Por Arantxa Acosta

Somewhere in time: recordando a John Barry
Film classics, 1998

No podíamos dejar de homenajear en esta sección de EL ESPECTADOR IMAGINARIO al gran John Barry, fallecido el pasado 30 de enero. Y, si bien es verdad que es por todos conocido por sus grandes composiciones como las de James Bond, Memorias de África (Sydney Pollack, 1995) o Bailando con Lobos (Kevin Costner, 1990), Barry compuso grandes obras maestras para películas con mucho menos renombre. Y es que dos de nuestras favoritas son Chaplin (Richard Attenborough, 1992) y, por encima de todo, Somewhere in time (Jeannot Szwarc, 1980).

De Barry se han dicho muchas cosas, muchas tonterías. Quizá una de las más oídas es que durante los últimos años de su carrera (abandonó la composición para cine en 2001) no se arriesgaba, repitiéndose continuamente. Si bien es cierto que esto no sería reprochable para alguien de su consagración, que empezó a componer para la gran pantalla en 1960 y, por tanto, ha estado más de cuarenta años en activo, estos comentarios pueden secundarse si partimos de una gran verdad: la música de John Barry es inconfundible. Canción que escuchas, canción que puedes identificar con su autoría. ¿Es esto debido al autoplagio, o a poseer un estilo propio, inigualable? Seguramente, es debido a las dos cosas... ¿y qué? Mejor plagiarse a sí mismo que plagiar a otros, ¿verdad?

Así, al compositor le encantaba mezclar instrumentos de viento-mental con los de cuerda, desde el piano al arpa, estilo que favorecía los ritmos más melódicos y cálidos por los que siempre será recordado. Dentro de este melancólico y característico estilo, porque supuestamente tenía cierta predisposición al ser bastante depresivo, podemos encajar una sus mejores y más olvidadas obras, la de Somewhere in time.

Y es que el tema le daba a John Barry mucho margen para poder crear una mítica banda sonora que será recordada durante décadas: Richard Collier, escritor teatral, recibe un regalo, un antiguo reloj de bolsillo, de una misteriosa anciana que le dice, entre lágrimas, "Vuelve a mí". Intrigado, el autor investigará sobre la mujer y descubrirá, en un antiguo hotel de las afueras, el retrato de una actriz de finales del siglo XIX. Obsesionado con ella, hará todo lo posible para conseguir viajar en el tiempo y encontrarse con su gran amor. Pero no todo saldrá tan bien como quería... ¿o sí?

La película, basada en la novela de Richard Matheson -aunque ésta tiene un trasfondo menos romántico- fue un tremendo fracaso comercial en su época, siendo ensalzada y reconocida como clásico de culto de la ciencia ficción ya a partir de su emisión por la televisión por cable en los Estados Unidos. El éxito mundial no tardó en llegar: página oficial en internet*, reuniones anuales de fans en el hotel donde se rodó la película, proyecciones conmemorativas (la última, en la sección "El tiempo en el cine" del Festival de Sitges 2010, cuando se cumplía treinta años de su estreno).

Barry aporta una majestuosa banda sonora a la increíble y romántica historia, que ayuda a que la lágrima inicial acabe convirtiéndose en un torrente de emociones que no puedes controlar. Melodías como la de Somewhere in time (grabada específicamente para la reedición del CD en los años noventa) o Grand Hotel se quedan en la mente durante horas después de haberlas escuchado, dejando un total sentimiento de calma y felicidad. Incluso de nostalgia de no sabes qué... quizá de vivir un momento tan apasionado como el representado.

De las diecinueve composiciones, más de diez son arreglos, cambios de instrumento o tempo del tema central... pero no importa, porque es preciosa. Barry consiguió plasmar magistralmente el retrato de la obsesión del autor teatral por la actriz que, quizá, no conoció jamás. Aún reconociendo que la película emana cierto aroma kitsch (o camp, si hay que ser puristas), es de visionado obligatorio, tanto para amantes de la ciencia ficción como para románticos empedernidos. Aseguramos que vale la pena.


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Datos adicionales:
* http://www.somewhereintime.tv/

Somewhere in time, 1998