"La esencia del film no te es dada mediante la voz del cineasta. Afortunadamente, hay tantas interpretaciones como perspectivas."
Gus Van Sant
Aunque se crea evidente, la mayoría de las veces, los artistas no surgen fácilmente tras sus obras. Y esto podría deberse a la resistencia que oponen algunos de ellos a estar bajo la lente de sus espectadores. Pero, lamentablemente para los escurridizos artistas, algo sutil queda de ellos en los lugares más recónditos de sus obras. En este homenaje al director Gus Van Sant (Kentucky, 1954), especialmente desde la que se ha dado en llamar su tetralogía de la muerte, se intentará mostrar la sutil mirada del personaje, representante del cine independiente norteamericano.
Con una obra polifacética, Gus Van Sant ha realizado proyectos cinematográficos de diversos perfiles: aquellos plenamente independientes y sin concesiones al cine convencional, tales como Mala Noche (1985), Drugstore Cowboy (1990), la tetralogía de la muerte compuesta por las películas, Gerry (2002), Elephant (2003), Last days (2005), y una de sus últimas y más celebradas creaciones, Paranoid Park (2007). Pero, por otra parte, ha dirigido películas más clásicas y comerciales, tales como El indomable Will Hunting (1998), o su última película, Milk (2008).
Las películas de la primera categoría, en especial las de la tetralogía, que se sitúan lejos de un tratamiento convencional, giran alrededor de personajes, estados de ánimo y estilos narrativos intimistas, profundos, minimalistas, quizás melancólicos. Incluso se podría decir que en ellas Gus Van Sant muestra un especial interés por lo que es vulnerable, por lo invisible o casi imperceptible dentro de un mundo frío, indiferente. Esos seres invisibles, son los outsiders, los parias que la sociedad desdeña. Son los jóvenes en el tránsito de la adolescencia, marcados por la confusión, el temor, la rabia. Son los homosexuales, los que se prostituyen, sus protagonistas. Personajes, muchos de ellos, que parecieran bailar en torno a la danza de la muerte, ese viejo tema de la iconografía medieval. Tema incisivo de la muerte, que unos personajes vislumbran como propia y otros, como el Alex de Paranoid Park, intuyen desde el cuerpo ajeno.
Lo curioso es que con su mirada, que en cierta forma pone al descubierto estos fenómenos, el director no pretende arrojar sobre ellos ninguna luz que alivie la oscuridad. Cabría preguntarse si este distanciamiento de alguna acción redentora significa indiferencia ante las circunstancias reales que lo rodean o simplemente, es una mirada de un hombre que ha comprendido que el cambio se encuentra dentro de cada quien, si las ganas lo permiten.
Que no le son indiferentes las circunstancias sociales que lo rodean son prueba los títulos que componen la tetralogía. Todas tienen en común el estar inspiradas en noticias violentas aparecidas en los medios de comunicación, lo paradójico, sin embargo y como ha comentado el propio Van Sant, es que estas películas si bien parten de circunstancias reales, son ficcionadas concientemente por el autor, dejándose llevar más por la espontaneidad que por la fidelidad a los hechos reales. Paradoja que se resuelve al comprender el reconocimiento del autor de que, cada hecho del mundo tiene infinitas interpretaciones posibles y que, incluso su mirada, es una interpretación subjetiva más.
Y quizás desde esta comprensión de la subjetividad de cada punto de vista es que el director aparece en su obra, como una mirada más junto a otras. Esta creencia en la validez de la pluralidad de perspectivas sobre los hechos, lo ha llevado a realizar, particularmente en su tetralogía, el rodaje de las escenas desde múltiples puntos de vista. Desde ellos pareciera abrirse una zona de ambigüedad que no permite que el punto de vista narrativo sea único y definido.
En Gerry, el interés de Van Sant por desaparecer del relato va hasta el punto de darle a la cámara un distanciamiento en relación al drama principal. Ésta es apartada de la acción principal para ser ubicada en lugares o hechos sólo tangenciales. Así, por momentos, es como si el director no quisiera aparecer, opinar, sino dar rienda suelta a la libre aparición e interpretación de los hechos.
En Elephant este síntoma se constata de forma radical a través de una narración sin orden cronológico natural, que dificulta una única construcción e interpretación de los hechos, proporcionada generalmente por la estructura lineal de la voz o instancia narradora (autorial) tradicional. Como diría el propio Van Sant en torno a la película: "No queríamos explicar nada...tan pronto como explicas una cosa hay otras cinco posibilidades que te echan abajo el argumento", por lo que la película no se convierte nunca en una explicación de la violencia originada en el high school - con base por cierto en los acontecimientos de Columbine -.
No obstante, en otros momentos de su creación fílmica, la mirada del director se deja aparecer como una más y no por cierto la principal, tal como en Paranoid Park, donde realiza el intercambio y confusión entre la voz del narrador diegético de la película y su propia voz narrativa.
Desde la pluralidad de los puntos de vista narrativos marcados en estas películas, donde puede o no incluir el suyo propio, Van Sant libera a estos seres y circunstancias particulares de cualquier obligación de justificación o comprensión, de cualquier exigencia de causalidad o finalidad, borrando todas las posibilidades de seguimiento de los fenómenos con base en la simple fórmula causa / efecto.
Gus Van Sant es así de los pocos directores contemporáneos que practica esa suerte de ética de la invisibilidad, aunque haciéndolo, justamente aparezca en el nivel más sutil de su creación, reconociéndose a sí mismo como una fuente de interpretación más acerca de los hechos del mundo.