Ridley Scott: héroe, pero terrenal

Robin Hood

Ridley Scott, Reino Unido-EUA, 2010

Por Arantxa Acosta

Estamos de enhorabuena. Si bien la estrella de Ridley Scott no brilla como hace treinta años, cuando se ganó la mención eterna en los Robin Hoodlibros del séptimo arte con films como Los duelistas (1978), pero sobre todo por sus dos grandes obras maestras Alien, el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1982), nos es grato decir que Scott vuelve con lo que mejor sabe hacer: cine de aventuras. Del bueno, además. Lo que no implica que sea cine de acción, por muy raro que suene.

Y es que reconozco que fui al cine pensando que iba a ver el producto resultante de un director que, a la desesperada, intentaba volver a ser reconocido por su gran obra. Claro, después de resultados como los conseguidos con El reino de los cielos (2005) o Un buen año (2006), era muy difícil volver a pensar en hacer historia, así que... ¿qué mejor que volver a rodar Gladiator (2000), que funcionó tan bien, pero situando la historia en otro entorno, en otra época?

Lo que encontramos, afortunadamente, es otra cosa. Es la imaginativa pero aún así creíble recreación de cómo debió ser la vida de un hombre que se acabó ganando el respeto de todos, seguidores y detractores, por sus acciones. Así, se nos explica durante las más de dos horas de metraje cómo pudo forjarse la leyenda, partiendo de la presentación de un humilde y terrenal arquero, fiel seguidor de su rey (Ricardo Corazón de León), cuya misión básica es sobrevivir tras años luchando en las Cruzadas. El destino o, más bien, el miedo a que su fortuna se tuerza si no cumple la promesa hecha a un moribundo, le llevará a Nottingham, donde conocerá a la mujer de su vida, Lady Marion, y donde encontrará su verdadero pasado: él es Robin Longstride, hijo de un cantero que logró unir a campesinos y nobles para luchar contra la tiranía del rey y su séquito. 

Robin HoodLlegados a este punto, podemos estar un poco decepcionados. ¿Dónde está el caballero, Robin de Loxley, primo de Lady Marion, rico pero de buen corazón? Ahora resulta que era tan pobre como todos... y, puestos a echar de menos... ¿qué hay de Robin "de los Bosques"? ¿Dónde está el forajido que se esconde con su ejército de campesinos? Pues no, no está. Lo estará... pero después de la aventura que nos explica ahora Scott. Así que, todos los que iban a ir ahora al cine para ver las aventuras y piruetas del héroe, al estilo Errol Flynn (The adventures of Robin Hood, 1938) o los que esperaban emocionarse con sus hazañas e historia de amor como con la edulcorada Robin Hood: Príncipe de los ladrones (Kevin Reynolds, 1991); incluso los que pensábamos que se iba a encumbrar (de nuevo) a Russell Crowe como leyenda histórica al estilo Gladiator... no van a estar satisfechos. El bofetón realista sorprenderá a más de uno, a veces positiva, a veces, negativamente.

Porque, como decíamos al inicio, es cine de aventuras, sí. Pero no hay que dejarse engañar por el trailer. Scott nos regala un film donde la trama avanza pausadamente. Hay batallas, sí. Hay buenos buenísimos y malos malísimos, también. Pero no es cine de acción. Es cine de aventuras... de las aventuras que puede vivir un hombre corriente, ya maduro, con espíritu luchador y, en este caso, un poco pillo. Y es que Robin no tuvo por qué ser un santo... pero sí avispado, y movilizador de masas (a lo Braveheart, Mel Gibson, 1995,  que también nos recuerda un poco a ella... y si no, sólo hace falta fijarse en la batalla final).  

En el aspecto técnico, el director demuestra que tiene una visión abrumadora para conseguir un resultado global coherente y, por Robin Hoodsupuesto, aplaudido. El rodaje de las -pocas- escenas de acción es impecable, si bien es verdad que ya no es tan novedoso como cuando las descubrimos asombrados en Gladiator (la cámara sigue todos los movimientos del héroe, sumergiéndose en el agua si es necesario, acompañando a la flecha mortal -quizá uno de los pocos elementos fantasiosos/heroicos que concede Scott en el guión); la puesta en escena deja entrever horas de estudio para conseguir un entorno histórico auténtico; los personajes están muy bien definidos, desde, por supuesto, Robin (Russell Crowe, que pese a las dudas iniciales, nos hace recordar que puede interpretar, como ya demostró en Una mente maravillosa -Ron Howard, 2001-, no sólo a tipos duros), hasta el simpático sheriff (un desaprovechado Matthew Mcfayden), pasando, por supuesto, por la mujer avanzada a su tiempo, Lady Marion (una siempre impecable Cate Blanchett, que nos deja con ganas de ver más escenas con Crowe), y destacando, entre todos, el papel de Sir Walter Loxley, interpretado por un Max Von Sydow, que consigue eclipsar a todo ser viviente cuando aparece en sus contadas escenas. Y, cómo no, rematando este equipo que suele acompañar en mayor o menor grado al director, Scott no se la juega y apuesta sobre seguro: la música está firmada por Marc Streitenfeld.  

Ni héroe, ni villano. Ni blockbuster de acción, ni lento tostón pseudo-biográfico. Nos encontramos ante un film bien hecho, maduro, con la dosis justa de cada elemento que hace que, si bien es casi seguro no convencerá como Mejor Película en las próximas nominaciones a los Oscars, cumple su objetivo: hacernos ver que, detrás de la leyenda, seguro existe un hombre, con sus más... y con sus menos. Y no, no me refiero a Robin Hood. Me refiero a Ridley Scott.


Festival y galardones:

Festival de Cannes 2010. Inauguración.

Ficha técnica:

Robin Hood, Reino Unido-EUA, 2010

Dirección: Ridley Scott
Producción: Brian Grazer, Ridley Scott, Russell Crowe
Guión: Brian Helgeland
Fotografía: John Mathieson
Montaje: Pietro Scalia Música: Marc Streitenfield
Interpretación: Russell Crowe, Cate Blanchett, William Hurt, Mark Strong

 

 

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