Varèse Sarabande Records, 2002
Curioso es el caso de la trilogía de Bourne. Éxito en taquilla desde su primera parte, tardó en ser reconocida por la Academia como lo que realmente es: una de las mejores historias de espionaje llevada a la gran pantalla.
Si bien el agente 007 es el más veterano, la aureola poco creíble (quizá hasta las dos nuevas entregas interpretadas por Daniel Craig), que le ha identificado más con un superhéroe que con un hombre de carne y hueso, le ha hecho un flaco favor al personaje. Así que, en 2002, cuando Pierce Brosman intentaba convencernos con su 007 a medio camino entre gentleman y Batman... llegó Jason Bourne.
Un hombre se despierta, amnésico, en un pequeño pesquero. La tripulación le explica que le salvaron al verle flotando a la deriva y le curaron las heridas de bala. Sin saber quién es, con la única pista a seguir de un número de cuenta bancaria (que lleva bajo la piel) y confundido por sus habilidades, entre ellas hablar diversos idiomas, iniciará la búsqueda de su identidad, que le llevará a reconocerse como Jason Bourne: una máquina de matar.
Catapultando al estrellato a un Matt Damon que ya apuntaba maneras como algo más que el guapito de turno, la historia de Bourne conectó con el gran público gracias a mostrar la parte más humana de un hombre que, conociendo ya su pasado, es consciente de que no quiere volver a ser un asesino, en una lucha contra todos los que le impidan llevar una vida normal. Así, las tres primeras novelas llevadas a la gran pantalla* (escritas por Robert Ludlum, no así las posteriores) nos presentan, primero, a un personaje perdido; luego, a un culpable arrepentido para, finalmente, convertirse en el héroe que todos queríamos que fuese. De hecho, aunque el Bourne de la novela no se parece en nada al del cine, poco nos importa: era el que necesitábamos para volver a creer en los films de espionaje.
Entrando ya en la banda sonora, hay que decir que El caso Bourne (aka Identidad desconocida; Doug Liman, 2002) no sólo nos mostró a un Damon inspirado en el mejor papel de su carrera o nos devolvió la alegría a los amantes del género, sino que también dio la oportunidad de conocer a Jason Powell, un compositor que había conseguido entrar en la industria gracias a pequeños trabajos para la televisión y que poco a poco fue escalando para llevar la música de producciones de animación (Hormigaz, 1998, o En busca de El Dorado, 2000) o, la de su mejor oportunidad, Yo soy Sam (I am Sam, Jessie Nelson, 2001). Tras estas credenciales, sinceramente, el resultado no se esperaba como lo que finalmente fue: una música que se convirtió en protagonista indiscutible, actuando cual sombra del propio Jason Bourne. Sombra, porque acompaña perfectamente el estado de ánimo que siente el personaje en todo momento. Mezclando de forma soberbia violines e instrumentos de viento con ruidos metálicos o sonidos de sintetizador, al escuchar las melodías se recuerda perfectamente el momento del film.
"Main titles", cuyos acordes principales, ya inconfundibles, se convirtieron en la base para las tres películas, nos resume lo que vamos a encontrar en el film: misterio y confusión (un primer minuto que parece que nos invita a adentrarnos en una cueva para descubrir qué hay en su interior), para pasar a esos acordes que nos aseguran que la búsqueda va a conllevar peligros, controversias y, sobre todo, huidas hacia adelante. Es, sin duda, la mejor canción del álbum.
"Bourne gets well" enlaza la primera parte de la melodía anterior para ir subiendo el sonido y convertirlo en una marcha con más aplomo, otorgando seguridad para el camino que va a iniciar Bourne después: la búsqueda de su yo real. A partir de aquí, todas las canciones especifican el lugar exacto en el que se encuentra Bourne ("At the Bank", "The apartment", "At the Hairdressers..."), y que claramente, en función del ritmo y los elementos musicales combinados, nos ayudan a darnos cuenta también -si estamos escuchando la música aparte- del momento más o menos crucial de la película (si está siendo perseguido, si está con Marie, si es un momento de reflexión....). Finalmente, "The Bourne Identity" es la segunda melodía más importante del film, dejando al inicio un buen sabor de boca (sabemos que Bourne es feliz, el inicio es suave, casi clásico), pero volviendo poco a poco a introducir ese sonido más metálico y rápido que nos hace casi darnos cuenta de que, sí o sí, va a existir una secuela, porque algo puede pasar. Y... efectivamente.
En definitiva, una composición tan bien pensada para El caso Bourne, cuyo éxito se vio reflejado en la publicación de un segundo CD con música adicional del resto del film, también compuesto por Powell, y que a su vez repetiría colaboración para El mito de Bourne y El ultimátum de Bourne (Paul Greengrass, 2004 y 2007). Todo un clásico moderno que no debe dejar de disfrutarse.
* En 1988 Richard Chamberlain se metió también en la piel de Bourne en la TV movie Conspiración Terrorista: El caso Bourne (Roger Young)
The Bourne Identity, 2002
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