FECINEMA. Otras secciones. Reseñas

Por Manu Argüelles

Sección Fantástico

Boogie, el aceitoso. Gustavo Cova, Argentina, 2009.

Boogie el aceitosoLa película de Gustavo Cova adapta para el cine el personaje creado por  el escritor y dibujante argentino Roberto Fontanarrosa, partiendo de los doce libros que publicó en torno al personaje, para establecer una sátira contumaz de la sociedad armamentística y que solo entiende el lenguaje de la violencia como único sistema de comunicación. No es casualidad que el personaje sea norteamericano y que su ambientación contextual responda a escenarios típicamente yankies, a la vez que se recrean las codificaciones más explícitas del cine negro y del cine de acción.

Boogie es un asesino a sueldo, excombatiente de incontables contiendas bélicas, sádico,  machista, insultantemente sincero, una hipérbole, llevada hasta sus últimas consecuencias, de la figura del vengador justiciero gestado por el cine norteamericano en los años 70, con Harry el sucio a la cabeza, y que derivó en esos execrables héroes de películas de acción de los 80, con Stallone, Swarzenegger y compañía. Pero aparte de que puedas reírte por la bestialidad del personaje, eso no quita para que la causticidad sin contemplaciones y el humor negro más bruto sirvan de vehículo para decir verdades como puños. Llena de citas y de constantes guiños cinéfilos rinde en su desenlace un sincero homenaje a Ruta suicida (The Gauntlet, 1977), de la cual prácticamente reproduce el mismo final.  La película de Clint Eastwood ya era una desmitificación hiperbólica, fantasiosa y autoparódica del arquetipo que el propio actor encarnó, demostrando tener sentido del humor para ser capaz de reírse de sí mismo. Por lo que es lógico, en una sintonía de intenciones, que Boogie, el aceitoso concluya con este tributo. 

Para ello, se opta por una animación retro en 2D combinada con imágenes en 3D, reservadas principalmente para las persecuciones automovilísticas. La técnica, que favorece el estatismo junto con los movimientos espasmódicos y torpes, pretende reproducir de la forma más fidedigna posible el hábito que supone leer una tira cómica, consiguiendo con éxito reproducir el curioso ritmo que adoptamos al leer una tira de viñetas. La imagen secuencial construida bajo los principios organizativos del cómic, donde se le da importancia al detalle y al instante congelado, es reproducida con firme convicción dando unos pingües resultados. Por ello, me acordé de Persépolis (2007), dado que ambos films -muy distanciados en contenido, aunque confluyen en su destino para un público adulto-, comparten el mismo sentido de animación. Se trata de eso, de mimetizar lo mejor posible la experiencia de leer las obras en las que se basan. Y a buena fe que se consigue.

Curioso que la organización la dejase fuera de la Sección Oficial y la enmarcase como película fantástica, dado que responde fielmente a todas las convenciones del cine criminal. Llevado a sus extremos, con una ácida carga caricaturesca, pero en definitiva, mucho más fiel al espíritu del cine negro que algunas que hemos visto, como Chloe, un poco traída por los pelos. Igual que el año pasado optaba a competición Film Noir, Boogie, el aceitoso se merecía un puesto de honor, porque fue una de las mejores películas proyectadas en el Festival, auténtica sorpresa de la jornada, para los que no contábamos con previos referentes.

El perfecto anfitrión (The perfect host). Nick Tomnay, EUA, 2010.

El perfecto anfitriónLa película de Nick Tomnay, que también pudo verse en Sitges, y erróneamente calificada como película fantástica por ambos certámenes,  es un film fallido y tremendamente desigual. En su primera mitad, cuando el delincuente fugitivo se cuela en una lujosa casa residencial, en el tête à tête entre el inesperado invitado y el gentil anfitrión, donde ambos ocultan sus verdaderas identidades, El perfecto anfitrión parece apuntar las buenas maneras de Hard Candy (2005). Aunque todo hay que decirlo, con mucha menos fuerza y bastante más descafeinada. Saber como se va a resolver la situación es lo que te mantiene más o menos atento, además de comprobar como David Hyde Pierce trata de quitarse de encima la imagen de su televisivo hermano de Frasier. Pero una vez que ambos descubren su faceta oculta, Nick Tomnay demuestra una falta de habilidad para encarar el rumbo y la película cae por el precipicio, saturada en un alud de trampas y giros efectistas, donde, por si no teníamos suficiente, se le suma una parte totalmente innecesaria e inútil que parece un auténtico añadido para llegar al metraje de noventa minutos. Si hubiese optado por limitarse a ser una pequeña obra de cámara centrada en el equívoco y en el intercambio de (ágil) diálogo, concentrando sus esfuerzos en crear tensión entre dos personajes enfrentados en un espacio mínimo, al estilo Polanski, quizás hubiese funcionado, porque bien parecía que iba en esa dirección.

La auténtica personalidad del dueño de la casa, un peligroso trastornado que no sabe distinguir entre el plano real y el mental, conduce el film hacia el humor, a partir de la mente escindida del personaje principal. Bien, nos desviamos hacia otros terrenos, donde se trata de combinar el tono cómico y el suspense. La combinación yuxtapuesta de ambas realidades podría tener su juego, pero Tomnay lo desaprovecha, estirando en demasía la nueva coyuntura y gastando el humor antes de tiempo. Llega un momento que llego a compadecerme del propio actor, al verse expuesto a hacer semejantes payasadas. En fin, el realizador está tan preocupado de desorientar constantemente al espectador que el despistado acaba siendo él mismo. Una lástima.

El último exorcismo (The Last Exorcism). Daniel Stamm, EUA, 2010.

El último exorcismoEn el cine de terror hay que ser tenaz y no desfallecer insistiendo en tirar la caña una y otra vez. Porque al final conseguimos pescar algo decente. Es el caso de El último exorcismo en lo que al subgénero de posesiones se refiere.  Las mejores esencias del american gothic  se dan cita en este falso documental en torno a un fraudulento exorcista que, cosas del destino, acaba topándose en sus morros con un caso auténtico. Eso por hablar. Stamm advierte, si no mencionarás el nombre de Dios en vano, el del diablo, mucho menos.

Como en las gloriosas películas de terror de los años 70, el mal anida en la más profunda América rural, confrontando el descreimiento urbano frente a la irracionalidad de lo agreste. Porque uno no sabe qué resulta más aterrador, si la niña endemoniada o el padre al borde de la enajenación mental. La ausencia de la madre deja un núcleo familiar descompuesto y en él se canaliza la peor de las desintegraciones de los valores norteamericanos.

Hay que agradecerle a Stamm que no abuse de los efectismos fáciles y sepa graduar la tensión escalonadamente, aunque el final sea un poco precipitado. Uno entra relajado mediante la explicación de los trucos que va testimoniando nuestro fariseo protagonista para, poco a poco, desde que aterrizamos en esa granja perdida en un rincón del mundo, ir acrecentando la tirantez. A pesar de los férreos resortes a los que debe amoldarse para ser fiel a la tradición fantástica en la que se inscribe, Stamm demuestra el suficiente ingenio para que advirtamos visiblemente la alegoría que establece respecto a los peligros de los fundamentalismos religiosos. Ya se nos advierte que estamos en una zona del sur en la que el folclore, la superstición y la religión se combinan con total normalidad.

Quizás en otro momento un film así pasaría inadvertido, pero tal como se ha presentado la cosecha este año, véase si no la baja calidad de la última edición de Sitges, El último exorcismo puede dar un alivio a aquellos freakies del cine de horror.

Franklyn. Gerald McMorrow, Reino Unido-Francia, 2008.

FranklynSi hablábamos de superposiciones de dimensiones en El perfecto anfitrión, en Franklyn volvemos a combinar la fantasía y la realidad en una intrincada y enroscada composición. Mediante la continua narración intercambiada de cuatro personajes solitarios, en diferentes contextos, acentuados por un tratamiento formal diferente, el largometraje del debutante Gerald McMorrow es una joyita que vale la pena descubrir. En un plano donde se da cancha a la imaginación de la metrópoli distópica, se hace cierto uso de la imaginería que Tim Burton utilizó para recrear la Londres decimonónica de Sweeney Todd: El barbero diabólico de la calle Fleet (2007), para configurar una, quizás demasiada explícita, crítica a los integrismos religiosos, en un mundo gótico copado por obligatorios credos. Nuestro antihéroe enmascarado (¿no tiene algo también de V de Vendetta, 2005?) es el único ateo en una sociedad narcotizada y manipulada por los poderes fácticos totalitarios. Bien, aunque quizás dicho escenario no aporte excesiva novedad, ¿qué relación puede guardar con una atormentada suicida, un padre religioso en busca de su hijo y un chico sensible plantado en el altar? Pues McMorrow tiene las claves y los indicios se van desplegando muy sutilmente y de forma gradual para que activemos en nuestro seno el detective que llevamos adentro.

Ese aspecto intrigante, un desarrollo bien hilvanado y unos actores muy convincentes en sus papeles (Eva Green es la que corre más peligro con un extremo rol al límite y su línea es la más críptica) hace recomendar el visionado del film.

Sangre fácil, de Zhang Yimou. (A Woman, A Gun And A Noodle Shop/San qiang pai an jing qi), Zhang Yimou, China, 2009.

Sangre fácilNo quiero resultar pejiguero, pero la última película del director de El camino a casa (Wo de fu qin mu qin, 1999), también merecía estar en la Sección Oficial. Le pasa lo mismo que a Boogie, el aceitoso. Son dos largometrajes tan extremos, ésta en el riquísimo aspecto formal, faltaría más hablando de Yimou, que al sobrepasar los límites convencionales del cine negro por la vía del humor, las encasquetan al cajón de sastre del fantástico. Excéntrica, histriónica y con un comicidad muy mecánica se atreve a revisar la película homónima de los Coen, sin faltarle el respeto en ningún momento, pero distanciándola notablemente de la original. Yimou no se encuentra en el mismo punto de su carrera que los Coen cuando la realizaron (ellos empezaban). Y eso se nota, en la libertad que se ha tomado para realizar un homenaje de un homenaje, valga la redundancia. No obstante, nos deja innumerables gimmicks que hacen constante referencia al conjunto plástico y técnico de los Coen, sin perder en el camino su propia autoría. Les animo a que me sigan leyendo en la crítica que le hemos reservado. Porque el realizador chino se merece esto y más.

Sección Actualidad

De dioses y hombres (Des hommes et des dieux). Xavier Beauvois, Francia, 2010

De dioses y de hombresNo vamos a hablar mucho de ella, porque la película de Xavier Beauvois tiene reservado un lugar especial donde desarrollamos ampliamente nuestras impresiones a través de esta crítica. En todo caso, sirve para dar a conocer un realizador francés contemporáneo que no ha tenido mucha fortuna en nuestro país. La frágil situación de unos monjes cistercienses atrapados en un fuego cruzado en la zona rural de Argelia, pone en solfa un discurso plenamente humanista de convivencia, solidaridad y paz.

 Aunque alejada de la orientación del Festival, es un trabajo de qualité, de aplastante firmeza y que ya está llamado a ser una de las mejores producciones europeas del año, tras su paso por Cannes, los premios del Cine Europeo y la selección de Francia para presentarla en la categoría de mejor película extranjera. Tanto crédito está justificado. Compruébenlo.



Sección Placidoscope

Inspector Lavardin (Inspecteur Lavardin). Claude Chabrol, Francia, 1985.

Inspector LavardinEste año nos ha dejado Chabrol. Desde el humilde rinconcito de Manresa, deciden dedicarle un póstumo homenaje, proyectando las dos películas que contaban como protagonista al inspector Lavardin. Vimos este binomio policíaco a la francesa, pero aunque ésta sea la segunda fue la que más nos gustó, sin que ello indique que Pollo al vinagre (Poulet au vinaigre 1984) sea una deficiente película. Posiblemente algo más morosa y quizás pierda puntos al no contar con el absoluto protagonismo de Jean Poiret.

Inspector Lavardin es un ilustrador ejemplo del gusto de Chabrol por la novela negra, donde disecciona con acidez la burguesía francesa de provincias, sello característico de su prolífica carrera. Si en Pollo al vinagre nos relata una conspiración, bastante tosca y de carácter agreste, para mostrar la ruindad de las clases acomodadas, en Inspector Lavardin, sin subterfugios que le sirvan de pretextos, se lanza directamente a la yugular en su disección de las presuntas buenas maneras de las exquisitas familias adineradas. Con una sencilla puesta en escena, algo ajada y apolillada vista hoy, la gran virtud de este film es la manera que maneja la moralidad, dejando anticuadas a muchas películas de hoy, desde una mirada que actualmente se consideraría políticamente incorrecta. Pollo al vinagre también se hace partícipe de dicho enfoque totalmente subversivo, pero la contundencia de Inspector Lavardin nos resulta más atractiva. Es bien sencillo. Y es eludir totalmente la correspondencia entre la justicia legal y la moral. Para ello, un poco como Maquiavelo, el fin justifica los medios. Porque el inspector Lavardin se caracteriza por unos métodos un poco expeditivos y nada ortodoxos. No se le caen los anillos a la hora de manipular pruebas, sin con ello caen los poderes fácticos corruptos que dominan la villa. Ideal para recordar a uno de los artífices de la Nouvelle Vague. Lejos quedaban ya las ansias rupturistas con el cine académico (este film peca en exceso de ello), pero seguía incólume su carácter transgresor.

Paprika. Satoshi Kon, Japón 2006.

PaprikaLos obituarios de este año han dado fe de las pérdidas de Chabrol, Berlanga, Monicelli... pero muy pocos se han acordado de reseñar el fallecimiento de Satoshi Kon. Hasta el Festival de Sitges nos falló en eso. Pero Manresa no, afortunadamente. Aunque la destinasen a la sesión matinal (no es nada infantil, que conste) pero fue buena excusa para ver una de las películas de animación más notables de los últimos años. Es tal el derroche de imaginación y de fantasía desplegada, a través de una animación insuperable, que uno se queda completamente fascinado con el despliegue ilusionista de Satoshi Kon. Mucha traca con Origen (Inception, 2010), que me perdone mi compañera Arantxa Acosta por el desdén, pero nos quedamos con el onirismo en clave de thriller de Paprika. ¿La habrá visto Nolan? Casualidad o no, Wolfgang Petersen tiene en cartera un remake con imagen real de este anime. Miedo nos da.

En un momento del film se nos comenta que los sueños todavía son el único territorio virgen, fuera del alcance del control humano. El mundo onírico se define como una especie de santuario donde el hombre puede encontrar su libertad y descargar su fuerza reprimida. En este mundo en el que se rompen todas las leyes lógicas y casuales se relativiza la identidad, el tiempo y el espacio. Bajo esos principios se rige el universo incandescente, multigenérico y polimórfico de una esfera plenamente líquida. Pero la sociedad tecnocrática típica de los anime ha conseguido desarrollar un instrumento terapéutico que permita entrar en los sueños de los pacientes para poder sanarlos. ¿Qué sucede cuando varios de estos instrumentos son robados y utilizados con fines perversos?  Sucede lo inevitable, se diluyen los límites entre realidad y fantasía, provocando una realidad sintética y contaminada de un espíritu dadaísta. No es extraño por ello que en todo este magma surrealista, tenga su lugar el cine como interfaz de ilusiones.

No es una película fácil, que requiere estar plenamente concentrados en lo que vemos, pero a su vez nos permite sumergirnos en un carrusel de experiencias estéticas inigualables. Imprescindible.