Mensaje humanista

De dioses y hombres

(Des hommes et des dieux) Xavier Beauvois, Francia, 2010

Por Manu Argüelles

Xavier Beauvois, miembro del grupo de realizadores franceses del norte junto con Bruno Dumont o Arnaud Desplechin, es uno de los De dioses y hombresjóvenes directores que desde los años 90 va atesorando una filmografía con la paciencia y el cuidado de aquel que cultiva perlas en el mar, de forma muy similar a Jacques Audiard, ambos compañeros de generación, y que cuentan con el mismo número de películas.  De la misma manera, como ya sucedía con Un profeta (Un prophète, 2009), Beauvois, después de la excelente El pequeño teniente (Le petit lieutenant, 2005), realiza su canto de cisne definitivo con De dioses y hombres, una obra de madurez con una solidez incontestable. La actualidad cinematográfica francesa también opta por emparentarlos, ya que De dioses y hombres gana el gran premio de jurado en el Festival de Cannes, justo un año después de que Audiard lo obtuviese con Un profeta. Además, ambas han sido presentadas por Francia al Oscar, en la categoría de mejor película extranjera. Por otra parte, los dos, ya sea de forma explícita u oblicua gravitan su interés en el tema de la paternidad, las problemáticas de su ausencia-presencia y la relación con su descendencia. Presente en Nord (1991), Según Matthieu  (Selon Matthieu, 2000) y en El pequeño teniente (aquí es la maternidad), en esta última, siguiendo la lógica de los monjes cistercienses, también alude a dicho tema con la figura de Dios. Por ello, tendrá espacio la crisis de fe que padece uno de los monjes, Christophe (Olivier Rabourdin), a partir de la presión sufrida, cuando comenta que reza pero ya no oye a Dios. O ese lamento que se comenta en un momento del film donde afirman que no entienden que Dios esté tan callado en este clima con tanta injusticia.

De dioses y hombresEl largometraje de Beauvois recoge unos hechos acaecidos en Tibhirine, Argelia, donde se recrea libremente la vida de unos monjes cistercienses desde el año 1993 hasta su secuestro y posterior muerte en 1996. Como ya sucede en Según Matthieu parece como si a la película le costase arrancar, dado que el realizador francés se toma posiblemente más tiempo del habitual para ponernos en situación, pero negando todo dato específico histórico y contextual, ya que su relato pretende enmarcarlo con un afán universalizador, mostrando una situación ejemplarizante mediante la obra de estos religiosos. Puesto que se entrega fielmente a un retrato lo más fidedigno posible de una congregación de monjes (algo que conseguía de igual forma en la lámina que efectuaba de una unidad de la policía judicial de París en El pequeño teniente), el director consigue captar y transmitir con excelsa brillantez el tempo de la vida ordinaria de estos cenobitas. Merece la pena imbuirse en este marcaje y dejar que penetre en los poros un tipo de vida contemplativa y de reflexión, con sus cantos y oraciones íntegras, en cuanto, supone todo un canto de resistencia - similar a la que ellos ofrecieron a los gobiernos, ejército e integristas islámicos-, frente a la acostumbrada vida ajetreada que solemos llevar. En consonancia, su puesta en escena es sobria y austera, sin necesidad de embellecer artificialmente los espacios que se filman, pero lleva a cabo (sin que lo parezca) una medición tan cuidada y meticulosa de los encuadres, junto con un estudio concienzudo de la colocación de los actores en el espacio, así como una métrica exacta del aire que deben respirar las secuencias, que permite que la belleza fluya de forma natural, como si emanase por sí sola, en la forma que los rayos de luz se filtran en las estancias monacales, en los planos generales del paisaje argelino, etcétera.

Decimos que existe un exquisito tacto y detalle por permitirnos entrar en la vida ordinaria de estos personajes y contagiarnos de su fluir natural, con la mayor verosimilitud posible, sin exaltaciones superfluas, acotando al máximo la representación ficcional, sin negar por ello una cierta transmisión estética de lo que se filma. En esta armonía, Beauvois aplica con el mismo esmero un cuidado por mostrarnos a la persona que existe por debajo de los hábitos (las inseguridades humanas, el miedo, la voluntad de diálogo, la fraternidad, etc.) y con un ojo siempre puesto en las dinámicas intergrupales que se dan entre ellos, deteniéndose en la responsabilidad colectiva que el prior Christian (Lambert Wilson) tiene con sus hermanos. Algo que ya consiguió con brillantes resultados cuando trató de ver a las personas por debajo del uniforme de policía en El pequeño teniente. Pero aquí podemos decir que presenta mejor tenacidad.

Por encima de religiones, de dioses y de hombres, Beauvois, con el proyecto truncado de aquellos humildes frailes, pretende alzar un De dioses y hombresdiscurso plenamente humanista donde sea posible la convivencia de religiones en afortunado acompasamiento, en una clara voluntad de servicio a los más desfavorecidos (los monjes están plenamente insertados en la comunidad rural argelina). Está perfectamente transmitida la espiritualidad cisterciense de ayuda al prójimo, esa reencarnación filial del cuerpo de Jesús en el seno interior, según palabras del prior Christian. Así, cuando se cierne en primera instancia la amenaza sobre ellos, tras la muerte de unos extranjeros por parte de los terroristas, entra el recelo, la vacilación y el lógico instinto de supervivencia. La gran mayoría opta por marcharse y solo unos pocos, entre ellos el médico Luc (Michael Londsale), deciden quedarse. Christian ya comenta que la permanencia no debe convertirse en un martirio. Poco a poco, van evolucionando y aunque en medio del polvorín se sienten como un pájaro en una rama, presionados y acosados por ambos bandos, el gubernamental y el integrista, la certificación de que ellos son la rama y si se marchan las gentes no tendrán donde posarse, ese martirio del inicio es retomado de nuevo por Christophe como amor. Frente a discursos maniqueos y reificadores que atentan contra su vida, ellos demuestran un clara muestra de posibilidad de interacción real, una interculturalidad posible, donde se cree firmemente en el diálogo real de las culturas y en el valor de la diversidad.

Por ello, acercándose al final, a modo de despedida, Beauvois, que hasta ese momento ha prescindido de música no diegética, decide utilizar "El lago de los cisnes", de Tchaikovski, símbolo romántico de la danza, lírico y trágico, para acompañar una secuencia con todos los monjes sentados a la mesa, mediante un travelling circular que los va recorriendo a cada uno de ellos, para ir progresivamente a un montaje de primeros planos de cada una de las caras, cada vez más cercanos, para que la emoción del adiós sea profunda y sincera.

De dioses y de hombres, de diálogo y de convivencia, de muerte y paz.


Festival y galardones:

Festival de Cannes 2010. Sección Oficial. Gran Premio del Jurado.

Festival de Cine Negro de Manresa 2010. Sección Pantalla de Actualidad.

Trailer:

 

Ficha técnica:

De dioses y hombres (Des hommes et des dieux), Francia, 2009

Dirección: Xavier Beauvois
Producción: Pascal Caucheteux, Etienne Comar
Guión: Xavier Beauvois, Etienne Comar
Fotografía:Caroline Champetier
Montaje: Marie-Julie Maille
Interpretación: Lambert Wilson, Michael Lonsdale, Olivier Rabourdin, Jacques Herlin, Sabrina Ouazani, Goran Kostic, Philippe Laudenbach, Xavier Maly

 

 

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