Las cinematecas, como espacios de conservación y preservación de material fílmico, surgieron hace ochenta años. La francesa es paradigmática en ese sentido. De ella (o, en ocasiones, gracias a ella) se han inspirado algunas de las más importantes de América Latina: las de México, Chile, Uruguay o Venezuela.
Nacidas a partir de una donación realizada por Henri Langlois, fueron en mayor o menor medida creciendo, cuando los golpes de Estado y la quema de material considerado subversivo, las dejaban. En otros casos, como en la Argentina, la Cinemateca, que era privada, se ocupó de exhibir hasta su destrucción, las copias de su colección, o fueron devastadas por un incendio atroz, cuando no sufrieron otros destinos menos casuales.
Finalmente, el Estado argentino, sensibilizado por la situación del cine, el pasado 30 de agosto ha firmado un decreto creando la CINAIM (Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional), que se ocupará de la colección, preservación, restauración y exhibición de cine argentino.
Definitivamente, se trata de una medida proteccionista para el cine nacional, una búsqueda de democratización de la pantalla, que está llevando a cabo el Gobierno argentino, a través de su Secretaría de Cultura y del INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales).
Se trata de una medida que nos alegra verdaderamente. Como EL ESPECTADOR IMAGINARIO se hace eco de este tipo de emprendimientos felices, lo comparte con sus lectores.