La cinta blanca, Un profeta, Teniente corrupto, Film Noir
Existe una canción de Johnny Cash llamada The beast in me que bien podría utilizarse como banda sonora para estas películas.
Y junto con Tenderness, como ya hemos comentado, estas cuatro películas nos hablan de esa bestia que uno lleva adentro y que corrompe la pureza y la bondad de la naturaleza rousseauniana.
En La cinta blanca (Des weisse band, Michael Haneke, 2009) desde un microcosmos de una colectividad cerrada y aislada a principios del siglo XX, la tragedia se conecta con la cotidianeidad de un pueblo campesino como elemento distorsionador del status quo. Y con ella salen a la luz (para el espectador, pero cerradas a cal y canto diegéticamente), las miserias y pobrezas morales de los individuos que conforman el pueblo. El médico, el pastor y el barón, aparentes figuras virtuosas, esconden dentro de sí una vileza moral. Ello no será más que un reflejo causal para que el espectador reconstruya la génesis del nazismo, y por extensión, de cualquier totalitarismo.
A un nivel individual, en cambio, en la excelente Un profeta (Un prophète, Jacques Audiard, 2009), nuestro protagonista recién llegado a un entorno tan esquinado y lleno de peligros como la prisión, deberá desprenderse de toda o la poca inocencia que le quedaba antes de entrar en la cárcel, para asumir, que en cuestión de supervivencia, no sólo el más fuerte sobrevive en la jungla del asfalto. En la adaptación al medio, mucha astucia y mucha inteligencia junto con una progresiva pérdida de escrúpulos para alcanzar tener un lugar propio en una jauría de lobos. Recordemos la diferencia de malestar entre dos crímenes perpetrados por nuestro joven, situados meridionalmente al principio y desenlace del largometraje. La forma de enfrentarse a cada uno de ellos, fiel síntoma de su evolución.
Sigmund Freud comentaba "(...) la cultura domina la peligrosa inclinación agresiva del individuo, debilitando a éste, desarmándolo y haciéndolo vigilar por una instancia alojada en su interior..." 1 ¿Pero qué sucede cuando la función de la cultura se distorsiona en un espacio como la cárcel? Que no solo no se debilita la agresividad del individuo sino que se acentúa. La aprehensión de los valores imperantes que regulan el orden social del hábitat pasa por la no transparencia entre el ser, pensamiento y palabra. Y es que el mal también se aprende como bien demuestran ambas películas.
Y si los dos largometrajes desde un marcado clasicismo -más en La cinta blanca que en Un profeta, aunque esta última respeta escrupulosamente el arco argumental clásico del cine de gangsters-, sacan a la luz el lado oscuro de la persona, Teniente corrupto (Bad Lieutenant: Port of Call New Orleans, Werner Herzog) y Film noir de D. Jud Jones y Risto Topaloski (2007), lo hacen desde un punto de vista más lúdico y claramente revisionista. Teniente corrupto relee la película original de Abel Ferrara para alejarse completamente de ella y esgrimir el proceso de descomposición moral desde una óptica sarcástica. Film noir también toma a un agente de la ley, en este caso, un detective, para situarnos en un ejercicio claramente retro nostálgico de aquellas películas del Hollywood clásico que Noël Simsolo nos comentaba y que dieron origen al título del film. Y siguiendo con la paráfrasis, la plástica de esta película de animación asimismo rememora a Sin City (Robert Rodríguez, Frank Miller, 2005), que no era sino que otro ejercicio formal y evocador de un pasado. La incesante intertextualidad del tiempo que nos toca vivir.
En Teniente Corrupto sabemos de un incidente al inicio del film pero es insuficiente para justificar el proceso de amoralidad y de perversión adictiva en la que se sume un teniente, que queda muy lejos de aquel ideal de guardián de la ley. El propio personaje como agente de policía es un oxímoron en toda regla. Y ya no necesita para adentrarse en una espiral de perdición, la intervención externa de la femme fatale, al estilo clásico, sino que esa predisposición a caer por el tobogán ya está en él mismo. En su interior. Helter skelter cantaban los Beatles, canción que Charles Manson tomó para sí mismo.
En cambio, el detective privado Sam Ruben de Film noir, mediante el recurrente recurso de la amnesia, descubre la perversa persona que fue en su vida pasada. Se descubre a sí mismo como el asesino de un oficial de policía. Ese despertar en su significado polisémico, le hace adentrarse en un laberinto (incomprensible) digno de Raymond Chandler evidenciando la importancia que los directores le dan a la imagen y el sonido, situando su film más cerca del cine sensible que del narrativo. Algo que por otra parte ya se realizaba en una película como El sueño eterno (The big Sleep, 1946), donde el propio Howard Hawks confesaba, cómo hasta él mismo se descontaba al cuadrar muertes con asesinos en su adaptación de una novela del mismo Raymond Chandler. Lo que importa es la atmósfera, y en esa atmósfera reconquistada para la animación, Film noir se construye una espesa malla de maldad, donde la ambigüedad y la falsedad de las apariencias tejen un universo malsano, ensortijado y brumoso. Poco importa si Sam Ruben es quien cree que es, si fue un cruel y redomado misógino y despiadado asesino, porque parafraseando la famosa canción Love is in the air, en Film noir, evil is in the air.
1 - Freud, Sigmund: El malestar en la cultura. Madrid, Alianza Editorial, 2006