"Largo y escabroso es el camino que del infierno conduce a la luz"
Gula. Avaricia. Pereza. Lujuria. Orgullo. Envidia. Ira. Siete pecados capitales. Se7en. Después de años (incomprensiblemente) descatalogada, por fin se reedita en DVD la gran obra maestra de David Fincher, que se convirtió, con razón, en film de culto tras su inmediato estreno.
Sólo viendo los primeros seis minutos de Seven (cuatro simples escenas y los títulos de crédito) sabemos que estamos ante un film como mínimo interesante y, por encima de todo, muy cuidado. En la primera escena conocemos al detective Somerset (Morgan Freeman). Únicamente le vemos en su casa preparándose para ir al trabajo, pero ya sabemos cómo es: ordenado, meticuloso, culto, reflexivo. La segunda escena, que nos sitúa en la investigación de un crimen lamentablemente corriente, confirmamos esa primera impresión: el experimentado detective escucha y observa atentamente... no se le escapa un detalle. Sabemos también que está a punto de jubilarse y, además, conocemos a su sustituto (Brad Pitt, detective Mills): un arrogante joven que irrumpe en el lugar arrollando y hablando por los codos. El primer encuentro entre los dos (tercera escena, rodada desde abajo y siguiendo en todo momento a los dos personajes) deja claro que el poco tiempo que estarán juntos será agotador. Cuarta: Somerset con insomnio... no puede dejar de pensar. Y llegamos a los títulos de crédito, que siguen considerándose, casi quince años después, uno de los mejores y más influyentes de la historia reciente del cine.
Y es que es con estos títulos de crédito (del siempre innovador Kyle Cooper) con los que se inicia la trama del film. De hecho, es la (magnífica) forma de conocer, antes incluso que los detectives, al terrible psicópata que habrá detrás de los asesinatos que aún no conocemos. Ya sabemos de él que escribe diarios, que se mutila los dedos para eliminar huellas dactilares, que está obsesionado con el dolor. Es, literalmente, la presentación de dos minutos más hermosa y a la vez inquietante de lo que nos espera y, además, nos mantiene en vilo hasta que el asesino aparece en el metraje: hasta pasada más de una hora no le veremos físicamente.
Después de estos seis minutos, que nos tienen ya pegados a la butaca con la boca abierta, todo irá in crescendo. Los crímenes, a cuál más aterrador, a cual más perfecto, se suceden ante la mirada atónita tanto de los detectives como de los espectadores. Sufrimos junto a ellos la lenta agonía de estar siempre un paso por detrás... hasta que Somerset nos sorprende con una confesión y pista hacia John Doe, el hombre anónimo. ¡Ah! Y entonces conocemos al terrible asesino, un brillante Kevin Spacey que elabora un personaje tan intimidador como atrayente. El ritmo del film se incrementa entonces exponencialmente hasta llegar, otra vez, a los créditos finales: al ritmo de "The Heart's Filthy Lesson", de David Bowie, vamos leyendo sin levantamos hasta el final, cada línea que va descendiendo, cual cortina de teatro, desde el tope de la pantalla.
Fincher consiguió con Seven, igual que posteriormente en films como El club de la lucha (1999), también de culto, La habitación del pánico (2002) o Zodiac (2007), hacer un retrato macabro y demoledor de la corrompida sociedad actual, de su continuo miedo y, sobre todo, de los monstruos surgidos y alimentados por ella misma (fruto, posiblemente, de la falta de ideales en una sociedad hastiada de tener todo lo que quiere). Así, la puesta en escena de Seven es impecable, generando un tenso clímax gracias a los lluviosos y oscuros escenarios, sólo rotos por el haz de luz de las linternas de los policías (incluso la casa de Mills no es segura: cada cinco minutos tiembla por culpa del paso del metro). El cuidado del simple vestuario es asombroso: el sombrero de Somerset, que nos hace pensar en un buen hombre, en los sheriffs de los westerns de antaño; las arrugadas camisas y las corbatas aniñadas de Mills, que delatan que bajo tanta arrogancia se esconde un ingenuo; la manera de rodar de Fincher (cámara baja, largos planos), que aumenta la tensión hasta límites increíbles; un guión lleno de perlas como "Hasta las mejores pistas, sólo conducen a otras"... todo en este film es destacable.
Tenebrosa, inquietante, y con un final sorprendente. No verla, o no revisarla, es un atentado contra el séptimo arte.
Ficha técnica:
Seven (Se7en), 1995
Dirección: David Fincher
Producción: Arnold Kolepson, Phyllis Carlyle
Guión: Andrew Kevin Walker
Fotografía: Darius Khondji
Música: Howard Shore
Montaje: Richard Francis-Bruce
Interpretación: Brad Pitt, Morgan Freeman, Gwyneth Paltrow, Kevin Spacey