Matrix es una paradoja. Crítica a un mundo hipertecnificado que hace uso de la tecnología como principal reclamo comercial. El mundo real no es más que una construcción de códigos binarios. Y el hombre encerrado en la caverna de Platón esperando algún día salir de la oscuridad. Buscando al mesías para que renazcan las esperanzas utópicas revolucionarias. Miedo me dan estos discursos pretendidamente insurrectos en torno a la figura del salvador. Aunque claro, con la cara y físico de Keanu Reeves, no hay motivo para desconfiar. Seguimos en la contradicción. Un presunto discurso contestatario que tiene mucho de perversa raíz totalizadora. Pero todo en clave de ciencia-ficción high-concept, para que sea algo inocuo. Una imagen ambigua y peligrosa en su discordancia: Neo (Keanu Reeves) y Trinity (Carrie Anne-Moss) en busca de Morfeo (Lawrence Fishburne). Entran al edificio cargados de armas hasta los dientes. Pasa Neo por el detector de metales. Suena. El policía le pide que muestre si lleva algo con metal. Neo se abre la gabardina y vemos el arsenal que lleva consigo. Empieza la fiesta. ¿Apología del terrorista? o tan solo ¿el héroe de ficción que nos muestra la acción? Nada, tan solo es una película.
Diez años después, ¿cuánto hay de estímulo en aquellos efectos especiales que Matrix trajo consigo, masacrados por la propia industria, y que no dudó en alzarlo como signo y seña del cine de consumo actual? Recordemos las tres unidades básicas de toda ficción: tiempo, lugar y acción. Se rompen las leyes físicas y lógicas, se ralentiza o se dilata el tiempo según se antoje y la acción se hace más líquida que nunca aunque ello se condimente con un poco de artes marciales que den apariencia física a una actividad puramente virtual.
Y antes de que entremos en la sociedad distópica de Matrix un aviso, querido lector. No me detendré en descodificar todas las (múltiples) referencias católicas, mitológicas, filosóficas y paracientíficas de un film que busca cierta legitimidad cultural a base de alusiones constantes. Aunque los directores pretendan darle con ello una cierta consistencia y dignificar el producto (ya saben, Matrix es algo más que una película de acción), el abuso indiscriminado provoca una trivialización que curiosamente anula el efecto buscado.
La sociedad distópica de Matrix es una ilusión. Un artificio creado por las máquinas que en su engaño tiene controlado al hombre mientras vive embaucado por la simulación. La realidad física del hombre vive encapsulada en un entorno apocalíptico como nutriente eléctrico del yugo mecánico y artificial. Y contra el dominio tecnológico, la emancipación. La profecía del sabio Oráculo dice que será el elegido el que destruirá la hegemonía maquinista. Morfeo y Trinity irán en busca de Neo, el redentor. Y la primera de la trilogía será la narración de cómo Neo adquiere su condición de salvador de la humanidad. Así veremos, cómo en el futuro, la realidad artificial se escinde de la humana. Dos dimensiones bipolares que conducen a que la historia navegue en el paralelismo e intersección de los dos planos. Así, la identidad es una construcción fracturada. Y en esa fragmentación, el hombre busca recuperar su libertad. Y para ello no quepa duda. Es necesaria la acción subversiva y terrorista contra el sistema para que el hombre recupere la supremacía en el mundo. Y ello no se podrá conseguir sin la presencia del súper-hombre de Nietzsche. ¿Y qué es sino Neo cuando se enfrenta al agente Smith(Hugo Weaving)?
Matrix no deja de ser más que un pastiche en su juego mimético multirreferencial que no esconde su componente meramente lúdico y que vino a dar una nueva fisionomía (puramente formal) al cine de acción a través de sus innovadores efectos especiales. En el fondo, no fue más que una nueva forma de invadir sensorialmente al espectador en películas de consumo o fácil digestión.
Y no podemos hablar de préstamos (desde el cómic, la literatura, la filosofía y la religión pasando por Oriente y hasta de la propia ciencia ficción como género cinematográfico) ya que los fagocita y devora para pasarlos por el filtro del blockbuster típicamente norteamericano. Así se construye un artefacto resultón y vistoso, técnicamente bien ejecutado, que hace creer al gran público que ve una película innovadora. Pero no, no es 2001, una odisea en el espacio (2001, A space odyssey, Stanley Kubrick, 1968) en los 60. No, tampoco es Blade Runner en los 80 y mucho menos Metrópolis en los años 20.
Ficha técnica:
Matrix (The Matrix)
EUA, 1999
Dirección y Guión: Andy y Larry Wachowsky
Producción: Bruca Berman
Fotografía: Bill Pope
Música: Don Davis
Montaje: Zach Staenberg
Interpretación: Keanu Reeves, Lawrence Fishburne, Carrie-Ann Moss, Hugo Weaving
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Primero de todo, muchas gracias por la respuesta. Para el que escribe un texto, lo importante es que lo escrito genere una reacción sea ésta del signo que sea. La crÃtica está enfocada para ver cómo es presentada la sociedad distópica en dicho film, aunque ello no me impida señalar una aparente contradicción ideológica que observo en su seno. No niego su valÃa como blockbuster eficiente. Cuestiono una mayor consideración.Pero lo que sà denota es una ambigua o como menos contradictoria ideologÃa. De hecho un signo claro de este film, como signo de nuestro tiempo, es preciamente eso. Algo que todavÃa está más acentuado en un film como V de Vendetta, que bien podrÃa haber entrado en este estudio, y en el que los hermanos Warchowski ejercÃan de productores. Como Haneke, yo tampoco quiero dar respuestas fáciles a preguntas complejas. Pero sÃ, al menos, señalarlas. Es un producto de entretenimiento pero también es un producto cultural y como tal transmite una idelogÃa. Aparentemente simula ser una historia contestataria, una fábula de un pueblo oprimido que se alza contra un totalitarismo. Me cuestiono simplemente si realmente esa es la lectura válida o este mismo discurso tal como está presentado en el film puede inducir a otro tipo de lecturas. No soy tan pretencioso de dar yo la respuesta, pero dado el estatus que goza la pelÃcula en un amplio sector del público, cabrÃa plantearse ciertos interrogantes que pueden surgir ante una lectura analÃtica. Usted me comenta que esto no puede realizarse pero, estimado lector, las sacralizaciones, en mi caso, están para, como mÃnimo, cuestionarlas. Sea esto un acto de sibaritismo o no.
Manu Argüelles