Ojo al cine

Ojo al cine
Por: Sandro Romero Rey y Luis Ospina

Ojo al cine - Portada

Ojo al cine
Andrés Caicedo
2da edición corregida y aumentada
Seleccionada y anotada por Sandro Romero Rey y Luis Ospina
Editorial Norma


Ojo al cine es un libro muy especial dentro del conjunto de la obra de Andrés Caicedo. Es un libro que pretende reunir lo mejor de los escritos de su autor acerca del llamado "séptimo arte". Vio la luz por primera vez en 1999, luego de casi quince años de dar vueltas y revueltas por los escritorios de las editoriales. Los recopiladores ya habíamos organizado todo el material póstumo de su autor y lo habíamos dividido por distintos géneros y actividades, de tal manera que existiese un mapa para navegar por las aguas fascinantes de los textos caicedianos. Ojo al cine es un volumen con mucho volumen, como lo quiso su autor en vida. Tardó muchos años en salir, producto de muchos accidentes que no dependieron, ni mucho menos, de la voluntad de sus gestores. Por fortuna, la constancia vence lo que la dicha no alcanza y estos escritos cinéfilos ven la luz, brindándole a todos aquellos que han disfrutado la obra de Andrés Caicedo lo que su autor más cultivó: la escritura por, para, desde, en y frente al cine. Más allá de la coyuntura de los años setenta, existe en todos estos textos una actitud y una manera de asumir la vida a través de lo que la pantalla provoca. He aquí otra deuda que tenemos con su autor: aprender a descubrir de qué manera el cine nos mira a nosotros.
En el nuevo milenio, Andrés Caicedo es un autor de culto. Es un autor que fascina a los jóvenes (hay todo un reciclaje generacional entre sus lectores), que le interesa a todos aquellos que combinan la literatura con la cinefilia, el teatro con el rock y la salsa. Ojo al cine, por su parte, es un libro que le abre las puertas de la percepción a una nueva ola de apasionados por las imágenes en movimiento, quienes podrán degustar de los comentarios de un crítico voraz, el cual escribía sin tregua sobre películas que hoy en día son clásicos de fácil acceso en formato digital. Qué diferencia con los tiempos caicedianos en los que conseguir una copia de un filme era casi tan difícil como conseguir un espacio para escribir sobre ellos.
La historia de Ojo al cine, creemos, tiene su buena dosis de fascinación. Y tiene que ver con gran parte de la historia de la cinefilia en Colombia. Por eso nos permitimos empezar por el principio, para que el lector llegue con gusto hasta el fin. Y para empezar con una curiosidad para lectores desaforados, nos permitimos informarles que la presente edición resuelve lo que el diablillo de la anterior no hizo posible: cuenta con veintiún textos que desaparecieron misteriosamente de la primera vez que Ojo al cine vio la luz. Les dejamos a ustedes el trabajo de descubrir cuáles fueron los capítulos desaparecidos.
En los años setenta nació en Cali uno de los cine-clubes de mayor importancia a nivel nacional, no sólo por su trabajo sistemático y develador, sino por la obsesiva fascinación fanática que envolvía a todos sus miembros. El Cine-Club de Cali fue fundado por un jovencito de aire lewisiano y gruesas gafas llamado Andrés Caicedo, nacido el 29 de septiembre de 1951 y muerto, por sus propios medios, el 4 de marzo de 1977. Durante sus veinticinco años, Andrés no pasó un solo minuto de su vida sin dejar de pensar en el cine. Niño precoz, al superar los diez primeros años de su existencia, ya consumía todo tipo de libros y comenzaba a fascinarse con las imágenes del cine americano en los teatros de su ciudad natal. Se encerró en la oscuridad de los teatros con una obstinación progresiva y su curiosidad lo llevó a tratar de conocer todos los misterios que dichas imágenes le escondían. Por esta razón, a partir de 1969, comenzó a escribir comentarios sobre cine, en simultánea con su progresiva actividad literaria. Estos artículos dejaron ver un conocimiento impresionante por la vida y la obra de los forjadores de la carreta cinematográfica. Y, al igual que con sus cuentos y novelas, la pasión y la desmesura lo llevaron a acumular toda la información posible hasta convertirlo, con el tiempo, en un cinéfago incondicional.

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