El cielo puede esperar

Four Lions

Christopher Morris, Reino Unido-Francia, 2010

Por  Javier Moral

Four lionsUn tema tan delicado como el terrorismo suele recibir en su extrapolación a la gran pantalla un tratamiento acorde a la prudencia que normalmente suscitan sus disertaciones políticas. Así, percibimos una incontestable seriedad, mas una inusual cercanía en propuestas de hace casi dos décadas como la basada en hechos reales, En el nombre del padre (In the Name of the Father, Jim Sheridan, 1993), sobre el ejército del IRA irlandés, o la ficticia Días contados (Imanol Uribe, 1994), basada en el terrorismo de ETA en España. Pero, el auge internacional del extremismo islámico como amenaza de Occidente y el conflicto palestino-israelí obligaron a un medio tan polivalente como el cine a registrar y/o denunciar una certeza que recelaba de cualquier tipo de representación gráfica (recuerden las caricaturas de Mahoma en cierto diario danés) a través de producciones tan voluntariosas como Paradise Now (Hany Abu-Assad, 2005), un drama que retrata las últimas veinticuatro horas de dos terroristas palestinos que pretenden inmolarse en Tel Aviv. Por supuesto, la intención del director no era otra que la de hacer hincapié en un sinsentido que se aprovecha de la fe de sus perpetradores para convencerles de la anhelada consecución del paraíso eterno.

Esta misma idea es el motor que pone en marcha Four Lions, cinta pionera en desacralizar la barbarie fanática en clave de comedia gamberra. Este tratamiento inédito y osado de una temática tan eminentemente grave ya funciona como un auténtico golpe de efecto que equilibra el referente espiritual del mártir al absurdo encadenado que domina el guión. Sin embargo, una fingida estafa delata a sus autores: por mucho que trate de deslocalizarse con las enajenaciones de un colectivo radical, no se desprende de ellos sino un clásico humor inglés, tan inglés como el lugar de nacimiento de todo su elenco.

Four lionsLas distorsionadas relaciones de camaradería dentro de este grupo de "falsos árabes" tienen la culpa de que el filme se codifique como una prejuiciosa gang movie, y como tal, deba forzarse a presentar un distinguible denominador común en todos sus integrantes: una colosal ignorancia acerca del medio y el fin con los que se compromete su causa. El más inteligente, cabecilla del comando (un Riz Ahmed que ya brilló en su único precedente protagónico con Shifty, Eran Creevy, 2008), persigue un ideal que, a pesar de antojarse rocambolesco de por sí, termina rayando en el despropósito más absoluto -en lo que viene a erigirse como uno de los mecanismos más curiosos y eficaces de la película- cuando involucra el entorno de una institución sagrada para todas las religiones, la familia. Se trata de la aplicación de un falso hiperrealismo (la película está rodada con técnicas del documental, sin música) que naturaliza el fundamentalismo convirtiéndolo en cotidianeidad, empleando como instrumentos los cuentos infantiles que moralizan sobre la disposición expiatoria del kamikaze o, paradójicamente, la chanza contra los automatismos musulmanes más arraigados y, por ende, caducos.

Junto al cuestionado líder de la facción pseudo-terrorista se amontonan unos cuantos estereotipos que, lejos de fracasar porFour lions marchitos, se alimentan del componente arábigo de los personajes: aparte del lelo y el raro (imprescindibles en toda comedia coral que se precie), se encuentran el preceptor intelectual, que en realidad no manifiesta más que una tremenda deficiencia ideológica (demuestra su venenoso nihilismo al planear un atentado contra una mezquita para generar el odio antisemita en los damnificados), y el joven irresponsable, más entregado a las pulsiones típicas de su generación que al compromiso de fe. Esta simpleza en los caracteres es otra tentativa, entre muchas, de la mirada maniqueísta que ofrece el filme sobre la yihad.

Tras un infructuoso paso por un campo de entrenamiento mujaidín en Pakistán -lugar donde casualmente la película llegaba a especular con la muerte del "requetebuscado" Bin Laden casi un año antes de que Estados Unidos anunciara oficialmente su caída en una operación vengativa plagada de contradicciones-, la célula de principiantes decide preparar unas inestables bombas caseras. Sus eventuales detonaciones constituirán unos roñosos y negrísimos gags físicos -dentro de una comedia que resplandece y se disfruta gracias a sus ingeniosas peroratas- que incluyen un noble homenaje a los Monty Python (de nuevo sale a relucir el orgullo del humor británico) a través de una oveja dinamitada y un desenlace memorable en una episódica (las explosiones sirven la pauta divisoria) maratón con cosplay. Claro que, como es lógico, no todo va a ser risas. Por si no se habían dado cuenta, la película se titula Four Lions y el comando está compuesto por cinco miembros, por no hablar del recurrente cuervo negro del cartel, emblema de la serie televisiva A dos metros bajo tierra (Six Feet Under, 2001-2005) . Saquen sus propias conclusiones.

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