Los tiempos cambian. Los avances tecnológicos, los cambios culturales, la globalización... todo afecta, cinematográficamente hablando. Y es que hay argumentos, puestas en escena, incluso estándares físicos que tras décadas pueden quedar absolutamente obsoletos. En cambio, es posible que la esencia de la película, el motivo principal por el que se filmó, siga siendo de actualidad. Es en estos casos en los que un remake tiene sentido, y es entonces de recibo que una productora se plantee realizarlo. Sí, se puede agradecer y apreciar una revisión del clásico (o no tan clásico). ¿Por qué no? Films como Nosferatu, actualizado por Werner Herzog en 1979 como homenaje al clásico mudo de Murnau del 22 es un claro ejemplo. Otro más reciente, teniendo en cuenta la necesidad de transformar films para adaptarlos a otras culturas, como podemos leer en el trabajo de Mª José Cabeza, sería el Infiltrados de Martin Scorsese (The Departed, 2006), que logra superar ligeramente - aunque esta afirmación puede encontrar detractores- a su predecesora, Mou Gann Dou (Wai-keung Lau, 2002). Incluso, aunque me duela escribirlo y haciendo referencia a los avances tecnológicos y a conseguir una mayor identificación del público en los nuevos tiempos, podríamos salvar de la quema a Tienes un e-mail (Nora Ephron, 1998), que, pese a que la pareja Tom Hanks/Meg Ryan no llega ni de lejos a la altura de James Stewart/Margaret Sullivan, la adaptación de The shop around the corner (Ernst Lubitsch, 1940) puede considerarse "potable" y adecuada al momento.
Pero... ¡ah! A veces el fin no justifica los medios o, en este caso, el remake. Y es que una revisión, para que tenga éxito, no debería ser una simple adaptación. El remake debe concebirse para aportar un punto de vista actualizado a la historia, o como mínimo, un punto de vista que aporte "algo más", algo que en la primera no pudo mostrarse, bien por falta de medios, bien por no poder desarrollar todo el contenido que podría explotarse de la trama principal o subtramas.
Así, últimamente, parece que el único dilema frente al que se esté encontrando la industria es el siguiente: ¿acercarnos al film con otra perspectiva, para atraer a un público más joven - que no revisará el clásico, a no ser que se trate de un ejercicio con nota del instituto-, o rehacerlos, aprovechando el avance en tecnología que nos brinda el poder pensar y emplear nuevos efectos? O, mejor dicho, ¿hace falta un remake de Pesadilla en Elm Street? ¿De La guerra de los Mundos? ¿De Sabrina? En este Investigamos nos vamos a centrar en dos películas cuyos remakes destrozan, desde nuestra humilde opinión, a sus precedesores. Dos films muy diferentes entre ellos y cuyo "destrozo" también viene impulsado por distintos acercamientos.
El tiempo en sus manos (The Time Machine; George Pal, 1960) es una película de ciencia ficción centrada en viajes en el tiempo, basada en la famosa novela de H.G. Wells 'La máquina del tiempo', publicada en 1895.
El film, con unos títulos de crédito que ya nos presagian cuál es el motivo principal de la historia (aparecen distintos tipos de relojes), nos presenta a un científico inglés obsesionado con el tiempo (y, en concreto, con conocer el futuro), que no consigue convencer a sus colegas de que ha encontrado la forma de trasladarse en la cuarta dimensión. Así, se nos explica la teoría sobre la linealidad del tiempo (es la teoría más extendida: cambiar algo en el pasado puede tener consecuencias; es la misma teoría de Regreso al Futuro, por ejemplo) y vemos cómo el profesor avanza con su máquina, al principio horas (la técnica utilizada es el stop motion, gracias a la que vemos cómo pasan en el reloj, cómo se consume una vela...), luego años y, finalmente, siglos. Es en el año 802.701 en el que se detiene, conociendo a los morlocks, desagradables pseudo-monstruos-neandertales, consecuencia de la evolución de los humanos que, tras grandiosas guerras nucleares, se refugiaron bajo tierra y desarrollaron allí su industria y forma de vida; y a los eloi, jóvenes, guapos e inocentes humanos de la superficie, que no saben leer ni escribir y a los que la comida les viene proporcionada por los primeros... básicamente porque después éstos, los eloi, serán su propia comida. El científico, cómo no, se enamora de una eloi y hará todo lo posible para "hacer despertar" a esta raza subyugada. Finalmente, el propio profesor, una vez vuelve a su presente y se da cuenta de que, ni aun con pruebas, le creerán, decide que el futuro que ha dejado atrás es su verdadero futuro... y vuelve a su sitio.
La atmósfera creada en El tiempo en sus manos es inmejorable: predomina una fotografía con tonos y colores cálidos que arropan en todo momento al profesor y a su aventura, haciéndola mítica y creíble, y trasladando al espectador a ese nuevo, pacífico mundo lleno de vida, en el que todos querríamos vivir, y haciéndonos pensar que debemos cambiar nuestro comportamiento actual si no querremos llegar a ser de nuevo neandertales o, peor aún, seres sin cultura ni conocimientos de su pasado. La máquina del tiempo es tan simbólica cincuenta años después, que se venden reproducciones en miniatura, e incluso encontramos homenajes como el de la famosa serie The Big Bang Theory, en la que en un capítulo uno de sus protagonistas la compra por eBay y resulta ser de tamaño real... (Ver en YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=5OHtb3lg5C8)
Evidentemente, estamos hablando de una película realizada en los años sesenta y, aunque ganó (merecidamente) el Oscar a los mejores efectos especiales, ahora podemos pensar que se trataba más bien de un film de serie B. Los trajes de los morloks, el stop motion... sí, se nos puede antojar pasados de moda y mejorables. De hecho, es lo que alguien se debió plantear en 2002... "Vamos a hacer un remake de la película. Lo haremos con el actor de moda del momento, Guy Pearce (famoso por LA Confidential o Memento, en esos años), lo llenaremos de los efectos especiales que se no pudieron utilizar en 1960 y reharemos un poco el guión para que sea más atractiva...".
Craso error. El producto final no aprueba, por varios motivos... el primero, sacar la historia de su contexto: estamos ahora en Nueva York. Hombre... en el año 913.812 (111.111 años posterior a la primera versión, como si afectase en algo), América también tendrá su historia, pero parece un agravio a la época victoriana de la película y del libro, qué quieres. El segundo, el utilizar efectos especiales sin sentido. Sí, aportan más. Quizá es por la pérdida del encanto del que hablábamos antes pero, si bien no hace falta recurrir al stop motion, tampoco lo hace que la máquina esté rodeada de luces y parezca, más bien, una nave espacial... Además, a mi parecer, no es de recibo el sustituir los anillos que guardan la historia del mundo de la biblioteca por un holograma... pero bueno, aún se acepta. El cambio principal que aporta esta revisión, y en concreto sus efectos especiales, es la frialdad que envuelve al film. Antes comentábamos la calidez de la atmósfera conseguida con sus tonos y colores... hacen que te apetezca estar allí. Ahora, lo que destacan son colores metálicos del mundo futuro, tanto de los eloi, que viven en los árboles en esta nueva versión -ejem, ejem-, como por supuesto del mundo morlock. No obstante, lo que por encima de todo provoca una reacción más bien negativa en la aceptación de este remake, es el cambio de argumento, porque lo que se hace, en realidad, es cambiar la esencia del film, la que decíamos al inicio que, como mucho, es la excusa para plantear una revisión de un clásico.
Y es que el personaje del jefe de los morlocks, encarnado por un Jeremy Irons que seguro quiere olvidar su paso por el film, debería ser totalmente prescindible (como lo era en la primera, y que tampoco aparece en el libro de Wells), ya que complica la historia y desvía el centro de atención: la posibilidad de viajar en el tiempo y ver cómo hemos evolucionado. Por otro lado, la pseudo-independiencia de los eloi, aquí mostrados como indígenas que viven en los árboles y que luchan contra los morlocks, hace perder también el sentido de la pasividad en la que se han convertido los humanos por culpa, sin embargo, de ellos mismos. ¿Dónde están los coloridos trajes, los inocentes muchachos que no han conocido nada distinto, porque no ha sobrevivido ninguna persona mayor que les haya hecho ver la verdad de su situación? Sí, puede que la concepción inicial del eloi sea muy naïve pero... ¿acaso no podría llegar a ser cierta, en un mundo sin pasado, sin libros... sin recuerdos? En definitiva, y como decíamos, estamos ante una revisión que pierde la esencia del film y, por tanto, no puede considerarse una digna sucesora. Sin corazón, sin gracia... por favor, si al leer este texto os han entrado ganas de verlas, con la primera es más que suficiente, de verdad.
El segundo ejemplo, en el que no voy a extenderme tanto (porque en realidad daría para un libro), es El cielo Sobre Berlín (Himmel über Berlin; Wim Wenders, 1987) y su supuesto remake, City of Angels (Brad Silberling, 1998). Este sí es un verdadero despropósito.
El film de Wenders es poesía pura. Duro de seguir, sí, por su metraje, por su pausado avance... filmado en blanco y negro y con pequeñas notas de color en momentos muy concretos y calculados; uso de diversas lenguas en su guión -porque es lo que somos los humanos, tan diferentes, tan iguales-, aunque lo que predomina es el silencio o, a lo sumo, el pensamiento de las personas... pensamiento que sabe leer el ángel de la historia, que conoce la verdad del universo, y que, sin embargo, se plantea dejar para abrazar la belleza de la vida que observa sin posibilidad de poder actuar, convirtiéndose así en un humano, sin poderes, pero libre, feliz. Si algo consigue Wenders con su film es hacernos creer en la belleza de la vida y de los que habitamos en este mundo, y en la necesidad de darse cuenta de que tenemos que apreciar todo lo que nos rodea.
Entonces llega Silberling, director de Casper (1995), por poner un ejemplo significativo, y se le antoja pensar que puede estar a la altura de Wenders. Coge el producto inicial, lo adapta para el gran público palomitero estadounidense, pone como protagonista a Meg Ryan (una cirujana sacada de la manga que, por supuesto, no tiene comparativa eficaz con el personaje femenino de la anterior) y, como si no fuese suficiente, a Nicolas Cage como Seth, el alter ego del Damiel del film del director alemán. ¿Resultado? Un supuesto drama romántico sin sentido, y, lo peor de todo, con aspiraciones. Replicar secuencias a vista de pájaro, a los protagonistas subidos a monumentos fetiche de la ciudad... quizá es lo único que puede recordarnos al film de culto de Wenders. Vamos, que no tienen nada que ver. En absoluto. Y si no, una imagen vale más que mil palabras. Os dejo, esta vez, con los trailers de cada film. Ved, y juzgad.
TRAILER CTY OF ANGELS:
TRAILER EL CIELO SOBRE BERLIN
Fuentes:
www.imdb.com
www.wikipedia.es
www.youtube.com
Contenido adicional de la edición en DVD de "El Tiempo en sus manos"