha la distribución mundial de sus películas. Incluso obras recientes, como las épico-bélicas de Sergei Bodrov, ponen de manifiesto un desarrollo sorprendente de un cine que comienza a atreverse a jugar en la liga de los grandes con superproducciones internacionales.
Tulpan plantea dos lecturas en lo que concierne a este progreso. Por un lado, supone la consecución del reconocimiento merecido por muchas de las filmografías periféricas al alzarse con el premio "Un Certain Regard" de Cannes en 2008. Pero, por el otro, es inevitable percibir la sensación de que este impulso es débil y corre el peligro de estancarse. Cimentando el razonamiento en esta premisa discutamos sobre una película de porte personalísimo y llaneza extrema, aunque insuficiente en el plano del contenido.
Sergei Dvortsevoy es un experimentado documentalista que ha llevado a cabo su labor en torno a una temática oscura y condicionada por las circunstancias coyunturales; la de los estilos de vida de la Rusia mutante política y socialmente (la disolución de la Unión Soviética y el apagón del comunismo). Como un brusco viraje en su carrera, Tulpan encarna la opción por un tema para el que el cineasta presenta tan poca destreza narrativa como la que transcribe a la suntuosidad de su modus operandi. A diferencia de la mayoría de críticos, no advierto poesía alguna en sus imágenes, sino un acertado y franco relato costumbrista que hubiera dispuesto de una mayor cabida en su género predilecto.
El filme, rodado cámara en mano y sin música, consigue desempeñar una apostillada función de verismo documental a través del pastoreo kazajo (contando con algún profesional del oficio entre el elenco), pero en su plano ficticio evidencia importantes carencias de fluidez narrativa derivadas de la falta de experiencia de su realizador. Esta inocencia propia del novato se filtra al relato que, de tan humilde como se vende, llega a autolesionarse penetrando en una vaga demagogia. Resumiendo, el interés de la propuesta de Dvortsevoy se reduce a la rutina esteparia de las yurtas (chozas de los nómadas kazajos), las tormentas de arena y a un puñado de ovejas parturientas. Es indiscutible la influencia de grandes y primitivos documentales sobre las costumbres de comunidades que se descubren al mundo, como (el también falseado) Nanook, el esquimal (Nanook of the North, 1922) de Robert J. Flaherty, director de gran influencia en el trabajo de Dvortsevoy.
El aspecto más valiente, pero quizá también el más frívolo de Tulpan, es su reservada tentativa de hacer comedia sobre el subdesarrollo de una región. La ignorancia de los fingidos intelectuales que no reconocen al príncipe Carlos de Inglaterra, el presumido entusiasmo modernista que destila para los personajes el tema de los 70, Rivers of Babylon, o aquellas revistas porno que exhibían las primeras tetas de silicona son las únicas notas divertidas que espantan la deficiencia chistosa.
Salvaré la cinta del cate por la astuta interpolación de esa apropiada envoltura del que se muestra como "el sueño kazajo". En la desolación de la árida estepa despoblada, sin señales de civilización en más de quinientos kilómetros a la redonda, aún hay lugar para la dignidad del pobre. Es la eterna disyuntiva entre campo y ciudad, muy socorrida en los dramas rurales, donde hay un mayor arraigo en el terruño. Asa, un muchacho que sirvió en la marina quiere ser pastor y busca esposa. Lo que en un principio es más relevante para él, la difícil conexión con la amada, quien paradójicamente -por haber vivido siempre en la estepa- desea marchar a la ciudad y prosperar, quedará enseguida soterrada en un plano secundario por la estructura irregular de la película, como el medio para lograr el fin, el rebaño, que le será negado mientras no forme una familia.
Un desenlace lógico y artero destaca como el fragmento más rítmico de una historia lenta y poco expresiva. Encuentro normal que productos de este calibre parsimonioso queden relegados a circuitos no comerciales. No obstante, hay una contradicción entre el aparente objetivo y el resultado real: la sutil propaganda reivindicativa de un pueblo no debe orientarse hacia el alivio de la dispersión, pues probablemente convergerá en aburrimiento y prejuicios. Quizá, las alabanzas que comparten una buena porción de la crítica que define esta obra como una "joya asombrosa", procedan de la compasión por un cine de pocos recursos, al consentimiento de un director cuasi debutante y a la admisión de un rodaje en una zona de notoria adversidad atmosférica.
Ficha técnica:
Tulpan, Kazajstán-Rusia-Alemania-Polonia-Suiza, 2008 Dirección: Sergei Dvortsevoy
Producción:
Guión: Sergei Dvortsevoy y Gennadi Ostrovsky
Fotografía: Jolanta Dylewska
Montaje: Petar Markovic, Isabel Meier
Interpretación: Askhat Kuchinchirekov, Samal Yeslyamova, Ondasyn Besikbasov, Tolepbergen Baisakalov
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