El principio de la última película de Denis Villeneuve es prometedor. Al compás de la hipnótica y oscura canción de Radiohead dedicada a Tony Blair, You and whose army, vemos a unos niños amontonados en un habitáculo gris, mientras que unos adultos les van rapando la cabeza. El final de la secuencia se nos queda grabado en la mente, gracias a una perfecta sintonía con la modulación rítmica de la canción, mediante una cámara que se va aproximando con un zoom a la cara del niño al que están afeitando en ese momento, para dejarnos en un primerísimo primer plano su mirada desafiante a cámara, y por ende, a nosotros los espectadores.
Promesas cumplidas, porque Incendies es una película potente y vigorosa, tal como es la determinación y fuerza de Nawal Marwan (impresionante Lubna Azabal), mujer libanesa con un tortuoso pasado, solo desvelado una vez que ella fallece. De la misma manera que la desgarradora You and whose army -patrón sombrío que dictará las evocaciones sonoras del film-, pertenece al disco gemelo Amnesiac, las huellas de Nawal deberán volver a pisarse por sus dos hijos mellizos. A ellos les requiere que finalicen los compromisos que ella no pudo a llevar a cabo. A tal efecto, les encomienda que entreguen dos cartas. Una para un padre y la otra para un hermano. La consternación se hace patente en cuanto la identidad se quiebra, al ser conocedores de que su progenitor no está muerto tal como les hizo creer, sino que además, tienen un hermano. Desarticulado el presente de Jeanne y Simon Marwan, el realizador, de forma magistral, nos conducirá por un trenzado de tiempos que se enroscan como una hiedra a la pared. El pasado fluirá en una interconexión que nos llevará a la guerra civil libanesa, para situarnos en el sur del país, abriendo fuego en el contexto de las recíprocas masacres de finales de los 70 entre las comunidades cristianas y musulmanas. La lógica de los señores de la guerra aplasta con pasos furiosos a una población sumida en un polvorín de desconcierto, de infamias, ultrajes en nombre de la religión y de animadversión entre hermanos. En ese sentido, la historia personal de Nawal se erige en una parábola de la historia de un país. Esos secretos que poco se van desmadejando sobre la figura de una mujer combativa sirven como lectura de una población dividida en unas férreas convicciones religiosas, en un espacio fuera de quicio.
El guión férreo y compacto, que parte de una obra teatral de Wajdi Mouawad (toda una lección de adaptación en cuanto resulta harto complicado rastrear su origen escénico), funciona en varias capas de células yuxtapuestas que se adhieren virtuosamente en una sola. Lo sentimental e íntimo aparece perfectamente canalizado. Incendies cimbra la aspereza y sequedad cabal de la violencia junto con una emoción instrumentalizada y mesurada para dotar de profunda intensidad a la catarsis. Es como se erigen en una membrana delicuescente que absorbe de forma centrípeta los aspectos exógenos, contextuales y políticos, los cuales determinan la figura fantasmática que los hijos deben reconstruir. Así se justifican esos planos generales de un presumible Beirut o esos breves tiempos muertos acompañados de música para conformar una precisa atmósfera lacerante. Por ello es muy reseñable la perfecta sinergia entre los momentos cumbres de la trayectoria de Nawal, en correspondencia con los vértices del dispositivo narrativo cinematográfico. Valga como ejemplo la secuencia de la masacre del autobús, segmento que da nombre al film. No solo determina un punto fundamental en el viraje del personaje hacia la acción violenta, sino que además el espectador lo recordará como una de las cúspides del film. La importancia diegética en los mismos términos espectatoriales. Por todo ello, creo que hay que ser muy cínico para desdeñar el film como si fuese un vulgar culebrón con ambientación bélica.
La teleología de la historia nos lleva preservar con respeto la revelación final y uno siente la imperiosa obligación moral de no desvelar detalles de una trama muy enraizada en una tragedia griega. Porque todos los caminos dispuestos convergen en uno solo. De los hijos dependerá romper el hilo de la ira. Alejados y distantes en el momento que su madre fallece, especialmente un Simón muy resentido, finalmente se verán purificados. Una piscina como espacio de agua, presente en diversos momentos del film, actuará como símbolo cardinal del profundo abismo que se ha abierto en ciernes y que les llevará a conocer a una mujer que tomó un camino equivocado, desde el momento que le pasó lo peor que le puede pasar a una madre. Le sesgaron el amor y su vida fue una búsqueda constante. La mujer que canta alcanza el lugar del mito en una genealogía de violencia y furia. Ese viaje iniciático que les llevará a lo más profundo de su ser es el grabado de un coraje, el de Nawal, legándonos una conmovedora película que se alza como una de las mejores que he visto en este año.
Festival de Venecia 2010.
Festival de Toronto 2010.
Festival de Valladolid (Seminci) 2010. Premio al mejor guión. Premio del público. Premio de la Juventud.
Premios Oscar 2010: Nominada a mejor película extranjera.
Ficha técnica:
Incendies, Canadá, 2010
Dirección: Denis Villeneuve
Producción: Luc Déry, Kim McCraw
Guión: Valérie Beaugrand-Champagne, Denis Villeneuve (Obra: Wajdi Mouawad)
Fotografía: André Turpin
Montaje: Monique Dartonne
Música: Grégoire Hetzel
Interpretación: Lubna Azabal, Mélissa Désormeaux-Poulin, Maxim Gaudette, Rémy Girard, Abdelghafour Elaaziz, Allen Altman, Mohamed Majd, Nabil Sawalha, Baya Belal, Bader Alami, Karim Babin, Yousef Shweihat
Trailer:
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