El espacio, negro e insondable como el alma humana. Estos son los viajes de la nave interestelar Plutón B.R.B.Nero. Nos encontramos en el año 2530 y el planeta Tierra presenta un aspecto lamentable. La superpoblación, las epidemias o la proliferación masiva de inmobiliarias están acabando con la humanidad. Menos mal, que un grupo de valientes marines españoles, a las órdenes del Presidente de los Estados Unidos del Mundo, McKulay Kulkin III, surca el universo a bordo de la nave Plutón B.R.B.Nero (siglas de Biotechnological Research Badajoz, donde fuera construida por un tal Nero) en busca de un planeta habitable. Este es el resumen de la introducción que da inicio a cada capítulo, a la que sigue la cabecera animada por una sintonía perpetrada por la aclamada Tokyo Ska Paradise Orchestra.
La nave está tripulada por uno de los grupos más heterogéneos de la pequeña pantalla: al mando, un inepto capitán que sueña con pertenecer al hall of fame de las personalidades históricas; como suboficial, un grimoso e incansable pelota; terminando con los humanos, en el rango más bajo, un mecánico pasota e irresponsable; la nave cuenta con dos androides, uno de gama alta, con cuerpo femenino de formas exageradamente generosas e impresionante inteligencia y otro de baja tecnología, feo y perceptor de la moralidad y los sentimientos humanos; por último, un alienígena que odia a todo el equipo, pero que evitará su debacle de vez en cuando. Esta comunidad, interpretada por lo más freak del elenco actoral español, viaja junto a miles de colonos congelados que esperan despertar en un mundo mejor.
Por si aún no hemos caído en ello, esta producción de Pedro Costa P.C. y Pánico Films, dirigida por el actual presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, Alex de la Iglesia, pretende servir de parodia de los grandes seriales televisivos de sci-fi clásicos, en la línea de Star Trek o Red Dwarf, así como ser portadora de claras referencias a míticos títulos del género como Blade Runner o La Historia Interminable, entre otros. Si de algo se puede presumir en la historia audiovisual española es de la experiencia paródica, pero no de las producciones de ciencia-ficción, hasta ahora inéditas. Plutón B.R.B.Nero puede enorgullecerse de ser una válida, por medianamente aceptable, pionera.
Como toda caricatura, la serie se presta a cuestionar cualquier aspecto del orden social establecido, sin dejar títere con cabeza. Política, religión (con denuncia del Vaticano incluida), medio ambiente,... todo se mide por el mismo rasero. Su voluntad revolucionaria de hacer escarnio de todo tema actual digno de crítica, convierte en tolerable la baja calidad de algunos guiones o esos excesos de cotidianeidad typical spanish que, a veces, aluden a las demandadas preocupaciones de nuestros días como una causa de la irrefrenable devastación futura.
De este modo, todo capítulo, que se sumerge en encuentros directos con extraterrestres, viajes en el tiempo, exploración de asteroides, enfrentamiento a lo desconocido... goza de un clímax dilatado al utilizar hábiles juegos imaginativos que aprovechan las posibilidades del género -destacando el acierto que supone la implicación de algunos tecnicismos y la torpeza de otros tantos, muy forzados con la excusa del chiste-, para terminar solucionándose a matacaballo en los minutos finales del episodio. Posible y probable explicación: la falta de destreza para salir de algunos embrollos descomunales puede quedar diluida en la continua sátira de la space opera que supone Plutón B.R.B.Nero. Esto se advierte, incluso, en el criterio sobre el que se basa el diseño de producción (en las infografías, sobre todo) que sólo alberga una anhelada rendición al bajo presupuesto, en lo que el crítico Pepe Colubi acostumbra a denominar Teoría de Fascinación por lo Cutre.
Absurda, irónica, familiar y castiza, Plutón B.R.B.Nero no admite una interpretación más seria. Cada capítulo tiene el buen propósito de hacernos un regalo, un cameo de viejas glorias (Fernando Guillén o Terele Pávez), la colaboración de amiguetes del director (Fele Martínez o Luis Larrodera) o la cita de alguna de las muchas frases recurrentes, como el imprescindible "¡cállese, Querejeta!" del capitán a su subordinado. En realidad, los veintiséis capítulos que conforman las dos únicas temporadas con las que contará la serie, parecen especialmente concebidas para el exclusivo lucimiento del actor Antonio Gil, en el papel del capitán Valladares. Es lo que tiene para un oficial al mando un puesto de tanta responsabilidad. Soporta mucha presión en las videoconferencias, por parte del Presidente, que le dice que el mundo entero depende de él, y por parte de su mujer, que no hace más que recordarle lo conflictivo que es su hijo; lidia constantemente con su tripulación, y nunca anota nada de interés en su cuaderno de bitácora, del que pretendía valerse para, algún día, escribir unas memorias. El pobre no sabe que siempre será así.