Beautiful Boy: El otro lado de la tragedia
La ópera prima de Shawn Ku es un interesante drama familiar sobre un matrimonio en horas flacas, cuyo único hijo, de dieciocho años de edad, ha perpetrado una matanza en la universidad en la que estudia, matando a diversas personas y después suicidándose. En los dos actores principales, Michael Sheen como el padre y María Bello como la madre, recae toda la fuerza de la película, teniendo que asumir una fuerte implicación sentimental, aunque sin llegar a alcanzar todos los niveles necesarios. Con una estética visual simple pero efectiva, el film no sorprende por su virtuosismo, sino más bien por el planteamiento de lo tratado; la aceptación del hecho, los conflictos de culpabilidad, dudas y reflexiones que se les plantea a los padres, el cómo y con qué herramientas y apoyo superar una situación de este calibre, así como el rehacer sus vidas, tanto en el trabajo como en el vecindario o con la propia familia... y, por supuesto, la asfixiante exposición pública a la que se ve asumida la familia en los medios de comunicación. En mi opinión, se trata de una película muy correcta en todos los sentidos, con una calidad muy precisa, sin llegar al excelente, pero que principalmente posee una baza muy importante e interesante en su argumento. Sin hacer referencia explícita al famoso y trágico incidente del instituto Columbine, ocurrido en 1999, la película podría conformar junto con el documental Bowling for Columbine (2002), de Michael Moore, y la película Elephant (2003), de Gus Van Sant, una sugestiva reflexión desde diversos puntos de vista sobre una tragedia de estas características. SI
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Chrzest/Bautismo: La serenidad del perdido
¡Oh! De lo mejor que hemos visto en el festival. Dura. Durísima. Inquietante y violenta. Pero enternecedora a más no poder, aunque parezca increíble. Estamos ante la Promesas del Este (David Cronenberg, 2007) polaca. Con mucho menos presupuesto y, encima, basada en una historia real. Ahí es poco.
Michal ha conseguido dejar su antigua vida atrás, cuando era maton de la mafia. Con una hermosa esposa, un bebé y un negocio en alza, está en su mejor momento. Invita a su mejor amigo a casa para celebrar el bautismo de su hijo. Pero, en el transcurso de sólo una semana, toda su vida se romperá en mil pedazos: sus ex jefes le han encontrado.
En Bautismo hay un exceso de luz. Toda la cinta está sobreexpuesta, haciendo que, por ejemplo, el cielo siempre se vea blanco, nunca azul. Y es que, en esta historia, no hay cabida para un cielo azul. Ni para un final feliz. Todo lo que se sucede ante nuestros ojos parece tan irreal como la propia iluminación.
El avance de la historia está logradísimo. La tensión aumenta por momentos, desde lo que parece un film sobre la amistad hasta lo que finalmente se convierte y no esperamos, con un punto álgido que es la brutal escena de la paliza a un hombre, que es donde nos damos cuenta de cuál era el trabajo de Michal y su amigo antes que querer "convertirse". Hay una escena que queda colgada, no sabes bien por qué, se te olvida, y sólo al final te das cuenta de su importancia... impresionante. Y llegamos al corte final, a la orilla del mar. No hace falta ningún cierre, el último plano ya nos lo dice todo.
Únicamente esperamos, ansiosamente, que se llegue a distribuir en otros países, para que nadie pueda perderse esta gran locura, nada más y nada menos que real. AA
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Lucía: Quietud. Vida. Dictadura. ¿Esperanza?
¿Es difícil rehacer nuestras vidas tras haber sufrido una dictadura militar? ¿Cómo es posible sobrellevar tantos años de opresión y salir airoso?
Lucía nos habla, precisamente, sobre cómo es la vida después de la larga dictadura chilena, y lo hace mostrándonos el día a día de un padre y su hija. Muchos dirán que no pasa absolutamente nada. No es del todo cierto.
Si bien es verdad que sus escasos ochenta minutos llegan a hacerse eternos, es un buen recurso para transmitir la quietud interna de unos personajes que no parecen saber adaptarse a la nueva situación. La represión que han sentido durante tantos años, imposible de sobrellevar pero, aún así, lográndolo gracias a hacer de sus vidas algo tan simple que, si desapareciesen, nadie se daría cuenta. El padre sufre incluso más en silencio que su propia hija, que al menos encuentra en hacer collages un motivo de distracción. Es en esos momentos en los que está en paz con ella misma, es feliz (muy bien representado, a través de imágenes a cámara lenta, eliminando fotogramas) en su íntimo mundo, alejándose del horror que aún parece existir fuera de las cuatro paredes de su habitación.
Lucía podría haber sido una grata reivindicación para esas generaciones de chilenos que se han encontrado entre dos mundos, pasado y presente (para ellos futuro) y que aún no saben si adentrarse en uno o refugiarse en los recuerdos del anterior. Pero su extrema lentitud le hace muchísimo daño al mensaje real que el director quería transmitir, quedando en la retina, básicamente, las agujas de nuestro reloj de pulsera. AA
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Marieke, Marieke: Cómo se manifiestan las frustaciones adolescentes en la edad adulta
Marieke, Marieke es uno de los films más flojos que hemos visto en el festival. Se centra en explicar cómo se ha enfrentado nuestra protagonista al hecho de haber perdido cuando ella era muy pequeña a su padre, su primer gran amor. Y esa forma de enfrentarse es, ni más ni menos, que acostándose con hombres mayores, en los que encuentra su particular refugio. Ya está.
Sinceramente, el origen de la frustración de la protagonista (lo descubrimos un poco más adelante) atrae, pero sólo hasta cierto punto. Cómo consigue enfrentarse a su pasado para evolucionar y superar el presente no consigue motivarnos, la verdad. Y tampoco podemos destacar nada de su puesta en escena, ni fotografía, ni guión... En definitiva, que no ha sido un buen debut de Sophie Schoukens... AA
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Las marimbas del Infierno: Combinaciones imposibles y, no obstante, legendarias
Nos encontramos ante un docufilm de lo más gracioso, por lo absurda que parece la situación que se nos plantea y que, en todo caso, es real y nos hace apreciar la imaginación de algunas personas para seguir adelante y no sucumbir ante las desgracias de un mundo que, a veces, parece irnos en contra.
Durante el rodaje de su anterior película, Julio Hernández Cordón conoció a Don Julio, un músico que toca la marimba (instrumento nacional de Guatemala). En aquel entonces, Don Julio pidió al director que eliminase su escena de la película, ya que estaba siendo extorsionado (no acaba de clarificarse por qué) y, básicamente, quería desaparecer. El curioso personaje picó la curiosidad al director, que años después decidió buscarle para contar su historia.
Y su curiosa historia, acompañada siempre de colores cálidos (amarillos, naranjas...) y con largos y grandes encuadres, donde vemos, en una esquina o en medio de la pantalla, planos de los distraídos protagonistas (con la consecuente sensación de dispersión, de no saber cómo continuar su vida), nos habla del acuerdo entre Don Julio y Blacko, un fanático del rock duro y uno de los primeros del Heavy Metal en Guatemala (además de médico, pero eso es otra historia), que basa su alianza en crear un grupo de Rock, Las marimbas del infierno, combinando los dos sonidos, el tradicional de la marimba y el duro del metal. Vamos, la unión de dos talentos imposibles, pero lleno de ilusión para conseguir trabajo y salir de la precaria situación. Las marimbas del Infierno es destacable aunque sólo sea porque consigue atraer nuestra atención. Muy buenas intenciones y muy buen resultado. AA
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Principii de viata/Principios de vida: Somos como somos
Principios de vida nos revela, tras seguir a Velicanu, un contratista durante su último día de trabajo, que somos como somos y es muy difícil cambiar.
Nuestro protagonista se presenta como un hombre afable, gracioso, que parece ha conseguido prosperar en la vida y es respetado por ello. Es el típico que va de sobrado, pero que cae bien. A lo largo de su estresante día (visitar la obra, hablar cincuenta veces con una cliente insatisfecha, ir a la farmacia para las medicinas del bebé, ir a buscar a su hijo adolescente a la casa de su ex mujer para comprar cañas de pesca, volver a su casa y relajarse un poco, volver a la imprenta porque la clienta no está conforme, volver a casa....) nos damos cuenta de que Velicanu no es tan feliz como parecía, que el estrés que lleva para que todo le salga bien puede manifestarse en cualquier momento, como acaba pasando, encontrando así a un hombre violento, autoritario y sin escrúpulos, harto de que no se haga lo que él dice. Pensamos, entonces, que seguramente su primer matrimonio no funcionó por eso. "Nos equivocamos con la educación del chico", dice en un momento. ¿Por qué, porque no quiere seguir todos sus pasos, todas sus exigencias?
El segundo largometraje de Constantin Popescu destaca básicamente por el tremendo trabajo de su protagonista, en el que se centra toda la acción y al que literalmente sigue la cámara. No hay escena en la que no veamos a Velicanu "en su salsa", sea cual sea. Recomendable, si en algún momento puede llegar a distribuirse en el país. AA
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Smukke Mennesker/Nothing's all bad: Gamberras vidas cruzadas
La fórmula, la conocemos sobradamente: varias historias que acaban entrelazándose. Verdaderamente es una forma de contar una historia muy explotada en los últimos años, ¿verdad? Pero, en este caso, hay que reconocer que funciona de maravilla. Situada a medio camino entre el Vidas cruzadas (Short cuts) de Robert Altman y el sorprendente Happiness de Todd Solondz, Nothing's all bad es un film acerca de las penurias y alegrías de cuatro personajes, a saber: una viuda jubilada, su hija traumatizada por una amputación, un hombre con una obsesión incontrolable y su hijo chapero. Y menudas penurias y alegrías...
La película es algo sórdida, pero sin pasarse. El mayor logro del film es precisamente ese: en lugar de potenciar las escenas con más juego, que con otro enfoque podrían dar lugar a situaciones exageradas y poco creíbles (aunque igualmente divertidas), lo que transmite Mikkel Munch-Fals es precisamente la contención más pudorosa de sus personajes, la reacción oprimida a todo lo que les pasa, que es básicamente lo que veríamos o haríamos si nos pasase a nosotros lo mismo. Con un buen guión, por encima de todo, Nothing's all bad se apoya básicamente en la interpretación de esos curiosos cuatro personajes, y en cómo, al ser tan diferentes, se complementan muy bien en pantalla. El papel de la viuda es el que más convence, ya que consigue mostrar muy bien en sus escenas la soledad que siente. El del chapero es muy gracioso, el que da más frescura a la historia global. En definitiva, una muy buena inversión el poder disfrutar, al más puro estilo cotilla (que todos llevamos dentro), de la vida de los cuatro. Muy recomendable. AA
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La tête ailleurs: Somos el reflejo de nuestros padres
Patrik trabaja como crupier en un casino, pero su sueño es dejarlo todo y dedicarse a viajar alrededor del mundo. Pero todo tendrá que salir perfecto: compra las mejores guías, planifica los recorridos, ahorra para poder permitirse su gran viaje... durante años. Años. Incluso le toca un viaje a un país exótico y, engañando a todos, se queda en el hotel del aeropuerto. ¿Por qué? Según él, porque después de tanto tiempo planificando, no puede dejar que el viaje se lo organicen otros. En realidad, estamos ante el miedo al fracaso. Miedo que acompaña a Patrik durante toda su vida.
Así, se escudará tras sus planes para evitar pensar que, en realidad, no quiere llegar a llevarlos a cabo para no darse cuenta de que no era tan perfecto como en su mente. De que no es capaz de asumir los errores. En definitiva, de que, al igual que su padre, le gusta controlar su vida tanto, que si sale de la rutina será incapaz de hacerlo.
La historia es grandiosa dentro de su simplicidad. La sonrisa que nos arranca se vuelve amarga al pensar que, muchas veces, hemos podido llegar a actuar de la misma forma. Con un final estratosférico (y nunca mejor dicho) amenizado con el mejor sonido de Talking Heads, el debut de Frédéric Pelle entra en el top de las mejores del Festival. AA
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La vida util: Cinefilia en movimiento
Riguroso blanco y negro para esta pequeña obra maestra, recomendada sólo para verdaderos cinéfilos. Porque todas y cada una de las escenas hacen alusión a alguna película, a algún renombrado teórico pero, sobre todo, al maravilloso mundo del cine.
Conocemos a un hombre gris, habituado a su trabajo en la cinemateca, en la que lleva más de veinticinco años. Pero, ¡ah! los tiempos cambian... y los gustos de los espectadores también. Ya no vale con mantener un rancio programa de radio que nadie un poco alejado al mundo cinematográfico sea capaz de comprender, ni tampoco que la excelente programación no se acompañe de un mínimo de publicidad que la respalde. No, ya no hay espacio para el culto al cine. Así que Jorge se queda sin empleo.
Pero gracias a sus años de experiencia en el cine, de todo lo que ha visto y oído, sentido... tendrá el valor de enfrentarse a su nueva situación con un optimismo que no esperábamos. Así, le vemos bajar las escaleras a lo Fred Astaire, escuchamos la música triunfal que pone a sus pensamientos para enfrentarse a las situaciones (atreverse a invitar a una mujer a ir al cine, por ejemplo), o engañar a una clase de alumnos de la facultad Derecho haciéndose pasar por profesor (maravilloso monólogo a lo Marc Twain sobre la humanidad que reside en la mentira, y la necesidad de hacerlo bien... puro cine, vamos). Así, en los escasos 67 minutos de película vemos un cambio radical, tanto en la dinámica del protagonista como en la del propio film, dejándonos una sonrisa y ganas de repetir como otras pocas lo han conseguido en este festival. Imprescindible. AA
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