Desde que conocimos las películas nominadas a la 82ª edición de los premios de la Academia de Hollywood, los Oscars 2010, comprobamos que, como suele ocurrir casi todos los años, unos más que otros, el "duelo" entre dos de las candidatas, aquellas con mayor número de nominaciones, y por tanto, con mayor probabilidad de éxito, estaba servido. A pesar de la novedad, que incluía ampliar a diez las nominadas a la mejor película, en esta ocasión las candidatas eran dos obras muy diferentes entre sí. Por una parte, la megataquillera y revolucionaria (por su valor técnico en 3D) Avatar de James Cameron, y por otra, el sólido y crudo retrato sobre un oficio bélico, la cinta En tierra hostil (The Hurt Locker) de Kathryn Bigelow. Con esto no queremos menospreciar al resto de las candidatas, todas con las mismas oportunidades en cada una de sus candidaturas; sin embargo, y como suele ocurrir, siempre hay favoritas, y este año eran, sin duda, las dos que trataremos. Para más "inri", y a modo anecdótico, -aunque parezca un poco frívolo comentarlo en este tipo de publicación-, el morbo en esta ocasión era aún mayor, por el conocimiento por parte de todos (aunque estoy convencido que hasta ese momento la gran mayoría lo ignorábamos, por lo menos ese era mi caso) de la relación sentimental que habían mantenido los máximos responsables de cada una de las cintas, el ex matrimonio Cameron-Bigelow. Al parecer, la relación sigue siendo muy buena entre ambos e incluso profesionalmente siguen colaborando juntos, supervisando y aconsejándose sobre sus respectivos trabajos, incluso éstos que nos ocupan. Es tal, la buena relación, que el mismo James Cameron reconoció, antes de la entrega de premios, que era Bigelow la que merecería el galardón a la mejor dirección, y estaba en lo cierto, así que supongo que se iría igualmente contento. Temas personales aparte, estos premios, cinematográficamente, han dado mucho más que hablar.
Pasada la ceremonia de entrega del 7 de marzo, y conocidos los ganadores, comprobamos que ha triunfado el cine frente al espectáculo. Avatar, que ya había ganado antes de extenderse la alfombra roja, por lo menos en la vertiente económica -convirtiéndose en la película más taquillera de la historia, casi desde su primer fin de semana de exhibición, y recaudando en sus primeras doce semanas, y solo en los EUA la friolera cantidad de 495 millones de euros-, acudía a la cita como la máxima candidata a alcanzar los premios técnicos (siete de sus nueve nominaciones) y por consiguiente, con muchas opciones de conseguir también los dos premios principales a los que optaba, mejor dirección y mejor película. Sin embargo, a pesar de su exquisita tecnología, su desbordante desarrollo gráfico, su poderío visual y primordial papel en la resurrección del 3D, la historia que nos narra no aporta nada nuevo. Su propuesta es de un cine mainstream, de palomitas, de muy buena calidad, pero con escaso contenido y con un mensaje actual, aunque ampliamente difundido y, tal vez, por estas razones sus opciones en estos premios no fueron mayores.
En cambio, la otra apuesta era lo que parece una película más "pequeñita", En tierra hostil (The Hurt Locker), sobre todo si la comparamos con Avatar. Sin grandes alardes tecnológicos, en apariencia, pero con un pulso firme (a pesar de su factura de cámara en mano o el estilo documental de alguna de sus secuencias) y crudo, narra de una forma personal y alejada del típico cine bélico, el papel desempeñado por tres soldados norteamericanos de una unidad que desactiva explosivos. A pesar de estar ambientada en un conflicto bélico y que el mencionado trabajo está relacionado con dicho conflicto, En tierra hostil (The Hurt Locker) no puede considerarse una película bélica. Su particularidad, es que aprovecha la singularidad del espacio y del oficio para ofrecernos una reflexión sobre la autoridad, la locura, la necesidad de sentirnos útiles, la adrenalina y la obsesión por el trabajo, reflejado en el personaje de William James; también sobre la sumisión, la responsabilidad y la disciplina, personificada en el sargento Sanborn, o la inseguridad e inmadurez del joven Owen Eldridge, tal y como comenta Javier Moral en su crítica sobre el film. Todo ello mostrado de una forma magistral, con un aplaudido brío visual y un montaje firme, que nos seduce de principio a fin.
Finalmente, ante estas dos propuestas tan antagónicas, los miembros de la Academia apostaron por el cine reflexivo, más interno y humano, un cine, me atrevería a decir, más cercano al cine europeo o incluso, al cine de autor, frente a un cine espectáculo, de grandes efectos visuales y técnicos, y un amplio soporte mediático detrás. De sus nueve nominaciones, Avatar finalmente obtuvo tres, todas de carácter técnico, (mejor fotografía, mejor dirección artística, mejores efectos visuales), donde se esperaba que iba a arrasar. Fue En tierra hostil (The Hurt Locker) la que consiguió el máximo número de Oscars, seis en total, entre ellos, tres de los más importantes (mejor película, mejor dirección y mejor guión original) y tres de carácter técnico (mejor montaje, mejor sonido y mejor montaje de sonido), superando en número y en calidad a su rival en este "duelo" ficticio, y convirtiéndose en la absoluta ganadora de esta edición de los premios Oscar. Como ya hemos dicho, los académicos esta vez no dudaron, y a pesar del éxito y poderío, en todos los sentidos, de una superproducción como la nueva obra de Cameron, jugaron por la carta más arriesgada, y guste o no, apostaron por el cine más sincero. Para mí, acertaron.
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