En México, muchos festivales de cine han intentado abrirse camino, pero el difícil y pesado recorrido se puede convertir en años, antes de medianamente consolidarse. Pocos de ellos han sobrevivido a la crisis, a los desajustes sociales y a los altibajos en la industria cinematográfica. No obstante este temible panorama, la iniciativa privada con apoyo de instituciones públicas ha comenzado a apostar por estos espacios que no sólo colaboran con el desarrollo cultural, artístico y cinematográfico del país, sino también con el económico y social. Así, desde hace nueve años, se alza y crece uno de los festivales más prometedores e importantes del país: El Festival Internacional de Cine de Morelia.
En una de las ciudades más bellas de la República Mexicana, llena de una monumental arquitectura colonial, con uno de los conservatorios de música más importantes del país y un sinnúmero de espacios llenos de historia y cultura, se desarrolla una de las fiestas de cine más grandes de México, que no sólo impacta localmente, sino que también ha comenzado a resonar en otras partes del mundo, convirtiéndose en uno de los espacios más buscados por críticos, periodistas, realizadores y cinéfilos.
En años anteriores, personalidades eminentemente reconocidas, como Quentin Tarantino o Danny Trejo, han sido invitadas a desfilar por la alfombra roja; este año, que para muchos amantes del cine parecía modesto, ha traído a varias personalidades trascendentales en la cinematografía; tal es el caso del director alemán Volker Scholöndorff, creador de El tambor de hojalata (Die Blechtrommel, 1979), por la que recibió un premio de la Academia a la Mejor Película Extranjera y la Palma de Oro de Cannes. Asimismo, estuvo presente el húngaro Béla Tarr (El caballo de Turín/The Turin Horse, 2011). De ambos se presentó una retrospectiva de sus obras más representativas, incluida Sátántangó, de Tarr, con sus 450 minutos de duración.
Junto a ellos, el actor mexicano Damián Alcázar, que es actualmente uno de lo más cotizados y reconocidos histriones del país, recibió un homenaje en el marco del Festival. Además develó la placa conmemorativa del 9º. FICM, y se presentó una retrospectiva con varias de sus más importantes cintas, como Dos Crímenes (Roberto Sneider, 1994), Un mundo maravilloso (Luis Estrada, 2006) y El último comandante (Vicente Ferraz, Isabel Martínez, 2010)
Por supuesto, se realizaron múltiples estrenos internacionales, comenzando por la cinta de apertura Una vida mejor (A better life, 2011) de Chris Weisz (La brújula dorada, About a boy), que explora y retrata la vida de una familia de migrantes en los Estados Unidos y los estragos y obstáculos que deben vivir para poder seguir adelante. Para la clausura, se eligió la última cinta de Steven Soderbergh, Contagio, cuyo estreno en el país está planeado para las próximas semanas.
Durante los nueves días de cine y fiesta, se presentaron decenas de películas de todo el mundo, principalmente de México, Latinoamérica y Europa, divididas en distintos programas preparados y planeados para satisfacer todos los gustos y abarcar un amplio espectro de géneros, épocas, países, pero todos con un nivel de calidad innegable.
Entre las cintas esperadas para este año, se encuentran las que conformaron el ciclo presentado por la Semana de la Crítica de Cannes, que incluyó películas como My Little Princess de Eva Ionesco, 17 filles de Delphine y Muriel Coulin, y Las Acacias del argentino Pablo Giordelli. Así como una serie de presentaciones especiales internacionales entre las que destacan: La piel que habito de Almodóvar, Gainsbourg (Vida de un héroe) de Joann Sfar, la ganadora de la edición pasada del Festival de Cine de San Sebastián Pan Negro de Agusti Villaronga, la última producción de Gus Van Sant, Restless, y la ganadora de la palma de oro de este año en Cannes: El árbol de la vida de Terrence Malick.
Pero no todo es de importación en Morelia, al contrario, cada año se fortalece en cantidad, pero sobre todo la calidad de la selección oficial en competencia, que admite únicamente producciones mexicanas. Este año participaron 44 cortometrajes (animación y ficción), 23 documentales (largos y cortos), 8 películas en la sección michoacana y 10 largometrajes, de los que se eligieron a los ganadores de la novena edición del FICM. Destaca aquí que los ganadores de cortometraje de ficción y animación se convierten automáticamente en candidatos nacionales para los premios de la Academia del próximo año.
El Jurado que eligió al largometraje ganador estuvo conformado por el documentalista e historiador Mark Cousins, el cineasta François Dupeyron y el profesor Michael Wood, quienes eligieron como la ganadora absoluta de este año la Ópera Prima de Paula Markovitch, El Premio, por tratarse de un "estudio conmovedor sobre una niña imaginativa y alegre que está atrapada entre el aislamiento político de su madre y el sociable, aunque conservador, ambiente escolar", logrando así un reconocimiento más para su film, junto a su Oso de Plata y su mención como Mejor largometraje de ficción del Festival Interancional de Cine en Guadalajara. Las demás cintas ganadoras, se pueden revisar en el palmarés de esta edición.
El festival también busca promover la conciencia social, por ello, por quinto año consecutivo se realizó el Foro de los Pueblos Indígenas, que presentó el trabajo de investigación de Yolanda Cruz, bajo el título OaxaCalifornia en la pantalla, con tres documentales, y la película Cabeza de Vaca (1991) de Nicolás Echeverría. Junto a este foro, la sección Cine sin Fronteras, proyectó un par de cintas que retratan la realidad pasada y presente de comunidades marginadas: Zoom Suit (Luis Valdez, 1981) y Don't let me drown (Cruz Angeles, 2009).
Las otras secciones que proveen de una amplia variedad de títulos para cinéfilos son: Programa especial de Jean Vigo, cineasta francés en México; México imaginario: cine negro estadounidense en México; Tres películas de Berlanga (¡Bienvenido Mr. Marshall!, Plácido y El Verdugo), una Sección para niños y la última restauración realizada por el Archivo de Cine y Televisión de UCLA: Wanda, de Barbara Loden.
Además, como una actividad adicional, que ha caracterizado al Festival, se lleva a cabo un taller para productores llamado Morelia Lab, coordinado por Andrea Stavenhagen y Carlos Taibo. Este año, se realizó una edición especial para productores de segundas películas. En cien horas de ponencias y talleres, divididos en quince días, se busca ofrecer a los productores herramientas que les permita, no sólo conseguir y administrar el dinero para hacer una película, sino que además les sirva para participar en el proceso creativo y así vigilen la calidad de la cinta: esto es, que se encarguen de hacer una buena película.
El Festival Internacional de Cine de Morelia no es sólo estrenos y alfombras rojas, es una experiencia cinéfila que inunda las calles de la ciudad y las salas de proyección, es el sueño de todo amante del cine que quiere disfrutar de unos días de la realidad paralela que ofrece el silencio del cuarto oscuro que proyecta las propuestas locales, nacionales y mundiales. No cabe duda que este festival apenas está despegando para volverse uno de los más importantes eventos cinematográficos del continente.