El 25 de mayo de 1937 en el número 22 de la revista Cinema, Quindinale di Divulgaziones Cinematografica de Roma, el documentalista norteamericano Robert Flaherty publicaba un artículo titulado "La función del documental". El comienzo del artículo permite traslucir brevemente la génesis de su obra: "Nunca como hoy el mundo ha tenido una necesidad mayor de promover la mutua comprensión entre los pueblos. El camino más rápido, más seguro, para conseguir este fin es ofrecer al hombre en general, al llamado hombre de la calle, la posibilidad de enterarse de los problemas que agobian a sus semejantes. Una vez que nuestro hombre de la calle haya lanzado una mirada concreta a las condiciones de vida de sus hermanos de allende fronteras, a sus luchas cotidianas por la vida con los fracasos y las victorias que las acompañan, empezará a darse cuenta tanto de la unidad como de la variedad de la naturaleza humana y a comprender que el "extranjero", sea cual fuere su apariencia externa, no es tan sólo un ‘extranjero', sino un individuo que alimenta sus mismas exigencias y sus mismos deseos, un individuo, en última instancia, digno de simpatía y de consideración. El cine resulta particularmente indicado para colaborar en esta gran obra vital".
La cinematografía de Robert Flaherty (1884-1951) representa una bisagra evolutiva en el documental, al igual que la de David W. Griffth lo es para el cine de ficción. Y esto responde a que en la primera década del siglo XX las producciones se centraron en torno a expediciones a lugares remotos, introduciéndose en diversas culturas de carácter exótico, pero con el resultado de un material desordenado, carente de un orden narrativo y sin presencia del autor. Primero fueron los camarógrafos de Lumiére y luego algunos exploradores. Dentro de los primeros registros figuran La expedición a Alaska (1909), del museo de Carnegie, y la expedición del inglés Herbert Ponting, sobre el viaje del capitán Scott en la Antártida (1913), como antecedentes. Si bien será el inicio del cine antropológico, el verdadero cambio se producirá a partir de las expediciones que Flaherty, ávido explorador y sin conocimientos cinematográficos, realizaba con su cámara.
Por ello, en Investigamos de éste mes, la importancia de elegir, dentro de la historia del cine documental en blanco y negro, a Nanook, el esquimal (1922) reside en su aporte destacado sobre el tratamiento estético de la imagen, teniendo en cuenta los escasos recursos técnicos con los que se contaba a principios de la década del veinte. Tanto la calidad visual como el lenguaje narrativo incorporado al documental influirán en los futuros realizadores.
La fotografía en el documental en blanco en negro potencia el contraste entre los objetos y el medio ambiente, en este caso será entre el hombre y la naturaleza, más que si fuese en colores. Hay un trabajo visual de Flaherty con el uso de la luz natural, proveniente del reflejo del hielo. Entre las dificultades durante el rodaje, la luz suministrada por generador portátil fluctuaba demasiado y deslucía la imagen. Lo que despertó, sin duda, el ingenio del cineasta para poder rodar, valiéndose de los medios naturales y a fin de potenciar la calidad de las imágenes como nunca antes se había hecho. Hasta ese momento, la estética visual estaba más aplicada a la ficción.
El film retrata la vida íntima de un grupo de esquimales, registra su cotidianidad y la lucha por la supervivencia en un medio ambiente hostil al norte de Canadá. Nanook, que significa "el oso", junto a los miembros de su familia, se va presentando en primer plano mirando a la cámara. La conducción del personaje como introducción será una forma de personalización narrativa, luego utilizada por muchos otros documentalistas. A partir de allí, el espectador acompaña la travesía diaria bajo un registro cercano y explorador al mismo tiempo.
Las acciones están ordenadas por secuencias con un orden progresivo. La cámara, lejos de la inmovilidad de los primeros años, se mueve, se desplaza, y combina distintos tamaños de planos con fines dramáticos en relación a la realidad circundante. Flaherty utiliza todo el potencial de lenguaje fílmico para combinar una gramática narrativa proveniente de la ficción, pero aplicada a un material real, no inventado. Es así, como los intertítulos explicativos no son meros separadores informativos, sino que están escritos con sentido participativo, dinámico y, por momentos, poético. En cuanto al montaje, no se limita a pegar planos para dar continuidad sino que encadena, con lirismo, cada uno de ellos, alternando momentos de trabajo y de sacrificio con otros de distensión. Así, vemos imágenes del hielo humeante que cubre la superficie inhóspita y la falta de alimento combinado con la alegría de cazar una foca o de los niños jugando.
La finalidad instructiva y/o educativa, característica del documental, cumple un rol trascendente. En este caso, el carácter intervencionista y cultural logra transmitir conocimientos sobre una cultura que, de otra forma, resultaría casi inaccesible para el espectador. Hasta no percibida, si se quiere. Palabras en idioma inuktitut, lengua de los esquimales, los métodos para preservar el kayak, la construcción del iglú y la frotación de narices equivalente al beso, son algunos de los ejemplos.
Uno de los logros de Nanook es invitar al espectador a explorar el mundo junto con el documentalista. Flaherty, involucrado en el film, logra una mirada cercana a aquello que registra. De esta manera, aparecerá la figura del autor, involucrándose con su obra, siendo parte de lo que filma. Por ende, las imágenes dejan de ser arbitrarias y pasan a tener una causalidad. Se supera la instancia de camarógrafo explorador o de reportero cinematográfico por la de documentalista.
La supervivencia en un medio adverso, la lucha natural del protagonista con su entorno, serán una constante en la obra de Flaherty. Así lo seguirá demostrando en Moana (1926) otra expedición a los mares del Sur para registrar la vida de las tribus maoríes; El hombre de Arán (1934) retrata las durísimas condiciones de vida que una familia enfrenta ante el clima hostil de las islas de Arán en Irlanda. En Louisiana Story (1948) también abordará la relación entre hombre y el medioambiente, entre otras.
El reconocimiento definitivo de Nanook, el esquimal se produjo en 1964, en el Festival de Manheim, donde fue elegida por documentalistas de todo el mundo como el mejor documental de la historia.
Según Flaherty: "La finalidad del documental es representar la vida bajo la forma en que se vive". Esto no implica el rol pasivo del documentalista, al contrario, como autor participaba sobre la realidad, adosando cierta retórica al lenguaje audiovisual, enriqueciendo el discurso. Con Nanook, no sólo logró esa finalidad, sino que le impresionó su sentido humanitario, dando cuenta de la importancia del cine como medio de transmisión de culturas, a las que él, casi como una suerte de mediador, supo hacerlas dialogar.
Ficha técnica:
Nanook, el esquimal (Nanook of the North), EUA, 1922.
Dirección: Robert Flaherty
Producción: Revillon Frères
Fotografía y Montaje: Robert Flaherty
Duración: 79 minutos.