Cuando vimos la película en el Festival de Sitges, y seguramente motivado por ser de lo mejor de aquel día (tras unas poco interesantes Número 9 y Enter the Void), nos decantamos por pensar que nos encontrábamos ante una potable adaptación del famoso y (ese sí) inmortal personaje de Oscar Wilde. Meses después revisamos el film... y hay que decir que la impresión inicial se ha desvanecido sutilmente.
El personaje de Dorian Gray, creado por Oscar Wilde en 1890, ha sufrido múltiples vejaciones a la hora de ser llevado a la pantalla (una de las últimas el introducirlo dentro de La liga de los hombres extraordinarios, Stephen Norrington, 2003). Quizá por la complejidad del personaje, quizá por creer que era necesario explicar la historia de Dorian desde una perspectiva más moderna... la verdad es que nunca se ha estado a la altura. Y, esta vez, con el Dorian Gray de Oliver Parker... pues tampoco del todo.
El film se inicia presentándonos a un Dorian inocente, un niño que ha estado estudiando fuera y vuelve a la casa donde creció como heredero, tras la muerte de su abuelo. Al poco de llegar conocerá a Basil, un pintor que queda anonadado con su belleza y que pronto pide al angelical chico poder retratarle. Dorian conocerá también al amigo de Basil, Lord Henry, un vehemente creyente y defensor del hedonismo, que hará desear a Dorian conocer los placeres que hasta el momento le han sido privados. Dándose cuenta de que su belleza es la mejor arma que tiene, el deseo de no envejecer se hará realidad, convirtiéndose el retrato de Basil en el verdadero reflejo de su podrida alma, a medida que avanzan los años y hasta que nuestro protagonista sea consciente de que el camino elegido no le ha llevado, en absoluto, a la ansiada felicidad.
Si la película no estuviese basada en una de las novelas de terror gótico más importantes de la historia, tanto el argumento como el film serían del todo bienvenidos. ¡Ah! pero el dilema surge cuando realmente nos ponemos a pensar... ¿Quién es Dorian Gray?
El Dorian Gray de Oscar Wilde es un personaje total y absolutamente narcisista. Todo gira en torno a sí mismo y a la interiorización de los diálogos con Henry, que le hacen ver que lo único importante en la vida es la belleza. Así, su principal ansia es permanecer eternamente joven, eternamente bello... cueste lo que cueste. Y aquí radica la diferencia principal con la vertiente escogida en el film. Si en la novela, Gray actúa movido por el amor a sí mismo y a la belleza en general, en el film lo hace para seguir experimentando año tras año los placeres de la vida. Y no, no es lo mismo. Encontramos un buen ejemplo en la resolución del romance de Dorian con Sybil, la actriz a la que pide en matrimonio: mientras en la novela Dorian la deja porque ha perdido el interés en actuar, y su belleza radicaba precisamente en eso, en la película Dorian prefiere quedarse en un burdel con su amigo Henry y no llega ni a ver actuar a su prometida.
Esta sutileza argumental es la que propicia que Parker haya podido centrar (y excederse... mucho) la depravación del personaje en sus continuas orgías. Se ha despojado a Dorian de la verdadera lucha interior que sufre en la novela, el sufrimiento por haber conseguido algo antinatural que le está haciendo perder la razón, siendo sustituido ahora por un sentimiento de querer terminar con todo, básicamente por las acusaciones que recibe del resto de sus amigos, cuando se presenta ante ellos veinte años después con el mismo aspecto, pero sobre todo con la misma arrogancia de entonces. En la novela quiere expiar sus pecados. En el film, quiere empezar de nuevo (con la hija de Lord Henry, personaje inexistente en la novela, y que lo único que consigue es dar más morbo en el film -aunque el personaje es uno de los mejores perfilados, aparte del propio Henry).
Hay que reconocer a Parker, eso sí, la impoluta puesta en escena. Las primeras imágenes, con un Londres que parece también pintado, como el retrato de Gray, recuerdan al concepto de ciudad que pudimos ver en Sweeney Todd (Tim Burton, 2007): fantasmal, oscura, agobiante... pero hermosa. Los trajes, con un toque moderno pero siguiendo la estética de la época. Poco uso de efectos especiales digitales (sinceramente, los pocos que hay ya sobran. Que en libro se diga que, así como los gusanos se comen la carne muerta, los pecados marcarán la imagen del retrato, no significa que tengan que salir bichos del cuadro, ¿no? Además, ¿por qué esa manía de introducir sustos innecesarios? Sólo la imagen del cuadro debería ser suficientemente terrorífica) y fidelidad (algo forzada, dadas las diferencias con el relato inicial) a los diálogos escritos por Wilde, básicamente los que se dan entre Henry y Dorian.
La experiencia previa de Parker en llevar a la gran pantalla relatos de Oscar Wilde (Un marido ideal, en 1999, La importancia de llamarse Ernesto, también con Firth, en 2002) parece no haberle ayudado del todo en esta nueva incursión. No obstante, el film se salva, si no entramos en comparativas (¿odiosas?) con el texto inicial y básicamente por la siempre creíble interpretación de Colin Firth como Lord Henry (que siempre recordaremos como el Sr. Darcy que ya ha madurado y se le ha agriado un poco más el carácter), que salva muchos momentos del film, y la potable de Ben Barnes, que hace lo mejor que puede, teniendo en cuenta que su personaje debe pasar en escasos quince minutos de la inocencia angelical al obsesivo deseo sexual, y sale bastante airoso. Sin comentarios al destrozo que hace Ben Chaplin con Basil, que teóricamente es el tercer pilar de la historia y pasa sin pena ni gloria.
No, no es el Dorian Gray que esperábamos, pero para alguien que se acerque al personaje sin querer leer el libro, es un buen comienzo. Film de entretenimiento, también. Eso sí, tendremos que esperar, otra vez, a una buena (fiel y digna) adaptación.
Festival de Sitges 2009. Sección Oficial.
Ficha técnica:
El retrato de Dorian Gray (Dorian Gray), Reino Unido, 2009
Dirección: Oliver Parker
Producción: Barnaby Thompson
Guión: Toby Finlay
Fotografía: Roger Pratt
Montaje: Guy Bensley
Música: Charlie Mole
Interpretación: Ben Barnes, Colin Firth, Ben Chaplin, Rebecca Hall
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Arantxa Acosta