Por años, lo que se ha dado en llamar el modelo institucional del cine se ha apoyado y desarrollado en torno a uno de los aspectos, quizá el más llamativo, por ser proveedor de modelos sociales, como es el de la actuación. Me refiero a la etapa dorada de Hollywood, que se apoyaba en el star system, verdadera "máquina de picar carne", que se encargaba de ofrecer estilos, modas y servidumbres siempre contenidas por el aparato de los estudios cinematográficos norteamericanos, que se desarrollaba en un complejo sistema donde las segundas figuras no lograban sobresalir, debido a la magnitud de las sombras proyectadas por divas y galanes. Herederos de aquel sistema glamoroso, donde las estrellas brillaban gracias a un contrato desmesurado que implicaba desde su transformación física hasta su manera de vestir, hablar y hasta pensar, los actores han seguido convocando espectadores, muchas veces más que los propios directores.
En los Estados Unidos, el star system evolucionó hacia en lo que se dio en llamar la técnica del Actor's Studio, que aportó caracteres fuertes en actores de la talla de Marlon Brando, por ejemplo, y que sirvió para darle cauce a la siguiente generación. Con una formación teatral académica, estos actores y actrices incursionaron en el cine norteamericano y nos han dejado películas que nunca olvidaremos. Al contrario que como pasaba con sus antecedentes, sus sombras -las proyectadas sobre todo en el cine de los setenta- no oscurecían futuras trayectorias de actores con menor protagonismo, que han ofrecido singulares interpretaciones.
Al hablar de actores secundarios no podemos dejar de pensar en aquel hombre alto y delgado, pálido, con una conmovedora máscara en su rostro y carga de peso en su cuerpo. Su cabeza gacha, la frente amplia, una profunda mirada, la nariz larga y la boca con un rictus de lánguida tristeza han quedado plasmados en apenas cinco películas, aunque todas ellas definidoras de una época y parte irrevocable de la historia del cine. Ese cine norteamericano de los años setenta, que cuenta, entre sus maravillosas obras, películas paradigmáticas que lo han incluido en su casting.
De origen italo-americano y crecido en el teatro, John Cazale ha actuado junto a grandes nombres como los de Al Pacino, Robert de Niro y Gene Hackman, y para directores de la talla de Francis Ford Coppola, Sidney Lumet y Michael Cimino, realizando papeles de seres frágiles, ingenuos, torpes o irresponsables, en películas que marcaron un hito en la historia del cine, debido a esa camada de directores que alcanzaron la fama, o por los temas tocados, tan sensibles a una época de la vida norteamericana, como lo son la mafia, el espionaje y la guerra de Vietnam.
John Cazale (Boston, 1935-1972) se estrena como actor cinematográfico en el personaje de Fredo, el hermano más frágil de la familia Corleone en la trilogía de El Padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972-1990). Su destino, definido por una actitud de debilidad en un entorno en que se dirimían las cuestiones a sangre y fuego, no puede ser más trágico, al quedar en manos del hermano que debe garantizar la "honorabilidad" de la famiglia. Familiar incompetente, inubicable en el entorno del clan, el Padrino lo envía a Las Vegas, con la finalidad de encontrarle un sitio donde pueda pasar inadvertida su incapacidad como integrante de la mafia. Amparado por las mujeres de la familia, tendrá su retorno al hogar paterno de la mano de su hermana, una vez que ha muerto la madre. Este simple hecho, ya lo define como el más débil de los Corleone. Su incapacidad, sumada al resentimiento de años frente a la preferencia del padre por sus dos hermanos, lo llevará a traicionar a la familia. Hecho que le significará su condena, sellada por un beso fraternal.
La escena en que Michael (Al Pacino) y Fredo conversan, antes de que éste inicie su paseo en el lago, tiene más silencios que palabras. Un "diálogo" de miradas y gestos, que entrañará una certeza, la de la despedida final. La frialdad del hermano menor, que ha tomado en sus manos la rienda de la familia y la resignación del débil ante su condena componen una de las escenas más conmovedoras de la cinematografía norteamericana. El abrazo con el hermano, la mirada fría de Michael, el desconsuelo y la certeza de Fredo... Una panorámica sobre el lago, donde un cisne nada sobre la superficie en reposo, la barca que se adentra en las aguas, la subjetiva de Michael desde la casa, a través de un gran ventanal, desde donde vemos dos cuerpos, el de Fredo y el de su acompañante... el cisne... y, luego, la barca con un solo ocupante, dice todo. No hacen falta palabras...
La violencia de una sociedad que tiene sus amos, de una familia que tiene sus "soldados", no puede permitir la debilidad. El personaje de Fredo ha pecado, con lo cual, su conducta es condenable. Pero su fragilidad lo convierte más bien en una víctima de la que nos compadecemos. Cazale compone un Fredo pusilánime, frívolo, falto de la maldad necesaria para sobrevivir como integrante de la famiglia, donde el deber y las normas de la pequeña comunidad se inmiscuyen en las relaciones afectivas. Si bien su personaje aparece en la saga completa, su revelación se dio a través de la segunda parte de El Padrino. Justamente, donde se desarrolla la escena que hemos comentado. Después de verla, nunca más olvidaremos a Fredo.
En La conversación (The conversation, Francis Ford Coppola, 1974) es Stan, el asistente susceptible y alegre de Harry Caul (Gene Hackman), un experto en espionaje, que intenta permanecer en el más cerrado anonimato. Si bien Stan tiene una filosofía de vida más bien desenfadada y sociable, Harry se recluye en una muralla hermética, que es imposible traspasar. Mientras uno dice disfrutar el día a día, el otro pretende ser eficiente en su trabajo, al extremo de guardar bajo siete llaves los secretos de su especialidad. En eso consiste el fin de sus existencias. Stan aparece en un segundo plano, como corresponde a todo actor secundario, pero apoya y subraya la definición íntima del pétreo Caul.
Aunque las apariciones de Cazale son efímeras y su personaje se desarrolla al conjugarse con el de Harry o con el grupo de colegas con los que sale de juerga, su presencia -e incluso su ausencia- permite soslayar al personaje que representa Gene Hackman, un espía hundido en su propia paranoia.
En la historia recreada por Tarde de perros (The dogday afternoon, Sidney Lumet, 1975), John Cazale es Sal, el cómplice inexperto que acompaña a Sonny (Al Pacino) a robar un banco de Nueva York. Si bien a lo largo del film nos vamos identificando con Sonny, quien va a develar el verdadero motivo que lo impulsa a robar (la operación que su pareja gay desea llevar a cabo), Sal comenzará a surgir como personaje coprotagonista cuando, debido a su preocupación por ser confundido como un homosexual, pone en riesgo el golpe por las posibles noticias que difundirán los medios.
No sabría decir si es éste el mejor personaje que ha interpretado Cazale. Sí, que es inolvidable. Su máscara, nuevamente, nos devuelve una mirada expresiva, que resuelve las situaciones más álgidas y una gestualidad torpe, que lo define como ladrón novato, pero que es efectivo en el modo de transmitir sensaciones e información al espectador.
Su última oportunidad para la actuación fue en El cazador (The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978), donde interpreta a Stan, uno de los amigos entrañables que trabajan en una fundición y salen de caza los fines de semana. La película de Cimino le reserva el protagonismo a tres de esos amigos que serán reclutados para luchar en Vietnam: Mike (Robert de Niro), Steven (John Savage) y Nick (Christopher Walken). Si bien el film consta de tres partes, una nuclear, que es la estadía en Vietnam; una previa y la del regreso, a John Cazale le veremos sobresalir sobre todo en la primera parte: cuando lo vemos en plan de camaradería y sirve de apoyo a sus amigos borrachos o cuando sale de caza con el grupo.
Es cierto que su personaje no es trascendental, pero ha quedado plasmado como el póstumo del actor, ya que murió antes de que la película fuera estrenada. Sin embargo, hay dos escenas que vale la pena recordar: la del bar, donde junto a los amigos, tararean "Can't take my eyes off you", mientras cuida con fervor de hermano mayor a Steven, y la de la caza, después de la boda, donde aún lleva el traje de la fiesta y porta una pistola inútil que pone más que nerviosos a sus amigos. El enfrentamiento con Mike nos permitirá entender los distintos grados de afectividad que existe en este grupo de amigos ruso-americanos y cómo se definen los estadios de poder entre ellos. En este film, John Cazale compone a un Stan que puede ser afable, alegre, protector, pero también distraído, soberbio y cobarde...
Como en todos sus papeles de actor secundario, los personajes de Cazale se develan como una especie de contrapeso del protagonista. Es decir, su actuación y su comportamiento en las distintas películas vienen a definir el rol del personaje principal. Así, el Fredo de El Padrino nos muestra la frialdad de un Michael que ha asumido los negocios de su padre, donde un error no sólo pone en peligro su vida, sino la de toda la familia. Por eso, a pesar de identificarnos con el débil Fredo, entendemos en el marco violento del poder mafioso, su condena. En La conversación, nos permite adentrarnos en la inescrutable vida de Caul, que contrasta con la sociabilidad y alegría de Stan. En Tarde de perros, su vulnerabilidad se revela cuando su condición queda en entredicho, en oposición a la valentía de Sonny, que asume públicamente su homosexualidad. En El cazador es una pieza dentro de un grupo de amigos, que ayuda a definir al grupo en tanto tal y al protagonista, Mike, en cuanto a su carácter de líder del grupo.
Como se ve, las películas en que John Cazale ha participado son íconos de una época y de una sociedad. Su mérito actoral en cada una de ellas, es la composición de personajes tremendamente humanos, en los que el espectador pueda identificarse. Su rostro ha quedado grabado en esas películas inolvidables, donde su mirada, desde la pantalla, nos regala la imagen de un ser sensible, frágil, que reconocemos y valoramos, aunque su filmografía no sea tan extensa.
Filmografía:
1972. El Padrino (The Godfather), Francis Ford Coppola
1974. El Padrino II (The Godfather: Part II), Francis Ford Coppola
1974. La conversación (The conversation), Sfrancis Ford Coppola
1975. Tarde de perros (Dog Day Afternoon), Sidney Lumet
1978. El cazador (The Deer Hunter), Michael Cimino