'Ponerse una máscara es una buena defensa. Yo creo que la he llevado durante demasiado tiempo y ya no logro despegármela. Por delante, está toda esa mascarada de la vida y detrás, un negro anónimo que hace el curro: ese soy yo'
Extraída del cofre recopilatorio "De Gainsbourg à Gainsbarre" (Philips, 1996)
Todos llevamos una máscara. Una máscara que nos protege del violento, dañino mundo exterior y de las personas que habitan en él. A veces la llevamos durante unas pocas horas del día. Otras, de por vida. Y, en ocasiones, esa máscara se convierte, irremediablemente, en nuestra propia cara, en nuestro propio ser. Joann Sfar, conocido dibujante de cómic y basándose en su propia novela gráfica, se atreve a descubrirnos en su ópera prima la máscara del enfant terrible que durante los años sesenta fue todo un estandarte de la chanson francesa, en los setenta escandalizó a medio mundo con su 'Je t'aime... moi non plus', y en los ochenta se ganó a pulso amenazas de muerte por su versión reggae de La Marsellesa. Estamos hablando, cómo no, de Serge Gainsbourg.
En Gainsbourg (vida de un héroe), Sfar ha optado por alejarse de filmar el clásico bioptic para acercarnos a la figura del controvertido cantautor a través de un cuento, convirtiendo así a personas como Boris Vian, Juliette Gréco, Brigitte Bargot o el propio Gainsbourg en personajes de una fantástica historia en la que se mezcla realidad y ficción, acontecimientos verdaderos e imaginados por su protagonista, imagen proyectada y "yos" escondidos.
Lucien Ginzburg es un hijo de immigrantes rusos, judíos, que en la Francia de 1941, plena Segunda Guerra Mundial, tiene que llevar la estrella amarilla de David. Pero él es feliz. Está orgulloso de llevarla. Quizá no se da cuenta de lo que significa realmente, o quizá sí, pero igualmente decide, en su mente, convertirlo en algo trivial... Se imagina perseguido por un demonio de gran gueule ("jeta") que se convierte en su confidente, el amigo que le acompañará y protegerá en los peores momentos de la infancia, cuando su vida se vea en peligro por la persecución nazi. Se inventa que a ese demonio le crecerá tanta la cara que acabará explotando, y, lejos de morir, se transformará en un malvado hombre-monstruo de gran nariz y orejas... Evidentemente, se trata de la faceta pública de Lucien, su transformación en Serge Gainsbourg, malvado poeta, empedernido seductor y provocador por definición, que finalmente se antepone al tímido pianista de cabaret.
De hecho este es uno de los grandes logros del film, la representación del "yo" de Gainsbourg, ese demonio (que sinceramente recuerda al Conde Drácula de Barrio Sésamo) que le persigue y nos hace ver que, seguramente, el cantante canalla era más bien un tipo inseguro, tímido y lleno de complejos. Uno de los mejores momentos de la película es, sin duda, cuando Serge le dice a su "jeta" que se vaya, que ya no le necesita: está en el punto álgido de su carrera, ha conocido a la (teórica) mujer de su vida, y piensa que lo tiene todo bajo control... pero pronto se dará cuenta de que no es así. Y su "jeta" vuelve a entrar en acción, a ayudarle, de nuevo, a sacar esa máscara que habla por él mismo.
Por otro lado, el gran acierto ha sido encontrar a actores tan parecidos a los reales. Pese al tono irreal del film, el hecho de que sea posible una identificación tan clara con las personas que vivieron (a su manera) los acontecimientos narrados ayuda a introducirnos rápidamente en el cuento, la gran mentira que es pensar que Serge Gainsbourg fue un héroe y, sin embargo, poder creer que, en cierto modo, lo fue. Al menos, para él mismo. Destacar por encima de todo a un Éric Elmosino que parece haber encontrado a su alter ego en la figura del cantante (y que, seguramente, sea también la perdición en su carrera).
No obstante, irremediablemente la balanza acaba cediendo, a medida que avanza el film, hacia la progresiva falta de interés. Primero, por un metraje demasiado extenso, que penaliza el querer saber cómo Serge acaba venciendo, si es que llega a hacerlo, a su demonio particular, porque el recurso fantasioso que tanto sorprende inicialmente acaba siendo demasiado repetitivo. El segundo porque, a diferencia de lo que busca su director, el desconocimiento de la vida de Gainsbourg sí influye para entender la película. En algunos momentos se extiende demasiado en pasajes de menor trascendencia y, en cambio, en otros la alusión pasajera hace que nos perdamos (por ejemplo, el hecho de que alguien le llame Gainsbarre en un bar diciéndole que le ha visto en televisión, o el paso de puntillas en la época en la que se da cuenta de la marca que le ha dejado el nazismo -de hecho editó un disco de rock centrado totalmente en los nazis).
Gainsbourg (vida de un héroe) es un cuento, y como tal debe tomarse. Recomendable para amantes del cantautor y de la música en general, ya que se encontrarán un buen bioptic, y además, diferente. Para los demás... seguramente no le encuentren la razón de ser a un film que puede convertirse, si no hay un excesivo interés en la figura del cantante, en verdaderamente cargante. Eso sí, habrá que seguir el próximo proyecto de Sfar (The Rabbi's Cat), en el que esperamos haya solventado los pequeños errores cometidos aquí, y le pueden poner en el punto de mira como uno de los nuevos directores que pueden llegar a tener mucho que decir.
Festival Cinema Jove 2010. Inauguración.
Ficha técnica:
Gainsbourg (vida de un héroe) (Gainsbourg, Vie héroïque) , Francia, 2010
Dirección: Joann Sfar
Producción: Marc Pontavice, Didier Lupfer
Guión: Joann Sfar
Fotografía: Guillaume Schiffman
Montaje: Maryline Monthieux
Música: Olivier Daviaud
Interpretación: Éric Elmosnino, Laetitia Casta, Lucy Gordon
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