En los proyectos que desarrolla el ser humano se conjuga una red de circunstancias y de fuerzas poderosas que los hacen posibles. Se combinan el ingenio, la creatividad, la persistencia, la motivación, el trabajo constante, la habilidad técnica, la generosidad de los que aportan recursos, el conocimiento y el trabajo de muchas personas, liderado por seres visionarios. Al final, aparece una nueva realidad, una obra, un invento, un aparato, un monumento, una catedral, un puerto. Tantas cosas. Es el talento humano convertido en creación. Detrás de todo esto hay unas personas ingeniosas, los ingenieros, capaces de diseñar, concebir, convertir ideas en elementos materiales con base en la naturaleza transformada. Donde hay tierra y rocas, el ingeniero químico ve cerámica, productos que facilitan la vida, cemento y pegantes; donde hay ladrillos, cemento y arena, el ingeniero civil ve una carretera, un hermoso parque comunitario o un edificio público; donde hay cielo y pájaros, los ingenieros mecánicos y aeronáuticos ven aviones y viajes; donde hay truenos y relámpagos, los ingenieros electricistas y electrónicos ven iluminación, comunicaciones y transmisión del movimiento. Saben cómo lograrlas y hacerlas fáciles de usar, aceptables para todos.
Los ingenieros tienen métodos que se han venido desarrollando desde tiempos inmemoriales. Quizás el primer gran ingeniero fue Imhotep, sabio, médico, astrónomo y arquitecto (aprox. 2690-2610 a. C.). Empleó las herramientas de la ingeniería, el cálculo y la geometría, para construir el complejo de la pirámide escalonada de Saqqara. Tuvo que contar con habilidades administrativas e inventiva para coordinar la extracción, transporte y montaje de miles de toneladas de piedra y resolver problemas técnicos nunca antes enfrentados.
Los ingenieros cuentan con una completa metodología, el diseño y la ejecución pasan por etapas: conceptualización y análisis de factibilidad, ingeniería conceptual, ingeniería básica, ingeniería de detalle, ingeniería de ejecución y puesta en marcha. Todo ello en un ambiente de calidad y revisión, solución de dificultades, armonización de intereses, manejo del tiempo y de los recursos que permita que se cumplan los planes dentro de los presupuestos razonables, hasta llegar al punto deseado: la celebración colectiva de una obra bien ejecutada que va a generar valor para la comunidad, para sus usuarios y todos los involucrados.
Desde los tiempos de Imhotep, quien era un hombre universal, la Ingeniería debió ser integral. Al hablar de ingeniería, es importante considerar que no se limita a las obras civiles y a las vías. La ingeniería se ha venido desarrollando de forma impresionante y cubre campos que abarcan todo el funcionamiento social. Es un trabajo que resuelve los problemas desde el punto de vista de la tecnología y la ciencia, con respeto por las personas, la economía, el ambiente y la naturaleza.
¿Entonces, el cine, qué tiene que ver con todo esto? Quiero plantear dos aspectos. El primero se refiere al cine como proyecto, como obra compleja que involucra la participación organizada y coherente de muchas personas, la construcción de escenarios, el montaje de efectos especiales, el uso sofisticado de luces, colores y sonidos. Todo ello se ajusta perfectamente al concepto de proyecto de ingeniería. En muchas ocasiones, sobre todo en los Estados Unidos, los sets cinematográficos permanecen como atractivos centros turísticos, que permiten a los curiosos acercarse a la magia técnica que está detrás de todos esos mundo fantásticos. La idea se ha transformado en obra y no solamente en historia narrada visualmente. De hecho, el mundo se irá llenando, cada vez más, de escenarios reales desprendidos del imaginario creado por el cine, no solamente como atracciones turísticas, sino como hechos de vida real.
El segundo aspecto tiene que ver con el director como ingeniero. Cuando se trata de abordar la realidad para llevarla al cine, el director no puede dejar de considerar la gran cantidad de elementos y recursos con que cuenta, los cuales podemos agrupar en el concepto de montaje, algo muy del campo de la ingeniería. Por objetivo que sea el director, va a poner su atención en montar una película alrededor del tema, con variaciones. Ello va a implicar el tejer una historia, establecer hilos narrativos, estimular la aparición de protagonistas, jugar con los tiempos y los espacios, aprovechar las posibilidades de la fotografía y de la luz, utilizar la música, estimular a los actores con sus preguntas y con sus aparatos de cine. Habrá cierto maquillaje de las cosas, cierta acomodación, ya que el objetivo final será contar una historia en forma atractiva, contundente, que deje huella. La masa natural informe o la masa natural viva se van a transformar en un nuevo producto. Ingeniería de las transformaciones.
El ingeniero y el director reconocen que en la realidad hay tres aspectos: lo que se ve, lo que no se ve y lo que pudiera ser. La cámara simplemente enfocada, siguiendo el transcurso natural del tiempo, sin violar los espacios de los personajes, puede registrar lo que se ve. Pero ella, en su registro, va a depender de la iluminación, del enfoque, del encuadre, de la distancia, de la velocidad, de la profundidad del campo, de la sensibilidad del filme. Entonces, en este primer elemento tan objetivo, lo que se ve, ya interviene la voluntad del director, capaz así de ver distinto, de mostrar diferencias, de resaltar aspectos con intención o sin ella. Ingeniería de la observación, de aquello que estimula el nuevo concepto.
La cámara, intencionalmente enfocada, acompañada de los diálogos, del montaje, de las secuencias, del guión, de la música, de los efectos especiales, va penetrar ese mundo menos evidente de lo que no se ve. El director, que ve más cosas que el espectador, las quiere demostrar, las quiere registrar, para que sean evidentes. Acá interviene la mente del director, cuya ideología queda plasmada en el mensaje, con la idea de llevar al espectador a un mundo nuevo, a conclusiones sorprendentes, no imaginadas previamente. Ingeniería del detalle, de aquello que estimula la variación novedosa.
La cámara, creativamente enfocada, acompañada de las propuestas, de las sugerencias, de las sutilezas, lleva al espectador al mundo enteramente nuevo de lo que podría ser, un nuevo mundo que no existe. A un mundo justo, valioso, sugestivo, que rompa esquemas castrantes, que niegue los límites y la mediocridad de la rutinaria normalidad. Esa nueva realidad tampoco existe en el objeto, a no ser que se lo encuadre subjetivamente. Pero sí existe en potencia, como una entidad universal que conecta al objeto con los demás objetos. Cuando el director plantea esta mirada, debería hacerlo como exploración, como punto de vista nuevo, para ampliar la realidad, para embellecer. Ingeniería novedosa y creativa, que perdura cuando se convierte en obras clásicas, a lo Imhotep.
Ingenieros en el cine: la realidad es más extraordinaria que la ficción
La ingeniería se enfrenta a la realidad material. Entonces, ¿se trata de un mundo duro, frío y aburrido, sin fantasías? O ¿es un mundo curioso, que puede dar origen a historias interesantes, a grandes películas? La respuesta a esta pregunta la podemos explorar a través de dos filmes que registran la vida de ingenieros que dejaron huellas y que transitaron por senderos sorprendentes en sus vidas.
Al referirse al ingeniero mecánico Robert Kearns, profesor universitario que inventó y patentó una tecnología de limpieza para el vidrio frontal de los coches, pareciera que se trata de una vida común y corriente, poco atractiva para ser llevada al cine. Pero cuando encontramos que las grandes corporaciones automovilísticas se apropiaron del invento y que el ingeniero emprendió una dura guerra legal hasta lograr que se le reconociera como autor de esa tecnología, entonces se entiende que se haya filmado Una idea brillante (Flash of genius, Marc Abraham, 2009), basada en la vida de Kearns.
En otras ocasiones se sabe de hombres ingeniosos, ingenieros, de vida colorida, plena en amoríos, de excentricidades y titulares de prensa, que de inmediato se consideran como materia prima para películas excitantes, en las cuales apenas si se podrán recoger aspectos de una realidad, en verdad, más fantástica que la ficción misma. Es el caso de la vida de Howard Hughes, pionero de la aeronáutica, que se ha llevado a la película El aviador (The Aviator, Martin Scorsese, 2004). Hughes fue un excéntrico industrial obsesionado con la perfección, a la vez que un magnate del cine de Hollywood, jugando al máximo estos dos papeles de ingeniero ingenioso en su vida personal.
Un hombre ingenioso y testarudo
Al llevar al cine una vida como la de Kearns, Marc Abraham debía resaltar aquellos aspectos novelescos, entretenidos, y tejer una historia, lo cual implica encontrar temas, principios y finales, motivos, víctimas, perseguidores, salvadores, argumentos, desenlaces, tramas, novedades. Es decir, resaltar la fantasía, los aspectos notables, ocultos, sorprendentes, lo inesperado, lo no rutinario, lo creativo de la realidad. Encontrar el drama oculto en la vida real de un hombre ordinario, a través de su lucha extraordinaria contra poderosas e insensibles corporaciones, las cuales aparecen como gigantescas, torpes, carentes de visión, lentas, poco creativas. En cambio Kearns (protagonizado por Greg Kinnear) es un ser persistente, inteligente, sencillo, creativo, de enorme e invencible testarudez. La frialdad y el cinismo de las grandes compañías se hace contrastar con la idea de este hombre de alcanzar su sueño, el más americano de todos, que es convertirse en empresario que lleva a la práctica su invento exitoso y novedoso.
¿Qué dramas resaltar? Los que son comunes en las vidas de las personas que se dedican a la búsqueda incesante de un sueño poderoso. Los principios, la génesis del sueño. Las pequeñas anécdotas y circunstancias que nutrieron la idea, alguna conversación, un viaje en medio de la lluvia que no deja ver el camino, un ojo molesto que parpadea; y entre parpadeo y parpadeo, una idea brillante, un flash de genialidad, que marca la vida para siempre.
La fiebre creativa, que oscila entre la locura y la racionalidad se hace dominante y los obstáculos y las oportunidades se van sucediendo a medida que la vida avanza: se pierden amistades, las relaciones familiares se destruyen, se debilitan las finanzas personales, se experimenta la tristeza, la burla y el desespero. Cuando nada parece resultar, triunfan la perseverancia, la idea ganadora se hace plena realidad, el sistema legal dicta sentencia y todo ha valido la pena, si bien ha sido una batalla pírrica, no tanto por lo económico, como por el desgaste humano y personal.
El Kearns de la vida real es en verdad singular. Se levantó cerca de la planta de Ford en River Rouge, un barrio obrero de Detroit, Míchigan, la meca del automóvil. Se graduó como ingeniero en la University of Detroit y en la Wayne State University y obtuvo su doctorado en el Case Institute of Technology. Demandó a la Ford en 1978 y a Chrysler en 1982 por infracción de patentes. El caso Ford se resolvió doce años después, con un acuerdo de pago a Kearns de una indemnización de 10,1 millones de dólares.
Tras el acuerdo con Ford, Kearns actuó como su propio abogado contra Chrysler y en 1992, venció de nuevo, recibiendo 18,7 millones de dólares. Sin embargo, su estrategia no fue exitosa contra GM y Mercedes-Benz.
Y en cuanto a la ingeniería, cargada de cálculos, de matemáticas y de diagramas, ¿hasta dónde se puede aventurar una película como esta, sin aburrir al espectador? Naturalmente que no demasiado. Sin embargo, el filme se atreve un poco con ciertas conversaciones y discusiones técnicas, que le dan un sabor de realismo y de profundidad, sin causar desalientos.
Un hombre de grandes alcances
Howard Hughes nació en Texas en 1905. Su padre, Howard Robard Hughes, patentó una broca para pozos de petróleo y fundó la Hughes Tool Company. Su madre, Alene Hughes, padecía microfobia, por lo que trataba de aislar a su hijo de todos los gérmenes ambientales. Howard padecía un trastorno obsesivo compulsivo, pero era muy inteligente. A los once años construyó la primera emisora de radio que hubo en Houston. A los doce años ya era noticia en los periódicos por haber fabricado una bicicleta motorizada. Todo un ingeniero desde pequeño.
Estudió en el Rice Institute of Technology de Houston, pero no terminó sus estudios. Se trasladó a Hollywood para dedicarse a la producción cinematográfica, con base en la fortuna heredada de su padre. Hughes mantuvo romances con grandes estrellas de cine (Katharine Hepburn, Bette Davis, Joan Fontaine y Rita Hayworth, entre otras). Eventualmente se volvió un entusiasta de la aviación, piloto e industrial del sector, dotado con conocimientos sobre el diseño de aeronaves. Fundó la compañía Hughes Aircraft y batió registros mundiales pilotando sus aviones. Su avión más avanzado fue el Hughes H-1 Racer, que sirvió de modelo para la construcción de otros aviones durante la Segunda Guerra Mundial. Llegó a ser galardonado con la Medalla de Oro del Congreso "en reconocimiento a los logros de Howard Hughes en hacer avanzar la ciencia de la aviación”.
En El Aviador, se narra la historia de este hombre enigmático, misterioso y famoso. Su director, el prestigioso Martin Scorsese, podría haberse limitado a registrar literalmente los hechos, sin tener que crear mayores dramas ni contrastes. Pero no es así, para enfatizar aún más que la realidad es novelesca, el director ha utilizado recursos como el manejo del tiempo que se va deslizando por la vida del personaje en forma premonitoria, predestinada , o el enfoque, que se antoja exagerado y repetido en las paranoias enfermizas de Hughes. Scorsese ha decidido atraer empatía, interés y expectativas hacia el personaje (interpretado por Leonardo DiCaprio). Su impresionante obsesión por volar en aviones, que supera su vida extravagante y desordenada, es el eje de atracción que se revela desde el título mismo.
La película tiene el mérito de dar protagonismo a las obras del ingeniero, en este caso, los aviones. Se recrea así una época brillante de la tecnología, en la cual pioneros como Hughes se atrevían a proponer ideas imposibles y a demostrarlas, aún a riesgo de sus propias vidas y fortunas. El espectador es testigo de los vuelos, se sienta con el piloto, está cercano a los instrumentos, a los motores y a los aparatos. Se siente también ingeniero. En esta forma queda atrapado por la historia.
Un personaje enigmático y poderoso, como Hughes, debe tener una historia oculta que lo haga quizás más humano. Detrás de su impresionante determinación está su extraña paranoia contra los gérmenes, esa obsesión con los jabones y el aseo, una debilidad enfermiza derivada aparentemente de su madre, que se conecta tal vez con su obsesión por mujeres icónicas. Estos no son aspectos comunes en los ingenieros, generalmente poco glamorosos y más bien sencillos.
Otro recurso narrativo es el de resaltar los ambientes exóticos. Lo exótico es extraordinario para el espectador. El mundo de los aviones, de los aeropuertos, de las aventuras en los aires siempre será una fuente de atracción para todos. La forma en la cual Hughes se apersona en estos mundos es especialmente llamativa: inventor, empresario, piloto, hombre espectáculo, con su sombrero a lo Indiana Jones. Por contraste, los ingenieros comunes y corrientes van a tender a estar en la sombra, figuras calladas, poco dominantes, dedicados a su trabajo, con humildad, sin mayores pretensiones.
Ingeniería y arte
¿Y qué del valor artístico de películas como estas, tan centradas en la narrativa biográfica? El artista no tiene por qué dejar de serlo porque se refiera a la realidad. La belleza se puede resaltar en todas partes. Hay belleza y hay arte en todas las formas de comunicación, en la medida que se convoquen los sentimientos y los sentidos elevados del espectador, en la medida en que el director y los autores se sientan inspirados. Acá la inspiración surge de la visión comprometida sin tregua de los protagonistas y de la complicidad de los directores, que permiten que todo tenga su eje en estas visiones ingeniosas y se manifiesta en ciertos símbolos. Un hombre sencillo parado al frente de las poderosas sedes de las corporaciones, más fuerte que ellas; un hombre poderoso, abrazando, tocando las alas de su avión, convertido en vuelo puro, más ligero que al aire mismo.
Estos aspectos de visión y de determinación son la riqueza común a todos los ingenieros, a los famosos, que alguna vez serán personajes de cine, y a los humildes y sencillos, que sientan las bases de la vida moderna, lo cual nos permite sentarnos cómodamente en una butaca a disfrutar sin límites. Alguna de estas cintas nos presentará una historia más de inventores, ricos en curiosidad y paciencia, creadores de los artefactos que adornan nuestra vida moderna. Podremos valorar en esa forma los trabajos callados e inspiradores de tantos seres anónimos.