En una entrevista concedida a Alberto Omar Walls, el profesor Fernando Gabriel Martín, catedrático de Historia del Cine, sostuvo que "el amor en el cine es uno de los mayores engaños del siglo XX". Esta idea no pierde su vigencia al ser extrapolada al marco de la sexualidad. Un tratamiento homogéneo, muchas veces moralista, deriva en situaciones estereotipadas, dudosamente cuestionadas, que en la práctica se dirigen a preservar un statu quo definido por el imperio de la monogamia y la heterosexualidad. A fuerza de insistir en el inmovilismo, la norma ha quedado institucionalizada y el cine ha reforzado (y legitimado) su iconografía.
Desde este punto de vista, alejarse del núcleo responde sólo a puntuales atrevimientos, "desviaciones" periféricas convertidas, ipso facto, en "perversiones". La civilización de la sexualidad, y en concreto, su planteamiento cinematográfico, responde (salvo excepciones) al decoro y el "buen gusto" de una sociedad aburguesada, al enclaustramiento del "buen salvaje" con el que convivimos.
El discurso de la sexualidad en el cine no se entiende sin la imagen simbólica de la tijera: la castración del celuloide en forma de censura. Normalización que, paradójicamente, se agradece en la medida en que justifica y da sentido a la transgresión: Lolita (Stanley Kubrick, 1962), El imperio de los sentidos (Nagisa Oshima, 1976), Viridiana (Luis Buñuel, 1961), Cowboy de medianoche (John Schlesinger ,1969), Jules y Jim (François Truffaut, 1962) o El graduado (Mike Nichols, 1967), por citar algunos casos "marginales".
El debate es inagotable, fructífero, renovador... Por descontado, necesario. En este sentido, el Colectivo Harimaguada organizó, los días 20 y 21 de noviembre, el primer CERTAMEN DE CORTOMETRAJES SEXPRESAN. En la sección oficial participaron un total de nueve películas, con la intención manifiesta de cuestionar los encorsetados principios de la sexualidad (llamémosla) "tradicional". En general, la línea trazada fue uniforme, continua, unilateral, y por tanto, sesgada hacia posturas autodenominadas "progresistas". Con una voz... no hay debate.
La calidad de las obras resultó irregular. La idea (la intención) se impuso y sobresalió por encima de su plasmación gráfica. Desde resultados propios de un quehacer aficionado (Ésta es mi vida, de Iván López), hasta películas donde el enigma y el interrogante se convierten en los verdaderos protagonistas, pasando por títulos como Homo baby boom (Anna Boluda) u Hoy toca sexo (Daniel Aparicio y Andrés Piñero), sendos documentales en los que el exceso de didactismo consigue tristemente eclipsar cualquier intención meta-informativa y creativa. Cómo conocí a tu padre, de Álex Montoya (que también participaría en la cuarta edición del FESTIVAL DE CORTOS VILLA DE LA OROTAVA), Naturaleza muerta (Josep Vilageliu) y Bocas (Juan Carlos Rodríguez y Carmen Méndez) introdujeron el humor, la poesía visual y un buen guión respectivamente, en un cómputo global mejorable.
Una iniciativa digna, con una finalidad reflexiva y socialmente necesaria. Los trabajos, en general, pese a cumplir los objetivos éticos, no han estado a la altura estética.