Por tercer año consecutivo acudimos al Festival de Sitges a darnos un buen baño de cine de género. Es el certamen por antonomasia de la cinefagia, el que está más dispuesto a saciar las ansias voraces del aficionado, que en sana sintonía con los zombies, se contagia de similar apetito devorador. Hablando de los no muertos, ya es una evidencia que se trata de una figura que ha alcanzado una definitiva consolidación como icono identificativo del evento, compitiendo por el cetro con el King Kong tradicional que sirve como imagen. La zombie walk -una marcha multitudinaria y de acceso libre, en la que gente caracterizada como zombies desfila por todo el pueblo-, ya es un mismo foco de atracción que el carnaval, uno de los más famosos en Cataluña. Sólo había que intentar pasearse ese viernes por las calles del pueblo. Una odisea, solo apta para intrépidos aventureros. Lástima que la película seleccionada para dar pistoletazo de salida a la fiesta, Juan de los muertos, no estuviese a la altura. En todo caso, nos ha alegrado comprobar que el pueblo ha vuelto a arropar la cita cinéfila como propia, engalanando calles y comercios con motivos fantásticos. Nos ha recordado a aquellos primerizos años en los que lo visitábamos. Y eso es una sensación agradable, porque tras casi veinte años de no faltar a la cita anual, Sitges tiene un vínculo especial con nosotros, hecho que siempre nos hace distinguirlo del resto de propuestas culturales y cinematográficas.
En ese sentido, como bien recordaba Antonio Busquets, renacentista y multidisciplinar colaborador del Fecinema, existe una ley no escrita conforme si un año ha sido pobre en calidad, al año siguiente es todo lo contrario. Ya testimoniamos con el balance del año pasado, que el 2010 no fue una buena cosecha. ¿Y este año? ¿Se cumple esa regla? Existen muchos factores, que no solo se circunscriben a los criterios de selección de los organizadores. Uno obvio pero importante, que la oferta en el mercado venga con unos amplios niveles óptimos, para que así los equipos organizadores puedan traer buenas películas para el público. Este año, los festivales más importantes, Cannes, Venecia, San Sebastián, etc. han brillado por la sencilla razón de que el 2011 está siendo mejor cinematográficamente que el anterior. Por lo que, simplificando, las cosas se han puesto más fáciles. En términos generales, se han cumplido con las expectativas, y aunque es inevitable toparse con películas fallidas, también es cierto que el nivel medio ha sido bastante aceptable. Destacamos películas, entre otras, como Drive, Melancolía, Carré blanc, Beyond the black rainbow, Hell, Killer Joe, o la ganadora Red State. Respecto a los galardones, quilométrica lista en equiparación al caudal de filmes presentados, aunque la de Kevin Smith fuese la vencedora, Attack of the block fue la auténtica triunfadora con tres menciones, conciliando a crítica y público. El único desentono reseñable fue el premio al mejor guión para The Woman, y un tanto extraño el premio Casa Asia para The Unjust, que aunque estaba concedido por un jurado aparte del general, reseñemos que Ryoo Seung-Wan ya se encontraba en Sitges como parte integrante del que entregaba los premios de la Sección Oficial. Un mismo guiño pareció hacerse con Eva, dándole el premio a los mejores efectos especiales, habida cuenta que era la película que servía de inauguración, un espacio como el de clausura, en el que habitualmente los films quedan excluidos de la competición. No era así, pero cogió a todo el mundo por sorpresa.
En este 2011 se ha apostado por la continuidad, para que las aguas volviesen a su cauce, tras el vergonzoso affaire del año pasado con A serbian film. Más de 5.000 entradas vendidas respecto al año anterior y el cine español marcando la línea exitosa, ya que Mientras duermes fue la que más entradas vendió, y Extraterrestre generó entusiasmo, haciéndose propietaria del run-run del festival en el día en el que fue proyectada. Así las cosas, todo fue planteado en los mismos términos, y con ello, volvieron a darse los mismos problemas que siempre: retrasos en las proyecciones por una masificación de películas en un mismo día, donde no se calcula el tiempo destinado a las presentaciones. Eso te obliga o a marcharte de la película (Carré blanc la tuvimos que ver dos veces por ese motivo), o perderte la siguiente. O bien simultanear pases de películas de la Sección Oficial en diferentes cines, que hace prácticamente imposible que se pueda hacer un seguimiento ordenado del apartado madre. Además, la distancia entre l'Auditori, la sala principal, y el resto de cines adyacentes, los tradicionales que están dentro del pueblo, es bastante generosa y parece que la organización descarta la movilidad entre cines dados los horarios ajustadísimos. Eso dificulta que uno pueda cumplir con lo que se programa y parece ir en contra de los designios habituales de la gente y prensa, porque el tránsito entre estos cines es continuo. Una sección paralela como Noves Visions, aparcada en los cines complementarios, es casi de obligado visionado, si uno tiene ese sano interés por ver propuestas muy interesantes que se alejan de los cánones tradicionales.
Hasta qué punto es conveniente una masificación de películas si después ello va a generar frustraciones. En Sitges, si uno quiere, puede estar viendo filmes sin interrupción, si se van empalmando los maratones nocturnos con las sesiones del día siguiente. Pocos eventos, como decimos, están tan volcados con el público caníbal, que no le importa desafiar sus capacidades de resistencia. Además, dado su carácter de festival especializado y su encendido tono lúdico y festivo, proyecta filmes que son impensables en cualquier otro sitio. Eso genera también una apetencia por acceder a joyas, que parecen tener solo esa oportunidad por ser vistas. La apuesta abundante de cine oriental va por ahí, dada la escasa presencia de él en los circuitos mayoritarios de exhibición. Así pues, sería de agradecer, que el acceso a los visionados no fuese tan accidentado, y que lo programado estuviese mejor adaptado para una concurrencia fiel, que es muy agradecida. En pocos festivales uno encontrará que se aplauda tanto todo, donde cada vez que aparece la cortinilla con el logo de Sitges no falle un aplauso encendido de emoción. O qué decir de las orgiásticas sesiones de un público entregado, las cuales nunca faltan en Sitges, y que pueden servir de orgullo al equipo organizador al contar de buen olfato para ello. Este año parecía que no seríamos testigos, pero fue ir a ver The Raid, adrenalítica película de acción, y liarse la gorda. Una frase proclamada de forma espontánea, resume perfectamente ese espíritu de jolgorio: Esto es cine y no Melancolía gritaba uno de los espectadores. Pues esto es Sitges y que lo siga siendo por mucho tiempo.
CRÍTICAS
Drive. Nicholas Winding Refn, EUA, 2011. OF Panorama.
Intruders. Juan Carlos Fresnadillo, España-Reino Unido-EUA, 2011. Sesión Especial.
Eva. Kike Maíllo, España, 2011. Inauguración (escrita por Arantxa Acosta)
La cosa (The thing). Mathis van Heijningen, EUA-Canadá, 2011. Clausura (escrita por Arantxa Acosta)
Contagio (Contagion). Steven Soderbergh. EUA - Emiratos Árabes, 2011. OF Panorama (escrita por Javier Moral)
Apollo 18. Gonzalo López Gallego, EUA-Canadá 2011. OF Panorama (escrita por Pablo Castriota)
Mientras duermes. Jaume Balagueró, España 2011. OF Panorama (escrita por Javier Moral)
Melancolía (Melancholia). Lars von Trier, Dinamarca, 2011. OF Panorama (escrita por Javier Moral)
RESEÑAS
Además:
The artist. Michel Hazanavicius, Francia, 2011. Sesión Especial.
Verbo. Eduardo Chapero Jackson, España, 2011. OF Panorama.
Extraterrestre. Nacho Vigalondo, España, 2011. OF Panorama.
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