El pasado 21 de octubre arrancó en el madrileño Círculo de Bellas Artes el II Festival de Series de Madrid, avalado por el éxito que cosechó su primera edición. Pese a que el plato fuerte lo copara una mesa redonda sobre Perdidos, previa a la inauguración de los cuatro días a los que se extendería el evento, el subtítulo de esta reseña deja bastante patente quién -o mejor dicho, qué- fue el verdadero y lamentable protagonista del certamen.
Los organizadores (Digital +) anunciaron a bombo y platillo la primicia de que visitaría nuestra capital una de las prodigiosas mentes motoras de la serie de la isla, su productor Damon Lindelof. Más tarde se jactaron de que Terry O'Quinn, el actor que dio vida al misterioso John Locke, le acompañaría. Pues, hasta pocos días antes de la conferencia no se descartó la presencia de ambos, pasando a ser sustituidos por Jack Bender, el director artífice de los capítulos más emblemáticos, y Naveen Andrews, actor que interpretó a Sayid. Todo conforme, si no fuera porque el día de la víspera, se cayó Andrews en favor (¿?) del secundario Néstor Carbonell (Richard Alpert en la serie), con el que, por lo menos, ganábamos en poder escuchar un perfecto castellano por su ascendencia cubana.
Los temas y cuestiones discutidos en la mesa redonda, como se podía esperar, no se salieron de lo previsible y menos aún lo hicieron las respuestas escuetas de los invitados, bien adiestrados para no mojarse ni lo más mínimo. A las preguntas -que previamente debían haber sido enviadas por Internet, quizás para prevenir un temido asedio a los huéspedes- de los fans más inconformistas, como qué era la isla o qué fue de Richard tras su abandono, la pareja procuraba contestar saliéndose por la tangente, sólo poniendo empeño por centrarse en aquéllas enfocadas al polémico final para -ahora que podían- defenderlo a capa y espada, como si fuera esa agua de mayo anhelada desde que Perdidos era tan sólo un proyecto.
Haciendo gala de un buen sentido del humor, fue de agradecer que las bromas de ambos amenizaran la tarde y, lo más provechoso que se puede extraer de lo que dijeron fue la confesión del palpable paralelismo que se podía establecer entre el redentor desenlace de la ficción -donde los náufragos habían formado una gran familia que les reportó la mejor etapa de su vida- y la experiencia real de los equipos técnicos y artísticos en Hawai -que, casi a imagen y semejanza de lo relatado en los guiones, lograron erigirse como una inseparable comunidad-. Por ello, aseveraron lo triste y duro que puede llegar a ser terminar algo de tamañas dimensiones y lo que cuesta hacerse a la idea de que en algún momento tenía que acabar. Para acompañar su explicación con testimonios proyectaron un vídeo (sacado directamente de los extras de algún DVD pendiente de editar) que repasaba las impresiones y recuerdos del equipo, tratando de dar cuenta de las inefables sensaciones y experiencias que habían supuesto para todos ellos estos seis años de rodaje. Más déjà vu.
El otro evento destacado del día fue el estreno en España de la serie Boardwalk Empire, producida por Martin Scorsese y de la que se proyectó su capítulo piloto, dirigido por él mismo. La presentación de este fruto de la cadena norteamericana HBO, espectacularmente ambientado en Atlantic City durante los años de la ley seca y protagonizado por un colosal Steve Buscemi, quedaría algo descafeinado si no fuera porque, en el interludio entre la conferencia sobre Perdidos y este acto tuvo lugar la inauguración oficial del festival, a la que sólo se podía acceder con invitación (difícil de conseguir debido a la mala gestión por parte del departamento de prensa de los organizadores).
Quedaba por delante un largo fin de semana donde los verdaderos beneficiarios serían los niños, con todo tipo de actividades y visionados programados para ellos. Por lo demás, algunos capítulos sueltos, sin orden ni concierto, de series de reciente éxito, una exposición dedicada a las series de nuestra vida y unas buenas cantidades de merchandising (eso, a lo que interesa).
Si no se aprecia un mínimo de pulcritud y de mimo hacia una de las formas de ocio actuales que más lo merecen y que mueven cada día a más gente alrededor de todo el mundo (superando en calidad y cantidad el cine en numerosas ocasiones), el año que viene será mejor quedarse en casa.
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