Documentales. Diez documentales se han podido ver en la edición del 2009 del Festival Internacional de Cinema Gai i Lèsbic de Barcelona. De los diez, ocho entraban en competición. Straightlaced y No oblidis mai serán los dos únicos proyectados fuera de competición.
Empezamos hablando por el mejor documental de la muestra que se pudo ver en el festival. Asimismo contó con el beneplácito del jurado al otorgarle el premio al mejor documental. City of borders, comprendiendo el lapso de tiempo que va del 2005 al 2007, a través de diversos testimonios de gays y lesbianas, nos narra la difícil, por no decir extrema situación, en la que vive la comunidad LGBT en Jerusalén. Estamos ante una ciudad en la que conviven tres religiones y sus respectivas culturas en un frágil equilibrio franqueado por barreras tanto físicas como imaginarias. Cristianos, palestinos y judíos (ortodoxos y laicos). Y en el fuego cruzado de las tres religiones, como foco central de desprecio, la comunidad LGBT tenazmente sitiada y oprimida. Tal como se comenta de forma sarcástica en el largometraje, en algo están de acuerdo las tres religiones: en el odio iracundo y visceral hacia la comunidad LGBT. Y de aquí cobra plena significación la construcción social del concepto de identidad sexual. Una identidad sexual que irá vinculada irremediablemente al sustrato social de la ideología. Frente a una situación de opresión exacerbada, la comunidad LGBT emprenderá un activismo político en la lucha por los derechos civiles que chocará frontalmente con las actitudes radicalizadas de los extremismos religiosos presentes en una misma ciudad. La homofobia basada en un androcentrismo sexista, en cuanto tal, veremos cómo coarta la libertad individual negando y aplastando a todo aquel que se expresa y se siente no coincidente con los dictados sociales mayoritarios. Comprobaremos las acciones violentas de los judíos ortodoxos siendo los agentes sociales que demuestran mayor virulencia agresiva. Y también se relatará el incidente, en el día del orgullo gay del 2005, llevado a cabo por un judío extremista que apuñaló a dos participantes e hirió a algunos más (uno de nuestros protagonistas será uno de los heridos en dicho suceso).
Así seremos testigos, de por ejemplo, la dura vivencia de un homosexual palestino, atemorizado y cohibido, que no sale apenas de su casa por las continuas amenazas de muerte a las que está sometido. Además, comprobamos la terrible incomprensión de su propia madre, que lo ridiculiza e infravalora, tildándolo de débil y asegurando que no tiene paciencia. Paciencia para qué, nos preguntamos. Solo le queda una salida y es la huida de su vida, de lo que es, de su entorno, de sus amigos, de su familia, de todo. Cómo él afirma: "durante un tiempo eran los amigos los que me hacían aguantar, pero esto ya no funciona". Comprobaremos dos años después, la estabilidad personal y sentimental del joven, cuando lo encontremos instalado en Cleveland viviendo feliz con su novio.
Volveremos a este film en una nueva ocasión, pero no podemos dejarlo sin comentar, ya que es una excelente creación audiovisual que materializa una representación tangible de cómo el documental cinematográfico es una parte sustancial de los discursos ideológicos que fluyen en el tejido social. Un film que significa con pleno derecho, por qué homosexuales y lesbianas se sienten como una comunidad y cómo les cohesiona dicha unidad frente a la barbarie. Veremos qué construcciones ideológicas y colectivas comparten y cuál es el compromiso que efectúan en la lucha por la paz, la igualdad y la libertad de expresión. El ejemplo del judío laico como concejal del ayuntamiento y propietario del local Shushan, punto de conexión neurálgico de la comunidad LGBT en Jerusalén, actuará como caso paradigmático.
Imprescindible. Necesario.
El auténtico momento emotivo del festival se vivió con el visionado de este documental el día de la clausura. Con toda certeza, fue la proyección que vivió la ovación más prolongada de todo el certamen. Y con toda justicia recibió el premio del público al mejor documental. Muy extraño hubiese sido lo contrario.
La película nos llegaba con el premio del público al mejor documental en el Outfest (Los Ángeles) de su última edición. Y pudimos contar con la presencia de las directoras del festival que después gustosamente atendieron las consultas de la audiencia.
La película narrada por Edie & Thea, haciendo memoria de su relación de 42 años a través de fotografías y recuerdos compartidos, nos relata una bellísima historia de amor ejemplar e inspiradora en su evidente muestra de entrega, compromiso y amor auténtico fraguado entre luchas sociales y personales. Los diversos testimonios de las dos protagonistas serán grabados durante los dos últimos años de vida de Edie Windsor, aquejada de esclerosis múltiple. Ello nos llevará a un recorrido por sus vidas como fiel reflejo del trazado histórico de la mujer lesbiana en Norteamérica desde finales de los 50 hasta la actualidad. A través de su trayectoria vital y de su compromiso en la lucha de los derechos civiles podremos hacernos una idea panorámica de lo que ha significado ser mujer homosexual, tanto en una esfera íntima como colectiva.
Resulta difícil no emocionarse cuando después de más de veintiséis años, deciden ir a casarse a Toronto en el momento en que a Edie le diagnostican poco tiempo de vida. Aquellos que se oponen a la unión matrimonial entre personas del mismo sexo, me gustaría comprobar, si opinan lo mismo después de haber visto el film. Si es así, me ahorro el adjetivo calificativo.
Como hemos comentado, pudimos disfrutar de la presencia de las directoras. Hicieron su aparición presentando la película. Una vez acabado el largometraje, en un efecto Rosa púrpura del Cairo, pudimos descubrir, que también estaba entre nosotros, Thea Spyer compartiendo el visionado con nosotros. Como si hubiese salido de la pantalla. A un servidor que tenía su corazoncito ya afligido al acabar la proyección, le costó contener las lágrimas de la emoción al girar la cabeza y encontrarme detrás de mí a Thea. Sí, ya sé. Soy un sentimental. Qué se le va a hacer.
Posiblemente el documental más árido de todos los que vimos. Excesivamente críptico y confuso, a través de una inspiración operística, pretende desde un punto de vista elegíaco, establecer un relato del activismo en la lucha contra el SIDA a través de las voces de dos activistas, Tim McCaskell de Toronto y Zackie Achmat de Capetown. Si pretendemos un discurso claro y plenamente comunicativo a través de la difusión audiovisual, para establecer mensajes de denuncia del comportamiento institucional y gubernamental en la lucha contra la pandemia, éste no es el mejor ejemplo. Todo lo contrario. Las voces de las personas reales se pierden en un marasmo ficcional desde una ficticia ópera trágica creada por Gertrude Stein.
Es una propuesta arriesgada que huye del carácter divulgativo para adentrarse en un espíritu intelectualista que, o te gusta la ópera, o se te hace intragable. Hay una esforzada elaboración estilística pero que obstruye la comunicación del mensaje. Nos quedamos con varias ideas valiosas disgregadas a lo largo de un excesivo metraje. Las celebridades no pueden ocupar con su acción filantrópica el hueco que dejan la no acción de los gobiernos y los intereses de las industrias farmacéuticas. Y el silencio en la lucha contra el SIDA equivale a muerte.
La película cuenta con el premio Teddy al mejor documental en el Berlin Film Festival 2009 y el premio al mejor film canadiense en el Inside-Out Toronto LGBT Film and Video Festival 2009.
¿Cómo se vive y se siente la homosexualidad en el Islam? A esta pregunta, de presumible respuesta, pretende abordar el siguiente film que reseñamos. Sabemos cómo el mundo islámico vive con apabullante presencia una religión que demuestra su insultante intolerancia hacia tendencias sexuales no heterosexuales. De esta manera, el musulmán que trata de conciliar su espiritualidad con su tendencia sexual, vive en un continuo desequilibrio esquizofrénico, que en algunos casos, provoca disfunciones anímicas graves. Aquel que más cercano se sitúa en su laicismo (como el caso de la pareja de jóvenes turcos), menos problemática presenta con su identidad sexual.
Centrado principalmente en Estambul, a pesar de la fuerza de sus testimonios y la posibilidad de ofrecerse como una ventana hacia una población escondida en un marasmo de represión y tabúes, le falta garra, sensación acentuada por una deficiente concepción visual y pobreza formal.
Nos quedamos con una frase para la reflexión, mencionada en el largometraje. Y es que el problema de la comunidad LGBT en Estambul es que no existe cultura gay, solo bares de travestis.
Catálogo poliédrico y caleidoscópico de la condición de la mujer lesbiana en Dinamarca a través de diversas vivencias, Hello, my name is lesbian se convierte así, en una reflexión sobre el peso del género en la condición femenina.
El film muestra cómo, la mujer que se siente atraída por otra mujer, se resiste al encorsetamiento de la feminidad y a la dictadura de las convenciones sociales que marcan cómo debe ser la fémina. Y se detiene especialmente en aquellos años míticos de la década de los 70 en los que nace el activismo feminista y la construcción social de lo que es la identidad sexual desde el lesbianismo. Ellas se resisten al discurso heterocentrista y abogan por romper los roles sexuales asignados a la mujer.
Promueven expandir la visibilidad y es un feminismo que no busca la aceptación del heterosexual en una actitud combativa. Lo que se entiende por adoptar una visión queer. Y no puede faltar la lesbiana que desprecia a los homosexuales masculinos reduciéndolos a: todo pluma y música hortera.
Así, el documental hila los testimonios entre un baile de tango como símbolo de la fuerza abigarrada de la mujer homosexual para certificar cómo luchan contra una doble discriminación: la de género y la de la condición sexual. Eso provoca, en algunos casos como el mencionado arriba, que lleguen a un extremismo, que bajo mi humilde opinión, les hace un flaco favor.
Pretende ser, pues, un film ilustrativo y representativo que no se olvida echar la vista atrás para recordar los difíciles tiempos en los que sólo podían encontrarse en un club, un entorno excesivamente endogámico y limitadísimo, que les coartaba la libertad de acción.
Y si en el anterior, pudimos ver cómo las mujeres luchaban contra las preconcepciones sociales en la construcción de la imagen femenina, en este documental francés podemos encontrarnos el efecto inverso. ¿Hombres ejecutando natación sincronizada? ¿Por qué no? Las instituciones deportivas muestran su reticencia a una modalidad deportiva destinada para mujeres. Pero nuestros tres chicos protagonistas, que reconocen vivir en cierta clandestinidad su homosexualidad en dicho ámbito, mantienen su voluntad al margen de lo que digan y piensen los demás.
El problema es que la tenue excusa argumental se agota rápido y el film es demasiado deudor de la fotografía destinada a fines publicitarios. Existe delectación patente en filmar los cuerpos atléticos de los tres muchachos. Y esa recreación contemplativa, no sabemos por qué, otorga protagonismo especial a uno de ellos sobre los restantes dos. También es el que tendrá más voz personal en el largometraje.
Esta contemplación pseudo-erótica adolece de falta de mesura en la tabla de edición. Y asistimos a una larga secuencia acuática en la que se mantiene la canción íntegra de Cruz de navajas de Mecano sin mucho sentido que el de prolongar metraje innecesariamente.
Hubiésemos preferido que se hubiese profundizado más en las complejas relaciones que se advierten entre deporte profesional y homosexualidad y menos videoclip con aire new-age.
Estamos ante un documental intimista que quiere traernos a la memoria la figura de Ocaña, después del 25 aniversario de su muerte. Por ello se centra especialmente en Cantillana, su pueblo de origen, donde fue a morir (involuntariamente) como si tal cementerio de elefantes fuera.
Se echa en falta mayor protagonismo de la vida de Juan José Pérez Ocaña en Barcelona, ya que allí fue donde se consolidó su personalidad artística, fulgurante y cautivadora, convirtiéndose en uno de los personajes de la vida pública catalana más importantes en la transición y el tardío franquismo. Cierto es que a tal efecto, ya existe el filme de Ventura Pons Ocaña, retrato intermitente (1978) con lo que Juan J. Moreno en la reivindicación que efectúa de Ocaña, parece centrarse especialmente en todo aquello que resulta más inédito del personaje. Trata de traslucir a la persona detrás del personaje y para ello, es inevitable partir de Cantillana, su pueblo de origen y de sus familiares y allegados más cercanos.
Curioso por cierto, la confluencia de varios testimonios negando las atribuciones que Ventura Pons se aplica a sí mismo en el largometraje que supuso el debut en la dirección. Niegan que existiese un guión estructurado y asimismo contradicen que pensase en realizar un largometraje desde la concepción inicial del film. Afirman que fue una decisión improvisada ante el magnetismo que le supuso la acción de Ocaña.
Al margen de esta curiosa anécdota podemos considerar que estamos ante un film bien documentado que demuestra transiciones e insertos bien realizados, con lo que luce un trabajo de post-producción muy vistoso que le otorga al largometraje una factura más que correcta. Pero le falta cierta cohesión al hilo narrativo. Quizás hubiesen sido necesarios unos engarces informativos que permitiesen mejor al espectador seguir la evolución biopersonal y artística de Ocaña. Es fácil perderse ante las sucesivas declaraciones de personas allegadas al personaje biografiado y cuidaría evitar situaciones como la de la escena de un historiador de arte muy apegado a la cámara con una cerveza en un vaso de plástico en la mano y en el fondo dos vagabundos errantes haciendo un espectáculo callejero con una cabra y un órgano.
Documental de corta duración que se presenta como un perfecto epígono de City of borders. Mediante una historia de amor de dos mujeres ficcionada e intercalada entre números musicales de transformismo, la creación se alza como un sentido homenaje a Shushan, punto de encuentro de la comunidad LGBT en Jerusalén. Y del interior a ritmo de playback al exterior con imágenes de archivo, muchas de ellas compartidas por City of borders donde queda patente la sinrazón de una ciudad sofocada por la intolerancia de las religiones.
Concluye con una sobrecogedora escenificación de la canción de Annie Lennox, Why, en la que nuestro drag queen sobre un absoluto fondo negro, se va deshaciendo de todos los abalorios que utiliza para la actuación, al ritmo del lamento que emerge de la poderosa voz de la excéntrica cantante.
Uno de los documentales que no optó a concurso nos muestra una colección de testimonios de adolescentes a través de un estilo dinámico y muy en sintonía con su público destinatario. En él, una gran diversidad de adolescentes nos manifiesta sus preocupaciones en las relaciones interpersonales, y las diferentes dificultades que se les presentan cuando no pueden adscribirse con comodidad en las preconcepciones sociales y divisiones de género. La mayoría de los chicos heterosexuales continúan mostrando un pavor atávico a no parecer gays entre sus iguales, mientras que las chicas encuentran conflictos con el prototipo de feminidad en los que juega un factor muy importante, la estética, la imagen y la actitud frente al género opuesto.
Ritch C.Savin-Williams en su libro La nueva adolescencia homosexual (Morata, 2009) se muestra entusiasta e ingenuamente optimista frente a la adolescencia contemporánea. Según su tesis, bajo una perspectiva científica y bien documentada, trata de mostrarnos cómo para el adolescente de hoy la identidad sexual no tiene importancia y por ello, el término gay ha dejado de tener sentido. No muestran preocupación alguna por las conductas sexuales y no dan importancia a la etiquetación bajo una tendencia en concreto. Este relativismo distensionado rebaja hasta la anulación los prejuicios en torno al género y el sexo. Además niegan definirse bajo estos parámetros codificados en la sociedad. Sería una buena noticia si el documental que vimos nos demostrase justo lo contrario.
Las voces de los adolescentes convocados siguen perpetuando las mismas luxaciones ante la cuestión de los géneros de antaño. Los chicos siguen muy preocupados por demostrar su hombría y virilidad (la juventud masculina sigue siendo muy androcentrista) y temen con auténtica inquietud que sus actitudes, vestimenta o afirmaciones les lleve a que sus iguales les tomen por gays. Las chicas siguen preocupadas por no parecer chicas fáciles y sufren aquellas que no pueden ni quieren adscribirse al rol de feminidad (tampoco al masculino). El término gay sigue teniendo pleno sentido para ellos y para el que lo es, se siente absolutamente definido por su identidad sexual.
Así pues, mal que nos pese, todo sigue igual y el film, que se muestra muy ameno y bien narrado, nos lo demuestra.
El último y segundo documental fuera de concurso, bajo un formato claramente deudor de la estética televisiva, pretende hacer difusión de la actividad que lleva a cabo la asociación Projectes del Noms en su lucha contra el silencio institucional, político y social en la contienda contra el SIDA como pandemia moral. Se centra especialmente, en los eventos que se realizan el día 01 de diciembre desde hace varios años, en la plaza de la catedral de Barcelona.
El documental nos es guiado a través de la voz de su fundador, Ferran Pujol, que nos recuerda sus duros inicios y reflexiona sobre la fraguada y complicada conflagración contra el SIDA sin olvidar de mencionar la inestimable colaboración del voluntariado. Un combate que pasa por la dignificación de las víctimas en la creación de un tapiz conmemorativo con los nombres de todos los damnificados por la enfermedad.
Comentábamos que es un documental modélico para ser proyectado por una televisión pública. Al menos reivindicamos que TV-3 se encargue de ello para este próximo 01 de diciembre, día internacional del SIDA.
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