Cinco días sin Nora. El Astor de Oro fue adjudicado al film de la directora mexicana Mariana Chenillo. Una película que ya venía premiada, lo cual contradice el espíritu de la categoría del festival. Se trata de una historia de humor negro, correctamente filmada, con detalles cuidados y personajes parejos... Aunque uno de los temas que trata es el de la religión y todos los intereses que se mueven a su alrededor (la fe, las tradiciones, la posición económica y social, etc.), podemos decir que no desbarranca y mantiene su pulso. El personaje que le da el título al film apenas aparece. Sin embargo, estará presente durante toda la película. El ritual que ha ideado se llevará a cabo cueste lo que cueste. Durante cinco días conoceremos a todos los que han rodeado a Nora en vida, y se develarán sus tortuosas relaciones. La escena inicial de la puesta de la mesa recuerda el comienzo de La edad de la inocencia (Martin Scorsese). Es que la película bebe de esa fuente de inspiración, aunque aquí no exista el narrador que explique el cinismo de la familia. Un film correcto, cuidado, con cierto sentido de humor, al que, a nuestro modo de ver, le falta algún condimento para que se vuelva trascendente. Quizá los premios recibidos vengan a llenar esa falencia.
Vikingo, el film del argentino José Celestino Campusano, que se llevó la Primera Mención, roza lo bizarro, con esa historia doblemente marginal de la pobreza y lo tribal urbano, propio de los "motoqueros". Esa fauna que se reúne a la vera de los caminos, en campamentos donde están presentes el asado, la cerveza y la música metalera. Lejos de los motociclistas norteamericanos, de cabellos largos, vinchas hippies y mucho músculo, los de Campusano son buscavidas que en sus ratos de ocio hacen de la salida motoquera un ritual del clan, en el que incluyen a sus mujeres e hijos, así como a sus mascotas. El Vikingo tiene una familia y una pasión: su moto. Aguirre, su nuevo amigo, aparece en su historia para poder justificar un modo de ver la vida, ya sea por sus largas conversaciones de hombres solos, al lado de los "fierros" o acompañados por una cerveza (insistente intercambio publicitario con una famosa marca), Aguirre es la "oreja" que escucha de los valores de Vikingo o de sus limitaciones en la educación de un sobrino que "se le escapa de las manos". La violencia juvenil, la droga, el alcoholismo, la violencia hacia las mujeres... serán contrastados con los verdaderos valores del noble Vikingo y el misterioso Aguirre: la amistad, la familia, el honor, y esa lucha por la supervivencia bajo un sistema de vida que les da libertad, aunque por otra parte, los condene. Las mujeres funcionan como bienes de uso, más que como compañeras de vida. Los hijos son presencias veladas, seres con un futuro incierto, jóvenes que caminan al borde de la cornisa... Con algunas cuotas de humor en una historia de seres desdentados, oscuros, parias que se unen para disfrutar su ocio, ahogando las penas en el alcohol y la música, con unas mujeres que intentan divertirlos, pero que están a años luz de las modelos publicitarias y con una estructura confusa, donde los flashbacks, distribuidos a lo largo del film, apenas funcionan hacia el final, para componer el misterio de Aguirre, Campusano ha logrado transmitir con sinceridad la realidad grotesca que viven estos seres suburbanos. Hay sinceridad en esta obra con actores no profesionales, con locaciones reales, con pasiones auténticas, cuya temática casi parece obsesiva, si atendemos sus cortos Ferrocentauros (1991), Culto suburbano (2000) o Legión, tribus urbanas motorizadas (2006).
Mal día para pescar, del uruguayo Álvaro Brechner, cuenta la historia de dos buscavidas perdedores. Jacob von Open, el boxeador alemán con escasa capacidad mental y músculos exagerados y su representante, un avivado español que se hace llamar Príncipe. Si bien el film plantea desde el principio su desenlace, nos restringe cierta información que modificará su lectura. Los arreglos para el triunfo de Jacob en una pelea que será definitiva no darán el resultado esperado y se complicará el plan ideado por su promotor. Brechner desarrolla su discurso con corrección acerca de la famosa viveza criolla que tiene como trasfondo la bondad de los personajes y una noble causa. La vida en un pueblo pequeño, con sus habitantes sencillos, así como la simplicidad de las cosas, que se oculta detrás de la ambición aparentemente desmedida, le darán a Brechner material suficiente para componer una historia aparentemente trágica con un delicado sentido del humor. No desentona en el conjunto de la competencia, pero tampoco llega a un nivel como para obtener más premio que el otorgado a su gracioso y talentoso actor español: Gary Piquer.
El cuerno de la abundancia, de Juan Carlos Tabío, se llevó los aplausos del público en su exhibición y un justo Premio de Jurado y Premio del Público. Es que esta comedia cubana repasa la situación de la isla, a través del retrato pintoresco de una familia que se cree acreedora de una herencia dejada por un antepasado "maiamero". Con diálogos hilarantes y una interpretación pareja, presenciamos esta pintura del sueño cubano de tener un nivel de vida menos deteriorado. Una galería de personajes nos muestra las distintas caras de esa Cuba resistente al bloqueo que sufre desde hace medio siglo: la pareja que necesita espacio propio, el revolucionario que desconfía de todo lo que no sea del Estado, los jóvenes con su amor a flor de piel, los parientes ricos y los pobres, los encumbrados y terrenales, los que tienen contactos políticos y los que carecen de ellos... Todos luchan por lo mismo, dejando en evidencia la aspiración de poseer algo que les pueda asegurar una mejor vida, un mejor futuro, pero sobre todo, un mayor brillo a su apellido. La Habana luce como detenida en los años 50, pero con el deterioro del tiempo pasado. Paredes descascaradas, cañerías rotas y a la vista, trapos que intentan marcar un territorio de intimidad o un techo que se cae y golpea a los habitantes. La Habana, como su gente, como Cuba misma, ya no da más. Hacen falta aires nuevos y la herencia podría ser perfectamente, una metáfora del levantamiento de ese boicot que la ha suspendido en su historia. Entre la tradición y el afán por sobrevivir, entre sobrevivir y resurgir, estos personajes muestran aquello que quizá haya dejado esa revolución: el espíritu mancomunado, la lucha persistente, el recuerdo de un tiempo mejor. Políticamente correcta, El cuerno de la abundancia nos introduce en ese clima cálido, en el bullicio caribeño, en el caos alegre, en ese "despelote" que Tabío tan bien ha logrado transmitir. Una pena que hacia el final, en la disparatada lucha por tener el control de su futuro, el curso del film se salga de cauce y nos deje alborotados, mareados, aunque sonrientes, con tanto desmadre.
Nothing personal, la ópera prima de Urszula Antoniak dejó una muy buena impresión en el público del festival, aunque lamentablemente no se llevó ningún premio. La directora envió una nota al público, donde advertía que el personaje de su film había sido imaginado a partir de una dolorosa experiencia personal. La cinta transcurre como un despliegue de sensaciones más que de imágenes. El sonido, casi ausente, nos interna en un tramo de las vidas de Anna y de Martin, aunque más bien nos habla de la búsqueda de la soledad como curación a los males del alma. Imágenes bellísimas de una geografía agreste, de interiores austeros, y de dos personalidades con una gran carga de misterio. La sensación que me ha dejado sólo puede ser expresada de esta manera. De más está decir que nosotros pusimos nuestra esperanza en este film para que fuera reconocido como el mejor de la competencia.