Cine y peronismo. El Estado en escena

Por Liliana Sáez

Cine y peronismo

Cine y peronismo. El Estado en escena

Clara Kriger

Siglo Veintiuno editores,2009 

La etapa del primer peronismo es significativa para la historia social de la Argentina, pues entre 1946 y 1955 el país pasó de ser agrícola-ganadero a su etapa industrial, ubicándose a la cabeza de América Latina en temas de salud, educación y la creación de una clase media que sería, por años, orgullo de la mayoría de los argentinos.

La figura responsable de tal transformación fue un inteligente y capaz coronel, que tomó en sus riendas primero el Departamento de Trabajo, para luego ocupar posiciones clave en el gobierno que lo antecedió. Su política para con los trabajadores fue de tal envergadura que en 1945 ganó las elecciones presidenciales y se ocupó de gobernar para los argentinos en lo que se recuerda como los años más felices de su historia.

La señera figura del coronel, que llevaba en sus entrañas su potencialización como estadista y líder de la mayoría de los argentinos, preocupó a las grandes potencias, que veían que su colonia (la Argentina) comenzaba a despertar sus fibras independistas. Por ello, se trató de vincular el nombre del presidente argentino, que había declarado la neutralidad frente a la Segunda Guerra Mundial, a los países del Eje. Ese panorama fue trágico para la industria cinematográfica argentina, que hasta entonces se desarrollaba con un gran impulso y, a raíz de este hecho, debió sufrir el boicot de material virgen por parte de las grandes potencias, que comenzaron a apoyar al cine mexicano, el cual a partir de esa situación, logró alcanzar su época dorada.

Sin embargo, el Estado argentino utilizó el cine para comunicar su obra de gobierno e intentar cambiar la mentalidad de una sociedad que, en su mayoría, sentía que no tenía la oportunidad de crecimiento que Perón logró demostrarle durante esos diez años.

Clara Krieger, en Cine y peronismo, el estado en escena, dedica la primera parte del libro a la política cinematográfica argentina de esos años venturosos, que se caracterizó por el proteccionismo de la industria, a través de la legislación que apoyaba al cine nacional (la primera Ley de Cine, medidas que beneficiaban a los trabajadores de la especialidad, etc.) y la ubicación del país en un panorama global, con la creación del Festival Internacional de Mar del Plata. Además, la autora hace hincapié en la legitimización y profundización de las políticas estatales (programas de salud, de economía familiar, enaltecimiento del trabajo, la reforma carcelaria, la educación, etcétera), que eran divulgadas a través de noticieros que se difundían antes de las películas, en las salas de cine.

"Las leyes, regulaciones y medidas proteccionistas que se destinaron al sector fomentaron relaciones dinámicas con y entre los agentes del campo cinematográfico, pero no se convirtieron en un control rutinario y generalizado de argumentos o formatos en los textos fílmicos. Por eso es que dicha producción fílmica se caracteriza por su pluralidad y, en principio, parece inapropiada la yuxtaposición de la periodización política a la cinematográfica".

En la segunda parte del libro, Krieger se detiene en la producción de ficciones -que por años se intentaron menospreciar como filmes banales, destinados a promover veladamente la acción de gobierno- para rescatar el valor de originalidad de muchas de sus piezas, así como el testimonio de los cambios profundos que iba sufriendo la sociedad para el bien de las mayorías.

"Se trata de una investigación que se inscribe en un área reestudios no explorada en el ámbito de la cinematografía argentina, ya que profundiza e interrelaciona tanto el análisis histórico institucional de la relación entre el estado  el ámbito cinematográfico como el estudio textual de los filmes que se produjeron, en ese caso, en el primer peronismo".

Si bien, Krieger acude a la lectura de autores que se han dedicado a la producción cinematográfica bajo el fascismo (Stephen Lowry, Gian Piero Brunetta, Valentina Ruffin y Pier Marco de Santi) o bajo la Rusia de Stalin (Peter Kenez), donde el control estatal sobre la industria es significativo; o se apoya en autores que se han detenido en el fenómeno peronista (Torre, Gené, etc.) o cinematográfico (Couselo, Bordwell, Paraguaná, etc.), lamentamos la ausencia, en la bibliografía, de dos obras fundamentales, como lo son El cine latinoamericano, de Peter Schuman y Cine Argentino, de uno de los pensadores y estudiosos más preocupados por el tema, Octavio Getino, porque ellos han sido adelantados del revisionismo que Krieger propone con su libro. De todos modos, se agradece esta mirada responsable sobre uno de los aspectos más olvidados del cine argentino en esa etapa transformadora del país.

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