La fórmula de la belleza

Le quattro volte

Michelangelo Frammartino. Italia, 2010

Por Débora García Sánchez-Marín

Quien sabe filmar montañas sabe filmar a los hombres.
Ernest Lubistch

Cartel de la película Le quattro volteFilmada en un pueblo montañoso de Calabria, Le quattro volte (Michelangelo Frammartino, 2010) retrata de la mano de sus cuatro protagonistas (un viejo pastor, un chivo, un árbol y un pedazo de carbón) una población rural en extinción y formas de vida tradicionales condenadas a desaparecer.

Encontramos en Frammartino ese estilo que Paul Schrader definió como trascendente, y que tiene tres fases distintas. La filmación de esa materia invisible que vertebra toda la película, representada en la cotidianeidad, esa plasmación minuciosa y lenta, además de silenciosa de los hechos cotidianos que se han ido sucediendo en el contexto natural, donde hombre y entorno son sólo uno. Tras esto, la ruptura, que Schrader calificó de disparidad, ese hecho externo e inexplicable que escapa a la compresión interna y que produce la contemplación, la stasis.

Fotograma de Le quattro volteComenta el director de Le quattro volte que el origen de su película está en un concepto atribuido a Pitágoras durante una estancia que precisamente tuvo en Calabria. Pitágoras decía que los principios esenciales están contenidos en los cuatro primeros números: 1, 2, 3 y 4, porque en ellos se encuentran todos los demás. El cuatro (de le quattro volte) es considerado el número cósmico y el número de la armonía. El mundo se ensancha hacia los cuatro costados del cosmos, cuatro son los puntos cardinales, y cuatro las estaciones. También son cuatro los elementos eternos que componen el universo de Empédocles, agua, fuego, tierra y aire. En palabras de Frammartino, citando a Pitágoras: "El hombre contiene estas cuatro vidas: La mineral (sales), la vegetal (linfa), la animal (salvaje), la humana (conocimiento). Para que el hombre pueda conocerse bien debe conocerse cuatro veces mediante estos cuatro elementos cuatro veces".

Fotograma de la película Le quattro volteAl igual que hiciera Jackson Pollock, desplazando el clímax plástico de sus cuadros desde el centro a la totalidad de la superficie del lienzo, el relato de Frammartino desplaza al hombre de su papel protagonista, para ensalzar al nivel de lo sagrado a los animales, los rumores de la tierra y los pedazos de madera. Ensancha el mundo más allá de lo que vemos, a un nivel metafísico. No existen apenas primeros planos, los que hay son expresión de cada una de las vidas de las que nos hablaba Pitágoras. Esos protagonistas primigenios, ensalzados en la narración por el director, parecen transitar una rueda zodiacal, donde vida y muerte fluyen a la par, alternándose sin drama, como ilustrando aquel proverbio zen donde la vida simplemente fluye de un cuenco a otro. Desde el viejo pastor, a la cabra, y de ahí al exuberante árbol que será convertido en carbón, la película insiste incansablemente en la conexión que existe entre todas las cosas, sobre todo entre el hombre y la naturaleza.

Imagen de Le quattro volteDecía Alfred Hitchcock que en el cine sólo se debe recurrir al diálogo cuando es imposible narrar de otra manera. En este filme no existen los diálogos pero la narración es impecable. La de Frammartino es una película sensorial, a este respecto el director llegó a comentar: "Con la intención de trabajar el sentido perceptivo tan característico de la película realizamos un minucioso trabajo de sonido que, opino, resulta clave para la correcta asimilación de la verdadera esencia de la película". Parece que la película quisiera sacar a la luz un lenguaje natural, como si desvelara para nosotros un antiquísimo idioma de murmullos y crepitares, de silencio y fluir de agua.

Un mágico plano secuencia encierra todo el sentido de la película, que aúna toda la esencia argumental que ésta intenta transmitir. La casa del viejo pastor es el límite del encuadre, la frontera entre el pueblo y la naturaleza, entre lo civilizado y lo salvaje. En este plano secuencia, los hombres en procesión dejan el pueblo, abandonan la civilización para entrar en el mundo animal, mientras las cabras y chivos se introducen en la aldea y en la casa del viejo pastor, dando sentido así a la idea de intercambio y de transmigración que acompaña a todo el filme.

Le quattro volte, críticaErnest Hemingway enunciaba en su teoría del iceberg, que lo que sostiene un relato es la parte que no se cuenta. Como guiado por el fundamento que puede hallarse en el epigrama XI[1] del Tao Te King, Frammartino declara: "Quiero privar al espectador de todos los puntos de referencia. Cuando veo una película, siempre tengo la sensación de que en ella se ha fijado algo que va mucho más allá de lo que se ha captado, como si la imagen fuera una forma de acceso a lo invisible". Le quattro volte es como la experiencia común y cotidiana, pero diez centímetros por encima del suelo[2].


[1] Tao Te King, epígrafe XI: Modelando la arcilla se hacen vasijas, pero es de su vacío que depende la utilidad de la vasija.
[2] Palabras extraídas de una  entrevista realizada al maestro zen D.T. Suzuki, al contestar por lo que se siente al alcanzar el estado Satori. Satori es el término para la experiencia zen de despertar.

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