Para quien se espere que Io sono l'amore (Yo soy el amor) sea la típica comedia italiana romántica, como las que últimamente han llegado a las pantallas de nuestro país (tipo la más que prescindible Perdona si te llamo amor - Federicco Moccia, 2008 -, por ejemplo), que se siente y respire hondo. Nada más lejos de la realidad.
El film de Luca Guadagnino es un regalo. Cuidada hasta el mínimo detalle, desde la definición de los personajes y la adecuación de las frases que cada uno va a recitar, hasta una puesta en escena que, en todo momento, recuerda a esas postales que siempre has creído han sido retocadas (por su encuadre, su iluminación no parece que haya podido darse todo en el mismo momento), parece que no deja lugar a la improvisación. Y, sin embargo, este cuidado no repercute en absoluto en el pausado al inicio, frenético al final, avance de una desgarradora historia de amor, infidelidad y, por encima de todo, infelicidad.
Conocemos a los italianos Recchi, acaudalada familia gracias a su negocio textil, residente en Milán. En lo que parece ser una típica celebración navideña, donde se junta toda la familia y es necesario saber ubicar perfectamente a cada comensal en función de su rango dentro de la estirpe, el abuelo dará a conocer quién será su sucesor en el negocio. Nos damos cuenta, entonces, de la importancia que se le da a las tradiciones, de las envidias existentes entre todos ellos... y del papel, en absoluto relevante, de la mujer en todo este circo burgués. Nos fijamos en Emma Ricchi, la madre, que poco a poco, y a medida que avanza el metraje, irá tomando las riendas de su vida, a partir de dos momentos clave: el encuentro con el mejor amigo de su hijo Edo, Antonio, y la confesión, inesperada, de su hija Elisabetta.
Porque Emma se dará cuenta de que no tiene vida propia. En realidad, toda su vida se ha centrado en complacer a su marido y en velar por sus hijos. Su única amiga verdadera es el ama de llaves, pero ni hasta ahora se había dado cuenta de ello. Incluso recuerda, y hacía tiempo que no pensaba en ello, que su verdadero nombre no es Emma... su marido se lo cambió cuando llegó desde Rusia, para que fuese más fácil de pronunciar. Ella simplemente se pasea por la gran mansión, va de compras, organiza las grandes comidas familiares... y poco más. No existe... hasta ahora. En poco tiempo dará un vuelco a su vida: se enamorará de nuevo (o, más bien, por primera vez), hará lo que siempre quiso, estará en contacto con la naturaleza, libre de ataduras y obligaciones... pero para librarse de su vida anterior, del dolor y angustia continua escondida tras la impecable sonrisa de quién no debe destacar, deberá pagar un terrible precio y, no obstante, nos sorprenderá la valentía con la que, igualmente, sigue adelante con sus nuevas convicciones.
Io sono l'amore (Yo soy el amor) nos muestra el despertar, la salida del anonimato, de dos mujeres condenadas, hasta el momento, a la sombra. Pero también nos hace recapacitar sobre la sociedad capitalista actual, en la que no caben sentimientos, únicamente el deseo de ser y tener más. Al fin y al cabo, todos en el film sienten esa represión que les obliga de algún modo a quedarse como están, a no sublevarse en un mundo que les dirige paso a paso. Angustia, sí. Dolor y resignación. Es lo que se respira continuamente, hasta el emocionante desenlace.
Como ya avanzábamos al inicio, el impecable estilo del film apoya completamente el desarrollo de las historias: las escenas de la familia, comportándose en todo momento correctamente, están emplazadas en entornos fríos, perfectamente equipados y decorados, donde es inesperada incluso una mota de polvo. Largos pasillos, oscuros, por los que pasean sus protagonistas y que nos hacen pensar que parecen ratones en laberintos, buscando la luz, buscando la salida que finalmente encuentran Elisabetta y Emma, estando todas sus escenas posteriores llenas de luz y color, largas secuencias cálidas, como la libertad que sienten en esos momentos de esperanza (claros ejemplos son los de ellas dos juntas en el patio, cuando la hija le enseña las fotos de su novia, o cuando Emma y Antonio están desnudos en el campo).
El propio director dice que se inspiró en el cine clásico, en concreto la filmografía de Visconti, y se nota: desde los títulos de crédito, que nos hacen pensar en aquellas pequeñas maravillas de los años cincuenta del cine italiano, hasta la delicadeza y precisión con la que se trata todo elemento, personas o ubicaciones, para que aparezcan perfectamente bellas, como vimos en la pequeña obra maestra de Muerte en Venecia (Luchino Visconti, 1971), que hace poco también homenajeó Tom Ford incluso de una forma más directa en Un hombre soltero (2009).
Pero si algo hay que destacar es la interpretación de Tilda Swinton, que hasta ahora nos tenía más bien acostumbrados a verla como secundaria de oro (su presencia en films como Quemar después de leer - Ethan y Joel Cohen, 2008 - o El curioso caso de Benjamin Button - David Fincher, 2008 - es más que destacable), también productora del film. Con sólo un gesto sabemos lo que Emma está pensando, las emociones que está conteniendo. Su aportación es básica para que el film fluya hasta la explosión final, que no dejará indiferente a nadie. Le acompañan un séquito de actores que saben estar a la altura en todo momento, agradeciéndose, ya que el film podría haberse visto fácilmente descompensado.
Io sono l'amore (Yo soy el amor) es ideal para darnos cuenta de que, aún en la más terrible de las situaciones, debemos ser fieles a nuestras convicciones si queremos ser felices. Luca Guadagnino ha sabido sacar partido a la estrecha relación que le une a su musa, Swinton, consiguiendo un producto muy superior a sus (por ahora escasos) predecesores. Esperamos que siga en esta línea.
Festival de Toronto 2009. Sección Oficial.
Festival de Venecia 2009. Horizontes Venecia.
Festival de Sundance 2010. Sección Oficial.
Ficha técnica:
Yo soy el amor (Io sono l'amore), Italia, 2009
Dirección: Luca Guadagnino
Producción: Luca Guadagnino, Tilda Swinton, Alessandro Usai
Guión: Barbara Alberti, Ivan Cotroneo, Walter Fasano, Luca Guadagnino
Fotografía: Yorick le Saux
Montaje: Walter Fasano
Música: John Adams
Interpretación: Tilda Swinton, Flavio Pareti, Edoardo Gabbriellini
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